El líder revolucionario Fidel Castro murió esta semana a la edad de 90 años. El ex presidente cubano, conocido entre sus compatriotas como El Comandante, sobrevivió 10 administraciones presidenciales de Estados Unidos — y también cientos de tentativas de asesinato por la CIA.
Después que él ayudó a establecer en la República de Cuba en 1959 una revolución contra una dictadura derechista respaldada por Estados Unidos, muchos en el gobierno estadounidense criticaron al líder socialista y a su nueva administración – y así permaneció durante décadas. Inmediatamente después de la muerte de Castro, el presidente electo Donald Trump, se refirió a él en Twitter un como un ‘dictador brutal’, — días antes de que él hiciera la propuesta draconiana que los estadounidenses deberían perder su ciudadanía para quemar la bandera de Estados Unidos en protesta (una actividad protegida por la Constitución).
En febrero, cuando el presidente Barack Obama alivió algunas de las duras sanciones del gobierno estadounidense contra Cuba después de cinco décadas, condenó el historial de derechos humanos de la pequeña nación isleña. ‘Estados Unidos siempre defenderá los derechos humanos en todo el mundo’, insistió.
Esto es ridículo escuchárselo al líder de un país que actualmente bombardea a seis países de mayoría musulmana y que está ayudando a moler a un Yemen empobrecido y hambriento hasta hacerlo polvo. Sin mencionar que Obama lidera una superpotencia que encarcela a más personas en el mundo, fuerza a los refugiados y a los migrantes a centros de detención privatizados y con fines de lucro y deporta a millones de ellos. Además, los Estados Unidos es un país que apoya dictaduras brutales en el Golfo y más allá, y donde los negros desarmados son asesinados repetidamente por la policía y donde los indígenas que protegen su agua son brutalizados.
Además, la hipocresía de los Estados Unidos criticando a Cuba por los derechos humanos es aún más difícil de comprender si se tiene en cuenta que el lugar de Cuba con las peores prácticas de derechos humanos es de hecho la parte controlada por los Estados Unidos. En la base naval de la bahía de Guantánamo, los EE.UU. han encarcelado a cientos de personas sin juicio; muchos han sido torturados. El presidente Obama prometió innumerables veces cerrarlo; él hizo campaña en 2008 con tal promesa. Sin embargo, permanece abierto – muchos de sus antiguos presos liberados, pero aun sigue abierto.
El gobierno cubano considera que la base militar estadounidense en la Bahía de Guantánamo está en territorio ilegalmente ocupado. Los Estados Unidos consideran a Guantánamo su propiedad legítima; después de todo, los EE.UU. la ocuparon cuando convirtió a Cuba de una colonia española en una colonia de facto de los Estados Unidos en la sangrienta guerra hispanoamericana de 1898. La tortura no es el único abuso de los derechos humanos cometidos en ese territorio, tampoco los crímenes de Estados Unidos son sólo del período posterior al 11 de septiembre. A principios de los años 1990, la Bahía de Guantánamo fue utilizada para detener a refugiados haitianos que habían huido de un régimen iniciado por un golpe respaldado por la CIA en su empobrecido país. Las administraciones de George H.W. Bush y Bill Clinton utilizaron el temor al VIH / SIDA para justificar el internamiento obligado de miles de desesperados haitianos en lo que un juez federal estadounidense describió como un ‘campo de prisioneros de VIH’.
Un legado de terrorismo respaldado por Estados Unidos.
La contradicción evidente de los políticos estadounidenses que hacen tales pronunciamientos moralistas se agrava aún más por la historia del terrorismo respaldado por Estados Unidos en Cuba. Tal como detalló SALON en un artículo anterior, los Estados Unidos han aterrorizado a Cuba por más de 50 años, desde que Castro dirigió la revolución que liberó a su país del yugo del imperialismo estadounidense. El académico Noam Chomsky ha calificado la política estadounidense en Cuba como una ‘campaña terrorista‘ y una ‘guerra terrorista asesina‘ de décadas.
En 1978, el periodista e historiador Garry Wills, ganador del Premio Pulitzer, escribió en The New York Times sobre la ‘campaña de terrorismo y sabotaje de EE.UU. dirigida contra Castro’. Incluso el célebre historiador del ‘establishment’ Arthur Schlesinger, quien fuera asesor de John Kennedy y su hermano Robert, habló del intento de los Estados Unidos de desatar ‘los terrores de la tierra’ en la Cuba posrevolucionaria.
Dos años después de la revolución cubana de 1959, los Estados Unidos lanzaron una invasión militar de la isla, intentando derrocar violentamente a un gobierno que admitió que era muy popular, matando e hiriendo a cientos de cubanos, incluso a miles según algunos estimados. El ex fiscal general estadounidense Robert Kennedy escribió en unas notas de una reunión de la Casa Blanca de 1961: ‘Mi idea es agitar las cosas en la isla con espionaje, sabotaje, desorden de género, ejecutado y operado por los propios cubanos’. Agregó que ‘no se escatimarían esfuerzos, tiempo, dinero ni personal’. Aquellos que estaban en la reunión de la Casa Blanca discutieron el uso de productos químicos para incapacitar a los trabajadores azucareros cubanos y consideraron alentar a los ‘elementos gansteriles’ en la isla.
¿Cuál ha sido la meta del gobierno de Estados Unidos? Desde 1960, se ha esforzado, en las palabras de Lester Mallory, el ex-subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, en “lograr el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno revolucionario de Cuba”, en “disminuir los salarios monetarios y reales” y crear “desencanto y desafección basado en las dificultades económica y las privaciones”. Con el fin de hacer esto, los EE.UU. han impuesto a Cuba un bloqueo unilateral destructivo y paralizante por 55 años. Un bloqueo que ha tenido un enorme costo en la población civil del país, y uno al que se ha opuesto vigorosamente la mayor parte de la comunidad internacional.
La presión de los EE.UU. no sólo ha sido económica; a menudo ha sido violenta. De 1959 a 2006, la CIA, según se reporta, habría perseguido al menos 638 intentos de asesinato contra Fidel Castro. La película documental ‘638 maneras de asesinar a Castro‘, producida por el Canal 4 de la cadena de medios de comunicación pública del Reino Unido, detalló la gran variedad de estrategias de asesinatos fallidos que los Estados Unidos organizaron.
Civiles cubanos también han sido asesinados por terroristas de derecha entrenados por la CIA y amparados por el gobierno de los EE.UU.. Luis Posada Carriles, que ha sido llamado ‘el Osama bin Laden de América Latina’, trabajó previamente para la CIA, a pesar de que el FBI lo designó más tarde como terrorista. Un documento desclasificado del gobierno estadounidense muestra que Posada Carriles probablemente planificó el bombardeo de 1976 del vuelo 455 de Cubana, que mató a 73 personas. Actualmente, vive en Miami, según el Diario Las Américas.
De una manera similar, cuando se le preguntó en el documental ‘638 maneras de asesinar a Castro’ si estaba también detrás del bombardeo del avión de pasajeros, el terrorista cubano exilado Orlando Bosch, respaldado por Estados Unidos, respondió: ‘Se supone que debo decir que no’, antes de insistir en que todo está justificado en la guerra contra Castro. Bosch infamemente declaró: “Todos los aviones de Castro son aviones de combate”, inclusive el avión civil de Cubana. Incluso Dick Thornburgh, fiscal general estadounidense bajo los presidentes Reagan y el mayor de los Bush, caracterizó a Bosch como “un terrorista impenitente.” Bosch murió de vejez en Miami en el 2011.
Los complots estadounidenses para desestabilizar y derrocar el gobierno de Cuba han continuado hasta el presente, por todas las administraciones presidenciales, independientemente del partido. En el 2014 fueron expuestos otros dos esquemas: un falso sitio web de Twitter creado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional con el fin de difundir la desinformación anti-gubernamental y la infiltración de la escena del hip-hop cubano en un esfuerzo por provocar la disidencia.
En otras palabras, después de 57 años e innumerables complots frustrados, el país más poderoso del mundo fracasó en aplastar a un país que emprendió una revolución contra él, y a una pequeña nación insular que resistió su ira constante.
A pesar de las dificultades increíbles y el esfuerzo concertado para destruirla, Cuba ha perdurado. Aun así se las arregló para crear unos de los mejores sistemas de atención de la salud y educación en el mundo. La revolución transformó una antigua colonia estadounidense plagada de problemas de salud, analfabetismo y desarrollo extremadamente desigual en un país con el mejor sistema educativo de América Latina y con una tasa de mortalidad infantil menor que la de los Estados Unidos.
Sí, Cuba no tiene los niveles de vida de países occidentales industrializados. Pero estos países desarrollaron sus economías a lo largo de siglos de colonialismo, imperialismo, la esclavitud de seres humanos y la explotación brutal de tierras extranjeras. Las comparaciones con Cuba casi siempre están fuera de contexto. No se contrasta con países vecinos como, por ejemplo, Haití (donde los Estados Unidos han respaldado dos golpes de Estado desde 1991 y trabajado con corporaciones multinacionales para bloquear un aumento del salario mínimo a unos míseros 0,95 dólares por hora).
Habría mucho que ganar de una discusión argumentada sobre el legado de Castro – preferiblemente una discusión conducida por el propio pueblo cubano. Debe haber una mirada aguda tanto a los enormes beneficios y ganancias pero también a los verdaderos fracasos y problemas del gobierno cubano. Sin embargo, los Estados Unidos no están en condiciones de hacer tales juicios; ha intentado sin cesar durante más de cinco décadas aplastar ese gobierno.
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