La gran crisis: las Juventudes Comunistas de Chile defendiendo su identidad
en tiempos de transición y renovación democrática 1989-1992
Fernando Pairicán Padilla*
Resumen: La crisis de los socialismos reales, la renovación de los comunismos en Europa y la derrota electoral del sandinismo en 1990, posicionaron como inevitable el “ocaso” del comunismo en el escenario político. Sin embargo, el Partido Comunista de Chile y sus Juventudes sobrevivieron, convirtiéndose en un caso, si bien no excepcional, a lo menos particular a nivel planetario. Planteamos que a consecuencia de la marginación del PCCh de la transición democrática, “la Jota” ingresó a la década de los 90’ defendiendo su identidad, encerrándose en sí misma para defender un legado propio de un partido con una larga historia partidaria. En esta identidad defensiva, mientras todo cambiaba y se renovaba, los hijos de la rebelión, forjados en la cultura política de los 80’, se desbolchevizaron al mismo tiempo que revalorizaban a Cuba y al Ché Guevara; reinterpretaron su propia historia y sentaron las bases para iniciar un camino hacia una nueva estrategia política en los albores del siglo XXI.
Palabras clave: Juventudes Comunistas, Partido Comunista, identidad, renovación.
Introducción
“Nadie nos ha regalado esta vuelta a la democracia”, proclamaba Gladys Marín en el 58º aniversario de las Juventudes Comunistas de Chile (en adelante, Jota o JJ.CC), efectuadas el domingo 9 de septiembre de 1990. Simbólicamente, el acto se realizó en el mismo sitio donde fuera asesinado Víctor Jara, rostro emblemático de la Jota y miembro de su Comité Central hasta 1973. Marín no ocultaba los difíciles momentos que estaba viviendo el comunismo a nivel mundial y que a esas alturas, el mismo PCCh los padecía en su interior ante la oficialización de su Comité Central de ratificar su postura crítica al nuevo gobierno democrático. De esta manera, los comunistas proyectaban en el nuevo período la lógica de la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM). Esta se había gestado a consecuencia de la derrota de la Unidad Popular y tenía como principal novedad para el PCCh, que integraba la violencia política como instrumento de acción colectiva para derrocar a la dictadura militar. El clímax de esta política ocurrió en 1986, con el ingreso ilegal de armas y el atentado contra el general Pinochet. Al fracasar estas operaciones, se produjo la derrota de la vía no pactada para terminar con la dictadura. Esto, en la práctica, produjo la marginación del PCCh de las negociaciones de la transición a la democracia en Chile. Con todo, y aunque los comunistas renunciaron taxativamente a las formas armadas de lucha producto de la llegada del nuevo gobierno democrático a partir de marzo de 1990, ratificaban el lenguaje y el estilo político radicalizado generado por la PRPM.
“Un PC que asume la crisis de esta época -señalaba Gladys Marín-, que se renueva, que discute, que elabora, pero que es antes que nada un Partido revolucionario”, era el mensaje que enviaba al brazo joven del PCCh. ¿Qué es lo que había fracasado? Se preguntaba, “una forma de construir el socialismo” y los principales responsables, eran los mismos Partidos Comunistas que se habían encerrado por largas décadas a mirar “a un modelo, viviendo el marxismo en forma mecánica y dogmática”1.
Marín pronunciaba esas palabras luego que el Partido y la Jota dieran por cerrada una importante crisis interna. A nivel del Partido, sus motivos fueron variados, pero podríamos sintetizarlos en diferencias sobre cómo afrontar el nuevo contexto histórico que se abrió con el retorno a la democracia, especialmente un debate no zanjado en torno a la adopción
1 Juventudes Comunistas de Chile: “58 aniversario de las JJ.CC. Intervenciones”. P 3-5.
de la PRPM. En cambio, en la Jota -sin desconocer lo anterior-, tomó ribetes de pugnas por la conducción, escalando a una lucha por el poder al cuestionar e intentar paralizar la Dirección encabezado por Manuel Guzmán, uno de los hombres de confianza de Gladys Marín. Esta última era el verdadero poder en las sombras del Partido Comunista de Chile2. Asimismo, en ambos casos (adultos y jóvenes), la crisis mundial del modelo socialista, coadyuvó a profundizar la crisis.
Ser comunista y joven comunista en los meses posteriores a la asunción de Patricio Aylwin no era fácil. La transición “desde arriba”, había decretado un orden y un programa, “unas estrictas reglas de juego” que impidieron cualquier “paso traumático o salto cualitativo”. En otras palabras, una transición sin rupturas3. En esta peculiar vía chilena hacia la
democracia, el Partido Comunistas y las izquierdas rupturistas (FPMR, MIR y MAPU- Lautaro) quedaron marginadas de la transición, acusadas de anti-democráticas. Aquella decisión era acompañada por el contexto mundial de triunfo de las potencias capitalistas, la que se manifestó no tan sólo en el plano político, sino también cultural e intelectual, forjando un nuevo sentido común en el transcurso de la década de los 90’ del siglo XX, a partir de lo que Francis Fukuyama popularizó como el “fin de la historia”.
De esta manera, se prolongó un discurso anti comunista, que se fortaleció cuando los socialismos reales se derrumbaron. Desde la derecha, se acusaba a los comunistas como seres humanos obstinados que prolongaban una ideología en vías de extinción. Mientras que antiguos aliados, señalaban que los comunistas eran incapaces de adaptarse a las nuevas condiciones políticas que se estaban configurando, en específico en su incapacidad de renovase, es decir, abandonar el marxismo como teoría analítica. Aquello era visto por sus adversarios como una falta de compromiso con el retorno democrático y las nuevas reglas del juego. Como lo simbolizaba el presidente del Partido Por la Democracia (PPD): “el problema de los comunistas era seguir en la vieja etapa de la dictadura del proletariado, de la lucha de clases, y se les olvida que el mundo ha cambiado, que las cosas han cambiado y que considerar el mercado como un elemento básico en el desarrollo
económico de los pueblos es un reconocimiento hecho por todos”.4
Marginar al PCCh de la transición democrática, era excluir a una de las identidades políticas fundamentales en la historia de Chile del siglo XX. Actor importante en la politización de los sectores populares, que junto a las otras corrientes de las izquierdas, forjaron un proyecto que cristalizó en el triunfo de la Unidad Popular. Sin embargo, el giro del Partido Socialista hacia la Democracia Cristiana a mediados de la década de los 80’,
2 Para mayor profundización sobre la crisis del Partido Comunista de Chile, revisar Alfredo Riquelme Segovia, Rojo atardecer. El comunismo chileno entre dictadura y democracia. Stgo., DIBAM, 2009; Rolando Alvarez, Arriba los pobres del mundo. Cultura e identidad política del Partido Comunista de Chile entre democracia y dictadura. 1965-1990. Stgo. Lom Ediciones, 2011.
3 Rafael Otano, Nueva crónica de la transición. LOM,2006. P 10.
4 La Tercera, “El Partido Comunista espera el siglo 21 a caballo del siglo 19”. 10/06/1990. P 3 y “El Partido Comunista en “coma”. 20/04/1990. P 3.
marcó además del fin de los históricos tres tercios, “cualquier nostalgia de la Unidad Popular”5.
A nivel internacional, a partir de la década de los 90’, los Partidos Comunistas tuvieron que adaptarse a las nuevas condiciones políticas. Algunos, a partir del eurocomunismo sintetizaron socialismo y democracia como un camino distinto al socialismo real6. Otros abandonaron su identidad comunista que en algunos casos, como el italiano, les permitió insertarse en la disputa por el poder. En otros casos, como el español, terminó por colapsar al mismo conglomerado.7
Sobre las Juventudes Comunistas de Chile los estudios han sido marginales, así como los estudios sobre las juventudes de partido más bien escasos, según constatan Manuel Loyola y Jorge Rojas8. No obstante, un primer trabajo preliminar, acorde con los nuevos estudio sobre el Partido Comunista han iniciando un cambio muy incipiente sobre la materia.9Distinto ha sido los estudios referidos a la juventud y el movimiento estudiantil, donde las ciencias sociales han dado mejor frutos. En esa perspectiva se inscriben los estudios pioneros de Víctor Muñoz y Luis Thielemann. El primero ha posicionado la categoría de generaciones para explicar el accionar de un colectivo político. Según este autor, existe un vínculo multidimensional entre los actores, su contexto y su edad para comprender la adscripción hacia una identidad generacional y la construcción subjetiva en que los actores colectivos e individuales proyectan su representatividad10. Desde otra perspectiva, se ha planteado que el movimiento estudiantil de los noventa y las Juventudes Comunista están inexorablemente vinculadas, reconociendo su protagonismo en este movimiento, lo que dificulta que uno “prescinda del otro”11.
5 Rafael Otano. P 15.
6 Bernard Pudal, Un monde défait. Les communistes francais de 1956 à nos jours. Francia, Éditiones du Croquant, 2009.
7 Michèlle Bertrand et al., La reconstruction des identités communistes après les bouleversements intervenus en Europe centrale et orientale. París, Éditions l’Hartmattan,1997; Donald Sasson, Cien años de socialismo, España, Edhasa, 2001 y Luis Ramiro Fernández, Cambio y adaptación en la izquierda. La evolución del Partido Comunista de España y de Izquierda Unida (1986-2000), CIS-Siglo XXI, 2004.
8 Ellos mismos constatan que los estudios existentes son el efectuado por Jorge Valle y José Díaz: Federación de la Juventud Socialista. Apuntes históricos 1935-1973. En Cuadernos Documentas, Ediciones Documentas, 1987.
9 Rolando Álvarez y Manuel Loyola, Un trébol de cuatro hojas. Las Juventudes Comunistas de Chile en el siglo XX. Ariadna, 2014.
10 Víctor Muñoz, Generaciones. Juventud universitaria e izquierdas políticas en Chile y México. LOM Ediciones, 2011.
11Luis Thielemann, “La anomalía social de la transición. Movimiento estudiantil e izquierda universitaria en el Chile de los 90’ (1987-2000), tesis para optar al grado de Magíster en Historia, PUC, 2014 e “Hijos de Recabarren, hijos de la transición. Sobre las JJCC y la anomalía estudiantil de los ’90. En , Un trébol de cuatro hojas. Las Juventudes Comunistas de Chile en el siglo XX. Ariadna, 2014. P 219. Para la década de 1980, Diego García, José Madariaga y Pablo Toro, Los muchachos de antes. Historias de la FECH 1973-1988. Ediciones UAH, 2006.
La sobrevivencia de PCCh cuestiona las obras que afirmaron el ocaso del conglomerado en el escenario nacional. Gran parte de estas ópticas estuvieron relacionadas con la pérdida de influencia del PCCh en el transcurso de la década de 199012. Suscribimos las perspectivas que han planteando que una organización política la construyen seres humanos en creación y crítica permanente, por ende, la capacidad de decaer o sobrevivir, va articulada a la capacidad de comprender el contexto estructural en que están insertos a partir de las múltiples subjetividades que la conforman13.
Por otra parte, se ha dicho que el Partido Comunista de 1990, era el resultado de un amplio debate llevado acabo a principios de la década del 80’, que a su vez fue resultado de la traumática derrota de la Unidad Popular y sus consecuencias posteriores, como fueron las experiencias de la prisión, las torturas, desapariciones y el exilio. Esto habría gatillado una transformación ideológica y cultural que se sintetizó en la Política de Rebelión Popular de Masas. Esta constituiría una renovación que incorporó en el repertorio del PCCh la violencia política como instrumento para apurar la derrota de la dictadura militar. Esta política habría sido un cambio y una novedad en la historia del comunismo chileno, abocado desde sus orígenes a la lucha de masas e institucional, en lo que se ha llamado “cultura recabarrenista”. En esa perspectiva, la apuesta comunista en la década de los 90’ fue, entonces, enfrentar el nuevo ciclo político sin abandonar las matrices tradicionales de
organización y del “ser comunista”.14
A partir de este amplio debate, la hipótesis de este artículo, plantea que las Juventudes Comunistas frente a un contexto internacional y nacional desfavorables a su ideario de humanidad, prolongaron su matriz original que los reconocía y diferenciaba como conglomerado político, defendiendo su identidad ya renovada a calor de la dictadura en momentos que el socialismo se derrumbaba. Este refugio identitario les permitió coherencia y unidad para sobrevivir en la década de los 90’ cuando “ser comunista” no era lo políticamente correcto. Sin embargo, aferrarse a esta identidad significó un fuerte proceso de purgas internas que debilitó al mismo tiempo a la Jota como al Partido.
Para fundamentar nuestra hipótesis, utilizaremos las categorías de identidad y renovación. La primera la entendemos como un proceso de construcción y de transformación permanente, jamás acabado, quieto o inmóvil, sino como un proceso dialogante en que las variables estructurales, colectivas y subjetivas se relacionan, potencian y se contradicen para crear un tipo particular de identidad. En ese aspecto, sostenemos lo que señala Jorge Larraín para quien la identidad tiene que ver “con la manera en que individuos y grupos se
12 Riquelme, op.cit. y Alfredo Riquelme y Marcelo Casals, “El Partido Comunista y la transición interminable (1986-2009)”, en Augusto Varas et al., El Partido Comunista en Chile. Una historia presente. Stgo. Catalonia/USACH, 2009.
13 Norbert Lechner, “Los patios interiores de la democracia” y “La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado”. En Obras Escogidas, tomo I. Ediciones LOM, 2006.
14 Rolando Alvarez, Arriba los pobres del mundo…op.cit.
significa incorporar una dimensión subjetiva para comprender su capacidad de transformación16.
En el caso de la renovación, la entendemos como un proceso distinto al vivido por el Partido Socialista. Sostenemos la hipótesis de Manuel Antonio Garretón, para quien este proceso es una ruptura en la izquierda, que da espacio a un nuevo tipo de izquierda en Chile a partir de la década de 1990, “aunque no funde nuevos partidos”. Esta se caracterizaría por la revalorización de la democracia como un campo de disputa y el abandono de la revolución como un método político. Esta última entendida como una revolución armada para la toma del poder y desde ahí efectuar las transformaciones socialistas. Discrepamos – para el caso del PCCh-, que esta significase el abandono del marxismo. Con todo, efectivamente pensamos que la renovación es un proceso de refundación teórica de la
matriz ideológica de las izquierdas chilena17.
La renovación en el Partido Comunista va entrelazada con su experiencia y la de sus militantes luego del golpe de Estado de 1973. Como ha planteado Rolando Álvarez, entre 1973 a 1987, el PCCh vivió su propio proceso de renovación al incorporar la lucha armada como componente de su “ser comunista”. Aquello marcó una ruptura con su tradicional matriz gradualista” y lo que este historiador denomina como su “cultura recabarrenista”18.
En ese aspecto, la tercera oleada de crisis que vivió el PCCh y la Jota a partir de 1987 y que acabó recién en 1992, tienen raíces en este proceso de renovación y la manera en cómo afrontar el nuevo contexto político. Sin embargo, una vez acabada esta tercera gran crisis, a consecuencia de ella mismas y las transformaciones estructurales del país, el Partido Comunista experimentó una “segunda renovación”, que dotó, según Cristina Moyano, “de un nuevo sentido a los viejos conceptos y resignificó sus prácticas, al alero de la re-lectura de los nuevos conflictos sociales emergido en esos años”19.
Metodológicamente, hemos optado por efectuar un artículo que posiciona la narrativa como opción articuladora de esta historia. Haciéndonos tributarios de lo que se ha denominado la nueva historia y el renacer de la narrativa20, que busca entrelazar al proceso histórico la subjetividad de sus actores. Así, para el caso de la Jota, esta óptica nos parece fundamental para dimensionar las transformaciones y permanencia de sus identidades en momentos que
15 Jorge Larraín, Identidad Chilena. Ediciones LOM, 2da edición, 2014. P 27.
16 Norbert Lechner, “Las sombras del mañana. La dimensión subjetiva de la política”. En Obras Escogidas, tomo I. Ediciones LOM, 2006.
17 Manuel Antonio Garretón, “Intervención de Manuel Garretón”. En…p 67-71.
18Alvarez, Arriba los pobres del mundo...op.cit.
19 Cristina Moyano, “El Partido Comunista y las representaciones de la crisis del carbón: la segunda renovación”. En Tiempo Histórico, Nº2, 2011. P 29.
20 George Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno”.
Fondo de la Cultura Económica, 2012.
organización.
En esa misma perspectiva, este artículo descarta las “historia oficiales”, pues como bien planteó Eric Hobsbawm, no responde al campo de la historia profesional y su objetivo es primordialmente político21. También se descarta una perspectiva internista, es decir, construir un relato en base a los aspectos endógenos de la organización. Como ha señalado Perry Anderson, escribir una historia del comunismo se necesitan la comprensión de los factores internacionales y también nacionales, en particular sus coyunturas políticas, sociales y económicas para reconstruir su historicidad22. Buscamos por lo tanto incorporar “el clima cultural y político de la sociedad global en el que ha actuado los comunistas”, como plantea Sergio Grez, sobre todo porque hablamos de una de una ideología y de un movimiento autodefinido como internacionalista23.
Arriar las banderas o creer en la opción socialista: la disputas por la renovación comunista
Osman Yeomans Osorio era un obrero metalúrgico de 23 años, miembro de la Jota de Villa Nueva Lo Espejo y de la Brigada Ramona Parra. El 26 de junio de 1990, salió junto a otros cuatro militantes a conmemorar el natalicio de Salvador Allende. Mientras se encontraban pintando un mural frente a la textil Lo Espejo, se percataron que un auto de civil se acercó. Omar Opazo, otro de los brigadista para aquel entonces de 16 años, recuerda que se preocupó “pero los cabros me tranquilizaron, dijeron que lo más seguro era que siguiera de largo”. Pero el auto giró. Temiendo que fueran ex agentes de la Central Nacional de Inteligencia, Yeomans y Opazo corrieron, mientras que los otros tres miembros fueron sorprendidos por carabineros que bajaron del auto no institucional. Eran las 22:30 horas.
Omar Opazo recuerda que escuchaba insultos y gritos, mientras no le perdía la vista a Yeomans, pues era él quien conocía las calles del sector. Fue en ese momento que escuchó el silbido de una bala “y él cayó de una manera extraña, seco…tengo su rostro grabado en mi mente; le grité y no respondió”. La bala, disparada por el carabinero Víctor Sepúlveda, dio en el cráneo del joven obrero metalúrgico, quien ingresó en estado de coma al Hospital Barros Luco. Murió horas después, convirtiéndose en “el primer mártir de la democracia”,
como lo llamó Manuel Guzmán, el secretario general de la Jota24.
21 Eric Hobsbawm, “Problemas de la historia comunista”, en Revolucionarios. Ensayos contemporáneos, Barcelona, Crítica, 2010
22 Perry Anderson, “La historia de los partidos comunistas”, en Raphael Samuel (ed.), Historia popular y teoría socialista, Barcelona, Crítica, 1984.
23 Sergio Grez, “Comunismo chileno e Historiografía: un par de observaciones”. En Olga Ulianova, Manuel Loyola y Rolando Álvarez (ed.). 1912-2012. El Siglo de los comunistas chilenos. Ediciones IDEA, 2012.
24 El Siglo, “La democracia cobra su primera victima”. Separatas I, II y III. 01 de Junio de 1990.
y la Jota. Fue el momento en que ambas direcciones dieron por finalizada la crisis, comenzando las sanciones a sus militantes, desencadenándola fase más visible de ésta. En el caso de la Jota, significó la renuncia de la mitad de su Dirección, dejando paralizada, en la práctica, la conducción del secretario general Manuel Guzmán. Mientras ello ocurría por “arriba”, en las bases, la militancia de la Jota prolongaba su quehacer. Osman Yeomans a nuestro parece simboliza las batallas de las identidades al interior de la Jota y el camino a prolongar: la herencia identitaria de la “Rebelión Popular”
La familia de Yeomans se enteró por la radio lo sucedido, cuando su hijo escuchó el nombre de su padre. Alegre gritó “¡es el nombre de mi papá!”, sin embargo los rostros de los familiares no fueron de la misma índole. Al ser consultada por la prensa, Sandra Jiménez, esposa de Yeomans y militante de la Jota, reflexionaba: “estamos supuestamente en democracia, pero ¿qué democracia es está? Yo me pregunto ahora”. Tal vez, aquella era uno de los ejes centrales de la discusión comunista bajo los gobiernos post Pinochet. En particular, las contradicciones entre la perpetuidad de muchas de las transformaciones llevadas a cabo por la dictadura y las rupturas necesarias para retornar a una democracia real. Para 1990, Yeomans no era un excepción en la manera en que los aparatos de
seguridad observaban a los ‘adversarios’ de izquierda25. En efecto, los primeros años de retorno a la democracia, la lucha entre los aparatos de las policías y de las insurgencias, eran la demostración de las complejidades de la transición “por abajo. Así como las acciones de violencia política llevadas a cabo por las insurgencias de la izquierda, que tuvieron su clímax con la muerte del senador y fundador de la UDI, Jaime Guzmán26.
Señalamos esto, ya que nos parece importante comprender que la discusión en torno a la historia del PCCh no ha dimensionado la subjetividad una militancia que fue diezmada a lo largo del régimen dictatorial y que su estrategia para derribar dicho régimen fracasó junto al lanzacohetes “law” que no disparó aquel septiembre de 1986. En conjunto con ello, las negociaciones de la transición prolongaron parte importante del diseño forjado por la dictadura. Vale entonces preguntarse: ¿por qué cambiar si “desde arriba” los cambios parecían mas continuidades que rupturas?
Osmar Yeomans, a nuestro parecer cumplía a la perfección el “deber ser” de un comunista. Sus familiares lo recordaron en su funeral como “un ejemplar obrero de una industria”, respetado en el círculo de sus bases, “más que compañeros, éramos hermanos todos en la base; él era muy trabajador y siempre estaba ayudándonos a crecer”, recordó Luis Corvalán, militante de la misma base que Yeomans27.
25 Un interesante libro es que aborda desde la subjetividad del Mapu-Lautaro los primeros años de retorno a la democracia es el libro de Nicolás Acevedo, Mapu-Lautaro. Ediciones Escaparate, 2014.
26 Ibíd.
27 Ibíd.
Democracia Cristiana, además del subsecretario del Interior, Belisario Velasco. Velado en su casa, camino al Cementerio Metropolitano se fueron uniendo los vecinos al cortejo fúnebre, luego de encender velas en las afueras de sus casas. “¡Justicia, queremos justicia!” fue la consigna a lo largo del camino, acompañados por una guardia de honor en que la Jota vistió la tradicional camisa amaranto. Se colocó la bandera del partido sobre su urna y se cantó La Internacional, el himno universal del comunismo.
El Secretario general de la Jota no estaba equivocado cuando señaló que la muerte del joven obrero puso a prueba a la democracia y la necesidad de erradicar la Doctrina de Seguridad Nacional “e imponer, con la fuerza de la razón, una nueva doctrina democrática”. Pero fueron sin duda las palabras de su esposa las que marcaron el momento más dramático, cuando frente a los restos de Yeomans se prometió continuar luchando, “por la causa del partido. Él, mi marido, era muy entregado y no podría defraudarlo al abandonar lo que nos unió: el pensamiento común…un espíritu de clase ligado a nuestra gente”28.
La historia de la Jota a comienzos de 1990, se puede sintetizar en la frase de la militante Sandra Jiménez: defender una historia y un pensamiento “de clase”. En otras palabras: una identidad. Pero para ello era necesario superar los difíciles momentos del año 1990 cuando las “catedrales” se derrumbaron. En ese aspecto, esta historia podría resumirse en la historia por la sobrevivencia de un sector de la izquierda en Chile en momentos de crisis.
Como hemos dicho, el año 1990 fue un año para el PCCh y la Jota marcado por la crisis interna que se ramificó velozmente entre los meses de junio a agosto. Rolando Álvarez sostiene que fue un largo epílogo, un “verdadero rompecabezas” que se articuló en el transcurso de la década de los 80’ y que reventó durante el primer año de transición democrática29. Un año antes, durante el XV Congreso, el debate en torno a cual sería la política y las maniobras de alianzas ante lo inevitable de la transición pactada, marcó
inexorablemente las relaciones políticas al interior del partido. En el caso de la Juventudes Comunistas, no existían doble lecturas en su dirección: la política oficial era la Rebelión Popular de Masas.
Para “Carmen Gloria”, una de las expositoras del XV Congreso, esta política no era solamente una estrategia política, “era una forma de vida” y un elemento para profundizar la democracia. No fue una opción diría ‘Fernando’, “fue una necesidad”. Tal vez por ello ‘Camilo Contreras’-seudónimo de Lautaro Carmona y Secretario General de las Juventudes Comunistas entre 1979-1989-, señalaba con mucha “honra” que la Jota eran “Hijos de la Rebelión, formados en este duro tiempo y en esta justa política”. Sin embargo, y a pesar de que ‘Fernando’ sostuviera que más de mil jotosos habían participado en la discusiones y que no existían opiniones “que pongan en cuestión la vigencia, validez y efectividad de la
28 La Tercera, “De baja 3 carabineros por baleo a muralista”. 29/06/1990. P 6
29 Álvarez, Arriba los pobres del mundo...op.cit.
interior del PCCh era más bien en un plano retorico que real30.
En efecto, en la convocatoria para el Octavo Congreso, efectuada a mediados de 1989, las contradicciones del XV Congreso del Partido, alcanzaron su apogeo al interior de la Jota. No por nada, el punto principal de la Convocatoria era la PRPM31. En un lenguaje característico de la lucha antidictatorial, para la Jota la PRPM “aspira a fundir la solución de la contradicción principal del período, terminar con el fascismo y la profundización de la democracia en la perspectiva socialista”32. Tras 17 años de dictadura militar, con una forma de hacer política en los códigos de la clandestinidad, la Jota no conocía otra experiencia y estrategia política que no fuera la PRPM. Además, una de las personas que impulsó esta vertiente a nivel de Partido fue la misma ex Secretaria General de la Jota, Gladys Marin. En esa perspectiva, continuar con esta estrategia política en las condiciones de los 90’, era
prolongar un lineamiento político nacido en su propio seno y subjetividad. No obstante, había algo aún más profundo para comprender la continuidad de esta óptica durante los 90’, a lo menos en su discurso público: la PRPM fue la estrategia política que dio coherencia a la Jota para recomponerse, luego de los golpes represivos que exterminaron a dos direcciones en la década del 70’33.
Pareciese contradictorio que mientras discursivamente, la Jota prolongaba un discurso radical, Lautaro Carmona y la Comisión Ejecutiva de la organización, estuvieran abocados a incorporar a su militancia de manera masiva a la campaña electoral que llevaría a Patricio Aylwin al primer gobierno post Pinochet. El candidato de la Democracia Cristiana, uno de los actores claves en la caída de la Unidad Popular, era visto por Carmona en la década final del siglo XX como “la bandera de la democracia”34. Ese equilibrio entre pragmatismo y convicciones como hijos de la rebelión, era el difícil buque a mantener a flote en el primer año de transición.
Cuando se efectuó el Octavo Congreso a fines de 1989, habían pasado diecisiete años desde el anterior. A esas alturas el Séptimo Congreso se había convertido en una leyenda: Estadio Nacional repleto y un discurso de cierre efectuado por Salvador Allende. Para septiembre de 1989, las cosas eran diametralmente distintas, Lautaro Carmona solo pedía disculpas en sus última cuenta como Secretario general: “no hay razones –que no sea la falta de experiencia, que incluye la insuficiente visión histórica- que justifiquen no haber realizado una Conferencia Nacional”, señalaba en las dependencias de la Universidad de Santiago. El
30 PCCh, “Intervenciones de los delegados al XV Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile realizado en mayo de 1989”. Ediciones el Siglo, enero 1990. P 13 a 50.
31 JJCC, “Jóvenes: de cara al futuro a luchar a unir por chile y la democracia hasta vencer”. Convocatoria al 8 Congreso, sin fecha de edición. P 1.
32 JJCC, “Jóvenes.” Citado. P 4.
33 Rolando Álvarez, Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad comunista 1973-1980. LOM ediciones, 2003.
34 El Siglo, “He aprendido a vivir con un justo control sobre la sensibilidad”. Octubre de 1989. P 18.
pesar que oficialmente el Partido tratara de darlas a conocer al calor de un fructífero debate. El Siglo resumió de esta forma la subjetividad de la instancia: “Podría afirmarse que el examen se hizo a fondo: logros, insuficiencias y errores, lo que fueron asumidos, a su vez, por jóvenes comunistas seguros, sin ‘pelos en la lengua’, sin tabúes, con posiciones encontradas muchas veces”. Aspecto que fue ratificado por el nuevo Secretario general de la organización, Manuel Guzmán, para quien la discusión había sido profunda “como un río turbulento, pero a veces con aguas más quietas”35.
Varios militantes se quebraron al escuchar por los parlantes el saludo de los presos políticos, recluidos en la cárcel pública, con el que se inauguró el Octavo Congreso. Aquella sensación se vio nutrida cuando los nombres de Víctor Jara, Sebastián Acevedo y los hermanos Vergara, fueron pronunciados como parte del presídium de honor. La memoria de los jóvenes asesinados bajo régimen dictatorial acompañarían el debate de los jóvenes sobrevivientes.
El Octavo Congreso había comenzado el 8 de julio en los patios de la cárcel pública. Del mismo que se fugarían meses después varios jóvenes llevando a la práctica la PRPM. Para casi todos los miembros de la Jota, este congreso era el primero de sus vidas. Algunos, a consecuencia de la clandestinidad, no conocían al Comité Central y menos a los máximos dirigentes del partido. Gladys Marín, quien estuvo en la instancia, no perdió el tiempo de responder a las preguntas de la Jota en los cafés u en otros momentos de distención. Lo mismo sucedió con Lautaro Carmona, quien al cerrar el Congreso junto a su Comité Central, lloró al ver la ovación de la militancia y a los delegados nacionales de la Jota que llegaron a la capital. Eran sobrevivientes. Sobrevivientes a uno de los ciclos represivos más agudos en la historia del comunismo chileno.
El nombre de Manuel Guzmán como Secretario general de la Jota, prolongó y desplegó el poder de Gladys Marín al interior del PC. En efecto, Marín, sin bien aún no era Secretaria General del PC, se había convertido en una líder indiscutible del comunismo chileno al decidir retornar de manera clandestina al país y reconstruir al conglomerado en los años de consolidación del régimen dictatorial. En los albores de 1990, Marín oficializaba su poder construido a lo largo de la década de los 80’. Si bien en las sombras, en ese proceso, Marín había destronado a parte de la Vieja Guardia del Partido, como Luis Corvalán y Orlando Millas en el XV Congreso. Así, en el ocaso de la Guerra Fría, asumía Volodia Teitelboim como Secretario general, exsenador, escritor y voz de Radio Moscú. Estaría a cargo de
mantener el consenso, unidad y cohesión del Partido. Una tarea titánica en los meses que se avecinaban36.
35 El Siglo, “Discusión profunda como rio turbulento, pero a veces con aguas más quietas”. Octubre de 1989. P 10-11.
36 Álvarez, Arriba los pobres del mundo…op.cit.
característico, planteaba ante los ciento sesenta y dos delegados, que la tarea de la Jota era su incorporación al proceso democrático. Una tarea no menor en una militancia fogueada en los últimos diez años en la lucha confrontacional contra la dictadura, preparados algunos milicianamente para la insurrección y otros, entrenados militarmente en las catedrales del comunismo en el exterior. Guzmán, quien habría ingresado a la organización a los 9 años como un pionero en 1969, que había participado en el mítico Congreso de 1972, recordando como “electrizante” el coro que se ramificaba por las graderías del Estadio Nacional,
proponía pragmáticamente apoyar al demócrata cristiano Patricio Aylwin sin discusión.37
A pesar de las divergencias, el consenso al interior de la Dirección de las Juventudes Comunistas era plegarse a la lucha electoral en la última etapa de la dictadura. “No estamos en 1986”, señalaba René Leal, vocero de la Jota, “hoy, todas las fuerzas políticas tienen centrada su mirada en el proceso electoral, que debe culminar con una derrota del régimen”38. Para el PCCh, apostar por la democracia no era una excepción, por el contrario, su historia política estaba marcada por aquella perspectiva. Era “la cultura recabarrenista”. Uno de los ejes centrales en la identidad de comunismo chileno39. No era extraño, por lo mismo, que Mireya Baltra sostuvieron a pocos meses de las elecciones presidenciales de 1989 que, “el PC ha contribuido en toda su historia al desarrollo de la democracia”40. En ese contexto, la tarea de la Jota, según su Secretario General, era: “darse con todo a la campaña por el candidato de la oposición, Patricio Aylwin, y un conjunto de energías que se traducirán en cómo la izquierda tiene una presencia significativa en el futuro Parlamento”41.
La clausura del Octavo Congreso se efectuó el 14 de octubre en las dependencias del Estadio Santa Laura, bajo el título de “hey, queremos Chile”. El objetivo de la iniciativa era mostrar el protagonismo de los jóvenes, de un país sin dictadura, democrático, “que posibilité la participación real de la juventud”42. Cerca del 40 mil personas llegaron al recinto, entre ellos, las juventudes de la Democracia Cristiana, socialistas y del Movimiento
de Izquierda Revolucionaria. En la jornada destacaron la presencia de los candidatos a diputados del PAIS, la alianza de izquierda que buscaba acumular fuerza democrática en el parlamento de la transición excluidas del pacto por el NO y luego de la Concertación de Partidos por la Democracia. Musicalmente, Illapu, Mauricio Redolés y Luis Lebert, vocalista de Santiago del Nuevo Extremo, fueron los artistas que acompañaron el acto político-cultural de la Jota.
37 Pluma y Pincel, “A luchar, unir y vencer”. Nº 98, octubre de 1989. P 31.
38 Pluma y Pincel, “El debate de los hijos de la rebelión”. Nº90, agosto de 1989. P 5
39Álvarez, Arriba los pobres del mundo....Op.cit.
40 Pluma y Pincel, “Acumular fuerza para la democracia”. Nº 82, Julio de 1989. P 5.
41 Ibíd. P 31.
42 Pluma y Pincel, “Una fiesta de la juventud”. Nº96, Octubre de 1989. P 31
apoyo a los candidatos del PAIS no fue el esperado. Ninguno miembro del PC fue escogido para el parlamento de la transición. La Jota, por su parte, durante los últimos meses de dictadura militar, se abocó al trabajo en terreno, donde estaba la militancia más ortodoxa y que mantenía las esperanzas de una salida rupturista a la dictadura.
Como manera de equilibrar el pragmatismo y la identidad de ser los hijos de la rebelión, la Dirección comenzó una campaña por la libertad de los presos políticos y visitas constantes a la cárcel pública. En un acto organizado por los mismos presos, Manuel Guzmán los llamó “capital moral” de la Jota. “Es deber para nosotros –enfatizó- estar con aquellos que contribuyeron con su lucha y entrega al éxito de nuestro Octavo Congreso”. Al mismo tiempo señalaba la directriz de la Jota respecto a la prisión política: libertad incondicional de todos sin distinción de militancia. “Una condición indispensable para la democracia es
que aquellos que dieron su libertad por esa democracia, la recuperen”, explicaba Guzmán43.
La derrota electoral del PAIS fue otro ingrediente que se acumuló en el estallido de la crisis del Partido Comunista y sus Juventudes durante este período. Para fines de enero, este partido instrumental había llegado a su fin, momento en que las distintas izquierdas comenzaron a buscar nuevos refugios para afrontar la década de los 90’. Esto terminó de configurar el aislamiento político del PCCh, pues sus antiguos aliados ingresaron a la Concertación de Partidos por la Democracia, la coalición de partidos que había levantado la candidatura de Patricio Aylwin. Según Manuel Contreras, uno de los teóricos del PCCh y entonces miembro de su Comité Central, las elecciones ilustraban la pérdida de hegemonía de la izquierda a nivel popular, “está por debajo de lo que fue su protagonismo en estos 16 años”, reflexionaba y señalaba armando el cuadro más certero para el debate del PC: “El reformismo DC está a la cabeza de la transición, y la derecha ejerce una influencia electoral y política en mas del 40% de la población que vota (…) Entonces ¿nos hacemos o no cargo
de estas grandes transformaciones?”44.
Con todo, el comunismo criollo aprovechó la ratificación del proceso democrático para retornar a la luz pública y terminar con la clandestinidad decretada por la dictadura militar diecisiete años antes. Como era su costumbre en tiempos de democracia, aprovecharon el aniversario del partido para dar a conocer un amplio repertorio de actividades con el fin de dar a conocer sus debates internos. “Haremos de ésta una ocasión para dar pasos decisivos en nuestra legalización”, sostuvieron, en momentos que la presión de una nueva Conferencia Nacional se amplificaba, demostrando que al interior del PCCh las diferencias en cómo prolongar la vida del comunismo chileno estaban en tensión. Ante el derrumbe del socialismo real, Julieta Campusano señalaba al mismo tiempo que ratificaba su lealtad a Cuba que: “Cada Partido Comunista es responsable ante su pueblo y nosotros somos responsables ante el nuestro”45.
43 Pluma y Pincel, Nº102, noviembre de 1989. p 32
44 Pluma y Pincel, “Como hay que hacer la revolución”. Nº 115, febrero de 1990. P 15
45 Pluma y Pincel, “El PC irrumpe en la legalidad”. Nº 108, Enero de 1990. P 4
La Jota se entregó a la preparación de lo que llamaron “Festival…por las grandes Alamedas” al realizarse el 13 de enero en el Estadio Santa Laura, que contó con la participación de grupos como Illapu, Congreso, Isabel Parra, Schwenke y Nilo y la reconocida artista mexicana Amparo Ochoa. Fue el momento escogido por Gladys Marín para reaparecer públicamente luego de años de clandestinidad, en el marco de la recuperación de hecho de la legalidad del Partido Comunista. Para tales efectos, en las afueras del estadio, en la Plaza Chacabuco, cerca de quince puestos mostraban fotos, libros y música relacionada a la historia del comunismo chileno y su aporte al proceso democrático desde la fundación del mismo, por el obrero Luis Emilio Recabarren, en 1922.
Marín fue la única oradora aquel día ante “esos ríos de gente”, como los llamó Amparo Ochoa, al espectáculo vivido. Sentados en la tribuna de honor se encontraba el escritor y Secretario General Volodia Teitelboim, Manuel Guzmán e invitados internacionales como Igor Ribalkin del PC Soviético y Roberto Freyre de Brasil. Como en otras oportunidades, los comunistas declaraban su apoyo a Patricio Aylwin, contribuyendo al éxito del gobierno siempre que éste avance a una democracia “de verdad”, no a una “brisa de libertad”, como lo llamó la dirigente comunista durante el acto. Marín entendía por democracia revertir los enclaves del autoritarismo, en particular, la continuidad del dictador como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, no permitir los senadores ni alcaldes designados, reformular la constitución de 1980, una nueva ley electoral y una nueva ley de partidos políticos, entre
otros46.
Un segundo punto del discurso de Marín, que sería en parte la política oficial del partido en la era poscomunista, era su lucha por esclarecer los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado en Chile. No podría ser de otra forma, porque una parte importante de la militancia del PC había sufrido la violación de sus derechos humanos. Es más, la propia dirigente comunista había sufrido el secuestro y desaparición de su esposo en el ciclo represivo de 1976. Para el comunismo chileno, no era fácil dar vuelta la página y abandonar sus convicciones, pensamientos y utopías. “¿Acaso vamos a olvidar los crímenes cometidos por Pinochet todos estos años -señalaba Marín-, ¡No! ¡No los olvidaremos!”. Y arengaba a
su militancia: “no renunciaremos a nuestra identidad como Partido”47.
Luego de proclamar que la tarea a corto plazo sería la lucha por la libertad de los presos políticos, Marín anunciaba la legalidad del partido. “Terminó para nosotros la negra noche de la dictadura”, y daba a conocer un nuevo objetivo para el Partido: avanzar en una ruptura democrática, “desmantelamiento total del régimen militar, conquista plena de la democracia y preparar las condiciones para que el pueblo asuma el gobierno de la nación”, en voz del sociólogo Manuel Contreras48.
46 Pluma y Pincel, “La rebelión hizo su camino”. Nº110, Enero de 1990. P 6-8.
47 Ibíd.
Mientras que públicamente se trasmitía las directrices del comunismo, literalmente de manera subterránea, los prisioneros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez o “Frente Partido” continuaban avanzando en el “túnel de la libertad”, logrando dos semanas después del masivo encuentro en el Estadio Santa Laura, a eso de las dos y media de la madrugada del 30 de enero, fugarse de la cárcel pública de Santiago. Desde mediados de 1987 que llevaban trabajando en un túnel de manera silenciosa apoyados logísticamente por el Partido Comunista de Chile. Su objetivo era dar un golpe simbólico a los últimos días de dictadura militar y también visualizar el poco compromiso de la nueva democracia con los presos de conciencia. En una carta al Director desde la cárcel, suscrita por Jorge Martínez, Presidente de la Coordinadora Nacional de Presos Políticos, éste daba a conocer un amplio número de actividades con el objetivo de denunciar la condición del millar de prisioneros y avanzar en una campaña de solidaridad que apunte a la libertad de los mismos. “Se dice que la libertad ya viene para Chile –señalaba un extracto de la carta- ¡Que llegue para quienes
más han dado por ella!”49.
A los pocos días se impulsó una serie de actos culturales en las principales ciudades del país en apoyo al “túnel de la libertad” y a los cuarenta y nueve presos políticos fugados. Uno de los centrales se llevó acabo en la Plaza de Armas de Santiago. Precedido por un acto en el Teatro Cariola, la vocera de los Familiares de los Presos Políticos, señalaba que era un homenaje “a quienes determinaron por su cuenta liberarse”. Grupos como Illapu y Mauricio Redolés participaron en el acto, momento que fue acompañado por la subida al escenario de un familiar de cada prisionero político fugado, que extendieron un cartel que decía “Libre”. Luego de ello, una marcha por San Diego y el Paseo Ahumada en dirección a la Plaza de Armas fue el destino final del acto. La Jota trabajó en dicho acto, además que parte de los fugados habían sido parte de su conglomerado. A nuestro parecer, en este hecho esta suscrita la subjetividad y la forma de hacer política de la Jota, es decir, luchar en el mural de la Brigada Ramona Parra, en las artes musicales, en la protesta de las calles, en las marchas por la libertad de los prisioneros políticos, en la creación de actos político- culturales y también, por supuesto, efectuar acciones que sobrepasaran la rigidez de la transición. Todo ello daba unidad y hegemonía al militante jotoso.
Sin embargo, al interior del PCCh y de la Jota, las relaciones personales cada día se iban encrespando, al punto que las descalificaciones entre ser de ‘izquierda’ o de ‘derecha’, lentamente se iban apoderando del debate. Para Manuel Contreras, aquella geometría reducía el debate, porque el debate de fondo, según él, era ser o no ser revolucionario. Una ambigüedad discursiva que el director de CISPO definía como “impulsar o no los acontecimientos en su perspectiva potencialmente más avanzada”50. Con todo, el PCCh se inscribió el 7 de marzo de 1990 en los registros electorales, asumiendo la nueva institucionalidad como el espacio en que prolongaría su actividad en los años venideros, al mismo tiempo que trabajarían, según Jorge Insunza, en impulsar una política que
recomponga las formas de unidad al interior de la izquierda para evitar lo que ya era cada
49 Pluma y Pincel, “Desde la cárcel”. Nª111, Enero de 1990. P 2.
vez más claro en los primeros días del gobierno de Aylwin: efectuar concesiones “a las fuerzas que han sostenido la dictadura”51.
En los días previos a la asunción de Patricio Aylwin a la primera magistratura, “renovación” fue el concepto que utilizó la clase política. Acabó convirtiéndose en señal de moderación, democracia, libre mercado y alejamiento de cualquier categoría que hiciera alusión al marxismo. Fue en pleno debate en el Octavo Congreso que el concepto comenzó a ser debatido al interior de la Jota cuando un militante de Huechuraba sarcásticamente la calificó como una palabra “coqueta”, en referencia a ser un concepto de las clases dominantes antes que popular. O bien, como diría otra corriente de opinión del comunismo, parecería más bien un “recursos estético o de buenos modales, más que un contenido de
acción”52.
Para Manuel Guzmán, renovación era un resultado que se obtenía a partir de una permanente interacción entre los objetivos políticos y la transformación material de la vida cotidiana. Por lo tanto, renovación era una ruptura con lo caduco, con lo que no permitía avanzar hacia el socialismo. Aquello, el Secretario general lo denominaba una renovación revolucionaria, que alejaba a su militancia de la renovación reformista y conservadora, en clara alusión a la Concertación y la derecha, que finalmente dominaron la transición democrática por ‘arriba’. En la lectura del secretario general, el comunismo no estaba en crisis, sino, una forma de llevar adelante el comunismo. Y arengaba a su militancia: “¿Cuál será ‘la voz de los 90’?”. En los 80’ fue nítida: rebeldía a la dictadura. Entonces ¿cuál será la voz de los 90’?” y se respondía: “lejos de nuestra intención debe estar el tomar como
fundamento a la renovación para renunciar a ser revolucionario o a creer en los cambios se puede producir por decretos”53.
Meses después volverá sobre este debate, señalando que renovación, democracia y la revolución eran parte del mismo proceso de transformación que el PCCh llevaba adelante. Buscando evitar reducir la historia partidaria a la lucha armada, Guzmán posicionaba la lucha electoral del comunismo criollo al interior de Chile como la identidad política. “Es más –señalaba en una entrevista-, el Gobierno de Salvador Allende fue alcanzando por el pueblo precisamente por la vía electoral y con un profundo contenido revolucionario”,
argumentaba el dirigente54.
Para la Jota, las problemáticas juveniles que se avecinarían en la era postodictatorial, estarían relacionadas con revertir lo que denominaron “un bombardeo cultural neoliberal”. Este además de enajenar a los jóvenes, inculcándoles valores intrasistémicos con el fin de reproducir el modelo, forjó nuevas problemáticas sociales. Tal enajenación, decían en un documento dado a conocer en septiembre de 1991, “limita el potencial transformador y su
51 Pluma y Pincel, “La clave esta en el protagonismo de la gente”. Nº 117, marzo de 1990. P 5 y 6.
52 Ibíd.
53 El Siglo, “Renovación: proceso de ruptura con lo caduco”. Nº118, enero de 1990. P 28.
54 La Tercera, “PC defiende uso de dos vías de acción”. 9/07/1990. P 7
en la lucha por el retorno a la democracia. A partir de este diagnóstico, la Jota debía prolongar la PRPM, buscando “formulaciones más vivas, más creadoras de nuestra política, que vayan contra todo esquematismo, mecanicismo y aplicación plana en los contenidos y en el vínculo con la gente”. A todo ello lo llamaron “la reconstrucción democrática”55.
¿Cuáles eran, entonces, las principales preocupaciones de la juventud según la Jota? El Secretario general de la organización las resumía en la ecología, el aborto, el SIDA, el divorcio y las drogas. ¿Cómo respondería estratégicamente el conglomerado para revertir y encausas dichas problemáticas? Fomentando la cultura, la recreación y el deporte. A todo lo enunciado, se le debía incorporar la dimensión ética de un comunista, es decir, trabajar por revertir lo diagnosticado. Para ello, era urgente reposicionar lo que el comunismo entendió
como renovación: una política transformadora y revolucionaria56. No había claudicación del comunismo, la utopía seguía vigente para la Jota: “donde haya una miseria plasmada” arengaban los comunistas desde una editorial de su órgano partidario, “habrá de seguro también un comunista que expresará su rebeldía”. La renovación desde la Jota era un proceso de reflexión y continuidad, de ruptura y refundación, pero no un fin. “Mientras haya opresión capitalista (…) el sueño revolucionario será necesario”, declaraban57.
En esta perspectiva, nos parece importante destacar que para una comprensión de la historia del comunismo chileno en tiempos poscomunista, debe analizarse tanto desde su esfera coyuntural, la que hemos llamado la identidad defensiva y un proceso gradual de transformación en su imaginario y cultura política. Estos aspectos aparentemente inmutables a ojos de las coyunturas, fortalecidos por el discurso anti comunista de los opositores ideológicos, fueron imperceptibles en una corta duración. No obstante, fue la misma intensidad del debate al calor del derrumbe de las catedrales, de la fuga de militantes y crisis de los 90’, lo que permitió, entre otras variables, la sobrevivencia del comunismo chileno58.
Bajo este contexto, el día 11 de diciembre se dio paso a la transición democrática, la que Jaime Guzmán llamó “peculiar” por el tránsito pacífico del proceso. Era, para los ojos de los más optimistas, una “transición ejemplar”, que llenaba de orgullo a la población chilena. Según el senador y líder de la UDI, “los opositores se insertaron progresivamente en la institucionalidad vigente, lo cual les ha permitido moderación, que hubiese sido imposible de haber prevalecido criterios rupturistas”, en una clara alusión al Partido Comunista del cual Guzmán era uno de sus más fervientes detractores59.
55 “Ante proyecto de la juventud”. Mecanografiado fechado en 1990. Se publicó en El Siglo, 8 de septiembre de 1991.
56 El Siglo, “Renovación: proceso de ruptura con lo caduco”. Nº118, enero de 1990. P 28.
57 El Siglo, “Nuestra utopía vigente”. Nº118, enero de 1990. P 3.
58 Álvarez, Arriba los pobres del mundo…op.cit.
59 La Tercera, “peculiar clave de la transición democrática”. 11/03/1990. P 3
visita de Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional, referente indiscutible para la militancia comunista, se reunió con sus partidarios chilenos en el Estadio Nataniel, a pocas cuadras del palacio presidencial. Ortega, quien encabezaba los últimos días de una de las revoluciones más cortas pero importantes en la historia continental del siglo XX, quedó atónito cuando miembros FPMR dispararon tres salvas a modo de recibimiento. La Jota, en ese tiempo imbuida en la PRPM y con varios de sus miembros formados en Cuba como en Nicaragua, fueron a escuchar no tan solo a un referente político, sino también a parte de su identidad política. Con un estadio repleto, Ortega explicaba las particularidades de su proceso político, las cuales tenían como clave una economía mixta, un sistema pluripartidista y una óptica anti imperialista sintetizado en
la figura de Sandino60. Este apoyo internacional se vio ratificado cuando Silvio Rodríguez anunció su visita para el 30 de marzo de 1990. Era el espaldarazo de Cuba a la transición y también a sus fervientes admiradores.
Para la Jota, la visita de Rodríguez no era tan solo la de un cantautor que escuchaban a bajo volumen durante la dictadura, sino, un respaldo cultural e identitario de la izquierda latinoamericana al PCCh. Simbólicamente, era prolongar el proceso de cubanización identitaria que venía desarrollándose en la Jota durante la década de los 80’. La visita de Silvio, en esa perspectiva, reunía todos los componentes de la subjetividad de los jóvenes comunistas en Chile. Prohibido durante los diecisiete años de dictadura, como señaló la
revista Pluma y Pincel, Rodríguez era “un verdadero símbolo”61.
Una semana antes del recital en el Estadio Nacional, las entradas ya estaban agotadas. Junto a más de cien mil personas que repletaron el recinto deportivo, cantaron gran parte de las canciones que tararearon en silencio bajo la dictadura, estallando la ovación cuando Silvio dedicó el recital a Víctor Jara. En los días posteriores, entre otras actividades, Rodríguez visitó a los prisioneros políticos en la cárcel pública, participando en un acto bajo el lema “Silvio, los presos políticos te saludan”. Luego de cantar ‘Pequeña serenata diurna’, Rodríguez recibió un retrato de Salvador Allende de parte de los miembros del PCCh
encarcelados, un pañuelo de la Jota y un cuadro de alpaca de parte del FPMR62.
Sin embargo, la visita del cantautor no disipó las arduas discusiones al interior del comunismo, el que se encontraba en esos mismos días abocado a responder desde las bases la pregunta “¿qué partido queremos?”. Algunos planteaban la necesidad de volver a volcar el quehacer político del comunismo a los lugares de trabajo y en las poblaciones para revertir el aislamiento. Otros señalaban que era importante revertir la cultura comunista de la clandestinidad, la que afectaba el quehacer público del partido, relegando a la militancia a una práctica a puertas cerradas, alejándolos de la población, erosionando su capacidad de
60 Pluma y Pincel, “Gobernar desde abajo”. Nº118, marzo de 1990. P 15 a 17.
61 Pluma y Pincel, “Bienvenido Silvio”. Nº117, marzo de 1990. P 26.
62 La Tercera, “Intentaron empañar fiesta de Silvio” y “Silvio Rodríguez cantó a los presos”. 1/04/1990. P 43.
el PCCh decidió salir en los primeros días de abril a buscar firmas al paseo Ahumada para inscribirse como partido legal y debatir de manera abierta con la población. En esa misma perspectiva, deben comprenderse los actos culturales propiciados por la Jota como la búsqueda de la alegría comunista. Como dijera Gladys Marín: “necesitamos una Jota alegre, atrevida, no atada a moldes, que exprese todos sus sentimientos, que ame tanto sin temer al dolor que ello provoque, que se entregue a la verdad, a la justicia, que sea libre y luche por la libertad de todos”63.
Las diferencias al interior del Partido Comunista y que repercutirían en sus juventudes, se consolidaron luego del IX Pleno del Comité Central, realizado el 17 de abril. El Siglo, alineado con las posiciones de la mayoría de la Dirección y reafirmadas en el XV Congreso, daba a conocer que luego de un proceso de consulta amplio, las bases comunistas señalaban su oposición a crear un partido de “tendencias o corrientes”. Se reafirmaba el carácter marxista de la colectividad y la continuidad del centralismo democrático como “forma de vida del partido, dotándolo del máximo de democracia en todas las instancias de discusión partidaria”. En un plano nacional, se oficializaba la oposición crítica al gobierno de Aylwin y la necesidad de agrupar un referente de izquierda para avanzar en la democratización del país. Por último, en un plano internacional, se
declaró la urgencia de solidarizar y acompañar a la Revolución Cubana en su proceso64.
A todas luces, era un triunfo apabullante de la corriente de opinión encabezada aún en las sombras por Gladys Marín. Sin embargo, la hegemonía de la corriente “revolucionaria”65 por sobre la corriente “renovada”66 y “manifiesto”67 acabó por reventar al mismo partido. En ese juego, el secretario general del PCCh, Teitelboim, no fue capaz de mantener la cohesión del comunismo chileno. No obstante, en lo más profundo, el Partido Comunista había decidido sobrevivir en la década de los 90’ marginados del escenario político, arriando algunas banderas, pero en una cohesión ideológica que explica, entre otras variables, la prolongación del comunismo chileno en tiempos del poscomunismo.
63 “58 aniversario de las JJ.CC. Intervenciones”. Septiembre de 1990. P 7.
64 El Siglo, “Construyendo un partido revolucionario”. Nº 27, mayo de 1990. P 5.
65 Denominamos con esta categoría a la corriente que prolongó la Política de la Rebelión Popular de Masas como la estrategia política que, adaptándose a las nuevas condiciones políticas, tomaría ribetes distintos a la de la década de los 80’ sin perder su potencial revolucionario, entendido esto como planteamientos que se renovarían de manera permanente con el objetivo de construir el socialismo.
66 La corriente de opinión renovada hace referencia al grupo encabezado por, entre otros, el Director del Instituto Alejandro Lipzchutz Augusto Samaniego, quien junto a un numero no menor de militantes, entre los que destacó Luis Guastavino, planteaban la necesidad de renovar al Partido, cuestionando el centralismo democrático, entre otros argumentos.
67 Grupo Manifiesto se denominó a una corriente de opinión encabezada un minoritario grupo de exmilitantes, partidarios de que el PCCh ingresara a la Concertación Democrática y respaldara irrestrictamente al Presidente Aylwin. Habían sido férreos opositores a la línea de la “Rebelión Popular”.
Manuel Guzmán, quien participó en la conferencia de prensa en que se dieron a conocer las resoluciones, guardó un silencio sepulcral. Sin embargo pronto tendría que salir a defender su propia conducción cuando la erupción de la crisis llegó a la Jota y tuvo que abordar lo que Mauricio Redolés denunciaba como la perpetuidad de una cultura comunista conservadora, que veía la unidad partidaria como una entelequia, y sus críticas como divisionismo, cuando era la demostración que una lucha ideológica terminaba por madurar una perspectiva democrática partidaria68. A nuestro parecer, en el trasfondo de la discusión,
lo que la Jota de los 90’ puso en juego, era la prolongación de las matrices comunistas forjadas a lo largo de la dictadura o bajar las banderas del comunismo ante su ocaso. Los meses de julio y agosto de 1990, serían los determinantes en esta pugna.
La gran crisis: la lucha por la identidad
“Primero se fueron los renovadores de derecha”, escribió Mauricio Redolés, “pero a mí no me importó, porque yo no soy renovador de derecha”; luego se fueron los ultraizquerdistas de la fracción, “a mí no me importó porque yo no soy ultraizquerdista”; luego se fueron los personalistas, “pero a mí no me importó, porque yo no soy personalista”; luego se combatió el liquidacionismo, al fraccionalismo, al tendencialismo y otros, “pero a mí no me importó, porque yo soy de cuero duro. Y ahora estoy aquí en el bar de la esquina porque ya no llega nadie a la reunión de la célula”. De esa manera golpeaba el poeta y cantautor al proceso vivido al interior del comunismo chileno, a poco tiempo de ser uno de los que se alejarían para siempre del conglomerado en el transcurso de 1990. En efecto, durante el mes de mayo, el regional de Valparaíso del PCCh se transformó en una microhistoria de lo que estaba ocurriendo al interior del conglomerado, cuando cerca de la mitad de la base porteña fue marginada por la Dirección.
En ese contexto, el Presidente Aylwin declaró que se conformaría una Comisión de Verdad y Reconciliación, cuyo objetivo sería esclarecer la situación de la violación de los Derechos Humanos durante la dictadura militar. Esta era una de las tantas exigencias impulsadas por el comunismo chileno69. En paralelo a este anuncio, fueron hallados en Colina los restos de tres dirigentes del Partido Comunista, en un predio que hasta 1985 pertenencía al Ejército
de Chile. La Jota declaró ese mismo 23 de mayo como la “Semana de los Detenidos Desaparecidos”, impulsando distintos actos políticos y culturales para visualizar los crímenes contra la humanidad perpetuados por régimen. En esa misma óptica, la Jota exigía la renuncia a la Comandancia en Jefe del Ejército de Augusto Pinochet y la salida del Parlamento del ex Ministro del Interior de la dictadura, Sergio Fernández como Senador vitalicio, “por el bien moral de la sociedad chilena”, afirmaban70.
Entre los días 29 de mayo al 4 de junio, se realizó la esperada Conferencia Nacional del Partido Comunista, la que debería abordar una vez más las discrepancias en su interior y
68 El Siglo, “Desarraigar viejos hábitos mentales que hacen daño”. Nº11, enero 1990. P 16 a 18.
69 La Época, “PC de Valparaíso se quebró tras expulsión de dirigente”. 6/05/1990.
70 La Nación, “JJCC pidió la renuncia de Pinochet y Fernández”. 24/05/1990.
conducción del PCCh, alejarlo de la PRPM e insertarlo a las nuevas condiciones políticas inauguradas bajo la transición. Para la “renovación revolucionaria”, era la ratificación del poder construido en el transcurso de la década del 80, basado en prolongar la identidad política construida alrededor de la PRPM. Esta fue la estrategia de cohesión política e ideológica del PCCh y Juventud, con el fin de transformarse en una alternativa de izquierda en el marco del nuevo Chile democrático. Esto implicaba construirse como una oposición muy crítica a las concesiones que la Concertación, efectuaba a la derecha, las fuerzas armadas el mundo empresarial, que permitiría perpetuar el modelo económico y político del régimen militar.
Cuando Volodia Teitelboim tomó la palabra para concluir la Conferencia, volvió a efectuar un llamado a la unidad. Intentó generar acercamientos entre las corrientes en disputa haciendo un llamado a la moral y al deber ser de un comunista. “No hemos asumido una posición política por interés personal, por un proyecto individualista”, señalaba el escritor, “sino por servicio a una causa que es superior a todos nosotros, que anima nuestras vidas y se convierte en una segunda naturaleza”. A partir de las resoluciones del XV Congreso, Teitelboim señalaba que el Partido se había comprometido con liberar a Chile de la dictadura, democratizarlo y “en una escala posterior arribar al puerto del Socialismo”. No se podía perder la brújula en tiempos de tormenta señalaba hasta llegar al puerto “que nos
hemos propuesto”71. El Secretario general del PCCh, con su reconocida retórica, respaldaba a la corriente de la “renovación revolucionaria” para los tiempos del poscomunismo.
Sin embargo, para evitar una ruptura radical, se efectuó una importante transformación: cambiar la fecha de nacimiento del Partido Comunista. Como manera de desbolchevizarse, la nueva directiva asumió como nueva fecha el 4 de junio de 1912, cuando Luis Emilio Recabarren fundó el Partido Obrero Socialista. A nuestro parecer, más que un detalle cosmético, era un paso esencial de una política a largo plazo, la que partió por alejarse del socialismo real e insertarse como parte de la lucha por abrir la democracia a lo largo de la historia de Chile. Al mismo tiempo, como dijera el mismo PCCh en su Conferencia
Nacional: “retomar una raíz nacional”72.
A los pocos días de efectuada la Conferencia, Gladys Marín comenzó una gira por el sur de Chile con el fin de reordenar el partido en base a las resoluciones emanadas de la cita. Marín puso mayor atención en la Jota de Temuco y Valdivia, con quienes se reunió en largas jornadas de debate y reflexión, con el objetivo de evitar nuevas deserciones. Para este objetivo, era clave recuperar la mística y esperanza de que el PCCh era viable a pesar de su crisis. En su gira, Marín enfatizó que ser joven comunista era tener un sentimiento de justicia y de progresismo. Era asumir los errores de las experiencias socialistas “que nos duelen tan profundamente”, sinceraba la dirigente. Por sobre todo, era aprehender de los
71 Pluma y Pincel, “fin a la discusión ensimismada”. Nº123, junio de 1990. P 3-6
72 La Tercera, “PC dice no al extremismo”. 04 junio de 1990. P 7.
errores cometidos como partido a lo largo de su historia reciente. Todo aquello lo sintetizaba como partes de la renovación comunista73.
Como hemos planteado, la convergencia de distintas experiencias políticas luego de acabada la dictadura militar puso en el tapete una amplia gama de militancia. Algunos con experiencias en la lucha radical contra la dictadura, entrenados en la insurrección de masas y fogueados en la clandestinidad; otros desde el ámbito universitario, del mundo poblacional y como exponentes de la cultura. Todas ellas tenían visiones distintas para afrontar la nueva etapa del comunismo. En esa perspectiva, uno de los componentes claves era la perspectiva insurreccional. ¿Se renegaba de la lucha armada tan importante en la mística comunista latinoamericana y chilena de los 80’ o se criticaba abiertamente dando eco a los discursos de la oposición política?
Para Manuel Guzmán, la lucha armada llevada a cabo por miembros del FPMR en la década de los 80’–en tanto brazo armado del PCCh-, más que ser un error histórico, como señalaban algunos opositores dentro del partido, había sido un elemento clave en apurar el fin de la dictadura militar. Más que desacreditar un método de lucha, decía Guzmán, era un motivo de orgullo y parte importante del imaginario rebelde de la Jota. “Mucha gente de este país asumió distintas formas para hacer este aporte en distintos tiempos, con distintos énfasis. Nada sobró, nada fue desechable, superfluo. Todo fue importante, en tanto que como voluntad, creó conciencia, creó las bases materiales efectivamente para hacer avanzar y conquistar la democracia”. Para el secretario general de la Jota, en la lucha política la realidad humana era compleja, por lo que era inviable absolutizar una forma política por sobre otra, “pues la realidad nos va exigiendo una capacidad plural, un modo sistemático, incorporando, por lo tanto, todos aquellos elementos de desarrollo de la democracia, de las formas de desarrollo de la propia institucionalidad que se dan en una sociedad dividida en
clases y que incorpora también las formas de ruptura en los momentos en que la historia lo indica”74.
En este complejo escenario, Fanny Pollarolo, quien se había convertido en uno de los rostros de la oposición interna a la Dirección encabezada por Teilteiboim y también una militante respetada al interior de las bases, renunciaba en una conferencia de prensa junto a Franex Vera. Esta ruptura al interior del Partido, se daba en momentos que la Jota trabajaba afanosamente en la campaña “A Chile le hace falta un PC legal”, desarrollando caravanas culturales, puertas a puertas y actos políticos a lo largo del país. En cada una de las instancias, cual apóstoles, educaban a la población en la historia del Partido, sus propuestas para la nueva democracia que se abría en el país y la importancia de ellos como actores en la nueva institucionalidad. Su objetivo era revertir el anticomunismo que se propagaba desde los partidos de gobierno y de oposición, lo que explicaría entre otras variables que para julio de 1990, el PCCh logró reunir 19.700 fichas, solo un 51% de lo necesario para
73 La Tercera, “No queremos que el PC sea una religión”. 19/06/1990. P 7.
74 La Tercera, “PC defiende uso de dos vías de acción”. 9/07/1990. P 7
inscribirse como partido legal. Para muchos, era la demostración que el epitafio del comunismo chileno se había comenzado a escribir75.
En este contexto, una parte de la dirección de la Jota manifestó su descontento ante el rumbo tomado por la dirección del Partido, suscribiendo una carta firmada por 138 militantes que pedían la reincorporación de Pollarolo, quien había sido reemplazada por Sola Sierra, destacada dirigente de los derechos humanos. Abiertamente, los militantes de la Jota llamaban a sus pares a desobedecer a la Dirección, pues ante su posición pasiva no se permitía consolidar una “verdadera renovación que nos ponga a la altura de los desafíos que los tiempos actuales imponen”. Manuel Guzmán, recordaría meses después a este
episodio como uno de los “más dolorosos” que le había tocado vivir76.
Así, mientras el comunismo chileno estaba en pleno proceso de reconfiguración y el socialismo real se caía a pedazos, Fidel Castro anunciaba desde Cuba su convicción de prolongar el socialismo. “Era una necesidad histórica para la humanidad”, planteaba Castro, en momentos que Volodia Teitelboim y Gladys Marín iniciaban una gira por la Unión Soviética que terminaría en Cuba, para el aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio.
Según Guillermo Scherping –integrante del comité central del partido- la gira tenía por motivo reunir los máximos antecedentes de la situación por la cual atravesaban los distintos partidos comunistas “de tal modo de hacer nuestros propios análisis”77. Al retorno de Cuba, Marín defendió sin titubear el régimen encabezado por Fidel Castro. “Era la opción mundial del socialismo”, declaraba la dirigente, señalando que los comunistas habían decidido jugarse hasta el final por los sueños socialistas. Como declaró ella misma: “socialismo o muerte”. No había vuelta atrás, no habría abandono de las “antiguas posiciones”, enfatizaba Marín. “Nuestra opción es la renovación revolucionaria: no nos renovamos para dejar de ser comunistas, nos renovamos para ser mejores comunistas”.78
Desde nuestra perspectiva, la gira efectuada por una parte de la Dirección a los socialismos reales y Cuba, configuró un nuevo escenario al interior del partido Comunista. En primera instancia, no habría nuevos espacios de diálogo con la corriente “renovada” y se prolongaría el sueño socialista a pesar de su adversidad. Si el Partido Comunista de Chile sobreviviría, lo haría sin renunciar a sus matrices que le dieron vida y en su convicción de
75 La Tercera, “No queremos que el PC sea una religión”. 19/06/1990. P 7; “Cisma remece Comité Central de comunistas”. 21/06/1990. P 9; Pluma y Pincel, “X Pleno”. Nª126, Julio de 1990. P 17
76 La Época, “carta abierta de 138 jóvenes comunistas”. 27/07/1990. P 11. Entre los firmantes hubo dirigentes de las Federaciones Universitarias de la Chile y Santiago; miembros de la Comisión Política, del Comité Central de la Jota, dirigentes de los regionales. En otras palabras, una rebelión en las esferas dirigenciales; El Siglo, “Dolorosos desafíos para los jóvenes comunistas”. 12/08/1990. P 5
77 La Tercera, “Comunistas preparan pleno extraordinario”. 2/08/1990. P 9
78 Pluma y Pincel, “En Cuba esta firme la bandera del socialismo”. Nº128, Agosto de 1990. P 4 a 5.
ser los “Hijos de la Rebelión”.
No fue extraño, por lo tanto, ante la inauguración del X Pleno, los días 4 y 5 de agosto de 1990, la primera decisión del Comité Central fuese: “separar de las filas del partido” a Guastavino, el rostro indiscutible de la corriente “renovada”. Acusándolo de levantarse como un caudillo, de erosionar a la Jota y al conglomerado en momentos de una crisis general del socialismo, la declaración subrayaba que no se buscaba empujar a nadie fuera del Partido, “la medida que anunciamos la adoptamos en defensa de la unidad”79.
Aquello fue una bomba de racimo al interior del Partido. Edgardo Díaz, subsecretario general de la Jota, pidió que no se grabaran sus palabras cuando le tocó el momento de expresar sus ideas. Tal vez con un poco de amargura por el paso que daría en su militancia, cuestionó la forma en que la corriente hegemónica estaba llevando adelante sus planteamientos políticos. Para él, lo que estaba viviendo el Partido estaba afectando a la misma Jota. Ambas crisis se estaban potenciando y escalando a un nivel impredecible. Según Díaz, los orígenes de crisis estaban en las resoluciones del XV Congreso del Partido y el VIII Congreso de la Jota. Ambas instancias, según él, no fueron capaces de dimensionar el debate interno que se estaba dando en la militancia y anticipar una solución acabada para evitar la ruptura. El subsecretario general, una vez más planteaba que el contexto nacional se caracterizaba por un “periodo reformista”, que ya no eran los tiempos de una Política de Rebelión Popular de Masas. Esta última la consideraba una consigna sin contenido, un eslogan incapaz afrontar la crisis del comunismo a nivel internacional y nacional. Diría a los pocos días reiteró, en una carta en que anunciaba su renuncia frente a la estrategia asumida por la Dirección del Partido, que si aquella política era revolucionaria, esta se veía lejana como estrategia de transformación. “No alcanzo a ver en esta renovación revolucionaria el lugar y el momento en que debe producirse la ruptura, el salto”. Sus palabras fundamentadas teóricamente no dejaron de incomodar a los nuevos patriarcas del Partido Comunista y a Manuel Guzmán en particular. No obstante, proponía una manera de revertir la ruptura, la llamó “consenso crítico”. Ella debía reunir todas las posturas y llegar a punto de encuentro. “Se puede lograr al interior de una organización política”, se auto
esperanzaba Díaz, “es una buena garantía para ofrecer un consenso social”80.
Sin embargo, a pesar que discursivamente el subsecretario llamó a una salida diplomática pactada a la crisis, en la práctica lanzó una bomba de racimo al interior del partido cuando pasado los diez minutos de discurso, dio a conocer su renuncia al Comité Central: “tal como se piensan las cosas”, enfatizó, no es posible asumir un cargo que representa a “una minoría” golpeó de manera sarcástica en pleno proceso de crisis. Y aclaraba sin titubear: “mi renuncia tiene una intencionalidad política, restablecer la representación real del
79 La Época, “El PC acuso a Guastavino de intento de caudillismo”. 12/08/1990. P 10. Junto a Guastavino también fue sancionado Alejandro Valenzuela.
80 Carta de renuncia del subsecretario Edgardo Díaz, sin título, fechada como agosto de 1990. Mecanografiado.
Comité Central no ocupando espacios que no me corresponden”81. El dirigente, en esa perspectiva, mostró la nula intención de generar lo que él mismo llamó un consenso social y por el contrario, radicalizó la crisis con su decisión.
La decisión Edgardo Díaz no fue más que una puesta en escena de un guión diseñado con antelación a la cita: provocar una gran crisis en el Comité Central con el fin de desplazar a Manuel Guzmán y poder controlar la conducción de la Jota. Así, no fue casual que luego de la renuncia del subsecretario, catorce miembros del Comité Central renunciara además de los siete suplentes que según las normativas eran los reemplazantes directos. Bajo esta decisión, se provocaba un remezón en el centro de la Jota y la fractura “por arriba” del mismo conglomerado. En cierto medida, lo que se evitó en el Partido Comunista, donde las corrientes de opinión a la dirección no lograron construir una hegemonía relevante a nivel dirigencial, en la Jota, en cambio, Manuel Guzmán no fue capaz de evitar que la crisis escalara a niveles de comité central.
En este contexto, la cúpula del Partido Comunista decidió afrontar en el transcurso de su Pleno lo que sucedía en la Jota. El Comité Central del PCCh, que ya habían sancionado al rostro más visibles de la oposición a la Dirección, no titubeó a la hora de comenzar a suturar la ruptura: “se debe adoptar una posición firme y clara que nos permita despejar el camino para volcar al partido con más fuerza a la aplicación de su política”, señalaron. Gladys Marín, convertida a esas alturas en la vocera del Comité Central, envió una advertencia al interior del Partido: “se tomarán medidas disciplinares a los militantes que
no respetan la decisión mayoritaria del Partido”82.
Las primeras cabezas en rodar fueron las de Edgardo Díaz y Marcela Palma Salamanca, a quienes no sólo se les aceptó su renuncia al Comité Central, también fueron marginados del conglomerado. Esta decisión generó una nueva oleada de renuncias, como fue el caso del suplente al Comité Central, Pablo Cottet quien renunció a la militancia de la Juventudes Comunistas83. En un comunicado de prensa, los marginados señalaron una vez más que las
diferencias en su seno estaban supeditas a los ritmos de la renovación, en que veían con preocupación la incapacidad de insertar a la Jota al contexto real de la transición que era abocarse a la “la derrota del proyecto institucional, económico e ideológico del continuismo y la efectiva puesta al centro, como máxima prioridad, de los problemas de la gente”84. Días después, argumentarían que la imposibilidad de debatir, crear y reflexionar,
81 Ibid.
82 Pluma y Pincel, “En Cuba esta firme la bandera del socialismo” y “La crisis del PC vista por los comunistas”. Nº128, Agosto de 1990. P 4 a 8.
83 “Lista de renuncias al Comité Central”. 6/08/1990. Mecanografiado. Los nombres de los militantes son: Sergio Echevarría encargado estudiantil, Claudio Aros encargado de la V región, Gonzalo Alberto, Patricio Varela, Leonel Acuña, Isolda Zamorano, David Escanilla, Luis Carrasco, Álvaro Toro, Alejandro Millán, Pablo Martínez, Edgardo Díaz, Marcela Palma, Eugenio Marcos, Lucio Cuenca, Viviana Zamorano, Mario Insunza, Jaime Salazar, Renán Álvarez y Pablo Cottet.
84 “Comunicado de prensa”, 6/08/1990. Mecanografiado.
como objetivo “convocar al IX Congreso Nacional organizado por una comisión que dé reales garantías” 85. Por su parte, Manuel Guzmán, quien se había mostrando superado por la crisis, señaló que esta ruptura lo había golpeado “moralmente”86.
Con todo, los que ocurría “por arriba” en la Jota, no necesariamente era comprendido por los integrantes de base de la organización. José Vidal, militante de la base “Isidoro Carrillo” de la carrera de Historia y Geografía de la Universidad Blas Cañas, decidió hacer pública su disconformidad ante la situación que vivía la Jota. Esto lo expresó a través de una carta publicada con en el mural de su Universidad. Una actitud fuera de las normas y de la cultura comunista, al dar a conocer una opinión propia sin ser canalizadas dentro de la estructura partidaria. Era un gesto de rebelión ante el desorden “por arriba”, que se hacía incompresible para los de “abajo”. En ella, este militante señalaba, con un tono de molestia, que las sanciones a dirigentes como resultado de la IX Conferencia, habían generado una agudización de la crisis “y darle la razón a aquellos que reclaman por una mayor democracia hacia el interior del partido”, es decir, a la corriente de opinión sancionada. Desde esa perspectiva, Vidal planteaba que el fondo de la discusión era una crisis ideológica que debía resolverse a partir del diálogo entre las partes fraccionadas. En otras palabras, avanzar en un consenso crítico que diera como resultado una síntesis de las
opiniones para conseguir “un partido verdaderamente democrático”87.
Para los comunistas de la base Isidoro Carrillo, enterarse por los medios de comunicación de las diferencias en la Comisión Política, ejemplificaba la poca valorización que se tenía con la bases y organismos intermedios, “instancias –señalaba Vidal-, que tienen los mismos derechos de expresión que los compañeros de la Dirección, pero que en realidad son, de una u otra manera, silenciados por el temor que existe a la diversidad de opinión”, golpeaban desde abajo. A partir de este análisis, José Vidal, dando a conocer la reflexión de su base, señalaba que el comunismo chileno debía recuperar un modelo propio de socialismo, valorizándose la idiosincrasia de los chilenos, “que es muy distinta a la de los cubanos, a la de los soviéticos o de cualquier país que haya comenzado a construir el
socialismo”88.
Aspecto similar emanó desde la base Estrella de la Universidad de Chile, quienes en una conferencia de prensa criticaron la marginación de Guastavino, haciendo un llamado a la militancia de la Jota de tomar protagonismo para superar la lógica de la confrontación y abrir de esa manera las puertas de una renovación. A diferencia de la rebelión de una parte del Comité Central, los miembros de la base Estrella hacían un llamado a toda la militancia
85 El Siglo, “Se nos ha descalificado de forma infundada”. 12/08/1990. P 6
86 El Siglo, “Dolorosos desafíos para los jóvenes comunistas”. 12/08/1990. P 5
87 “Opinión: visión crítica sobre las recientes sanciones”. Agosto de 1990. Mecanografiado.
88 Ibíd
crisis por la que atravesamos”89.
Así, mientras los Comité Regionales de Iquique y Concepción, como el Comité de Presos Políticos de la cárcel pública, daban a conocer su absoluto apoyo a las medidas de disciplinamiento tomadas por el Comité Central para revertir la crisis, Fanny Pollarolo, junto a un centenar de destacados militantes, hacían pública una carta enviada a Teitelboim, en la que rechazaban las intenciones de “asalto al poder” de parte de la dirección, exigiendo un congreso extraordinario para solucionar la crisis partidaria. La misiva la firmaban 488 militantes comunistas, lo que revelaba la magnitud de la crisis. La crisis del partido llegaba también puertas adentro y al núcleo familiar en momentos que un desesperado Manuel Guzmán, ante la pregunta de los periodistas, señalaba que 47 Comités Regionales de la Jota
de 51, apoyaban las medidas tomadas por el Comité Central.90
En este contexto, el PCCh decidió intervenir en la crisis de la Jota. Con ello, se reconocía la magnitud del problema, se daba un apoyo explícito a Manuel Guzmán y un llamado de atención a las corrientes críticas a la conducción. No obstante, aunque no se planteara públicamente, también fue un llamado al Secretario general de la Jota ante su incapacidad de poder sortear con éxito a uno de los “hechos más graves que registre la historia de dicha
organización política juvenil”, en voz de El Siglo91.
El 17 de agosto, el Secretario General de la Jota convocó a una nueva Conferencia Nacional, que contó con la presencia de Jorge Insunza y José Ortíz, las personas encargadas desde el Comité Central del partido para revertir la crisis de la Jota. En su presentación, Guzmán hizo llamados de unidad y reflexión ante las rupturas sucedidas. “Nadie puede alegrarse por las renuncias y particularmente por las del compañero Leo (seudónimo de Edgardo Díaz); y esto afecta fuertemente a este Comité Central y es previsible que también a toda la Jota. La entiendo pero no la comparto, me quedo con lo planteado por el propio compañero Leo en la Comisión Ejecutiva: ‘una renuncia que no signifique traumas para el Comité Central y la Jota’”, citaba el mismo Guzmán, para dar a conocer la postura de la dirección de la Jota. La primera: unidad “como condición de la renovación y la renovación nos dará un nuevo nivel de la calidad en la unidad del partido”; y lo segundo, sin duda lo más drástico: el pronunciamiento del Comité Central ante la “cristalización pública de un trabajo fraccional en el partido a través de lo que hemos conocido en las últimas noticias”. A partir de esta posición, Guzmán no daría a torcer su brazo, prolongando la crisis de la Jota al plantear que las sanciones era necesarias como normas para mediar las relaciones
89 La Tercera, “Jóvenes llaman a opinar sobre crisis que vive el PC”. 13/08/1990. P 8
90 La Tercera, “Disidentes emplazan al PC”. 17/08/1990. P 8; “PC: todos contra Guastavino”. 21/08/1990. P 10. La Época, “Reacción de Jorge Insunza a firmas por las medidas”. 17/08/1990. P 7
91 La Nación, “Comité Central del PC evalúa crisis de la Jota”. 9/08/1990; El Siglo, “Dolorosos desafíos para los jóvenes comunistas”. 12/08/1990. P 5
hacer avanzar la renovación”92.
El debate fue acalorado, algunos militantes señalaban que la crisis había sido llevada por elementos “pequeños burgueses” del partido, en particular sectores asociados al mundo académico y de las artes. Otros, que daba lo mismo que se fueran los militantes, que al interior quedaban los verdaderos comunistas; mientras que algunos planteaban que el discurso de la renovación que propiciaba el Comité Central era solamente retórica. Jorge Insunza, golpeado por tener a su hijo en la otra vereda del debate, no vaciló a la hora de defender la postura oficialista del Comité Central. A medida que daba sus argumentos, fue elevando la voz de sus planteamientos, para fortalecer sus ideas que gravitaron principalmente en evitar el fraccionalismo al interior del comunismo, poniendo como ejemplos el Partido Comunista italiano y colombiano. Explicaba que había ocupado un rol importante en evitar el quiebre del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en 1987, “discutimos 8 meses con los compañeros para tratar de salvar a todos y a cada uno para el partido”, rememoraba para ejemplificar que la opción de disciplinar se realizaba previa búsqueda de consensos, como se había hecho con Guastavino, con quien se trabajó en una comisión, decía Insunza, durante cuatro meses, para así tratar de mantenerlo al interior de las filas. “Nosotros sentimos –aclaraba Insunza- de que efectivamente hoy día hay ciertos riesgos para la unidad del partido” y marcaba la postura oficial del Comité Central:
“estamos resueltamente decididos a batirnos contra un partido de tendencias”93.
Bajo estos criterios, Manuel Guzmán dio a conocer a los medios de comunicación el consenso luego del Pleno. Señaló que la ruptura había sido un punto culminante de un largo proceso de diferencias ideológicas inauguradas en la década del 80’. A ellas, se agregaba la crisis de los países socialistas, que afectó las convicciones de algunos militantes y asumía que en ese contexto la lentitud de la puesta en práctica de las resoluciones del VIII Congreso de la Jota, habían demorado el trabajo político perdiendo unidad en la acción. A partir de esa declaración, Guzmán cerraba la puerta de la crisis y a la discusión interna. Desde ese momento, el militante de la Jota que quisiera mantenerse en el conglomerado debía acatar el consenso del pleno: la mantención de los principios ideológicos fundadores del partido (el marxismo, el centralismo democrático) y la posición crítica a los acuerdos entre el nuevo gobierno democráticos y el pinochetismo. Como hemos dicho, si bien esto implicó el aislamiento político de la organización, no obstante, esta misma decisión les permitió sobrevivir como Partido, al nuclear en torno a ella a los militantes que se habían formado al alero de la política de la “Rebelión Popular”. Por último, para cerrar la conferencia de prensa, Guzmán daba a conocer la agenda política de la Jota: la celebración del 58º aniversario, un homenaje a Víctor Jara y la recuperación del local de la Jota, luego de realizar a una nueva Conferencia Nacional94.
92 “Intervención de Manuel Guzmán en pleno”. Mecanografiado, agosto de 1990.
93 “Intervención de Jorge Insunza en pleno”. Mecanografiado, agosto de 1990.
94 La Época, “Nueva Conferencia Nacional en J.J.C.C”. 18/08/1990.
del Partido y que dirigió las riendas del conglomerado por casi 30 años, rompió su silencio. Se podría decir que Corvalán, a partir de sus palabras y experiencia, sintetizó el alma de la crisis partidaria, al señalar que si bien le parecían correcta las sanciones a algunos militantes, y reconocer que la militancia es más bien voluntaria, el PCCh debía conservar a su gente: “barrer hacia adentro y no hacia afuera, reconquistar la plena adhesión de aquellos que tienen algún grado de desacuerdo”95.
Sin embargo, Gladys Marín se mostraba férrea a la hora de superar la crisis al costo que fuera. Se había acabado, desde su perspectiva, el tiempo de diálogo y era momento de avanzar en las tareas que la organización se había fijado. “Guastavino puede opinar lo que quiera, pero el Partido define”, recalcaba la dirigente junto a Jaime Insunza, con quien viajó a la Octava Región a respaldar a Fernando Antinao, secretario regional del PC en la zona, en una nueva gira nacional que tuvo como fin reordenar el conglomerado96. Desde las tierras del carbón y uno de los epicentros de la historia del comunismo chileno, Gladys Marín reafirmaba la “opción socialista” como camino a seguir y declaraba oficialmente su proceso de desbolchevización para volver la mirada hacia América Latina. “Francamente – señaló- para nosotros lo que ocurre en Cuba nos interpreta mucho más, porque es América
Latina”97.
Manuel Guzmán afrontaba en esos mismos días la Segunda Conferencia Nacional de la Jota. Para evitar prensa y elementos ajenos al partido, Guzmán mantuvo en absoluto secreto el sitio en que se desarrollaría la instancia. No obstante, los críticos a su conducción dieron a conocer sus objetivos en los medios de comunicación previa a la cita: dejar sin efecto las sanciones y la búsqueda de caminos de integración. Sin embargo, una vez iniciada la conferencia, exigieron la renuncia total del Comité Central y las elecciones de un nuevo secretario general, así como un congreso extraordinario98. Manuel Guzmán legitimado a esas alturas por la dirección del partido, ratificó las sanciones a los militantes que atentaron “contra la vida democrática de nuestro Partido, poniéndose al margen de la legalidad y los acuerdos colectivos” y advirtió a las posiciones divergentes: cualquier participación de los separados del Partido en actividades de la organización “contraviene las decisiones democráticamente adoptadas por esta Conferencia”.99
95 La Nación, “La crisis nos tocó hasta la pepa del alma”.19/08/1990. P 9-11.
96 La Tercera, “Guastavino puede opinar lo que quiera, pero el Partido define”. 26/08/1990. P 10
97 Apsi, “Si existe una crisis en el PC”. Agosto de 1990. P 14-16.
98 La Nación, “JJCC a conferencia nacional. Comunistas adelantaron evento de análisis interno” y “En forma secreta la JJCC inició ayer su conferencia”. 25 y 26/08/1990.
99 “Resoluciones de la Segunda Conferencia Nacional de las Juventudes Comunistas de Chile”. 27/08/1990. Mecanografiado. Se dieron a conocer además los nuevos integrantes del Comité Central: Juan Carrión, Manuel Valenzuela, Mario Yáñez, Cristián Palma, Roberto Manríquez, Alejandro Fuentes, Mauricio Suy, Raúl Ortiz y Francisca Rojas.
No obstante, Manuel Guzmán fue lapidario a la hora de reforzar sus planteamientos ante una disminuida oposición. En cierto aspecto, se había agotado el tiempo de debate fuera del partido, según constata el informe que la Jota entregó a la dirección del PCCh. En un extracto de este, se señalaba: “no estamos dispuestos a que de manera impune, se insista en imponerle a la Jota, por la vía de los hechos, determinadas concepciones”. La creación de una tendencia organizada, tenía como objetivo separar y confrontar “a la Jota con el Partido y entorpecer el trabajo de gestión de la dirección, minimizando la capacidad de conducción con el objetivo de inhibirlo políticamente”100.
A partir de esta fecha, la Jota anunciaba su identidad política en el seno de la juventud chilena. En otras palabras, para ser miembro de las Juventudes Comunista de Chile, se debía compartir una posición tercermundista, latinoamericana, antiimperialista y solidaria con Cuba. Tener sentimientos progresistas, de justicia social y creer en la opción socialista. En ese mismo ámbito, en un plano nacional, la Jota anunció su lucha por esclarecer la violación a los Derechos Humanos y la liberación de los presos políticos. Por último, la tarea inmediata fue prepararse para el 58º Aniversario y entregar un Manifiesto a la Juventud chilena, que lograse constituirse en las nuevas definiciones para los jóvenes de
Chile101.
La Jota después de la crisis: ¿renovación identitaria sin transformación?
Víctor Jara fue la figura simbólica que el Comité Central de la Jota posicionó en el 58º aniversario de las Juventudes Comunistas, realizado el 9 de septiembre en la dependencias del Estadio Chile. Aquel día, el secretario general, a nombre de su conglomerado se comprometió a que el lugar donde el cantautor y dramaturgo fuera brutalmente torturado y asesinado, pasaría a llamarse “Estadio Víctor Jara”, como parte de la lucha por la memoria de los crímenes que vivió la sociedad chilena bajo el régimen dictatorial. “La presencia de Víctor en este acto –señaló Gladys Marín-presencia de todos los que lucharon con heroísmo y honor en estos largos años de dictadura fascistas, nos llama a continuar el combate por la democracia, la libertad y la justicia social”. Si el objetivo de la dirigente fue recuperar la mística y subjetividad en la Jota, golpeada por la crisis partidaria que había mermado los ánimos de conglomerado, en los primeros cinco minutos de discurso, posiblemente lo pudo lograr, cuando a partir de su propia biografía, retrató lo que significó vivir 17 años de clandestinidad y enfrentando la represión de la dictadura. Con la oratoria que la hizo característica, Marín recordó a los militantes asesinados para acabar la primera parte de su intervención citando íntegramente el último poeta de Víctor Jara: “somos cinco mil”.
Gladys Marín no hizo referencia a la crisis en el PCCh, y como fue el tono a partir de ese momento, solo se habló de las tareas por hacer y las hechas. Es por eso que aprovechó la
100 “Informe de la Segunda Conferencia Nacional de las Juventudes Comunistas de Chile”. 25 a 27 de agosto de 1990. Mecanografiado.
101 “Comunicado de prensa”. 28/08/1990. Mecanografiado.
organización en ese momento. Lo primero, era el triunfo por inscribir al Partido de manera legal, señalando que a un mes de la fecha límite para hacerlo, contaban con 55 mil 565 fichas, cuando solo se requerían cerca de 30 mil. “Es decir, hemos alcanzando al 155,33%” del total, ganándose la ovación de la Jota. El segundo eje, fue reforzar la impronta latinoamericanista, la que iba inexorablemente conectada con la persistencia del socialismo, que era la única alternativa a la realidad material del continente. “180 millones de pobres hay en América Latina y todo los países de este continente a excepción de Cuba, son países de economía capitalista en distintos grados. Y no hay solución en América Latina a esas tremendas desigualdades sociales, a ese afán de lucro, a esa filosofía de individualismo y egoísmo en que se sustenta el capitalismo”. En ese contexto, planteaba, el socialismo seguía siendo una opción y el único modelo capaz de revertir un sistema basado en la desigualdad
entre los seres humanos.102
¿Cuál era la Jota que esperaba el Partido Comunista? Gladys Marín retóricamente señalaba que alegre, atrevida, no atada a moldes, que expresara todos sus sentimientos, que amara tanto sin temer al dolor que ello provoque, que se entregue a la verdad, a la justicia, que sea libre y luche por la libertad de todos. En otras palabras, “nosotros exigimos el derecho a vivir, a luchar, a soñar”103.
Para tales efectos, “desbolchevizar” al PCCh para reinsertarlo en su dimensión latinoamericana y nacional, fue el camino para borrar el epílogo al comunismo, que muchos escribieron en el transcurso de 1990. Frente a la Jota, Gladys Marín volvió a posicionar a Cuba como el nuevo referente internacional. Para la dirigente, no solamente se estaba jugando la opción socialista a nivel mundial en la isla caribeña, “si no también la autodeterminación e independencia de cada pueblo latinoamericano”. En esa perspectiva, Fidel Castro, a quien describió como uno de los más brillante dirigentes del socialismo y para el cual solo había lealtad y agradecimientos, para los jóvenes comunistas debía convertirse en un referente, así como el Che Guevara, en la ética que todo comunista debía
portar en la humanidad.104
Cuando Manuel Guzmán ocupó el estrado, también utilizó la historia para llevar a efecto los planteamientos de la Dirección del Partido Comunista. A diferencia de Gladys Marín, que se quedó en un análisis internacional y latinoamericano, Guzmán se abocó a la realidad chilena. Posicionó, junto a Martí y Bolívar, a Michimalongko, Bernardo O’Higgins, José Miguel Carrera, Manuel Rodríguez, Francisco Bilbao, José Manuel Balmaceda, Luis Emilio Recabarren y Salvador Allende, como figuras que “marcan destinos, enciende las estelas de nuestro futuro”. Es decir, la Jota se inscribía como la sucesora natural de la historia de Chile y lo ejemplificaba en los militantes de las Juventudes Comunistas que no volvieron a Chile, quienes formados en el internacionalismo, dieron su vida en otras tierras
102 Juventudes Comunistas de Chile: “58 aniversario de las JJ.CC. Intervenciones”. P 3-5.
“Nunca lo había dicho”, dijo Guzmán vestido con la tradicional camisa amaranto y cambiando el tono de voz, “pero en estos momentos de grandes dificultades, queremos decirlo con orgullo: esta es la estirpe de revolucionarias formados en nuestras filas, esta es la vocación solidaria que traspasa fronteras”105.
Detrás de los discursos basados en la historia, en cierto aspecto estaba la identidad comunista que se esperaba para los tiempos de la transición, la misma matriz que se forjó en el transcurso de la Guerra Fría y en los duros tiempos de la dictadura militar. En ese sentido, la prolongación de la identidad política creada por la política de la “Rebelión Popular”, les permitió coherencia y luego de las rupturas en su interior, unidad ante los desafíos que como Juventudes Comunistas se plantearon para el Chile post Pinochet. En esta perspectiva, aunque parezca ambiguo, la voz de Manuel Guzmán tuvo eco cuando aquel 9 de septiembre reafirmó los principios políticos de la Jota: una organización leninista basada en el centralismo democrático como instrumento de poder y a partir de este instrumento, una renovación “clasista” para construir una nueva generación de militantes comunistas. Así, parafraseando a Ernesto Guevara, dicha renovación comunista, permitiría adoptar nuevos peldaños en la conformación de un hombre nuevo en base a la justicia
social y de esa manera convertirse en mejores comunistas.106
A modo de síntesis, podemos señalar que la Jota, a pesar de un discurso de renovación política, en la práctica, prolongó su antigua matriz ideológica forjada en la década de los 80’. La prolongación de la experiencia y subjetividad militante de los “Hijos de la Rebelión Popular”, está estrechamente vinculada a la pregunta si existió un cambio identitario en las Juventudes Comunistas de Chile. A nuestro parecer, en una corta duración no la hubo y su giro táctico de alejarse de la URSS y continuar mirando a Cuba como referente internacional, además de prolongar una identidad constituida en un contexto de Guerra Fría, fue seguir creyendo en la viabilidad del socialismo. Lo que había fracasado, señalaban los Hijos de la Rebelión, fue una experiencia y modelo de socialismo, no así el pensamiento socialista.
Por cierto, queda planteada la pregunta sobre la proyección posterior de las Juventudes Comunistas. Como tarea inmediata y luego de perder una parte considerable de su militancia, la Jota se abocó a disputar los espacios existentes en el mundo social, en especial los del ámbito universitario. Así fue que durante el mes de noviembre de 1990, la Jota, por un estrecho margen, logró vencer a la lista de la Concertación de Partidos por la Democracia en la Universidad de Santiago de Chile. Paralelamente, el sector sindical del PCCh lograba triunfar en las elecciones de la Federación Metropolitana de Salud. A partir de estas dos columnas, educación y salud, el comunismo chileno comenzaría una lenta reconfiguración como actor político, con el objetivo de revertir el despliegue del neoliberalismo, posicionar derechos fundamentales que como ciudadanía se deberían portar
90’107.
Tal vez por todo lo antes descrito, es que la inscripción del Partido en el registro electoral fue tomado por la militancia como un gran triunfo. En esa ocasión, marcharon por el paseo Ahumada –pleno centro de Santiago-, entonando La Internacional, encabezados por Luis Corvalán, Volodia Teitelboim, Sola Sierra, Gladys Marín, Jorge Insunza y Manuel Guzmán, mientras se leían carteles pintados por la Brigada Ramona Parra que decían “PC legal, vamos a avanzar”. Teitelboim habló desde las escalinatas del Banco Chile en el paseo Ahumada y señalaba que la inscripción del Partido era un triunfo moral y ético, dedicando la victoria a “todos los comunistas muertos bajo la dictadura de Pinochet, a Víctor Jara, Pablo Neruda y Salvador Allende. La tarea ahora enfatizaba el escritor era: “fundirnos con
las necesidades del pueblo”108.
Epílogo: la crisis que no se resolvió
El 11 de enero de 1993, el Comité Central de la Jota se reunió en las dependencias de su sede. No fue una reunión más, y posiblemente fue la menos ideológica de la que se tenga recuerdo. Un abrumado Manuel Guzmán llegaba, posiblemente, por última vez en su vida a una reunión como secretario general de la Jota. Aquel día, con “una parte de su vida irremediablemente destruida”, debía afrontar profundas acusaciones que sobrepasaban su
conducción política. Eran estrictamente personales109.
La Comisión Ejecutiva de la Jota, elaboró un informe en el cual reconocían el aporte de Manuel Guzmán al interior del conglomerado y su historia política. Su actitud decidida durante los años de aplicación de la Política de Rebelión Popular de Masas, su rol en afrontar la crisis de la Jota y su toma de posiciones “revolucionarias” al interior del PCCh, lo hacían merecedor de una salida digna a sus acusaciones.
Sin embargo, la oposición a Guzmán, que se mantuvo al interior de la Jota luego de la crisis del 90’, no perdió la ocasión de golpear al Secretario General cuando se develaron prácticas alejadas de la “moral comunista”, quebrando, como él mismos señaló en su carta de renuncia, “la base de relaciones de confianza con mis compañeros, construida por años”. Lo que meses después el subsecretario de la Jota, Luis Salinas, llamó una corriente “principista” que, aprovechando el vacío y pérdida de credibilidad del Secretario General, reflotaron la discusión zanjada en el transcurso de 1990110. Como reconoció el informe citado: “llegamos a la conclusión en la Comisión Política que el problema creado por el secretario general, fue como un detonante que sacó a luz secuelas de la crisis de la Jota,
107 La Tercera 17/11/1990.
108 La Nación, “PC recuperó la existencia legal”. 23/10/1990.
discusiones no terminadas, problemas no resueltos que se arrastran y de los cuales el partido conocía muy poco”111.
Así, Manuel Guzmán se vio forzado a renunciar por un hecho: obtener una beca de estudios para su esposa en Cuba sin consultar al Comité Central de la Jota, “algo postergado por mucho tiempo”, señaló en su autocrítica. El hecho reflotó otra historia ocurrida a principios de 1990. En los primeros meses de la transición, como Secretario General, Guzmán chocó en un automóvil por conducir en estado de ebriedad. Para corregir el error, utilizó dineros de la Jota con el autocompromiso de devolverlos, lo que finalmente no ocurrió. Reconocería en su carta de renuncia que el agobio económico llegó a su extremo, pero aclaraba que “siempre pensé en responder frente a estos préstamos”, argumentaba. “Nunca pensé en escabullir mis compromisos”. Todos estos hechos sellaron la vida política de Guzmán para siempre. Su actuación, bajo una Jota que venía impregnada por la lucha contra la dictadura y el deber ser de un comunista, lo hacían incompatible de “encabezar a
las JJCC”, al cometer lo que fue considerado como “acciones de abuso de poder”112.
Las posibilidades que nuevamente la discusión desbordara los planos estrictamente partidarios y en rigor, que se dieran a conocer prácticas absolutamente alejadas de la lucha ideológica, llevó al Comité Central del Partido Comunista a intervenir en la crisis a través del ex Secretario General de la Jota, Lautaro Carmona. Con este dirigente fogueado en la conducción de la Jota en los duros tiempos de la dictadura, se llegó al acuerdo de marginar a Guzmán de la conducción y “de tratar el asunto en forma interna”, sin que las bases de la Jota supieran los hechos en sí. Fue una salida quirúrgica a una de las crisis menos políticas de la Jota y del PCCh. Aquello lo posibilitaba, reconocía el Informe de la Comisión Política, sólo por el hecho de haber sido un militante con alta valoración al interior de la Jota, por su Comité Central y el haberse formado en la dura etapa de la Política de Rebelión Popular de Masas. Si bien la sanción le evitaba la comparecencia pública, Guzmán debía declarar de manera autocrítica ante el Pleno de la Jota, previo paso por Control y Cuadros.
Manuel Guzmán era uno de los hombres de confianza de Gladys Marín, por lo tanto el impacto simbólico fue profundo en la dirección y en la política de la dirigente. Un titular en revista Que Pasa, en que hacía un análisis de la política del PCCh y de Marín en particular, lo llamaba sarcásticamente “Cría cuervos”, en alusión a la onda expansiva que provocó este episodio. Ya que a partir de él, la Jota como colectivo humano crítico, cuestionó la conducción de Teilteboim y de Marín. En especial, emanaron nuevas perspectivas, como ser una oposición más radical a los gobiernos de la Concertación, acusando a la dirección de estar netamente abocada a un rol electoral y reflotando ya viejas discusiones, como la democratización del partido, que iba ligado a la noción de trasparencia ante los episodios revelados de Guzmán113.
111 “Informe”. Mecanografiado, 1993.
Así, aquel 11 de enero de 1993, el Secretario General de la Jota no se equivocó al señalar que sería la última vez que interviniera ante el Comité Central de la Jota. Luego de reconocer y detallar los episodios en cuestión, asumía el no haber medido las circunstancias de los hechos, de haber recibido opiniones críticas pero no haberlas escuchado y se comprometía a revertir los errores cometidos. “Las oportunidades no se piden, sino que se ganan”, señalaba y finalizaba: “una decisión me permite hoy mantener una convicción de futuro: mi condición de comunista, que reafirmo hoy ante ustedes”114.
La crisis de la Jota y los debates en su interior deben verse en una temporalidad que abarca desde 1987 a 1992, con la escisión de una fracción del FPMR –mucho de ellos miembros de la Jota-, la de importantes cuadros políticos en 1990 y en menor medida la de 1992. Una suma de variables fueron convergiendo hasta crear un contexto que provocó lo que hemos llamado la gran crisis, en que la Jota como el Partido Comunista ante el derrumbe del socialismo real, la derrota del año decisivo y su marginación del conglomerado oficialista que generó su aislamiento en la transición democrática, tuvieron que redefinir al calor del mismo proceso su quehacer en tiempos poscomunistas. En ella una definición fue clave: mantener la identidad comunista, lo que significó desbolochevizarse para retomar las banderas de América Latina y construir un referente con matices propios, es decir, adecuar la senda y cultura recabarrenista115.
Sin embargo, en lo más profundo, la crisis relevaba la simbiosis de distintas generaciones de comunistas, de historias de vida, convicciones, referentes internacionales y por sobre todo, ser parte del epílogo de la Guerra de Fría. Como sintetizaba Luis Corvalán, “el encuentro de distintas culturas, generaciones y experiencias”. Ello más la suma de distintos acontecimientos reseñados a lo largo de este artículo, gravitaron en el conglomerado tan profundamente que tocaron, en efecto, “hasta el alma de la pepa”, puesto que, como recuerda Claudia Pascual, fue una disputa entre gente que se quiere y se conoce como son las peleas familiares. Porque “el Partido es la otra familia que uno tiene”116.
114 “Intervención del compañero Manuel Guzmán en el pleno de las JJ.CC”. Mecanografiado. 11 de enero de 1992.
115 Rolando Álvarez, Arriba los pobres del mundo…op.cit.
116 La Nación. Citado. Álvarez y Loyola, Un trébol. Citado. P 307.
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Chileno. Magíster en
Historia de América, Candidato a Doctor en Historia, Universidad de Santiago de
Chile. Este artículo es parte del proyecto FONDECYT nº 1150583, titulado “Partido Comunista de Chile: Cambios y continuidades de su
imaginario y cultura política (1990-2010)”. El autor agradece los comentarios y
aportes de los profesores Raquel Aranguez, Jorge Navarro López y José Ignacio Ponce.
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