Domingo, 17 julio 2016
Una aproximación más serena a la realidad es la que trasluce este senador socialista, que en su último año ha tenido de dulce y de agraz.
El último año de Fulvio Rossi ha sido como un huracán. Le detectaron un cáncer a la tiroides. Ha tenido que vivir un duro momento político y judicial por una investigación sobre financiamiento irregular de campañas en el caso de Soquimich y también enfrentar una querella por supuesto cohecho en el caso Corpesca –interpuesta por su competidor en la zona norte, el comunista Hugo Gutiérrez– y, en medio de esos fuertes vientos, fue padre de Flavia. Fue por esos mismos meses que decidió dejar su departamento de soltero frente al Parque Bicentenario para irse a vivir con su hija de 9 meses y su actual pareja, Sylvia Eyzaguirre, filósofa e investigadora del CEP.
A los 45 años, ese joven conquistador, con ambiciones políticas declaradas para ser candidato presidencial, vive hoy un momento más sereno y reflexivo. Por momentos, se mueve con el peso que dan los golpes, pero convencido de que es en las caídas donde se crece. Dice que tocó fondo. Que le dolió más el cuestionamiento a su honorabilidad que la enfermedad. Y dice también que estuvo un buen rato en la disyuntiva de irse de la política. Eligió seguir en la batalla. Ya cruzó la etapa del repliegue, en que optó por el silencio y la lectura. Ha vuelto a la carga en temas contingentes como la reforma educacional enviada por el gobierno y ante la cual él ha sido crítico.
–¿Por qué cree que nadie apoya esa reforma? ¿Por falta de diseño estratégico o porque el gobierno tiene muchos detractores a su programa?
–Mi sensación es que el programa de gobierno es ambicioso, y que de tan ambicioso se tornó impracticable. Se generaron expectativas que muchas veces han chocado con la realidad y eso, efectivamente, genera frustración.
–La frustración ciudadana se ve en las encuestas. ¿Cuál es la de ustedes?
–Para cualquier coalición de gobierno, la diversidad de sus actores, es una fortaleza. Aquí se ha transformado en una debilidad. Es tal la diversidad de visiones e intereses que existe, que muchas veces nos ha terminado inmovilizando y generando un enorme déficit de conducción.
–¿Dónde ubica ese déficit de conducción?
–Hay varios aspectos. Por un lado, hay un gobierno que no logra tener una relación fluida con sus socios. No hay sintonía fina. No hay complicidad, y cuando eso pasa, obviamente se genera una fricción. Por cierto, también siento que, a ratos, hay posturas muy radicales. Hay temas en que uno ve al ministro de Hacienda muy solo.
–¿No logra él convencer a sus aliados de que el momento económico exige renuncias?
–Yo comparto lo que él plantea. Los problemas que tiene Chile en el ámbito económico, de inversión, nos exigen actuar de otro modo. Reconozco que a los que somos de izquierda nos cuesta sacarnos la histórica mochila para hablar de crecimiento económico. Y eso ha generado un clima que no es bueno para la inversión. Decir esto no significa que uno sea de derecha. Hay mucha gente de mi sector que lo piensa, pero no lo dice.
–¿Gente de izquierda que cree que se está descuidando el ámbito económico?
–Sí. Por eso, en la bancada de senadores del Partido Socialista decidimos generar un espacio de conversación con nuestros economistas, porque cosas como las que yo te planteo son compartidas por muchos. Tenemos que volver a generar un clima propicio para la inversión. El resto es música. Nosotros no vamos a generar mejores condiciones laborales si no tenemos inversión y empleos.
–¿Usted también cree que primó el espíritu refundacional en el gobierno?
–Creo que en los inicios de este gobierno hubo poca valoración de lo que hizo la Concertación. Entonces, no es fácil partir un gobierno cuando hay sectores importantes que pretenden partir de cero. La historia no comienza con uno. Y aquí, efectivamente, hubo un voluntarismo de pensar que en cuatro años se podía cambiar lo que no se cambió en dos décadas.
–¿Qué responsabilidad tiene la Presidenta en esto?
–Aquí hay responsabilidades compartidas. El gobierno ha cedido a ciertas presiones refundacionales y eso ha generado un clima de incertidumbre que no ha sido bueno para el país. A ratos siento que estamos perdiendo el apoyo de mucha gente de centro, socialdemócrata, que siente una desafección con el gobierno.
–¿Dónde está hoy el ímpetu refundacional? Se apuntó a los ex ministros Rodrigo Peñailillo y Alberto Arenas, pero se fueron hace más de un año…
–Este es un gobierno que, a diferencia del primero de Bachelet, se radicalizó. Hizo un viraje hacia la izquierda, alejándose de la postura socialdemócrata, y ha chocado con la realidad. El realismo implica renunciar a ciertas cosas.
“NO INVENTAR MÁS COSAS”
–Las encuestas siguen mostrando un 70 por ciento de rechazo al gobierno. ¿Cómo debieran diseñar el año y medio que les queda?
–Creo que lo que tiene que hacer el gobierno es, simplemente, no inventar más cosas. Tenemos que consolidar lo que se ha hecho, corregir lo que haya que corregir, preocuparnos de la gestión política. En salud, por ejemplo, hay una crisis profunda. El ministerio está haciendo agua y todo eso pasa por la gestión. El gobierno tiene que preocuparse y profesionalizar más su quehacer.
–¿Y bajar un poco la ambición?
–Sí. Bajar las ambiciones y preocuparnos de gobernar bien este tiempo, sin destinar más energía a otros proyectos de ley.
–¿Es posible?
–Es imprescindible. Si no, le vamos a estar entregando el gobierno a Sebastián Piñera. Lo más importante hoy es hacernos cargo de la situación económica. De seguro, Piñera va a plantear en su campaña que él tiene capacidad para enfrentar los problemas económicos y generar empleos. Y en un país donde está aumentado el desempleo, el país no está creciendo y hay poca inversión, ese discurso puede prender. Tenemos que hacernos cargo. Así como también de los temas de seguridad pública. Hay temor a enfrentar de manera decidida los problemas de la delincuencia. O sea, como izquierda, debemos terminar con esos prejuicios de que los temas de crecimiento económico y de seguridad pública, que son centrales para la ciudadanía, no son nuestros.
–¿Diría que hay una mayor influencia del PC que condiciona el actuar del gobierno y de la Nueva Mayoría?
–Cada diputado sabe muy bien que, en general, la bancada comunista y la bancada juvenil pautean mucho al resto. Hay un temor de parecer como de derecha. Y con eso se renuncia, incluso, a lo que nosotros mismos hicimos. Me siento muy orgulloso de lo que hizo la Concertación. Nos ha faltado madurez política para hacernos cargo de nuestra historia y sacarnos ese complejo que nos lleva a querer aparecer más a la izquierda de la bancada juvenil o de los comunistas.
–¿Los socialistas están preocupados?
–Te diría que en la bancada de senadores hay mucha lucidez respecto a lo que estamos viviendo, pero se nos escucha poco. En lo personal, estoy sumamente preocupado. No me gustaría que le entregáramos el gobierno a Piñera.
–Y ordenarse tras una figura como Ricardo Lagos –frente al cual la izquierda de la Nueva Mayoría tiene reparos–, ¿no ayudaría?
–El prejuicio que hay contra Lagos es tan injusto. Me gustaría que esos jóvenes que lo critican se pusieran por un momento en los pantalones del ex Presidente cuando encaró a la dictadura y puso en juego su vida por alcanzar la democracia. A muchos de ellos se les habrían caído los pantalones. Porque, claro, salir a la calle hoy en día y pegarle a un carabinero, es gratis. En mis tiempos, salir a protestar era bien distinto.
–¿Qué le pasa a usted con esos jóvenes como Gabriel Boric, Giorgio Jackson, Camila Vallejo?
–Soy de una generación que creció en dictadura. Sé lo que es vivir en el miedo. Y siento que esa experiencia me da una cierta sabiduría que ellos no la pueden tener no más.
–¿Lo miran como un “vendido”; de esos que transó demasiado?
–Ese fenómeno de acusarte de “vendido” nos toca a todos. También a los diputados más jóvenes. Por estar en el Congreso, son vistos como parte del establishment y figuran como “vendidos”. Y uno ve que a Boric, que habla de las buenas prácticas, lo echan de su partido por autoritario, por déspota y por antidemocrático. Entonces, a ratos siento que aprendieron rápido las peores prácticas políticas.
MOMENTOS DIFÍCILES
–Ya están todos entrando a la vitrina de los presidenciables. ¿Renunció a ser candidato?
–Yo soy realista. Me ha tocado vivir momentos bien duros y descarté completamente esa alternativa.
–¿Cree que el episodio de las boletas lo dejó fuera de cancha?
–Sin duda. Lo pasé muy mal, pero he ganado una mirada más serena de las cosas. Y con esa mirada más serena uno adquiere una sabiduría que te hace crecer. Hoy estoy tranquilo. Contento con lo que estoy haciendo.
–¿En qué creció?
–Crecí desde el punto de vista humano. A veces, en el fragor de la lucha política uno tiende a descalificar al que tiene al frente solo porque sus ideas son distintas. Todo el proceso que viví me ha ayudado a respetar la dignidad de las otras personas.
–¿Y ese aprendizaje es porque siente que no se lo respetó en su dignidad?
–Sin duda que no. Pero son lecciones que uno aprende. Yo siempre he estado muy tranquilo porque he actuado inspirado por la buena fe, de manera honesta, por más que se construyan caricaturas. Pero no es un asunto en el que quiera ahondar.
–¿Y qué pasó en ese intertanto con Fulvio Rossi? Le dio un cáncer, fue padre por segunda vez, se emparejó de nuevo y ha debido enfrentar un duro trance político…
–He aprovechado de leer mucho. Mi pareja es filósofa, y siempre dice: “¡Qué lata tener una vida solo con logros, con éxito, siempre estando arriba!”. Y es verdad. Al final, lo que te ayuda a avanzar, a aprender y a crecer es pegarte un porrazo y caer en el fondo.
–¿Cayó en el fondo?
–Sí.
–¿Más por el tema político o por la enfermedad?
–Por lo político. El cáncer no me afectó tanto. Mi dignidad vale mucho más. Por lo demás, mi padre tuvo cáncer tantas veces que supongo que a mí me vienen otros en el futuro.
–¿Y lo vive con esa tranquilidad?
–Sí… Hay que enfrentar las cosas como son. No sirve de nada echarse a morir. Mi papá tuvo seis cánceres distintos. Mi madre murió de lo mismo. Mi abuelo también. Alguna carga hereditaria tendré.
–En medio de la enfermedad, nació su hija. ¿Cómo es su vida de padre?
–Una experiencia maravillosa. No me lo había esperado y me he transformado en un guaguatero, cosa que antes no era. La Flavia no es solo una niña preciosa, sino tan alegre… Está siempre contenta. Te inyecta entusiasmo. Tomarla en brazos es como una inyección de energía.
–Y para superar la herida política, ¿qué hizo?
–La lectura me ha ayudado mucho a reflexionar sobre lo que quiero hacer con mi vida.
–¿Y qué quiere hacer con su vida?
–La verdad es que, como nunca antes, me cuestioné si valía la pena estar en política… Cuando tienes una niñita de 9 meses, te preguntas si quieres estar en una actividad en que –con o sin razón– están todos desprestigiados. Uno está en esto por la convicción de que puedes contribuir al país. Ahí hay una ecuación que hacer. Porque nunca tanto altruismo como para decir: “A pesar de estar siendo infeliz, voy a seguir igual”. Me lo he planteado mucho. Es un tema que va madurando…
–¿Y decidió quedarse en política?
–Sí. Fue una disyuntiva, y se zanjó. Porque siento un compromiso enorme con mi región. En esta reflexión, mucha gente me dijo: “Si tú no vas a la reelección, no hay nadie que pueda parar la demagogia y la corrupción de Jorge Soria y de Hugo Gutiérrez en el norte”. Por lo tanto, más que por mí, lo voy a hacer por la gente del norte. Si me retiro de esta batalla, siento que es como dejar a su suerte a la gente decente de mi zona. Esa es la verdad.
–Va a ser duro ese round con el diputado comunista Hugo Gutiérrez. Ya hay señales…
–Es que las peleas no son mías. Yo nunca he ofendido a nadie ni me he dedicado a perseguir a otros. Es inentendible que el Partido Comunista –que no ha sido un buen socio en mi caso– haya dejado a un perro rabioso hacer y deshacer en una persecución como nunca se ha visto en la historia política de Chile.
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