sábado, 28 de abril de 2018

Violadores en manada: dinámicas grupales y características clínicas.



En los Sanfermines del 2016 una joven madrileña fue violada por un grupo de hombres organizado y autodenominado alusivamente como “La Manada”. La noticia se extendió rápidamente por los medios por su aparente singularidad, se había tratado de una violación en grupo. Sin embargo, este tipo de agresión sexual no representa ninguna novedad. Ocurre continuamente desde el origen de los tiempos. Recordemos a Sandra Palo o las niñas de Alcasser con finales más trágicos.

Es más, la violación en grupo se puede dar incluso en contextos en los que la violación individual no es frecuente pues el grupo transforma en violadores a sujetos aparentemente normales. Veamos cómo.

La misoginia y el machismo  Es evidente que el primer motor para la violación en grupo es la misoginia y el machismo. La mujer es el objetivo central de la agresión. Merece el desprecio del grupo, así como su transformación en material desechable incapaz de sufrir, sentir o recordar ese sufrimiento y terrorífico momento. No se dan estas violaciones en contextos sociales donde no impere este rasgo cultural.

Por otro lado, la multiplicidad de los agresores proporciona a éstos una sensación de superioridad mucho mayor frente a la víctima a la que odian y, a la que, en el fondo, temen. Según la pionera feminista Susan Brownmiller la violación tiene muy poco de sexual y mucho más de agresión pues lo que persigue es el terror, la dominación y la paralización de la mujer. En la violación individual es discutible pues muchos violadores afirman excitarse sexualmente con el sometimiento pero este hecho alcanzaría su máxima expresión en la violación en grupo. Es una cacería en toda regla. No olvidemos el nombre y los antecedentes del grupo de San Fermín, “La Manada”.

Pero lo más preocupante, acaso, es que estas violaciones se producen incluso donde no hay casos individuales, esto es, no hace falta que el sujeto sea un psicópata, un sádico o un antisocial para que se vea envuelto en una actuación en grupo. La mayor parte de los miembros de un grupo de violadores nunca violarían en solitario. ¿Qué extraña energía, entonces, transforma a esos sujetos aparentemente normales en violadores cuando forman un grupo?

La importancia de la edad   La violación de grupo es más frecuente en adolescentes y jóvenes adultos, a diferencia de los violadores solitarios que tienen edades superiores. Se encuentran en etapas de la vida en las que el sentido de pertenencia al grupo, la importancia de la reputación y el sometimiento al líder adquieren una relevancia extraordinaria.

Es frecuente que estos grupos incrementen su cohesión interna por la elección una cultura, la hipermasculinidad, y un enemigo común, las mujeres. Los aspectos culturales machistas en estos grupos son más intensos por su inexperiencia e inseguridad frente a aquellas.

Los sujetos con rasgos más psicopáticos son los que suelen despertar más admiración entre los adolescentes y ocupan posiciones de liderazgo entre ellos. Los demás siguen la obediencia ciega al líder. De ahí que estos grupos, bajo las órdenes del líder, sean los mismos que prenden fuego a un mendigo o apaleen a un inmigrante.

Las drogas tienen un efecto amplificador obre la conducta al disminuir aún más el ya escaso control que tienen sobre sus impulsos.

La disolución de la moralidad en el grupo   El sentido de la moralidad se disuelve en el grupo. Recordemos el experimento Milgram de la sumisión (un 75% de los sujetos normales actúa psicopáticamente por sumisión a la autoridad, ver post aquí) y el experimento Asch de la conformidad social (cambiamos nuestras creencias para encajar en un grupo social, ver post aquí ). El grupo disuelve al individuo en una amalgama difusa con una identidad superior supremacista. “Nosotros somos mejores que vosotros”. Es el origen del nacionalismo y del nazismo, por ejemplo. Siendo del grupo soy mejor, soy más poderoso y mi moral tiene un mayor respaldo que la tuya. Este fenómeno es observable en círculos radicales de cualquier índole, incluso feministas.

La violencia sexual en grupo está muy relacionada, además, con el convencimiento que el grupo protege de las consecuencias legales de la conducta al promover el anonimato e incrementar la probabilidad real de no ser condenado. Uno de cada 1000 hombres comete una violación en su vida en occidente pero un estudio canadiense de 2016 encontró que 30 de cada 100 hombres violaría y emplearía drogas para disminuir la resistencia de una mujer si su conducta no tuviera consecuencias penales (ver artículo en francés aquí).

Es posible que la impunidad percibida unida a la creencia de supremacía y superioridad moral estén detrás de que los actos de violencia sexual de grupo sean más brutales que las violaciones individuales (puñetazos, patadas, mordiscos, insultos etc.).

La mayor parte de las violaciones tanto individuales como en grupo constan de un alto grado de premeditación. Eligen a la mujer, la siguen, la drogan, buscan el momento de mayor vulnerabilidad y atacan. Sin embargo, muchas personas siguen encontrando atenuantes del delito pensando que la mujer propició su violación con su indumentaria provocativa, ingiriendo alcohol o drogas (benzodiacepinas, eescopolamina o “burundanga”, ketamina, cloroformo, etc.), previamente etc. Creen así que el grupo no tenía intención previa de violar a la víctima. Recientemente una militar profesional de Requena ha sido presuntamente drogada y violada por compañeros. De confirmarse, sería un buen ejemplo de esto.

A partir de aquí surge otra cuestión desconcertante: ¿por qué los transeúntes no suelen intervenir cuando son testigos de este tipo de actos en plena vía pública? Hemos visto videos de agresiones sexuales en la vía pública a plena luz del día en la India, Egipto o Marruecos bajo la impasible mirada de transeúntes.

Imaginemos el caso de una mujer que, sin llegar a ser atacada sexualmente, tiene que escuchar comentarios obscenos, o recibir tocamientos (todos tenemos en mente las imágenes de mujeres que, durante el chupinazo de San Fermín, son manoseadas por hombres). ¿Por qué la mayoría de los asistentes no intervienen en estas situaciones, lo ignoran e, incluso, ríen la gracia? En un célebre artículo sobre la apatía del espectador, firmado en el año 1969 por los famosos psicólogos Latane y Darley, estos afirmaron que “resulta más probable que el espectador intervenga cuando interpreta correctamente la situación, piensan que pueden intervenir y, además, se sienten competentes para hacerlo”.

Un aspecto que apenas se analiza es el de la homosexualidad latente que puede estar camuflada tras estas violaciones en grupo tras la hipervirilidad. No olvidemos que se trata de adolescentes y que, como tales, pueden tener una sexualidad todavía ambivalente. Compartiendo a la mujer y excitándose en una actividad sexual en grupo estarían satisfaciendo indirectamente sus deseos homosexuales inconscientes sin afrontar su deseo. El contacto sexual con la mujer no tendría así otro objeto que el contacto diferido con el compañero. Precisamente estas personas son las que más necesitan exaltar su masculinidad para alejar más sus amenazadores fantasmas homosexuales y son los que más homofobia pueden mostrar además de su misoginia.

Todos recordaremos la película American Beauty en la que el coronel de los Marines interpretado por Chris Cooper, declarado homófobo radical, mata al protagonista, interpretado por Kevin Spacey, cuando pone frente a él en evidencia la homosexualidad que hasta ese momento se había negado.

Tratamiento y medidas de prevención  ¿Cabe el tratamiento? Sin duda. Debe ser realizado en la cárcel o tras cumplir condena. Es incuestionable que procede para evitar reincidencias. No tienen estructuras psicopáticas por lo general por lo que la posibilidad de reincidencia no está asegurada como ocurre en muchos violadores individuales.

El entrenamiento de la empatía cognitiva con la víctima es esencial en estos casos así como la separación del grupo y el entorno social que ha servido como caldo de cultivo a sus creencias si es posible. SI no hay conflicto neurótico son más útiles las medidas psicoeducativativas que las psicoterapéuticas. En la medida que no subyace una perversión sexual por lo general, la castración química no suele estar indicada.

Es mucho más eficaz la adopción de medidas educativas en la escuela y en los medios de comunicación pues se trata de un problema que hay que prevenir desde la infancia.

Hemos visto que el violador en grupo piensa sobre sí mismo y sobre su grupo, pero jamás repara en algo que cosifica y maneja como un mero objeto de su juego, la mujer. Ni una más, Me too. Todas las campañas son pocas para poner de manifiesto algo que debe terminar, la violencia contra la mujer. Esperemos que a continuación o a la vez desaparezca toda forma de violencia también contra los niños, los hombres y los animales

Dedicaremos un post monográfico a las lesiones psicológicas de la violencia machista pero adelantamos el contenido con este video subtitulado en español de una conferencia de Roxanne Gay, una escritora y activista norteamericana que sufrió una violación en grupo y que empleó la comida (alcanzó los 261 Kg) para calmar el infinito dolor que un grupo de hombres le creó de una manera cruel y arbitraria cuando tenía solo 12 años. Afortunadamente su inteligencia e ironía le han ayudado también a salir adelante.

No hay comentarios:


Estadisticas web
Mi foto
Iquique, Primera Región, provincia de Tarapacá., Chile