DISCURSO ANTE LA TUMBA DE MARX (fragmento)
Friederich Engels - 1863
"Así como Darwin descubrió "la evolución por selección natural", Marx ha descubierto "las leyes del desarrollo de la historia". Sencillamente, el hecho (oculto hasta ahora por la ideología) de que los seres humanos necesitamos comer, beber, tener un techo y vestirnos antes de poder dedicarnos a hacer política, cultivar las ciencias, las bellas artes o la religión..."
Friederich Engels - 1863
"Así como Darwin descubrió "la evolución por selección natural", Marx ha descubierto "las leyes del desarrollo de la historia". Sencillamente, el hecho (oculto hasta ahora por la ideología) de que los seres humanos necesitamos comer, beber, tener un techo y vestirnos antes de poder dedicarnos a hacer política, cultivar las ciencias, las bellas artes o la religión..."
El
14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, el más grande
pensador viviente dejó de pensar. Había sido dejado solo por apenas dos
minutos, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su
sillón, pero para siempre.
Una inconmensurable pérdida para el proletariado militante de Europa y América, y para la ciencia histórica, ha de perdurar con la muerte de este hombre. El vacío que ha abierto la partida de este gran espíritu se hará sentir muy pronto.
Así como Darwin descubrió "la evolución por selección natural", Marx ha descubierto "las leyes del desarrollo de la historia". Sencillamente, el hecho (oculto hasta ahora por la ideología) de que los seres humanos necesitamos comer, beber, tener un techo y vestirnos antes de poder dedicarnos a hacer política, cultivar las ciencias, las bellas artes o la religión, etc.; de que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, el grado de desarrollo económico objetivo por un pueblo dado o durante una época dada, forma la base sobre la cual las instituciones estatales, las concepciones jurídicas, el arte e incluso las ideas sobre religión, del pueblo en cuestión, se han desarrollado, y a la luz de las cuáles deben, por lo tanto, ser explicadas, en vez de al revés, como había sido el caso hasta entonces.
Pero esto no es todo. Marx también descubrió la ley especial del movimiento que gobierna el actual modo capitalista de producción, y la sociedad burguesa que este modo de producción ha creado. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto el problema, que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían estado tratando de resolver vagando en la oscuridad.
Dos descubrimientos como éstos serían suficientes para una vida. Feliz aquel a quien sea concedido hacer aunque sea tan solo un descubrimiento así. Pero en cada campo singular en el cual Marx investigó -e investigó en muchos campos, ninguno de ellos superficialmente-, en cada campo, aún en el de las matemáticas, hizo descubrimientos originales.
Tal era el hombre de ciencia. Pero esto no era aún ni la mitad del hombre. Para Marx, la ciencia era una fuerza revolucionaria históricamente dinámica. Por grandioso que fuese el goce con el que recibiera un nuevo descubrimiento hecho en alguna ciencia teórica cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse en modo alguno, él experimentaba otra especie de goce cuando el descubrimiento implicaba cambios revolucionarios inmediatos en la industria y en el desarrollo histórico en general. Por ejemplo, él seguía de cerca el desarrollo de los descubrimientos realizados en el cambio de la electricidad, y recientemente los de Marcel Deprez [1].
Pues Marx era, ante todo, un revolucionario. Su misión real en la vida era contribuir de una forma u otra al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones estatales por ella creada, contribuir a la liberación del proletariado moderno, a quién él fue el primero en hacer consciente de su propia posición y necesidades, consciente de las condiciones de su emancipación.
La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos. Su trabajo en la primera Gaceta Renana (1842), Vorwärts [2] de París (1844), La Gaceta Alemana de Bruselas (1847), La Nueva Gaceta Renana (1848-1849), el New York Tribune (1852 a 1861), a todo lo que hay que añadir muchísimos folletos militantes, el trabajo en las organizaciones de París, Bruselas y Londres, y finalmente, como coronación, la formación de la gran Asociación Internacional de Trabajadores [la Iº Internacional] -que era, en verdad, una obra de la que su autor podía estar orgulloso, aun si no hubiese hecho nada más.
Y, consecuentemente, Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Los gobiernos, tanto absolutistas como republicanos, lo deportaron de sus territorios. La burguesía, tanto la conservadora como la ultrademocrática, competía una con otra en lanzarle difamaciones. Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran telas de araña, ignorándolo, sólo contestando cuando la necesidad extrema lo exigía. Y murió querido, venerado y llorado, por millones de compañeros obreros revolucionarios -desde la minas de Siberia hasta California, en todas partes de América y Europa-, y puedo atreverme a decir que aunque pudo haber tenido muchos oponentes, difícilmente tuvo un solo enemigo personal.
Su nombre perdurará a través de los siglos, así como su obra.
Federico Engels
[1] Marcel Deprez (1843-1918): Ingeniero eléctrico francés, desarrolló los primeros experimentos para conducir energía eléctrica sobre largas distancias.
[2] En español, Adelante. Era publicado en alemán.
Una inconmensurable pérdida para el proletariado militante de Europa y América, y para la ciencia histórica, ha de perdurar con la muerte de este hombre. El vacío que ha abierto la partida de este gran espíritu se hará sentir muy pronto.
Así como Darwin descubrió "la evolución por selección natural", Marx ha descubierto "las leyes del desarrollo de la historia". Sencillamente, el hecho (oculto hasta ahora por la ideología) de que los seres humanos necesitamos comer, beber, tener un techo y vestirnos antes de poder dedicarnos a hacer política, cultivar las ciencias, las bellas artes o la religión, etc.; de que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, el grado de desarrollo económico objetivo por un pueblo dado o durante una época dada, forma la base sobre la cual las instituciones estatales, las concepciones jurídicas, el arte e incluso las ideas sobre religión, del pueblo en cuestión, se han desarrollado, y a la luz de las cuáles deben, por lo tanto, ser explicadas, en vez de al revés, como había sido el caso hasta entonces.
Pero esto no es todo. Marx también descubrió la ley especial del movimiento que gobierna el actual modo capitalista de producción, y la sociedad burguesa que este modo de producción ha creado. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto el problema, que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían estado tratando de resolver vagando en la oscuridad.
Dos descubrimientos como éstos serían suficientes para una vida. Feliz aquel a quien sea concedido hacer aunque sea tan solo un descubrimiento así. Pero en cada campo singular en el cual Marx investigó -e investigó en muchos campos, ninguno de ellos superficialmente-, en cada campo, aún en el de las matemáticas, hizo descubrimientos originales.
Tal era el hombre de ciencia. Pero esto no era aún ni la mitad del hombre. Para Marx, la ciencia era una fuerza revolucionaria históricamente dinámica. Por grandioso que fuese el goce con el que recibiera un nuevo descubrimiento hecho en alguna ciencia teórica cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse en modo alguno, él experimentaba otra especie de goce cuando el descubrimiento implicaba cambios revolucionarios inmediatos en la industria y en el desarrollo histórico en general. Por ejemplo, él seguía de cerca el desarrollo de los descubrimientos realizados en el cambio de la electricidad, y recientemente los de Marcel Deprez [1].
Pues Marx era, ante todo, un revolucionario. Su misión real en la vida era contribuir de una forma u otra al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones estatales por ella creada, contribuir a la liberación del proletariado moderno, a quién él fue el primero en hacer consciente de su propia posición y necesidades, consciente de las condiciones de su emancipación.
La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos. Su trabajo en la primera Gaceta Renana (1842), Vorwärts [2] de París (1844), La Gaceta Alemana de Bruselas (1847), La Nueva Gaceta Renana (1848-1849), el New York Tribune (1852 a 1861), a todo lo que hay que añadir muchísimos folletos militantes, el trabajo en las organizaciones de París, Bruselas y Londres, y finalmente, como coronación, la formación de la gran Asociación Internacional de Trabajadores [la Iº Internacional] -que era, en verdad, una obra de la que su autor podía estar orgulloso, aun si no hubiese hecho nada más.
Y, consecuentemente, Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Los gobiernos, tanto absolutistas como republicanos, lo deportaron de sus territorios. La burguesía, tanto la conservadora como la ultrademocrática, competía una con otra en lanzarle difamaciones. Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran telas de araña, ignorándolo, sólo contestando cuando la necesidad extrema lo exigía. Y murió querido, venerado y llorado, por millones de compañeros obreros revolucionarios -desde la minas de Siberia hasta California, en todas partes de América y Europa-, y puedo atreverme a decir que aunque pudo haber tenido muchos oponentes, difícilmente tuvo un solo enemigo personal.
Su nombre perdurará a través de los siglos, así como su obra.
Federico Engels
[1] Marcel Deprez (1843-1918): Ingeniero eléctrico francés, desarrolló los primeros experimentos para conducir energía eléctrica sobre largas distancias.
[2] En español, Adelante. Era publicado en alemán.
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