Exclusivo: Habla la viuda del lautarista Ariel Antonioletti, a 18 años de su muerte
“Juan Carvajal es un delator y merece una funa”
Andrea Osorio rompe el silencio y se refiere por primera vez a la muerte de su pareja, abatido por la policía de un balazo entre ceja y ceja, en la residencia del actual jefe de comunicaciones del Gobierno. Dice que, por su experiencia, Carvajal pudo hacer otra cosa y que no era primera vez que escondía gente. Además, cuenta cómo Belisario Velasco hizo gestiones para sacarla a ella del país. Por Miguel Paz
VICTOR COFRÉ: La trampa (Historia de una infiltración)
https://books.google.cl/books?id=eJlxCgAAQBAJ&pg=PT5&source=gbs_toc_r&cad=3#v=onepage&q&f=false
https://books.google.cl/books/about/La_trampa_Historia_de_una_infiltraci%C3%B3n.html?id=eJlxCgAAQBAJ&redir_esc=y
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“Él tuvo otras opciones”, dice Andrea Osorio. La viuda de Ariel Antonioletti, el lautarista que murió el 16 de noviembre de 1990 en la casa de Juan Carvajal Trigo en la Villa Japón, emite esta frase varias veces. A casi dos décadas del hecho, sigue interrogándose sobre el por qué alguien acepta esconder en su casa a un hombre fugado y luego lo deja a su suerte para morir, cuando tiene otras opciones, como decirle que se vaya de ahí. Y repite: “Él tuvo otras opciones”.
La mujer tiene treinta y tantos años. Habla suave. Sin alzar la voz. Incluso cuando parece decir cosas fuertes. Viste jeans azules y una polera negra. Es una tarde inusualmente helada para la época del año y por eso dice que tiene frío. Con la misma calma, hilvana las palabras con las que por primera vez cuenta públicamente su historia junto a Antonioletti, sentenciando que para ella “Juan Carvajal es un delator. Un tipo que se merece una funa. Que se merece ser desenmascarado porque no tiene ninguna ética para ejercer un cargo público desde el punto de vista de un Estado de Derecho”.
Es 14 de noviembre de 2008. Hoy se cumplen 18 años de la última vez que Andrea Osorio vio a su pareja durante una visita en la Cárcel Pública. De allí, Antonioletti salió engrillado para ser atendido en el Hospital Sótero del Río con la promesa de volver al penal a las tres de la tarde. En vez de eso, fue “rescatado” a sangre y fuego por un grupo del movimiento Lautaro. La próxima vez que lo vio, él estaba sin vida. Aquí Andrea Osorio reconstruye con sus recuerdos lo que pasó.
Es el miércoles 14 de noviembre de 1990. Una mujer ingresa de visita a la Cárcel Pública y busca con los ojos al hombre que la espera. Andrea y Ariel se conocen desde que son niños, vecinos, y ambos participaban en el movimiento secundario organizado para resistir a Pinochet. Han pasado muchas cosas juntos. De partida, ambos son militantes del movimiento de extrema izquierda Lautaro, y entre las estadías en la cárcel y separaciones por la clandestinidad, llevan casi tres años como pareja.
Un año antes, en octubre de 1989, son detenidos por la CNI en La Serena. Antonioletti está procesado por el asesinato de un cabo de Carabineros y por su participación en el ataque a una multitienda de calle San Diego, donde cae abatido otro policía. El país está preparándose para las elecciones presidenciales de diciembre, mientras ellos son trasladados a Santiago. Ella va a un recinto de calle Santo Domingo. Él, a la Cárcel Pública. En junio de 1990 Andrea sale en libertad condicional y comienza a visitar a Ariel en el penal. Han decidido tener un hijo.
“Ariel quería mucho ser papá. Tenía una sensación de que el paso por la vida era rápido y había que apurarse en dejar descendencia. Y optamos por tener un hijo”. Pero aquella mañana del 14 de noviembre ninguno de los dos aún sabe que en el vientre de Andrea crece Matías, quien no conocerá a su padre, y que hoy está próximo a cumplir la mayoría de edad. Ariel y Andrea conversan de las cosas que conversan los enamorados: de los sueños y del futuro que parece escaparse. Además hablan “mucho de situaciones hipotéticas: ¿y si pasara algo? ¿y si me sacaran? ¿si me matan? A Ariel se le apretaba la guata, pero también era lindo verlo con la fantasía de escaparse”, cuenta Andrea, asegurando que no tenía antecedentes de la fuga que se estaba fraguando, aunque “habían cosas en el ambiente que avisaban que algo podría pasar”.
Se despiden. Antonioletti debe visitar al oculista en el Hospital Sótero del Río en Puente Alto. Escoltado por gendarmes parte con la promesa de volver. Ella lo espera. En el recinto de salud una funcionaria de delantal blanco hace una seña. Sus compañeros de las “Fuerzas Revolucionarias y Populares Lautaro” abren fuego.
En la operación de fuga de Ariel Antonioletti mueren asesinados cuatro gendarmes y un carabinero. También resultan heridos algunos miembros del comando lautarista. La situación obliga al grupo a usar las casas de seguridad previstas para esconder a Antonioletti, como hospitales de campaña. Surge la necesidad de una “variante operativa”.
Uno de los lautaristas decide pedirle a su prima que reciba al fugado, quien entonces tenía 22 años, sin darle mayores detalles que los necesarios: es “un compañero que necesita ayuda”, recuerda hoy uno de los integrantes del grupo. La prima es la ex esposa de Juan Carvajal, quien por entonces es editor internacional de Fortín Mapocho y vive junto a su familia en una casa de un piso ubicada detrás de la Villa Japón, en la zona poniente de la capital. “Hasta donde yo sé –dice Andrea Osorio- ella lo conversa con su marido y él accede. No era primera vez que él prestaba su casa para guardar a alguien. Lo había hecho en otras ocasiones”.
La pareja de Antonioletti se entera de la noticia de la fuga por la radio. Aún está en la Cárcel Pública. Sale del recinto penitenciario y se da cuenta que tiene seguimiento policial: “En mi casa, en la de mis suegros, las de los amigos. Se arma un dispositivo de control férreo”. Siente miedo por lo que le pueda pasar a Antonioletti. “Si Ariel salía vivo iba a ser un mal antecedente para las fuerzas policiales de este país. Sentía que lo iban a buscar con toda la furia. Por un lado está el susto de lo que fuera a pasar, por otro lado, era la opción de Ariel”.
“Cuestión siniestra”
Entre los nervios y la preocupación, transcurre un largo y caluroso día de primavera. De lo único que se habla en los noticieros es del peligroso lautarista fugado. Se despliega un gran operativo policial para dar con su paradero. En una pequeña vivienda, detrás de la Villa Japón, las cosas están por cambiar.
“Carvajal sabía que estaba ayudando a alguien que necesitaba la casa pero no sabía específicamente quién era hasta ese momento. Cuando él llega a la casa y ve a Ariel, lo reconoce porque ellos se conocían de una vez que se vieron en el Fortín Mapocho por otras razones. Ahí Carvajal le toma el peso a la situación y le queda claro a quien tiene en su casa. Entonces las opciones son dos: una, que se caga de susto, y la otra es que se da cuenta lo que tiene en las manos en términos de la recompensa producto de la delación. De ahí para delante la cuestión es siniestra porque se da una situación de precariedad para el Ariel. El tipo encierra a su familia en una pieza sin explicarles nada, se ponen debajo de la cama y dejan a Ariel en el living a su suerte”.
Enterado de que el joven que tiene en su casa es el extremista que busca la policía, Carvajal, según las declaraciones judiciales de los involucrados, se reúne con Ricardo Solari, subsecretario de la Secretaría General de la Presidencia, y le explica la situación. Ambos son viejos conocidos: luego del Golpe de Estado del 73’, Carvajal parte al exilio a la República Democrática de Alemania Oriental (RDA), al igual que la actual Presidenta Michelle Bachelet, y posteriormente se vincula con la “dirección de los pantalones cortos” del PS, conocida así por la temprana edad de quienes en 1975 reemplazaron a la dirección interior, barrida por la DINA, y en la cual Solari juega un importante rol.
Solari recuerda hoy que derivó el tema al subsecretario del Interior, Belisario Velasco, quien más tarde sostendrá un duro gallito con los socialistas de “La Oficina” por la hegemonía de la Inteligencia civil del gobierno. Velasco recibe la información y envía un contingente de la Brigada Investigadora de Asaltos de la Policía de Investigaciones hasta el domicilio de Carvajal para detener a Antonioletti. “La cantidad de policías era a lo menos cincuenta y en esa casa estaban solamente Ariel, y este tipo con su familia escondidos bajo la cama de su pieza”, dice Andrea Osorio.
"Otras opciones"
“Ahí viene todo el montaje de los detectives diciendo que hubo un tiroteo, que Ariel se defiende, que usa unas balas dum dum, las que se supone explotan. Pero los diversos peritajes han demostrado que es imposible que haya habido algún tipo de enfrentamiento: las entradas y salidas de las balas no corresponden a lo que ellos relatan, los vecinos cuentan cómo se empezó a armar el cerco desde antes. Si se ve científicamente, a través de peritajes balísticos y de la autopsia, no aguanta mucho la supuesta historia de Ariel luchando contra cincuenta para defender su vida. Es inverosímil. El antecedente clave es que Ariel tiene un solo tiro, entre ceja y ceja. ¿En un tiroteo con el nivel de fuego cruzado que ellos relatan, lo matan de un tiro entre ceja y ceja? Eso es de una efectividad increíble, porque con tantos disparos supuestos era para que Ariel quedara como un colador”, cuenta Osorio.
-¿Conoció a Carvajal?
-No.
-¿Nunca intentó buscarlo para preguntarle por lo que pasó?
-No.
-¿Responsabiliza a Carvajal de la muerte de su pareja?
-O sea, yo creo que Juan Carvajal es un delator. Es un delator, un tipo que se merece una funa. Que se merece ser desenmascarado porque no tiene ninguna ética para ejercer un cargo público desde el punto de vista de un Estado de Derecho. Ariel tenía 22 años. O sea, siguiendo su teoría de que no sabe qué estaba sucediendo y que lo hacen leso, Carvajal en algún momento pudo tener un acto de humanidad y haberle avisado, decirle qué estaba pasando, o haberle pedido a la persona que lo llevó a su casa que se lo llevara. Porque si yo, que tenía 18 años en ese momento, me doy cuenta que si lo encuentran lo matan, claramente un profesional, periodista, con una capacidad de leer la realidad del país, entiende que no lo van a ir a tomar detenido para pedirle declaraciones. El tipo sabía claramente que estaba entregando a Ariel para que lo mataran, aunque tuvo otras opciones.
-¿Cuál habría sido el móvil para hacer eso?
-Yo creo que fue su recompensa. Fue su gran muestra de lealtad a la Concertación porque él demostró ahí lo que era capaz de ofrecer. Él tuvo otras opciones: es normal que si no estás militando te de susto y digas oye, tengo familia, tengo hijos, te doy un par de horas para irte. Yo estuve clandestina y en algunos casos me lo pidieron: busca donde irte, tengo niños, tengo susto, porque cuando salen las cosas en la tele es normal ese miedo.
-¿Por qué dice eso?
-Porque por muy improvisada que haya sido la casa de seguridad, tú no dejas a cualquiera a cargo de un compañero que sabes que lo van a estar buscando por cielo mar y tierra. Si le vas a pedir a un tipo que guarde a alguien es porque Carvajal había guardado gente antes. ¡Es que muchas veces guardó gente y prestó la casa en dictadura! No es que no supiera en qué se estaba metiendo.
El doble exilio
La madrugada del 16 de noviembre de 1990 Antonioletti es trasladado a la Posta 4, donde llega muerto. A eso de las dos de la mañana el teléfono suena en la casa de Ana María Antonioletti, mamá de Ariel. Ella se comunica con su nuera. “Partimos al instituto medico legal para reconocer el cuerpo”, recuerda Andrea. Luego, el velorio en la casa de Ana María Antonioletti. Mucha gente. Las situaciones se mezclan. Son "como días nublados: la incertidumbre misma junto a esta sensación de estar controlada todo el tiempo. Había que estar preocupada todo el rato de ver qué gente llegaba y luego en el cementerio fue súper agresivo: la cantidad de pacos que había, la cantidad de control. Te queda la sensación de que no tuviste siquiera ese momento de intimidad para despedirte”.
La pareja de Antonioletti tampoco tiene tiempo para el duelo. El gobierno de Aylwin lanza un requerimiento general en contra del Lautaro y la Corte designa al ministro Alfredo Pfeiffer para investigar. “Después del asesinato del Ariel nos volvieron a encargar reos a los mismos que habíamos estado presos y salió una orden de arresto. Ninguno de los que estábamos afuera se presentó al arresto. Ahí empezó mi pega de esconderme, de no caer presa de nuevo. Mi bandera de lucha era que el Matías no naciera en la cárcel”, relata.
Andrea Osorio vive clandestina en Chile durante siete meses. En junio de 1991 sale del país en dirección a Venezuela, debido a gestiones de "Belisario Velasco, el director de Investigaciones Horacio Toro y Luis Toro, el abogado del ministerio del Interior. Luis Toro es quien viaja a Argentina y me gestiona la visa con la preocupación no sé si de sacarse el cachito, no sé si de sacarse la culpa, pero claramente ahí esas actitudes te demuestran que hay una sensación de que se fueron al chancho. Ellos tratan de dar muestras humanas, de culpa, como reconociendo que fue un abuso. Ellos saben la injusticia y la crueldad que tuvieron con Ariel, independiente de lo que representara”.
Carvajal hace lo propio. Temiendo por su vida, según le confesará más tarde a un profesional que trabajó con él en La Moneda, se radica en Costa Rica. En ese país, dicen cercanos al profesional, labora para la esposa del presidente Rafael Calderón Fournier hasta 1994, año en que regresa a Chile y se integra a la Secocu en el gobierno de Eduardo Frei.
Andrea Osorio regresa a Chile en 1997, tres años después. Como tiene una orden de detención pendiente es apresada en el aeropuerto. Pero antes le cuenta a su hijo Matías que van a llegar a Chile y él va a tener que quedarse con la mamá de ella por un tiempo porque "tengo un tema pendiente". "Ahí, Matías me dice: aaaah, o sea que mi papá no murió en un accidente. Solito hizo la conexión: a mi papá lo mataron. Esa fue su primera información. Y luego como estuve presa una semana, empezó a conectarse rápidamente con su historia, pero la verdad es que mi intención siempre fue contarle en la medida que fuera preguntando y preparándolo para procesar la información. Hoy día tiene 17 años y está súper claro de la situación”.
"No me interesa hablar con Carvajal"
Con 55 años, de filiación socialista, y conocido como el asesor de mayor confianza de la Presidenta Bachelet, Juan Carvajal hoy es el jefe de comunicaciones del Gobierno. Se niega a hablar del caso Antonioletti. "No hago comentarios", dice.
-¿Qué le parece el cargo que tiene Carvajal en la actualidad?
-¿Por qué Bachelet lo tiene ahí? La relación con Carvajal políticamente no es algo que te sirva para enorgullecerte. Algo debe haber pasado, sabiendo las implicancias que puede tener que le enrostren que tiene un traidor, un delator metido ahí en La Moneda.
-¿Usted puede perdonar?
-….
-¿Se lo ha preguntado alguna vez?
-No.
-¿Si viera a Juan Carvajal hoy que le diría?
-Sabes qué me pasa, es que esa clase de gente está en otra categoría. No entra en la categoría de ser humano para negociar, para hablar, ni siquiera para ir a pedirle explicaciones. No me interesa. No he pensado nunca en qué le diría, qué le podría decir. Nada. Me encantaría participar de una funa, de molestarlo, de irritarlo, es todo lo que me nace. En lo absoluto me interesaría conversar con él o pensaría en un diálogo.
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EL ARTICULO DE "LA TERCERA"
12 de enero del 2006
Juan Carvajal, el desconocido hombre de confianza de Bachelet
Uno de los episodios complejos en la vida del periodista Juan Carvajal fue cuando en 1990 en su casa balearon al lautarista Ariel Antonioletti A diferencia de varios estrategas del comando de Bachelet, el periodista mantiene estrechos lazos de amistad con la candidata derivados de su temprana militancia conjunta en la Juventud Socialista y de su común exilio en Alemania Oriental. También ha trabajado con Pablo Halpern y Sergio Bitar.
Por Gloria Faúndez y Paula Canales.
En el último debate televisivo en Espacio Riesco, Michelle Bachelet permitió el ingreso a su camarín a un selecto grupo de asesores. Allí estaban sus estrategas comunicacionales Pablo Halpern y Ricardo Solari, y su amiga personal María Angélica Alvarez. Junto a ellos también estaba Juan Carvajal, un nombre que ha tenido escasa figuración pública, pero que ha cumplido un rol relevante en la campaña y, según fuentes del comando, es una de las posibles cartas para encabezar la Dirección de Comunicación y Cultura si es que Bachelet llegase a La Moneda.
Carvajal, periodista de 53 años y militante PS, tiene un vínculo personal con la candidata, a quien conoce desde la década de los 70, cuando ambos militaban en la Juventud Socialista. También coincidieron durante el exilio en Alemania Oriental.
Ingreso al comando
Carvajal se hizo habitual en el comando de General del Canto durante la segunda vuelta. A mediados de diciembre dejó la jefatura de Comunicaciones del Ministerio de Educación, donde se transformó en uno de los hombres fuertes del ex ministro Sergio Bitar, y desembarcó a tiempo completo en la sede central del equipo bacheletista. Bitar posee una muy buena opinión del desempeño de Carvajal en su cartera.
Antes de ello, Carvajal oficiaba como integrante externo del llamado petit comité. Todos los días -a las 8 horas- llegaba al comando para integrarse a la reunión de pauta que encabezaba Ricardo Solari y de allí partía a cumplir sus funciones en el Mineduc.
Reencuentro en Alemania Oriental
El inicio de la vida política de Carvajal se cruza permanentemente con el de Bachelet. Ambos ingresaron a la Juventud Socialista en los 70 y, al producirse el golpe militar, frecuentaban los mismos contactos. Uno de ellos era el dirigente Jaime López, quien en esa época era pololo de Bachelet.
El periodista fue uno de los dirigentes de la JS - junto a Jaime Solari, hermano de Ricardo, y Carlos González, entre otros- que cayó en manos de la Dina por la información proporcionada por López a los servicios de seguridad de Pinochet. Carvajal fue trasladado a Villa Grimaldi y otros centros de tortura.
La vida de ambos volvió a cruzarse en Alemania Oriental, donde coincidieron a fines de los '70. Mientras Bachelet estudiaba alemán e intentaba retomar sus estudios de Medicina, Carvajal estudió Periodismo y trabajó en la radio Berlín Internacional, además de integrar la comisión ideológica del PS, que era una rama de la comisión política del partido y muy cercana a Clodomiro Almeyda. No se veían muy a menudo, pero eran parte de la pequeña comunidad de jóvenes chilenos socialistas que se asentaron en ese país europeo.
Quienes conocen a Carvajal señalan que su paso por Berlín radicalizó su visión respecto de la lucha contra Augusto Pinochet. Al punto que en 1984 fue marginado de las filas del PS junto a Gustavo Ruz y Robinson Pérez por apoyar la vía de las armas para derrocar al régimen militar.
Con los años, reingresaría a la colectividad que hoy preside Ricardo Núñez.
Complejo episodio
Uno de los episodios complicados en la vida de Carvajal fue la situación que le tocó vivir cuando en 1990 en su casa fue baleado el lautarista Ariel Antonioletti.
Luego de estos hechos, abandonó Chile y se radicó por casi tres años en Costa Rica.
A su regreso en 1994, durante el gobierno de Eduardo Frei, Carvajal llegó a trabajar la Secocu, en el departamento de asesoría ministerial, cuando la encabezaba Pablo Halpern, actual asesor de Bachelet.
Cercanos a Halpern señalan que éste posee una muy buena opinión de Carvajal, ya que mientras el entonces jefe de la Secocu se encargó de la imagen de Frei, el periodista del PS abordó, con éxito, una serie de conflictos ministeriales como el cierre de la mina de Lota.
En el gobierno de Lagos se mantuvo trabajando en la Secocu, pero esta vez, específicamente, como asesor externo de Salud. Fue en ese trabajo cuando se reencontró con Bachelet, quien había sido designada por Lagos como ministra de Salud. Días después de llegar a esta cartera, el periodista actuó como asesor externo en la crisis por las colas en los consultorios.
El traumático episodio de Antonioletti
Uno de los capítulos desconocidos y polémicos en la trayectoria de Juan Carvajal es el episodio que terminó con la muerte del lautarista Marco Ariel Antonioletti, involucrado en graves hechos de sangre.
La mañana del 16 de noviembre de 1990, Antonioletti, quien dos días antes había sido rescatado por un comando lautarista desde el Hospital Sótero del Río, llegó -sin que él supiera- a la casa de Juan Carvajal, ubicada en Las Rejas Sur, para esconderse.
El joven de 22 años se había convertido en el hombre más buscado por la Policía, luego que protagonizara una bullada fuga, donde murieron cuatro gendarmes y un carabinero. En el enfrentamiento también resultó gravemente herida la lautarista Marcela Rodríguez.
La versión de Carvajal en aquella oportunidad fue que Rodrigo Andrade, primo de su esposa, Adriana Galleguillos, le pidió esa mañana del 16 que recibiera a "un amigo que venía del sur".
Esa misma mañana, tras ir a trabajar vio las fotos donde reconoció que el joven que había llegado a su domicilo era Antonioletti. En su declaración judicial de la época, Carvajal afirmó que "ese mismo día me dirigí, ante esta situación, a La Moneda para conversar con mi viejo amigo, el subsecretario Ricardo Solari... Luego de conversar algunas cosas formales fuimos a almorzar y en el curso de la conversación le planteé la dramática situación que estaba enfrentando, él me dijo lo terrible que era el cuadro y que debíamos dirigirnos a La Moneda para encontrar solución rápida a este problema".
Sin embargo, en esa época Carvajal señaló que la información sobre el paradero del lautarista la había entregado Andrade, quien había sido detenido antes del ingreso de Investigaciones a su casa.
Según admiten autoridades de la época, tras el mensaje de Carvajal, Solari tomó contacto con Enrique Krauss y Belisario Velasco, ministro y subsecretario del Interior de la época, respectivamente. Los tres sostuvieron una reunión de emergencia junto al número dos de la policía civil, Mario Mengozzi, a cargo de la Brigada de Asalto.
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