Elecciones regionales en Venezuela. James Petras
Los principales periódicos, canales de televisión y funcionarios del gobierno de Estados Unidos llevan dos años afirmando que el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), fundado por el fallecido Hugo Chávez, se ha convertido en un partido marginal, apoyado solo por los empleados públicos y los chavistas más duros. El gobierno estadounidense, bajo las presidencias de Obama y Trump, ha respaldado las actuaciones de las bandas de manifestantes violentos que han arrasado las calles, considerándolas “representantes democráticos” de la voluntad de los votantes. El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, un veterano perro faldero de Washington, despotricó contra el presidente Nicolás Maduro, calificándole de dictador y reclamando abiertamente que el pueblo venezolano y los gobiernos vecinos se unieran para destituirlo, incluso mediante la violencia. El presidente Trump impuso sanciones económicas brutales para estrangular la economía y aseguró el apoyo de Washington a la oposición de derechas, la autodenominada Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
La MUD aprovechó la crisis económica a la que se enfrenta el país por la caída pronunciada de precios de su principal producto de exportación, el petróleo, para dedicarse durante tres años a atacar al gobierno y a movilizar a sus simpatizantes a través de la violencia callejera y a realizar maniobras parlamentarias con el fin de paralizar el programa socioeconómico del gobierno. Servicios públicos vitales, como las centrales eléctricas, han sido objeto de sabotaje por parte de la MUD, llegando incluso al asesinato de empleados públicos como policías y bomberos.
Por otro lado, la Mesa de la Unidad Democrática rechazó la propuesta de negociaciones de paz formulada por el gobierno. El presidente Maduro solicitó entablar un diálogo con Estados Unidos, patrocinador de la MUD, pero el presidente Trump le contestó con sus habituales bravatas y amenazas de intervención violenta.
El bloqueo económico y la caída de los precios del petróleo tuvieron consecuencias desastrosas, provocando una inflación de tres dígitos en el país. Se incrementó la escasez de alimentos, que produjo largas colas y quejas razonables de los consumidores. Como resultado, la coalición opositora ganó las elecciones legislativas al Congreso de 2015 e inmediatamente intentó la destitución del presidente Maduro. En lugar de utilizar su mandato electoral para gobernar y abordar los problemas del país, se concentró en provocar un “cambio de régimen”. Esta monomanía provocó la insatisfacción del electorado con la MUD y el PSUV ganó las elecciones regionales de octubre de 2017 con un amplio margen, contradiciendo las esperanzas, predicciones, amenazas y sanciones de Washington,.
La oposición sufrió una derrota decisiva. Más de mil observadores internacionales independientes supervisaron las elecciones y los procedimientos de votación y declararon que fueron la libre y válida expresión de la voluntad ciudadana. A pesar de esto, la oposición rechazó los resultados de inmediato. Como era de prever, toda la prensa de EE.UU. y la UE enfocó a Caracas y denunció el “fraude”, reproduciendo las furibundas declaraciones de los políticos derechistas de EE.UU., la OEA y Europa. No vieron la necesidad de argumentar sus afirmaciones con “pruebas”.
Lo cierto es que la mesa opositora sufrió una rotunda derrota, consiguiendo apenas el 39 por ciento de los votos y solo 5 de 23 gobiernos regionales. El PSUV, por su parte, incrementó su electorado del 44 por ciento de 2015 al 54 por ciento en octubre de 2017.
La verdadera incógnita, que nadie parece preguntarse, es cómo pudo el PSUV derrotar a la oposición, dado el enorme apoyo externo de esta y dada la crisis económica que atraviesa el país. ¿Por qué la oposición perdió 2,7 millones de votos en dos años, después de su tan cacareada victoria parlamentaria? ¿Cómo pudieron Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea no darse cuenta de esta tendencia y desperdiciar su dinero y su credibilidad?
Diez razones para el triunfo socialista y la derrota de la derecha
Para comprender las razones del triunfo socialista debemos analizar las fortalezas y debilidades de la Mesa para la Unidad Democrática.
1. El PSUV mantiene su núcleo leal y comprometido, a pesar de las penalidades que soportan las masas de Venezuela, gracias a los programas socioeconómicos a largo plazo y gran escala acometidos por los socialistas, que han mejorado el bienestar de los ciudadanos a lo largo de los últimos quince años.
2. Gran parte del electorado de renta baja temía que, una vez en el poder, la extrema derecha de la MUD diera marcha atrás a los avances sociales y restaurara la dominación de las élites que prevalecía en la época anterior a Chávez, con su correspondiente represión y marginación como clase.
3. Muchos votantes de centro-derecha de la MUD quedaron consternados por el respaldo a la violencia y el sabotaje de la coalición opositora, que produjo la destrucción de edificios públicos y negocios privados y paralizó el transporte público. Estas personas decidieron abstenerse o votar por el PSUV, como “partido de ley y orden”.
4. Muchos votantes independientes votaron al PSUV por considerarlo el mejor defensor de la soberanía venezolana. Estaban horrorizados por el respaldo de la coalición opositora (MUD) a las sanciones económicas y el bloqueo impuestos por Washington y por la amenaza brutal de intervención del presidente Trump para “forzar un cambio de régimen”.
5. Probablemente el factor más decisivo que explica el giro a la izquierda de muchos antiguos votantes de los partidos de la MUD sea la incapacidad mostrada por la oposición para ofrecer una alternativa positiva. Aparte de promover la violencia y desmantelar los programas sociales chavistas, la MUD carecía de programas concretos para abordar la actual crisis económica. Para los votantes de la MUD, era evidente que la insistencia constante en los “fallos” del PSUV no ofrecía salidas viables a la crisis.
6. La MUD no podía utilizar su mayoría electoral en el Congreso para obtener ayuda económica del extranjero que les permitiera proporcionar servicios sociales, o estructurar tratos comerciales o deuda. Washington estaba dispuesto a subsidiar la campaña de cambio violento de régimen pero no a apoyar ninguna propuesta de los congresistas de la oposición para las escuelas o el sistema de salud de Venezuela. La MUD estaba atrapada en un ciclo de auto-perpetuación, repitiendo lo que la gente ya sabía, pero sin propuestas serias para abordar los problemas cotidianos de esas personas.
7. La Mesa por la Unidad Democrática denigró constantemente la memoria del presidente Hugo Chávez, cuyo legado representa “la mejor de las épocas” para millones de venezolanos. Muchos votantes evocan la década de presidencia de Chávez: sus generosas políticas asistenciales, sus propios orígenes humildes, su coraje, su sentido del humor campechano y sus vínculos con el pueblo llano. Todo esto contrasta enormemente con la “mentalidad de Miami” de los dirigentes de la MUD, su servilismo al consumismo yanqui y al militarismo de Washington, y su acatamiento al elitismo cultural de la clase alta y desdén por la población mestiza de piel oscura.
8. Los diputados y las diputadas de la MUD dedicaron su tiempo en el Congreso a lanzar insultos políticos, cuando no estaban ocupados conspirando un cambio de régimen en los salones sifrinos* de clase alta que frecuenta la élite de Caracas. Han sido incapaces de articular cualquier solución realista que aborde los problemas cotidianos. Sus acusaciones de “dictadura” perdieron fuerza cuando obtuvieron la mayoría en el Congreso y no hicieron nada por el electorado.
9. Las iniciativas frustradas de la MUD para incitar un golpe militar entre los patrióticos oficiales del ejército venezolano alejaron a los demócrata-liberales moderados que, o bien se cambiaron de chaqueta para apoyar a la izquierda o, más probablemente, se abstuvieron en la elección de octubre.
10. Las iniciativas del presidente Maduro para lograr tratos comerciales e inversionistas favorables con Rusia, China e Irán hicieron pensar a los votantes que el gobierno estaba trabajando en alternativas factibles para salir de la crisis. Es posible que muchos votantes hayan confiado en la promesa de Maduro de acometer nuevas políticas y poner en marcha nuevos programas para reavivar la economía. Pero, lo que es más importante, los programas y perspectivas futuras del PSUV resultaban más atractivos que las previsibles denuncias de fraude electoral de la MUD; y casi dos tercios del electorado decidió participar en las elecciones de octubre. Las acusaciones de fraude solo funcionan con los seguidores más acérrimos de la MUD, que o bien se han abstenido, asegurando en último término la victoria de la izquierda, o bien han ido a votar, convirtiéndose por ello en “cómplices del fraude electoral” que han denunciado.
Conclusión: La Mesa para la Unidad Democrática ha perdido las elecciones regionales de octubre de 2017, menos de dos años después de ganar las elecciones legislativas, gracias a su demostrada incompetencia, su propensión a la violencia contra adversarios democráticos serios y su incapacidad para cumplir cualquier promesa programática.
El Partido Socialista Unificado de Venezuela ha ganado gracias al legado de Chávez así como a la decisión de muchos votantes centristas que prefirieron apoyar un pragmático “mal menor” antes que a una oposición violenta que representaba el caos. Son muchos los votantes desesperados por ver en marcha nuevas políticas que aborden los retos económicos a los que se enfrenta Venezuela. Y, por último, muchos venezolanos rechazan la presunción arrogante y descarada del presidente Trump y del presidente de la OEA, Luis Almagro, según la cual son ellos los que saben lo que es mejor para el pueblo de Venezuela, aunque eso suponga sangre en las calles.
Al final, el legado triunfal de la lucha de clases y la lucha nacional que emprendió Chávez tuvo más peso para el electorado que la impotencia negativa y caótica de una oposición servil. Los esfuerzos de los medios de comunicación venezolanos y estadounidenses por debilitar al gobierno fracasaron porque el pueblo respondió al mensaje socialista: la guerra económica promovida por EE.UU. y no la mala gestión del gobierno era la causa principal de su declive social y económico. Ellos habían experimentado más de una década de política exterior independiente y programas bolivarianos socialistas para poder compararlos con el caos de “cambio de régimen” prometido por Washington y la oposición.
La izquierda ha ganado la batalla por ahora, pero la guerra continúa.
Nota: * Pijo
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