viernes, 9 de diciembre de 2016

Vlado Mirosevic: un diputado tiene derecho a tener opinión; pero no a la ignorancia.


por Vlado Mirosevic 6 dic 2016

No soy parte de la generación que vibró –en su juventud– con Fidel y la revolución cubana. Por varias razones, Fidel está muy lejos de mí. No me siento parte de esa estética, de su lenguaje, ni mucho menos de su forma de gobierno. La mía es otra época. La que dejó atrás el lenguaje hostil contra la “democracia burguesa” y que justificaba cualquier atrocidad en pos de la dictadura del proletariado. La mía es otra época, una que dejó atrás la Guerra Fría, y que espera que siga siendo así.

Si bien respeto a aquellos que tuvieron esa épica, de loable finalidad de terminar con la corrupta dictadura de Batista por medio de un necesario movimiento de liberación nacional, no se me puede pedir que añore o alabe la figura de Castro 50 años después de su propia dictadura.

Soy parte de una época que valora la democracia y repudia todas las dictaduras. O al menos eso quiero creer. Un momento civilizatorio distinto, imperfecto, pero superior al anterior. Una época que exige más democracia y que, a pesar de los pesimismos que trae la ofensiva conservadora de la xenofobia y el proteccionismo, no podemos negar que hemos logrado ciertos consensos democráticos para convivir pacíficamente, bastante inéditos en la historia de la humanidad, aunque con nuevos retos que asoman.

La justicia social no merece ser excusa para dictaduras, tal como tampoco debe serlo el orden y el crecimiento económico, como algunos justifican la dictadura chilena. Lo cierto es que la justicia social puede ser conquistada en democracia. Por eso, soy un escéptico de las revoluciones del siglo XX. No comparto la revolución colectivista de Fidel, ni tampoco la revolución neoliberal de Milton Friedman, ambas producto del fanatismo y la ausencia de democracia.

Me cuesta creer que una dictadura pueda tener algo que enseñarnos a las democracias, con todo lo imperfecta de estas. Algunos me replican que Cuba tiene que enseñarnos los derechos sociales. Quizás haya un poco de cierto en el caso chileno, debido al fanatismo neoliberal y autoritario de nuestra Constitución. Sin embargo, el avance de los derechos sociales no puede ser sacrificando los derechos individuales y políticos, como sucede en Cuba. Por el contrario, las democracias más desarrolladas han demostrado que estas tres clases de Derechos Humanos son inseparables.

Así dan cuenta países como Dinamarca u Holanda, probables exponentes de este momento civilizatorio superior que menciono, donde los derechos sociales se han alcanzado en plena convivencia con los derechos individuales y políticos: países de los cuales debemos aprender mucho, por su inteligente y civilizada combinación de libertad e igualdad.

La justicia social no merece ser excusa para dictaduras, tal como tampoco debe serlo el orden y el crecimiento económico, como algunos justifican la dictadura chilena. Lo cierto es que la justicia social puede ser conquistada en democracia. Por eso, soy un escéptico de las revoluciones del siglo XX. No comparto la revolución colectivista de Fidel, ni tampoco la revolución neoliberal de Milton Friedman, ambas producto del fanatismo y la ausencia de democracia.

Por tus violaciones a los derechos humanos, por tu liderazgo militarista, por suceder el poder en tu hermano, por oprimir al pueblo cubano, Fidel, no te recordaré.
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Carta de Pía Figueroa V. 09 diciembre 2016

Estimado Vlado Mirosevic:

Comencé a escribir esta carta sin siquiera saber quién es usted, después de leer los comentarios que desató su columna “Fidel: no te recordaré”, me enteré que es diputado de la República. Eso cambia muchas cosas, asumo que es una persona con acceso a libros y cultura, con una educación que va más allá de lo que el oficialismo puede entregar.
Me dirijo a usted, buscando algunas respuestas.

Antes de exponer mis preguntas, pongámonos de acuerdo en algo: si hemos de comparar a Cuba con otro país, es necesario que sea con uno que tenga condiciones económicas, geográficas e históricas similares. Ya que es imposible generar una comparación de una isla en el caribe con un país desarrollado de Europa, por dos motivos: Cuba se independizó de España en 1895, casi comenzando el Siglo XX, es decir, sus riquezas naturales fueron saqueadas durante siglos, y segundo, Cuba ha sufrido durante más de 50 años la inclemencia del bloqueo económico comandado por Estados Unidos.

Quisiera contarle que a diferencia de usted yo sí recordaré al Comandante en Jefe Fidel Castro y su legado, aunque al igual que usted no viví la década de los 50’ cuando todo ocurrió. Sí vivo su legado, que me parece mucho más representativo para mi realidad y la de muchos chilenos y latinoamericanos, debido a que ellos y yo, sufrimos las inclemencias de la Dictadura del Consumo, disfrazada de Democracia.

Me parece un poco simple resumir el proceso revolucionario cubano a “es una dictadura y las dictaduras son malas”, existen distintos matices, usted habla que los derechos sociales no son justificación para una dictadura, y ahí discrepo. Creo fehacientemente en el bien común y en la necesidad que esto prime para alcanzar una sociedad justa y decente. En países como Holanda, Dinamarca o Noruega, los impuestos son muy altos y la gente los paga, entendiendo que es necesario hacerlo para que todos puedan acceder a salud, educación, vivienda, y básicamente obtener calidad de vida. Es una cosa cultural, claro está, estos países desarrollados llevan muchísimos años poniendo en práctica temas que aquí en Chile aún son discusión entre la Iglesia, el Estado y el tercer poder que es el empresariado.

El gran tema de su columna es la separación de los derechos sociales de los individuales y los económicos, ya que según usted éstos no pueden (ni deben) operar jerárquicamente. ¿Qué pasa en un país donde la importancia del bienestar personal sobrepasa el bien común? ¿Cómo se implementan esos derechos sociales en democracia sin que se tumbe de un bombardeo la buena intención? ¿Qué se hace con quién no está dispuesto a razonar y a compartir?

Usted podrá decir “ah, pero esa es la lógica de las dictaduras, deshacerse del que piensa distinto”, y en eso estoy de acuerdo con usted, pero –y aquí me juego el pellejo- ¿No vale más tener a todos los hijos medianamente alimentados que a uno con sobrepeso y a tres desnutridos?

Cuando hablamos de las libertades personales, yo me pregunto viendo nuestras poblaciones, qué hacemos con todos esos niños y jóvenes que “gozan” de su libertad de consumir drogas, de delinquir, de ser padres a temprana edad, ¿no sería mejor que alguien les hubiese puesto un freno? ¿No sería mejor para esos jóvenes que alguien les hubiese protegido, que alguien les hubiese quitado la tecnología que solo utilizaron para atrofiar sus cerebros, hipersexualizarse y desear un montón de objetos que les son negados por su condición de pobres? Ahora ya es muy tarde. ¿No sería mejor tener una educación universitaria que “derecho” a endeudamiento?

Cuando usted habla de Democracia y “consenso democrático” se refiere a la posibilidad de asistir a las urnas cada cuatro años, elegir a nuestros representantes, en Cuba eso también existe. Existen elecciones, la gente elige a sus representantes, es sabido que hay un partido único y que el proyecto político se mantiene, pero el poder lo tiene la gente, fíjese que en Cuba a diferencia de nuestro país, no se tortura sistemáticamente a sus etnias, ni se “apalea” a los estudiantes por exigir sus derechos, ni muere gente en los consultorios por no tener dinero para pagar, tampoco andan libres los asesinos porque pagaron fianza, en Cuba los castigos a los delincuentes son ejemplificadores, no sé si usted ha tenido el placer de conocer la isla, pero allí se puede caminar a la hora que usted desee por el centro de La Habana sin ser asaltado, robado, violado o maltratado.

Podría escribir un libro con todas las cosas bellas y buenas que tiene la revolución cubana y “la Dictadura” de Fidel, pero ya están escritos y lo invito a leerlos, si no queda conforme con eso, lo invito también a conocer la isla y a su gente, a no quedarse con la opinión de los “Balseros” (quienes arriesgaron su vida por el sueño americano, ya que les prometieron casa, salud y trabajo si llegaban nadando).
¿Tan mal le parecen todas estas cosas como para no darle una chance de recuerdo al precursor de todo esto?
Por la salud de calidad que aseguró a su pueblo y al mundo, la educación que ofreció a su pueblo y al mundo, la solidaridad con todos, su temple y valentía, yo si recordaré a Fidel.

Pía Figueroa Valdés

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