domingo, 4 de diciembre de 2016

María Emilia Tijoux y debate por migración: El fascismo saca sus fuerzas de los sectores más dolidos con el Estado

 
María Emilia Tijoux y debate por migración
El fascismo saca sus fuerzas de los sectores más dolidos con el Estado

En el marco de la discusión sobre la regulación migratoria, con una Ley de Migración que data de 1975, y tras los dichos de políticos y candidatos a la presidencia sobre la relación entre delincuencia e inmigrantes y la necesidad de una nueva política en este tema la socióloga María Emilia Tijoux, dice que “ellos lo hacen porque les da una mayor posibilidad de tener más votos en las elecciones” y que en la sociedad chilena “curiosamente encontramos que Machu Picchu es maravilloso, peleamos y hacemos filas para comer en restoranes peruanos, pero no queremos peruanos al lado de la casa”.
 
La polémica fue instalada en nuestro país cuando en una entrevista con un periódico nacional el ex Presidente y actual referente de la centro-derecha en Chile, Sebastián Piñera, indicó que “muchas de las bandas de delincuentes en Chile son de extranjeros”. Si bien su sector ya había mencionado frases así, que el ex mandatario emitiera estos juicios llevó la discusión a otro nivel, derivando en múltiples ataques verbales contra la idea de que Chile reciba a todos los inmigrantes con los brazos abiertos, y así, exigiendo una política más dura hacia los migrantes.

El fenómeno que implicó la campaña de Donald Trump, y las experiencias de los candidatos de derecha en Europa, hacen que la ciudadanía se pregunte si este pensamiento se extenderá a nuestro país, en especial por las reacciones efervescentes que generan estos discursos en los votantes, que tienen reacciones notorias ante quienes piden más “mano dura” en la política migratoria.

La académica de la Facultad de Ciencias Sociales María Emilia Tijoux, doctora en sociología quien ha trabajado con grupos de inmigrantes en Chile y el extranjero, advierte de los peligros que implican estos enunciados, dada la tendencia a ignorar los hechos y las cifras, y en especial por la capacidad de permear en la gente, a través del miedo a la diferencia y la rabia individualista que, a su juicio, “se veía venir y es una cosa peligrosísima amalgamar categorías, porque después se transforman en discursos que tienen efectos. Delincuencia e inmigración. Es lo mismo que cuando se amalgama pobreza con inmigración. Esos pares funcionan inmediatamente como un imaginario que tiene un efecto super potente en la gente sobre todo cuando la gente está viviendo sus propios problemas, tristezas, preocupaciones. Entonces, lo primero que pasa es que los culpables de lo que le ocurre a la gente son los inmigrantes: se dice que porque están acá no hay trabajo, ‘me dejó mi esposo’, ‘no tengo posibilidad de ir a un servicio público’, ‘me atienden mal en un consultorio’. Inmediatamente también tiene un efecto que se vincula con delincuencia”.

Es crítica de los candidatos que “señalan así, tranquilamente, que los inmigrantes, generalmente, son delincuentes. Hay un montón de problemas porque, primero, no es así. Las cifras demuestran que no es así. Es ínfima la cantidad de inmigrantes ligados con delitos, pero sí las cifras dicen que es más alta la cifra de delitos de los cuales son víctimas“, cifras respaldadas por múltiples organizaciones sociales y mediciones, sin embargo, lo que más le preocupa a la académica es que, “aunque se puedan repetir hasta el infinito esas cifras que no las manejan, que son desconocidas, el discurso tiene un efecto de todas maneras, porque se instala sobre algo que venía de antes”.
 
¿Qué opinión le merece la introducción de un discurso de políticos que puede considerarse rudo hacia los inmigrantes que se ha visto en las últimas semanas?
Se veía venir y es una cosa peligrosísima amalgamar categorías, porque después se transforman en discursos que tienen efectos. Delincuencia e inmigración. Es lo mismo que cuando se amalgama pobreza con inmigración. Esos pares funcionan inmediatamente como un imaginario que tiene un efecto super potente en la gente sobre todo cuando la gente está viviendo sus propios problemas, tristezas, preocupaciones. Entonces, lo primero que pasa es que los culpables de lo que le ocurre a la gente son los inmigrantes: se dice que porque están acá no hay trabajo, ‘me dejó mi esposo’, ‘no tengo posibilidad de ir a un servicio público’, ‘me atienden mal en un consultorio’. Inmediatamente también tiene un efecto que se vincula con delincuencia.
 
Y eso es lo que indican estas figuras políticas.
Un candidato señala así, tranquilamente, que los inmigrantes, generalmente, son delincuentes. Hay un montón de problemas porque, primero, no es así. Las cifras demuestran que no es así. Es ínfima la cantidad de inmigrantes ligados con delitos, pero sí las cifras dicen que es más alta la cifra de delitos de los cuales son víctimas. Sin embargo, lo que me preocupa es que, aunque se puedan repetir hasta el infinito esas cifras que no las manejan, que son desconocidas, el discurso tiene un efecto de todas maneras, porque se instala sobre algo que venía de antes.
 
¿Cuál es el lugar desde el que viene este temor?
Desde mucho antes viene esta idea del peligro que trae el inmigrante, que es peligroso porque es desconocido, porque no pertenece al Estado-nación chileno, porque es un otro o una otra, porque es mulato, porque es negro, porque tiene rasgos indígenas, porque es pobre, porque es mujer, porque está sola… una lista infinita de cualidades efectivas de los inmigrantes que llegan, que llegan para cambiar su vida, para trabajar, que huyen de guerras, persecuciones, una cantidad tal de problemas como nosotros también huimos en otras épocas, salvo que ellos ahora vienen de zonas cercanas, hasta con parecido físico en algunos casos por tener rasgos indígenas, y otros con otro tono de piel, y ahí surgen las diferencias con mayor fuerza, y mayor violencia.
 
¿Y qué puede motivar esta violencia?
Estos discursos son muy irresponsables. Mientras más hablemos de esto, más hay que ver qué hay detrás del discurso irresponsable, por qué se habla así. No creo que los personajes que dicen estas cosas sean ignorantes. Ellos saben perfectamente lo que están diciendo, y que no es así. Ellos lo hacen porque les da una mayor posibilidad de tener más votos en las elecciones, como es la tendencia mundial. Hay trabajos de colegas en Europa que indican que allá está la llamada ‘guerra contra el terrorismo’, entonces el discurso principal aludido es que hay que luchar contra los terroristas. Luego contra la delincuencia porque la gente tiene miedo, no sale a la calle; y ahora cuando la inmigración es tema mundial porque la crisis del capital hace que la gente se mueva. Se dice que Chile es un país rico al que hay que ir, entonces la gente viene a trabajar, pero debe laborar en nichos laborales rechazados por los chilenos.
 
¿Cuán riesgoso es tener este tipo de mensajes y frases de este carácter en el contexto chileno?
Aunque uno piense que la construcción de este discurso es nueva, en realidad es antigua, que se va afinando, y que incluso presenta posibilidades de aprenderlo, desde el timbre de la voz, los énfasis, el movimiento corporal, entonces, ¿Qué les importa que las cifras digan lo contrario? El mundo no funciona por la razón, sino que por la emoción, y en ese sentido estos dichos vienen acompañados de una construcción política muy fuerte como es la seguridad y la apelación a que la sociedad está insegura. Pasa con la gente que se corre en la micro cuando un afrodescendiente sube.
 
¿Qué podemos hacer en ese respecto?
Ese miedo es una construcción antigua y por eso es que es tan peligroso ese discurso, y por eso es tan necesario educar sobre el racismo. Educar a los niños, formar a los funcionarios de fronteras, a la gente que recibe a los inmigrantes en los servicios públicos, es fundamental, porque el discurso xenófobo es tremendamente efectivo. Pienso en el candidato François Fillon en Francia que agregó una cosa que acá va a llegar: defender la familia clásica.
 
¿Qué riesgo agrega este tipo de ideas?
Para ellos, que la gente sea ‘suelta’ y haga lo que quiera está mal porque hay que defender a la familia, tal como se la conoce hace siglos. Y ese discurso está funcionando de nuevo ligando a la patria con la familia y la seguridad. 

Que acá tampoco es nuevo pensando en lo dicho por Joaquín Lavín cuando fue candidato presidencial, o ahora por figuras como Manuel José Ossandón o Jorge Tarud.
Claro, porque involucra a final de cuentas una limpieza. Ahora llega el fantasma del fascismo, que saca sus mayores fuerzas de esos sectores más dolidos, más enojados con el Estado, más enojados, más individualistas, más endeudados. Es en esos sectores que el fascismo se afinca con facilidad. La cuestión de la limpieza de lo sucio, entendido como la sexualización, como lo que está en las calles, incluso la limpieza étnica, me produce temor y cuidado en cómo se enseña a los niños y estudiantes. Un ejemplo: el concepto “flaite”. La gente no se da cuenta de qué quiere decir con eso. El “flaite” es un pobre, es un joven pobre. Cuando hace unos años salió la campaña “piteate a un flaite” al final lo que se decía era “deshazte de un pobre”, “mata a un chico pobre”, “ahora antes de que sea tarde”. A este tipo de idea se junta la del inmigrante. Lo veo con profunda inquietud. Me inquieta lo que le pueda pasar a un inmigrante que barre las calles, limpia a nuestros viejos, o atiende en una bencinera.
 
Otro punto es el retraso que todavía existe en la ley de migración.
Dicen que están revisándola ahora, luego de que trabajamos gente de múltiples sectores del país que laboramos en este tema. Pero yo no sé qué han revisado, qué ha sido editado, qué ha sido agregado y qué ha sido borrado. No lo sé porque la gente en este proceso no es la misma que generó la ley y entregó insumos para esta discusión previa. Probablemente venga endurecida con tácticas policiales, y le hayan quitado cosas respecto a Derechos Humanos de los inmigrantes. Se preocuparán de la trata de personas o de la llegada ilegal de inmigrantes, pero también necesitamos que se hable de los derechos de los inmigrantes. No se castiga la humillación pública, como hacer control de identidad por el solo hecho de ser inmigrante.
 
¿Qué debería pasar, qué cambios debería haber para que como sociedad avancemos en este tema?
Creo que una primera cosa es lo que está dándose en la educación con niños y niñas que están viviendo juntos y compartiendo espacios. Otra cosa importante es conocer un poco más de las culturas de los países, porque curiosamente encontramos que Machu Picchu es maravilloso, peleamos y hacemos filas para comer en restoranes peruanos y encontramos que es la mejor gastronomía del mundo, pero no queremos peruanos al lado de la casa. Tampoco queremos ver que nosotros somos una suerte de isla al final del mundo y suponemos que somos el centro, pero no. Hay mucho por hacer. El racismo no se va a acabar, las sociedades siempre van a buscar a otro u otra para odiar, aniquilar, maltratar, y sobre todo si ese otro o esa otra no tiene medio económico y además tiene una figura, un color y un cuerpo que no corresponde a la Barbie que se nos ha vendido. Hay que sacarse de encima esas representaciones porque la realidad existe de todos modos, por fuera de todas esas naturalezas y representaciones que tenemos. Creo que por sobre todo hay que darse cuenta que uno puede hacer sufrir a otro, y no es una cuestión cristiana ni mucho menos, si no si uno mira de reojo o desprecia a una persona y no nos damos cuenta de que el otro lo pasa mal, el problema no está en ella sino en nosotros.
Usted es parte del proyecto “Contra el racismo nos educamos”, que busca evitar el racismo, entonces, ¿cómo podemos lograr educar efectivamente a través de la emoción para inculcar valores anti racistas?

El 9 de enero de 2017 haremos un seminario y evaluaremos ese proyecto, justamente, y haremos talleres contra el racismo ese mismo día. A través de la emoción pueden pasar muchas cosas. El lazo profundo entre padres e hijos, entre educadores y niños, permite buscar a través del arte algo que nos permita evitar lo inhumano. Así ponemos al revés a este racismo que viene de la xenofobia y comenzamos a desarmar esos discursos desde el afecto, el encuentro, las interacciones, los juegos, el baile, la música, como el jazz, el blues o actualmente el reggaetón. Hay que hacer un esfuerzo transdisciplinar, atravesando disciplinas para ponernos al servicio de una vida mejor.

*Entrevista realizada por Manuel Toledo Campos para la Universidad de Chile.
 
 
Los datos de la PDI que dejan en ridículo a la derecha y su ofensiva anti-inmigrante

La peligrosa vía chilena al trumpismo, empujada con fuerzas por Chile Vamos en los últimos días, carece de toda base real. Los datos de la PDI apuntan a que la participación de inmigrantes en actos delictivos es “marginal”, según palabras de la institución.
 
Sebastián Piñera, Manuel José Ossandón y Chile Vamos en general inició una agresiva ofensiva contra la inmigración anunciando -de llegar al poder- deportaciones inmediatas para inmigrantes que violen la ley. Sin embargo, el discurso -que probablemente prende en una buena parte de la población nacional- no resiste a una comparación con las cifras. Según información oficial de la Policía de Investigaciones, los datos de inmigrantes involucrados en la delincuencia no son relevantes. El subdirector operativo de la PDI, Darío Ortega, explicó que la participación de extranjeros en actos delictivos es de un 2,5%, una cifra que cataloga como “marginal”, en diálogo con Cooperativa.

Por otra parte, durante el año 2015, sólo el 4,2% de las detenciones de la PDI correspondieron a ciudadanos extranjeros mientras que en el caso de Carabineros fue de un 2,1%. En general, según los datos, las denuncias que involucran a inmigrantes tienen que ver con el trabajo irregular o una situación migratoria anómala -catalogadas como infracciones- pero no delitos. En ese contexto, de los 1.480 fiscalizados por la PDI, sólo el 0,8% de ellos fue detenido por haber cometido delitos. Un 17%, en tanto, fue denunciado por infringir la Ley de Extranjería, apunta el Diario Financiero.

Por otra parte, de los 465.319 extranjeros en el país, sólo 2.088 están recluidos en la cárcel, según datos de Gendarmería. Esta cifra corresponde al 0,5% de la población migrante en Chile. De ese número, el 21% corresponde a burreros, personas que ingresan al país con el objeto de ingresar droga y luego vuelven a su lugar de origen.

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