Homenaje a uno de los grandes del pensamiento revolucionario latinoamericano
Varios autores. Sin Permiso
Ha fallecido en Cuba Fernando Martínez Heredia.
Miilitante del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, graduado de Derecho, formado como profesor de Filosofía en la Escuela Raúl Cepero Bonilla; desde 1966 director del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana (disuelto en 1971), y director fundador de la revista Pensamiento Crítico desde 1967 hasta su clausura en 1971, Martínez Heredia representa al intelectual orgánico de la revolución que, como es de rigor, fue en los sesenta un cuadro político e intelectual de toda confianza; en los setenta, un proscrito; en los ochenta, alguien “de cuidado”; y de los noventa hasta hoy un intelectual herético y orgánico a la vez.
La biografía intelectual de Martínez Heredia, con sus posibilidades de expresión, ha tenido los marcos propios con que ha operado uno de los contenidos de la Revolución cubana: el ideal libertario, nacional, latinoamericano, tercermundista y anticolonial, provisto así por un pensamiento crítico proyectado tanto hacia las estructuras de la dominación capitalista como hacia sí mismo, hacia sus propias formas de intelección y de manejo de la realidad.
Los temas, los enfoques y las fechas que fueron integrando la trayectoria intelectual de Martínez Heredia después de 1971 dan cuenta de las posibilidades de ese tipo de pensamiento: La educación superior cubana (1972), Los gobiernos de Europa capitalista (1977); Desafíos del socialismo cubano (1988); Che, el socialismo y el comunismo (1989) —libro con el cual ganó el Premio Extraordinario Casa de las Américas, hecho coincidente con la recuperación guevarista por parte de la ideología revolucionaria, que marchó al compás del "Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas" iniciado en 1986—; y El corrimiento hacia el rojo (2001), primera antología de ensayos suyos que se publicara en el país, seguida luego por un número amplio de volúmenes entre los que se encuentran Socialismo, liberación y democracia, La revolución cubana del 30 y El ejercicio de pensar.
Luego, las facetas de profesor y cuadro político, trabajador de la industria azucarera, diplomático y conspirador de insurgencias, investigador a tiempo completo, "nuestro hombre en La Habana" de los foros sociales internacionales, periodista militante, orador principal en un sinfín de eventos y actos políticos, y un largo etcétera, que integran la biografía de Fernando Martínez Heredia (FMH), forman parte de su pensamiento tanto como sus ensayos, y forman parte por igual del uso que las lecturas sobre la revolución cubana pueden hacer de su obra.
La obra de Martínez Heredia es patrimonio de las ideas de izquierda en Cuba y en América latina, de cómo puede y debe pensarse la renovación del socialismo, de las maneras revolucionarias de interpretar a Ernesto Che Guevara, de cómo analizar críticamente la historia de Cuba, de reconocer el ancho mundo del nacionalismo popular cubano y de cómo analizar el país que es Cuba e imaginar el que debiera ser.
Sin Permiso ha preferido, contando con el amplio número de homenajes que ha recibido en su país,[1] subrayar la impronta latinoamericana de Martínez Heredia. La complejidad, apertura crítica y compromiso con la fraternidad revolucionaria no fueron rasgos solo de su pensamiento, sino también de su manera de ser y relacionarse. En este dossier escriben sobre él personas diferentes entre sí, de distintas generaciones y de diversas colocaciones en las izquierdas latinoamericanas, que tienen en común la admiración por su obra intelectual y el reconocimiento del beneficio de su trato personal. (Es la misma diversidad, desde generaciones y colocaciones políticas, que se encuentra en los homenajes que recibe en Cuba.) Ese conjunto vital de trato plural, reflexión crítica y reconocimiento de comunidades en los horizontes de la lucha socialista, popular y democrática, entre las izquierdas, esto es, su capacidad de aunar generaciones, tradiciones de pensamiento y posturas políticas distintas, unida a su radical honestidad y lucidez analítica, son parte de su poderoso legado hacia Cuba y hacia América Latina. S P
Roque Dalton sobre Fernando Martínez Heredia
(…)
para colmo hoy dieron carne
y pecamos a la francesa con bistecs a lo pobre
es decir
que necesitaría una leve siesta pero
claro que no lo he dicho antes
lo voy a decir ahora
si no
no habría drama y este poema no tendría razón de ser
dentro de quince minutos comienza nuestro círculo de estudio
hoy le abriremos la puerta a Lenin
después de haber planeado sobre
(del verbo planear, que se sustantiviza en un planeador)
o sea sobrevolado
a Marx.
Imposible excusas con el transporte o la lluvia
el profesor vive allí enfrente en los bajos
incluso por eso fue posible nuestro acuerdo
yo le guardo la carne en nuestro refrigerador y le fabrico hielo
porque él no tiene temporalmente refrigerador
y él me da un curso sistematizante
de marxismo-leninismo
cuando le queda tiempo
así es la vida entre personas cojonudas
como se dice en el Vedado
él es mejor que yo porque cumple el pacto como un
profesor de piano salvadoreño
amenazado por el fantasma finimensual del hambre
y a mí en ocasiones se me olvida
meter las cajuelas de agua al congelador
y una vez le robé un bistec
nunca lo sabrá.
A las tres y cuatro minutos llega
le ofrezco ron o café
él acepta el café
yo beberé un poco de ron
luego lo piensa mejor y se toma mi ron
y yo tomo el café y otro ron
y hablamos un poco de El Salvador y de Chile
y de un abominable homenaje al Che hecho o más bien dicho cometido
anoche por los músicos y compañía
y de un espectáculo que deberíamos escribir
y de una vecina que no viene al caso
pero que sirve para poner las cosas en su lugar
y él comienza a aclarar su voz tosiendo de una manera rarísima
operación que repetirá cada cinco minutos
hasta poner nerviosos a quienes lo oigan por casualidad
o sea sin seguir lo que dice
y como agotamos el prólogo y ninguno de los dos fuma
entra en materia:
No vale la pena en el siglo XX estudiar el marxismo si no se estudia en relación con la revolución, mejor si con una revolución que estamos haciendo. (…)
Este fragmento aparece en Un libro rojo para Lenin.
Roque Dalton, poeta, ensayista, periodista, activista político y revolucionario salvadoreño.
Fernando Martínez Heredia, un recuerdo
Carmen Castillo
Al anuncio de su muerte manos amigas, las de Michael Löwy, extraen delicadamente de su agenda un pedazo de papel adonde leo una frase manuscrita :
“No ganamos. Pero no fuimos derrotados porque nunca nos rendimos”. FMH, 10 de febrero del 2007. El pensar de Fernando nos ilumina en todo tiempo. Ahora, Antes. Traza desde aquellos años de la revista Pensamiento Crítico, una línea para la acción, un horizonte de sentido, para nosotros los militantes del MIR de Chile y hoy para todos los que se reconocen en aquellla vasta denominación de anti capitalistas. Esa frase, como tantas otras extraídas de sus maravillosos textos, nos acompañan cotidianamente desde siempre, dándonos energía y consolando nuestras tristezas.
Recuerdo esta noche la sorpresa vivida ante el descubrimiento, hace unos meses, en un barretín olvidado de un baúl que resguardaba de la represión pinochetista una parte del archivo de Miguel Enríquez. Entre múltiples documentos surgió una carta de Fernando dirigida al Comandante Manuel Piñeiro. Nadie sabe como aquel documento llego hasta Miguel. Pero esa huella dice que en los albores de nuestra organización Fernando reconoce en aquel joven al revolucionario. Esa semblanza premonitoria es el inicio del vínculo irreductible que une a Miguel con la Revolución Cubana, con Fidel, con el Che.
Fernando visionario ayer y hoy. Maestro y compañero. Amigo entrañable, inflexible y tierno.
Tu ausencia es como un peso, pero un peso hecho de palabras y sueños por cumplir, ligero y sonriente como tu mirada y tu risa contagiosa. Nos harás falta en estos tiempos de incertidumbre, pero como una brújula, como un vigía, tus escritos y tu manera de ser continuarán guiando nuestros pasos.
A Esther, tu compañera, mujer de excepción, esa promesa.
Carmen Castillo es documentalista y guionista chilena, naturalizada francesa después de haber salido al exilio forzado, tras combatir, desde el MIR, a la dictadura de Augusto Pinochet.
Incitador del pensamiento
Alejandra González Bazúa
Se puede ser crítico y mantenerse inmóvil en una posición funcional a la hegemonía del capital (incluso estando en Cuba), o se puede ser crítico para incitar al pensamiento y a la práctica política libertaria, sin ser condicionante el lugar geográfico desde donde se piensa.
El pensamiento crítico desde el cual será posible ensanchar los límites de lo posible, incendiar nuevamente el océano o tomar el cielo por asalto, tiene que atender incesantemente a la práctica política en un presente cuyo desencantamiento ha tenido a una de sus más graves víctimas en la política misma. Muchos son los nombres propios que han llamado la atención en las reflexiones de FMH. De ellos no retiene las anécdotas épicas o sus construcciones conceptuales despojadas de historicidad, sino la politicidad de sus planteamientos teóricos, la posibilidad contenida en los conceptos de dar cuenta, de la manera más precisa y útil, de las contradicciones y complejidades de sus respectivas realidades.
De Gramsci recupera la cualidad de ser un autor que incita al lector a la actividad, “a conversar con él, a poner a trabajar la mente, a apoderarse de su multitud de preguntas, sugerencias, sutilezas y caminos” (Martínez Heredia: 2009b). Del teórico y luchador italiano también recalcará la capacidad que tuvo para entreabrir puertas desde la cuales el mundo no se entendiera como algo simplificable y la revolución pudiese comprenderse desde la maravilla y angustia que contiene, desde la combinación de grandezas y miserias que en ella se ponen en juego. Con Gramsci también hablará de la necesidad de ser superiores al mundo que estamos obligados a parir y la relación que existe entre esta obligación y el conocimiento social.
“Yendo más allá de debates como el relativo a la izquierda teórica, quisiera resaltar que la grandiosa obra de Gramsci ratifica la relativa autonomía del pensamiento social. Es una comprobación fehaciente de lo que pueden producir subjetividades formadas y conscientes cuando se ponen a trabajar sin miedo a violentar lo que se considera posible producir dentro de los límites de la reproducción de la vida vigente, cuando llegan a comprender que ese es el único camino para la liberación de las personas y las sociedades, y continúan con tenacidad y entrega su labor de subvertir lo existente, abrir puertas al futuro y contribuir a adelantarlo” (Martínez Heredia: 2009b).
Para Martínez Heredia, El Che será otro importante incitador de la práctica y el pensamiento revolucionarios. En Las ideas y la batalla del Che, Martínez Heredia propone itinerarios para acercarse a algunas de las ideas del Che en las que está presente una filosofía de la praxis y la dialéctica, en la que al ser humano se le da centralidad como sujeto histórico y político constructor de sus posibilidades futuras (Martínez Heredia: 2010c).
Como prologuista del libro Sartre-Cuba-Sartre. Huracán, surco, semillas (Martínez Heredia, 2009a: 192-221 ), retoma de Sartre la característica de haber sido un hombre que puso “su pluma, su actuación pública y su fama del lado izquierdo en el campo de las luchas sociales, y de lado de los pueblos colonizados en el apoyo a sus combates por la liberación”. Advierte también que al pensador francés le ha tocado su cuota de olvido al enfrentar las condiciones de ser un hombre que se opuso a la dominación.
La serie fotográfica en donde aparecen el Che, Sartre, Beavouir y Núñez Jiménez, es sólo una de muchas que Korda capturó durante la primera década de la Revolución cubana. El siglo XX latinoamericano y sus luchas de liberación ha sido, en algunos casos, convenientemente reducido a íconos, imágenes inmóviles sin poder explicativo que no le hacen honor ni a los autores de las imágenes, ni a los sujetos presentes más allá de lo visible. A la fotografía hay que entenderla, como propone John Berger, colocarla entre las disputas políticas que hicieron que el obturador se apretara en ese instante y recortara la realidad de tal o cual manera, extender la imaginación más allá de lo evidente (Berger, 2010). En el proceso del entendimiento complejo de la confrontación ideológica del siglo XX latinoamericano, Martínez Heredia ha contribuido no sólo con el análisis riguroso de la Revolución cubana, sino al de este proceso en relación con las luchas latinoamericanas.
En 1979, al triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, fue enviado a trabajar allí como parte de la misión diplomática cubana. Vivió en aquel país latinoamericano hasta 1984, cuando regresó a Cuba. Estos años de práctica política dejaron en Martínez Heredia una profunda huella que es notoria hasta la actualidad; es la marca de quien participa activa y apasionadamente en procesos políticos fuera de su país natal y que siente como propios. América Latina en el siglo XX no será para él una fotografía colocada en un museo, sino un espacio con un gran potencial histórico, político y cultural cuya densidad no puede ser olvidada en la construcción de los caminos actuales.
Al desplazamiento de la radiación electromagnética hacia los tonos rojizos se le llama “Corrimiento hacia el rojo”, este proceso explica el incremento en la longitud de las ondas que emite la fuente. En una apropiación histórica y social del rojo, FMH tituló El corrimiento hacia el rojo a uno de sus libros en los que se compilan diversos ensayos, en su mayoría escritos en los años noventa. Basta con mirar el índice para sentirnos interpelados con los temas planteados; más de diez años después, el debate sobre el dificultoso corrimiento hacia el rojo en términos sociales y políticos sigue abierto (Martínez Heredia, 2001).
En el año 2006, el Premio Nacional de Ciencias Sociales le fue otorgado a FMH. A partir de entonces se ha reeditado o publicado parte de su obra con tirajes amplios; los ejemplares de sus libros pueden encontrarse en la librería más escondida de Sancti Spíritus o en la calle Obispo, en una de las librerías más importantes de la Habana cuyo nombre homenajea al poeta Fayad Jamis. Es invitado, dentro y fuera de Cuba, a impartir conferencias, formar docentes, conmemorar aniversarios, presentar libros, etc. Es pues un referente intelectual y político en estos tiempos en los que en América Latina hay quienes se empeñan por que el corrimiento hacia el rojo sea posible en todas las latitudes y luchan por frenar el corrimiento al azul. Apropiándonos de la metáfora sobre el corrimiento hacia el rojo en términos sociales, podemos hablar de proceso inverso que supone el decrecimiento en la longitud de onda de radiación electromagnética: corrimiento al azul se llama a este proceso cuya definición puede servirnos de pretexto para remitirnos a la crisis política actual.
En sus textos más recientes, así como en los primeros, se percibirá que Martínez Heredia apela a la pregunta como herramienta en el proceso de conocimiento. Interrogantes diversas palpitaran en su obra, y ellas serán un método para no tecnificar ni la teoría ni la práctica política. La pregunta, como presencia constante en sus textos, será un punto de partida para incitar al pensamiento. De los lectores o escuchas dependerá que estas preguntas sean verdaderos detonantes de la reflexión y no cuestionamientos de resolución predeterminada. “Dos cabezas piensan mejor que una”, dice un dicho popular, Roque Dalton con su decir poético y político, escribió:
“Pensar a solas duele. No hay nadie a quien golpear. No hay nadie a quien dejar piadosamente perdonado. Está uno y su cara. Uno y su cara de santón farsante” (Dalton 1995:17)
Detrás de muchos de los textos de FMH, lo que subyace es el aprendizaje y la escucha de otros pensamientos que se sintetizan en uno nuevo que está dispuesto a reformularse incesantemente en la articulación con otros. Desde sus primeros, hasta sus más recientes trabajos, hay un rasgo común latente: la búsqueda por incitar al pensamiento crítico colectivo que supone una práctica política. En mundo en el que caben muchos mundos será posible si articulamos el pensamiento y el hacer de unos con el de otros dispuestos también a construir ese mundo.
La forma en que Martínez Heredia aborda grandes temas como el Estado, el poder, la nación, la práctica política, incita al pensamiento, estimula al movimiento, a la crítica e incluso al sano y necesario disenso. Pero sobre todo es un pensamiento que potencia al sujeto, que hace del futuro no un tiempo dado, pero tampoco un inmenso vacío por llenar. Si no el tiempo que tiene que contener críticamente al pasado y al presente, característica que radicalizará y ensanchará los límites de lo posible.
Este texto corresponde al último epígrafe de un texto mayor aparecido en:
Alejandra González Bazúa es doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México, (UNAM), de donde es profesora de la carrera de Sociología.
Elogio de la historia: Fernando Martínez Heredia
y los pensamiento(s) crítico(s) en Cuba
Jaime Ortega Reyna
FMH es una pieza clave para la construcción y la reconstrucción del pensamiento crítico en Cuba: es clave para su continua re-invención. Anclado en el torrente que supuso el cambio cultural de la revolución cubana, asumió, desde su juventud, la tarea de renovar y “poner a la altura” de aquella inédita revolución al pensamiento crítico, que no se limitaba, aunque encontraba su fuente de inspiración más poderosa, en el marxismo. El día de hoy la tarea de seguir el conjunto de sus intervenciones es relativamente más sencillo. Debe considerarse que el pensamiento crítico en Cuba no tiene un entorno tan sencillo para reproducirse: actualizar, dialogar y hacer el cruce de tradiciones políticas y culturales ha sido complejo, particularmente tras la adhesión férrea de la revolución cubana a la órbita soviética, aquello que se conoció como el conjunto de quinquenios negros de la cultura. Aquella loza terminó de caer a finales de los años ochenta, despedazada como una facilidad inimaginable hasta entonces, signo de que los gigantes tienen también piernas de barro. Sin embargo los tiempos que siguieron a aquel acontecimiento y liberación de amarras no fueron tampoco sencillos, pues inmediatamente Cuba vivió su nuevo desafío: superar el “horno” de los noventa en medio de una de las peores crisis que tanto la isla vivió. Aquella crisis impactó fuertemente en el pensamiento crítico.
(…)
Para todo ello sugerimos la revisión de algunos de los momentos más brillantes de la producción de nuestro autor, que muestran justamente el vínculo entre la dimensión teórica y la dimensión política, su unidad, sus tensiones, sus fragmentaciones, sus posibilidades y también las dificultades que enfrenta. A manera de ejemplo es de señalarse la insistencia por recuperar la experiencia de la revista Pensamiento Crítico que FMH siempre ha hecho. En ella se reprodujeron por primera vez en español varias tendencias que configuraron las condiciones mas idóneas para la producción de un pensamiento complejo y alternativo, que buscaba nutrirse de experiencias distintas y disímiles, pero que se encontrarán en el diálogo su identificación y su diversidad, que no asumió universalidad previa antes de la valoración específica. En aquella experiencia que se finiquitó en el lejano 1971 y que contó con 51 números en alrededor de 5 años de trabajo, convivieron por igual el marxismo occidental (con Sartre, Lukács, Althusser o Korsch por mencionar algunos), la tradición anticolonial (con el pensamiento asiático y africano que era producto de la descolonización) y la revisión de la historia cubana en clave revolucionaria. Todo este coctel no era el producto de una superposición de autores, tendencias y procesos, sino un verdadero proyecto totalizador, es decir, orientador de distintos sentidos. Con esto quiero decir que se imponía un horizonte de sentido al proceso de producción del pensamiento crítico, buscaba en la labor teórica referentes, diálogos y procesos que pudieran ser subsumidos a una experiencia histórica novedosa, propia y en el tiempo presente.
(…)
El lugar de Pensamiento Crítico deja ver claramente el sentido, la proyección y la intencionalidad de un proyecto: la revolución cubana no es sólo hija del marxismo-leninismo, sino que comparte con el anti imperialismo popular y con la radicalidad del socialismo de los años 20 aquella maternidad. Todas y todos conocemos las contradicciones que José Martí expresaba sobre Karl Marx, particularmente en torno al problema de la violencia, tema que ha sido analizado recientemente por Bruno Bosteels. También podemos acceder a las lecturas marxistas o descolonizadoras que sobre Martí se hicieron en el siglo XX. Sin embargo hacía falta la intervención de nuestro historiador, que sienta las bases para poder reconstruir el vínculo más allá de la ideologización mal entendida, permite darle cuerpo y carne, cerebro y pasión a aquel vínculo.
La publicación de La revolución cubana de 1930: ensayos de FMH justamente viene a continuar el proyecto del número 39 de Pensamiento Crítico, sistematizando los datos, jugando con el álgebra de la política y formulando a partir de ella la gramática de una racionalidad política en clave socialista, popular y democrática. Muestra todas las cartas sobre la mesa: es esa revolución en su proceso de gestación, en su clímax, pero también en su derrota la clave para el entendimiento de las victorias posteriores, así como las creaciones que le acompañaron. Es por eso que el libro que ahora señalamos expone las vicisitudes, contradicciones, dilemas y aprendizajes de quienes por fin lograrán anudar de manera práctica y firme el vínculo entre lo nacional-popular (aquí entiéndase como equivalente lo que hemos denominado la liberación nacional o el anti imperialismo popular) con la tradición comunista y socialista de los años 20 y 30. En otras palabras, sólo este anudamiento que acontece en estado práctico, permite llevar hasta sus últimas consecuencias el proyecto martiano, la consolidación de la nación y la victoria del antiimperialismo popular, bajo la matriz que la coyuntura demandaba: el socialismo.
El trabajo teórico de FMH permite justamente no leer este proceso histórico en clave teleológica, sino darle contenido material al proceso en el que socialismo y liberación nacional se anudaron en un proyecto histórico que tuvo su primer triunfo en 1959. No hay destino, sino construcción contradictoria del sentido. La revolución cubana de 1930 reúne justamente a los personajes y los momentos en los que hicieron partícipes de dicha gesta. No se trató de un plan preconcebido, sino de una necesidad de la lucha política. No es tampoco una necesidad universal, una camisa de fuerza, pues otros proyectos avanzaron independientes el uno del otro, ensayando otras respuestas. La revolución también es un sendero que se bifurca continuamente.
En nuestro propósito señalamos la productividad de la historia que adquiere en la pluma de FMH: la política, esa que acontece en como práctica, más allá de las intencionalidades y proyectos individuales, adquiere pleno sentido en las batallas concretas. Con FMH se arma el rompecabezas de las distintas rebeliones de los años treinta, con respecto al horizonte de 1959. Así, desfilan con sus contradicciones y dilemas contextuales un Julio Antonio Mella, Antonio (Tony) Guiteras, Raúl Roa, Pablo de la Torriente y de manera disimulada el comunista-poeta por excelencia, Rubén Martínez Villena: el espacio histórico de la revolución del 30 (a la que Mella no llega y de la que Guiteras no sale vivo) adquiere un sentido distinto. Aunque algunos harán aportaciones escritas relevantes (sobre todo Roa), lo cierto es que el interés de FMH no es tanto analizar sus intervenciones discursivas puntuales, en estado práctico esa pléyade de revolucionarios han logrado, sin saberlo quizá y con muchas tensiones, construir la principal arma de la revolución cubana: anudar definitivamente la dimensión popular de la nación (el anti imperialismo martiano) e incorporar de manera no artificial la radicalidad de la transformación socialista. Repetimos ello: no artificialmente, que es justamente lo que tratará de hacer el marxismo-leninismo.
La intervención de FMH permite trazar las suficientes líneas de demarcación para superar al marxismo-leninismo: el socialismo, es decir, la transformación y superación de las relaciones mercantil-capitalistas no es posible sin el elemento popular de la nación. Han sido las condiciones históricas de la región caribeña, la presencia norteamericana que modificó la relación de fuerzas al expulsar a España, invadir Haití y Nicaragua, pero también la existencia de la unidad cultural y política como posibilidad de fuerza, las que han permitido este anudamiento. Cuba después de la revolución demostró ello a partir del trabajo caribeñista que se ha realizado, por ejemplo, en Casa de las Américas.
El conjunto de la obra de FMH está prendido a esta necesidad de entender la construcción nacional en un sentido popular. Es por ello que las referencias a la revolución haitiana son imprescindibles en tanto que primer momento revolucionario y popular de construcción de la nación. Sin embargo enclavados en el siglo XX el trabajo histórico reconstruye de manera productiva un arco que si bien parte de 1895, tiene sus vínculos y momentos de similitud en la revolución mexicana, en la resistencia sandinista y por supuesto en esa maravillosa rebelión de los pueblos del este contra el imperio iluminista del capital: la revolución rusa. Son estos los episodios fundamentales para entender el resultado teórico de una batalla política: la posibilidad de llevar a su radicalidad la idea revolucionaria en consonancia con la coyuntura específica, es decir, la de la construcción popular de la nación en la mayor de las islas del Caribe. La nación no es entonces una construcción de élites, sino de los pueblos movilizados. En el caso de Cuba como de México o de Nicaragua (más tarde también en Bolivia) de manera revolucionaria, es decir, destruyendo por completo el orden social anterior y ensayando uno nuevo.
Ese poderoso río que significó la revolución cubana y que arrasó el orden geopolítico anterior no proviene entonces de una sola fuente. Su potencialidad radica justamente en su diversidad, en sus distintas experiencias de aprendizaje y en su capacidad de responder a nuevos retos. El propio FMH, apelando a la figura de “El Ché” encontrará las principales enseñanzas para pensar ese mundo no capitalista que la revolución cubana trató de construir, tema del que ahora no nos ocuparemos.
(…)
FMH ha plantado frondosos árboles en el deforestado bosque del pensamiento crítico. Superó los quinquenios negros de la cultura, se mantuvo fiel al ideal socialista, resistió con entereza la resaca del neoliberalismo en los noventa y persistió en la construcción de un mundo distinto. Su obra es un buen recurso para pasar de “el cólera a la cólera de los pueblos” y para generar una rebelión al seno de las ideas establecidas. Finalmente apuntar uno de los gestos teóricos y políticos que más me han impactado: ¿cómo no elogiar a quién en sus libros incluye una dedicatoria a las y los trabajadores que los producen? Más que una impostura, insisto, este es un gesto teórico y político encomiable.
Este texto es un fragmento de un artículo mayor aparecido en: http://revistamemoria.mx/?p=1486
Un intelectual revolucionario
Emir Sader
FMH, muerto esta semana en La Habana, fue el intelectual más importante de la revolución cubana. Su trayectoria, su obra, su actuación en Cuba y en toda América Latina, han hecho de él y de sus pensamientos, una presencia insustituible en la lucha de ideas.
Fernando dirigió la revista Pensamiento Crítico, la más importante del continente en los años 60, que hacía llegar a Cuba y a muchísimos países de América Latina lo más nuevo y relevante que producía la nueva izquierda mundial. Se mezclaban textos del Che, discursos de Fidel, con artículos de Ernest Mandel, de Althusser, de líderes de la izquierda latinoamericana, junto a la redición de textos clásicos del marxismo.
Más adelante, Fernando fue un activo participante del Centro de Estudios de América (CEA), que reagrupó lo mejor y lo más importante de la intelectualidad cubana, publicando textos determinantes para entender la realidad en Cuba y de todo el continente.
En el momento de su muerte, trato de rescatar su trayectoria personal, su formación política, para que se tenga una idea de cómo se formaba la intelectualidad cubana en los comienzos de la revolución. Siempre uno llegaba a La Habana y buscaba a Fernando para enterarse de cómo andaba la isla, a qué se dedicaba él, cuáles eran sus grandes preocupaciones. Y puedo decir que siempre, a lo largo de tantas décadas transcurridas desde el comienzo de la revolución, hemos coincidido siempre en nuestras visiones políticas y preocupaciones teóricas.
En uno de esos viajes le hice una larga entrevista para la revista Crítica y Emancipación (año 9, número 5) que yo fundé y dirigí en sus primeros años, cuando dirigía Clacso. Así él se refería a sus orígenes:
“Nací en el pueblo de Yaguajay, en la antigua provincia de Las Villas. Mi padre pedía limosna en la calle cuando era niño y no fue nunca a una escuela. Mi madre hizo sólo el primer año de primaria y de ahí pasó a ser una niña obrera en la industria del tabaco. Eramos seis hermanos pero sólo cuatro llegamos a adultos. Yo nací en 1939. Estudié siempre en escuelas públicas. Comencé a leer cosas politizadas en Bohemia, la revista semanal cubana más famosa, de extraordinaria calidad. Tiraba más de 300 mil ejemplares. Enviaba 700 ejemplares a Buenos Aires por avión.
“En Santa Clara participé en las protestas estudiantiles. Por primera vez oí hablar de Fidel. Asaltaron al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 y ello me causó un impacto decisivo. Yo tenía entonces 14 años y mi mamá me había llevado a ver unos familiares a un poblado. Al salir vimos el cuartel con todos los soldados en guardia. Preguntamos a alguien, que nos dijo que habían peleado en Santiago de Cuba y que el ejército estaba movilizado. Al día siguiente el dictador habló al país, lo escuché y pensé que había dicho muchas mentiras, y que los asaltantes al Moncada eran unos héroes revolucionarios. Para hacer algo comencé a anotar en una libreta los pocos nombres de los muertos que iban apareciendo, para evitar que cayeran en el olvido.”
Cómo viviste el primero de enero del 1959, le pregunté:
“Yo estaba en Santa Clara, se estaba combatiendo ahí desde el 28 de diciembre. Es la famosa batalla que dirigió el Che. Recuerdo al Che con un brazo fracturado, con una seguridad absoluta en sí mismo, caminando por una vía principal, la calle Independencia, ancha y recta. El ejército trataba de avanzar como a 700 metros, venía con dos tanques; sus disparos eran lejanos, pero en línea recta el fusil es efectivo a esa distancia y más. El Che se detuvo delante de una vidriera destrozada del Ten Cents, y llegó bajo el fuego hasta la esquina siguiente, donde había cinco o seis rebeldes. Yo estaba a unos 50 metros, con bastante miedo, pegado a la acera. Ahora pienso que actuaba así para darles confianza a los que veían, porque los cañones de tanques en una ciudad hacen un ruido espantoso.”
Así Fernando tuvo las primeras noticias y los primeros contactos con Fidel y con el Che, así empezó a integrarse a la revolución en su país. La primera lectura de marxismo que le dieron fue el Manual de Economía Política, de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética. Y reaccionó rápido: “Si esto es el marxismo, yo no sigo, esto es insoportable”. Felizmente para el marxismo cubano pocos meses después le dieron El Estado y la Revolución, de Lenin, cuya lectura le encantó. Pero su maestra principal del marxismo era la revolución. “Yo absorbía todo lo que Fidel decía.”
En la entrevista Fernando relata cómo nació la idea de la revista Pensamiento Crítico, cómo surgió su primer número a finales de 1966, sobre las luchas armadas en América Latina. A partir de ahí FMH se proyectó como un líder de vanguardia del pensamiento crítico cubano y latinoamericano. En los últimos años se dedicó a un balance de la historia cubana del siglo XX, retomando temas como la cuestión nacional, su articulación con la lucha por el socialismo, así como un balance del pensamiento y de la vida de Fidel, su última obra.
Emir Sader es sociólogo y politólogo brasileño.
Fernando Martinez Heredia, una gran pérdida para Cuba
Guillermo Almeyra
FMH fue un revolucionario socialista en el movimiento 26 de julio cubano desde la primera hora y desde el comienzo de la revolución estuvo muy ligado al Che Guevara. Desde 1967 a 1971 fue director de la revista internacionalista y plural Pensamiento Crítico y animó el Departamento de Filosofía que, junto con dicha revista, fue cerrado en 1971. Antes, había ocurrido la derrota del Che Guevara y de Ernest Mandel en la polémica en 1964 sobre la gestión de la economía socialista que les opuso a Carlos Rafael Rodríguez, stalinista cubano, y a Charles Bettelheim, economista maoísta, y la aventura posterior del Che en el Congo y su muerte en Bolivia, aislado y traicionado por el partido comunista de Bolivia. Eran los años de Brezhnev, de la revolución cultural china, de la rebelión antistalinista en Checoeslovaquia (1968) y lo ocupación del país en nombre de la teoría brezhneviana de la “soberanía restringida” por los intereses de las grandes potencias, que Fidel Castro aceptó aunque era peligrosísima para Cuba, que ya había sido invadida durante el gobierno de Kennedy. Para el equipo de amigos del Che, que se oponía a las reformas soviéticas de Lieberman que favorecían a directores y burócratas, vino el ostracismo.
Conocí por lo tanto a un Martínez Heredia muy controlado por los servicios de inteligencia cuando, con ocasión de un viaje a Cuba para hacer un artículo para la revista de la FAO, intenté entregarle una edición de los trabajos de Ernest Bloch (“El principio esperanza”) que le mandaba Antonio Moscato desde Roma. En el hotel habanero situado frente a la Universidad, en el que me alojé, telefonée a su casa. Me llamó la atención la rápida respuesta y, sobre todo, la voz de quien se presentó como su esposa. Al rato llegó esa persona, una cincuentona de color, desaliñada, de muy pocas palabras, que me dijo que le haría llegar los libros, que por supuesto jamás recibió, ya que lo que les interesaba a los servicios era si recibía algún papel o dólares, para incriminarlo.
Años después, durante un Congreso sobre Marx realizado en La Habana, le encontré por primera vez. El gobierno cubano había cometido un error político gravísimo al aplicarles la salvaje pena de muerte a unos balseros lumpens, crecidos durante la Revolución, que habían secuestrado con derramamiento de sangre un ferryboat para exiliarse en Estados Unidos. Ante un conjunto de invitados extranjeros y de burócratas, discutí con Fidel Castro, en alta voz, las implicaciones teóricas de una acción semejante a las que se hacen en Texas o China y los resultados prácticos que tales fusilamientos podrían tener sobre los marxistas que en Estados Unidos defendían a Cuba. Al terminar la larga y respetuosa discusión, FMH, George Labica y algunos más se acercaron para felicitarme desafiando las miradas hostiles de los burócratas aún escandalizados por lo que consideraban un verdadero sacrilegio. Años después, en un Congreso de CLACSO en México recordó la escena y me dijo que su esposa era la que estaba junto a Castro, dispuesta a hacer de traductora. Fernando fue rehabilitado después de la caída la URSS y recuperó los trabajos y los honores que siempre debía de haber tenido. Era un hombre que había hecho la paz con el gobierno, pero no un hombre de éste ni un oficialista acrítico. Por eso era aún posible que tuviese un papel de educador y de puente hacia los jóvenes y que desempeñase un papel en la renovación de las ideas socialistas en Cuba. La muerte desgraciadamente se lo impidió.
Tomado de su página personal en facebook
Guillermo Almeyra es miembro del Consejo Editorial de SIN PERMISO.
La coherencia del pensamiento crítico, la pasión de la revolución
Claudia Korol
FMH es el maestro -en el sentido estricto de la palabra - de varias generaciones de militantes-intelectuales que intentaron pensar y hacer la revolución en América Latina. Es conocido el poema del poeta guerrillero salvadoreño Roque Dalton, en el que recuerda sus clases de filosofía en una humilde casa de La Habana con un profesor que lo exasperaba con su sistemática tos, que Fernando arrastra hasta nuestros días. Roque Dalton fue uno de sus discípulos. Clases individuales, conferencias magistrales, reuniones grupales. En el hall de su casa, o en un auditorio universitario. En actos políticos, entre miles de personas que abrazaban en su palabra la voz de la Revolución Cubana. Un intelectual revolucionario, vuelto intelectual por la obra misma de la revolución. “Sería un error creer que porque nos hicimos marxistas sucedió todo, cuando la verdad es que nos hicimos marxistas por todo lo que sucedió”, escribió Fernando hace muchos años, y repitió al recibir en febrero de este año el Premio Nacional de Ciencias Sociales de Cuba. Filósofo, abogado, sociólogo… conspirador de revoluciones triunfantes y de revoluciones soñadas. Maestro de un marxismo desafiante, incisivo, despojado de toda concesión al statu quo o a las conveniencias burocráticas. Guevarista en tiempos en que Guevara no era más que una imagen heroica, pero su legado teórico era puesto en sordina. Mariateguiano, cuando el pensamiento del Amauta bordeaba los bordes incluso del marxismo “realmente existente”. Gramsciano en su concepción y en su práctica de la revolución como una batalla cultural descomunal contra todas las formas de dominación. Castrista, si por esto entendemos la fidelidad no a una persona, sino a una obra que transformó para siempre las creencias sobre los límites posibles de la acción humana. Ser revolucionario en Cuba, fue siempre desafiar las correlaciones de fuerza que supuestamente determinaban la imposibilidad del proyecto socialista. FMH nos enseñó a diversas generaciones, el valor del diálogo creativo, en el que no hay límites posibles para imaginar el cambio del mundo, en el que no hay autoridad que emane de citas o de acumulación de años y estudios. El adultocentrismo tan arraigado en las ciencias sociales, que consagra a intelectuales que sólo se mueven entre “pares reconocidos” académicamente, destinando un lugar subordinado a los jóvenes que interpelan esos saberes, era absolutamente ajeno a Fernando, siempre buscando conectarse con jóvenes, discutir cuestiones, apasionadamente, renovando inquietudes, y evitando halagos. Debatiendo con la seriedad que merece todo intento de batallar contra las diversas formas de opresión y dominación. Compartimos así largas horas de charla, de recorrer el continente buscando las novedades que pudieran convertirse en tendencias revolucionarias. Compartimos la aventura de pensar la revista América Libre, en tiempos de contrarrevolución, después de la caída del Muro y de los fetiches que el muro había creado en muchas de nuestras concepciones dogmáticas sobre lo que es y lo que no es el socialismo. Fernando había criticado desde mucho antes la ortodoxia, el esclerosamiento del marxismo. Por ello no lo tomó de sorpresa su derrumbe, y pudo aportar claridad en tiempos oscuros. Artífice e hijo de la revolución cubana, no creyó que la teoría pueda ser un reflejo de las necesidades prácticas de una obra política, por más grandiosa que esta fuera. El pensamiento crítico tiene que soltar amarras para poder revolucionar una y otra vez las creencias construidas en siglos de dominación. Cuando lo conocí, en 1987 en Nicaragua, Fernando trataba de recuperar, para las nuevas generaciones que asomábamos a la militancia después de las dictaduras latinoamericanas, el pensamiento del Che. Dos años después ganó el premio de Ensayo Casa de las Américas por su libro El Che y el Socialismo, una de las obras más significativas en la indagación de los alcances teóricos del pensamiento guevariano. En uno de esos viajes a Cuba, anduve paseando con él por las librerías de libros usados o viejos que hay en La Habana, intentando completar la colección de aquella revista paradigmática que cumple ahora cuarenta años de existencia: Pensamiento Crítico, de la cual fue Fernando su director y su animador, junto con los entonces jóvenes muchachos del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. En Pensamiento Crítico encuentro una y otra vez varias claves para comprender esa caldera de imaginación, ideas, y búsquedas políticas que agitaba a la generación de los 60, en América Latina y el mundo. Porque coherente con el espíritu internacionalista de la revolución, ahí escribieron latinoamericanos –muchos de los cuales dejaron sus vidas regadas en nuestro continente, en coherencia con lo que decían y pensaban-, y también europeos, africanos, asiáticos. Cambiar al mundo no era una bella frase para los intelectuales militantes de aquel tiempo. Era un compromiso y un desafío. Cuando en nombre del marxismo predominó el pensamiento soviético post-stalinista, mecanicista, pragmático, y su influencia se hizo sentir en las ciencias sociales y en el propio curso de la Revolución, la dirección política cubana cerró la revista Pensamiento Crítico. Muchos de los jóvenes revolucionarios que encontraban en este foro de ideas un aliento a sus ansias de “incendiar el océano” (como relata Fernando en su discurso de aceptación del Premio Nacional de Ciencias Sociales), sufrieron entonces un fuerte revés. Pero no fueron derrotados. Porque para ellos, ser revolucionarios, no era una moda. No era una postura para ganar simpatías en la estructura partidaria, o en los eventos institucionalizados del mundo político o académico ligado a la Revolución. Ellos eran revolucionarios por convicción, por pasión. Revolucionarios de partido. Y partidarios de revolucionar una y otra vez las prácticas y las teorías que comienzan a fosilizarse si se estereotipan o se tornan justificación de un orden y no un desafío de cualquier intento conservador. Ellos son revolucionarios cuarenta años después. Y lograron tal vez encontrar la manera de serlo, confiando en los ideales, y con un sentido de coherencia, que difícilmente podamos encontrar en otros ámbitos.
FMH, pedagogo de la revolución, es un tipo sencillo, un amigo en toda ocasión, un crítico cuando considera que perdimos el horizonte o confundimos el camino, un compa divertido a la hora de romper las solemnidades que enferman de manera terminal los ímpetus de las revoluciones. Es además un intelectual armado. Quiero decir, armado para batallas disímiles, tanto en el terreno de las ideas, como en el de las pasiones. Porque él nos enseñó que no se trata de convencer solamente con buenos argumentos, sino que hay que aprender a enamorarse de las revoluciones y a transmitir esos amores, con argumentos y con gestos. Pedagogo del ejemplo.
Austero en todos sus actos públicos y privados. Personalmente le agradezco la posibilidad de comprender a la Revolución Cubana como una obra esencialmente humana, con sus luces y sus sombras, y como parte de ella, la creación intelectual de la generación guevariana. Sólo quisiera que su reconocimiento nos sirva para que su obra intelectual sea más difundida, más conocida en toda América Latina. Para que nos ayude a seguir formando intelectuales no domesticados. Para seguir encendiendo la herejía del pensamiento crítico, en cualquier lugar donde se quiera y se desee cambiar al mundo.
(Escrito cuando en el 2006 ganó el Premio Nacional de Ciencias Sociales)
Claudia Korol es educadora popular argentina, participa en proyectos de formación política con movimientos campesinos, piqueteros, y organizaciones de mujeres.
Cuba y el pensamiento crítico. Néstor Kohan
Vaya nuestro sentido homenaje a quien fue un amigo, un maestro y sobre todo un compañero revolucionario de tiempo completo, internacionalista convencido e inquebrantable. Se murió como vivió, sin bajar jamás las banderas de la revolución mundial. Siempre colaborador de las Cátedras Che Guevara. Marxista profundo, erudito y reflexivo, gran admirador y conocedor de Lenin, partidario convencido de la insurgencia y la lucha armada en América Latina.
(No es casual que Roque Dalton, en su célebre Un libro rojo para Lenin comience hablando de Fernando [el profesor que tose todo el tiempo] sin mencionar su nombre…). Simpatizante, colaborador y asesor de varias organizaciones político-militares del continente, militante del Partido Comunista Cubano y en particular del Departamento América, dirigido por el comandante “Barbarroja” (Manuel Piñeiro Losada), por quien sentía particular admiración y lealtad al igual que por Fidel y el Che.
Se supo rodear y hacer querer de muchísimos amigos y amigas de variadas tendencias, todas revolucionarias, sin prejuicios de secta ni anteojeras dogmáticas. Del cuarto de siglo que compartí junto a él y de todo lo que aprendí (bibliotecas enteras) rescato ahora y me viene a la memoria una frase que jamás olvidaré: “Nunca te olvides, Néstor, que ellos primero matan y asesinan a miles de los nuestros y luego que nos aplastaron… nos hablan de «democracia»”.
¡Hasta la victoria siempre!, querido Fernando, hermano entrañable y admirado.
Néstor Kohan, argentino, es filófoso, especialista en el pensamiento marxista, y militante revolucionario.
Desde Ecuador: Homenaje a Fernando Martínez Heredia
Francisco Hidalgo Flor
Ha producido enorme pesar la noticia del fallecimiento de FMH, acaecido este 12 de junio de 2017. Conocimos de su obra y también tuvimos la fortuna de conocerlo personalmente y guardar un profundo respeto por su obra y su vida. Lo presentamos como un referente para las generaciones actuales y futuras que impulsan un pensamiento crítico.
Lo conocí por primera vez en la Universidad de Puebla – México, en la BUAP, año 2000, en el marco de la Segunda Conferencia Internacional de Estudios Gramscianos, que organizaba dicha Universidad bajo la iniciativa de Dora Kanoussi. Allí Fernando Martinez presentó una de las ponencias más interesantes del evento: “Memoria y proyectos: Gramsci y el ejercicio de pensar”, en la cual planteaba, entre otros asuntos, lo siguiente: “el mundo de hoy vive una dramática paradoja entre lo alcanzado por la humanidad y la manera de vivir más extendida; contraste que se muestra muy agudo cuando relacionamos los logros del conocimiento social y las promesas contenidas en los avances del pensamiento y la investigación humanos con la creencia generalizada de que nada esencial del orden vigente puede ser cambiado”.[2]
Nos volvimos a encontrar cuatro años más tarde, nuevamente bajo la invitación de Dora Kanoussi y la Buap. Otra vez la Universidad de Puebla era el escenario para conversar con Fernando, ya conociendo más de su trayectoria y su obra, individual y colectiva, pues sus esfuerzos mayores estuvieron orientados hacia la construcción común en la Universidad de La Habana, en el Departamento de Filosofía, también como director de la Revista Pensamiento Crítico, cuyo cincuentenario precisamente se conmemora este 2017.
Para el 2004 Martínez Heredia presentó la ponencia sobre: “La necesidad de Gramsci en Cuba”, en la que planteaba: “La necesidad de Gramsci en Cuba provino de la inadecuación entre el nivel de logros de la práctica revolucionaria y la teoría anticapitalista del marxismo que ha estado al alcance de los revolucionarios”.[3]
Finalmente nos volvimos a encontrar en el 2012, igualmente en México, con motivo de la Conferencia Internacional de Clacso. Participaría en uno de los Grupos de Trabajo, a la par tenía avidez por conocer detalles y análisis respecto de la evolución de los procesos sociales y políticos en la región andina y en el Ecuador.
Logramos escaparnos para conversar un rato, y recuerdo uno de sus comentarios, indicando que al rastrear sobre el pensamiento crítico no era suficiente ir a la génesis en Europa, sino también a la génesis en Latinoamérica. Destacaba los aportes que generó precisamente la revista Pensamiento Crítico, durante cinco años y 57 números, con importante repercusión en Cuba y el continente.
Vivificante era hablar con Fernando, escucharlo en sus ponencias, pues colocaba al centro la necesidad para académicos y políticos de izquierda de: “abrir una etapa de búsqueda y de creación en el terreno teórico”. Apreciaba y promovía los esfuerzos de pensamiento propio en y sobre la región. En él había a la par búsqueda y raíces, además se comunicaba con sencillez y entusiasmo.
Francisco Hidalgo Flor, sociólogo ecuatoriano, es decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Central del Ecuador
Sin Permiso ofrece, en libre descarga, una selección de algunos de sus libros:
Notas:
[1] Un gran número de textos dedicados a Fernando Martínez Heredia ha aparecido en Cuba a raíz de su fallecimiento. Entre ellos, de Aurelio Alonso, Juan Valdés Paz, Julio Antonio Fernandez Estrada, Julio Carranza, Juan Antonio García Borrero y Frank García-Hernández. La revista La Jiribilla ha compilado un amplio dossier con textos de Fernando Rojas, Magdiel Sánchez Quiroz, Yosvany Montano Garrido, Fernando Luis Rojas, Ernesto Limia Díaz, Iroel Sánchez, Omar Valiño, Carlos Tablada Pérez, Luis Toledo Sande, Nils Castro, Pablo González Casanova, Tony Kapcia y Par Kumaraswami.
[2] Fernando Martínez Heredia (2000). “Memoria y Proyectos: Gramsci y el ejercicio de pensar”. En: Gramsci en América. Edic. Buap y Plaza & Valdes. México.
[3] Fernando Martinez Heredia (2004). “La necesidad de Gramsci en Cuba”. En: Poder y Hegemonía hoy. Edic. Buap y Plaza & Valdes. México.
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