domingo, 4 de junio de 2017

Muere el escritor Juan Goytisolo




La mili y el habla
El mejor ejemplo era la jerga cuartelera de los hijos 
de la inefable clase media barcelonesa
 Juan Goytisolo
Los jóvenes de mi generación que ingresábamos en las aulas del alma mater cumplíamos el servicio militar obligatorio entonces vigente en las llamadas Milicias Universitarias separados del resto de los reclutas. En un primer tiempo el “caballero aspirante” ascendía a sargento al cabo de tres meses de entrenamiento veraniego en alguno de los campamentos dispuestos para ello y el siguiente año, siempre en verano a fin de no interrumpir los estudios, a alférez provisional. Una vez graduado, con el diploma de médico o ingeniero en la mano, finalizaba los seis meses restantes de oficial en algún cuartel. Los que como yo no concluimos nuestra carrera llevábamos a cabo las prácticas como meros sargentos. Aquella segregación clasista entre universitarios, hijos por lo común de familias acomodadas, y quintos o “sargentos chusqueros” que no habían tenido oportunidad de cursar estudios, no impidió no obstante que el servicio militar fuese una escuela de la que algunos de nosotros extraeríamos una enseñanza que luego aprovecharíamos. 

Si a diferencia de mi hermano Luis aprendí muy poco de mi paso por el campamento de Castillejos en la tarraconense sierra de Prades más allá de algunos episodios que permanecen vivos en mi memoria (la convocatoria por el capitán a tres compañeros de tienda para interrogarnos sobre otro conmilitón sospechoso de catalanismo, desafección al Régimen u homosexualidad por el hecho de prepararse el té antes del toque de retreta; “los españoles bebían vino”, dijo el oficial), mis seis meses de prácticas en el regimiento de infantería Badajoz número 26 sito en Mataró, incidieron decisivamente en mi vida y labor. La compañía a la que fui a parar estaba compuesta en gran parte de reclutas de la provincia de Almería, entonces la más pobre de España, reclutas cuyo analfabetismo, desamparo social y giros idiomáticos llamaron poderosamente mi atención. Recuerdo que anotaba estos últimos en un cuadernillo del que me serví más tarde para componer el relato de mis viajes a los Campos de Níjar y mi visita al barrio de La Chanca. La transcripción del habla campesina de la Andalucía Oriental y su reproducción fonética fueron así producto de aquellos meses de contacto con una España que desconocía y que se me ponía al alcance de la mano en virtud de la amalgama del servicio militar pese al elitismo clasista de las milicias. Aunque por aquellas fechas ya había iniciado mis correrías en los barrios proletarios de La Barceloneta y Montjuic, el regimiento de infantería Badajoz me proporcionó a fin de cuentas una educación más provechosa que lo que podían procurarme las clases, por lo común insípidas, que se impartían en la Universidad. 

Si futuros escritores de mi círculo más próximo como José Ángel Valente y mi hermano José Agustín sirvieron como caballeros aspirantes y sargentos en el campamento de la Granja y Luis Goytisolo en el de Castillejos, otros, como Rafael Sánchez Ferlosio, optaron por el tradicional sorteo y, al igual que el autor de Material memoria, les tocó cumplir la mili en Marruecos. Aunque ni uno ni otro han dejado un relato de su estadía en el antiguo protectorado español, el fruto de ello en Sánchez Ferlosio lo hallamos en El Jarama: el trato asiduo con los reclutas y su escucha del habla popular sentaron en efecto las bases de su innovadora novela.

El servicio militar sirvió de inspiración para algunas de las obras más significativas de los escritores sujetos a él en unos tiempos opresivos y sin un horizonte abierto

Pero tal vez el ejemplo más claro de la incidencia de la mili en la expresión de un habla que nuestros casticistas calificarían de plebeya sea la jerga cuartelera de los hijos de la inefable clase media barcelonesa reproducida en el capítulo V de Recuento, de mi hermano Luis. El novelista alterna las bellas descripciones del paisaje rural de las aldeas abandonadas de la sierra de Prades, que yo también recorrí durante las preceptivas marchas del regimiento, con una transcripción fiel de un habla sembrada de tacos más propia de los despreciados guripas que de caballeros aspirantes a oficiales, y el efecto es demoledor. Los eh tú, joder, coño, gilipollas, te la chupas, etcétera, registrados en una cinta grabadora nos dicen más sobre el empobrecimiento lingüístico de aquellos retoños de la burguesía que una sesuda tesis consagrada al tema.

Si la abolición del servicio militar obligatorio después del franquismo fue un indiscutible logro de la democracia, aquel sirvió al menos de inspiración para algunas de las obras más significativas de los escritores sujetos a él en unos tiempos opresivos y sin un horizonte abierto. Soldadesca, de José Miguel Ullán, pertenece ya a otra época —había desaparecido entre tanto un lector indeseable: el señor censor— y por dicha razón no cabe en estas líneas. ************************************************
Muere el escritor Juan Goytisolo a los 86 años en Marrakech. El narrador barcelonés obtuvo en 2014 el Premio Cervantes. Fue autor de novelas como 'Señas de identidad', 'Juan sin tierra' o 'Makbara'. El escritor Juan Goytisolo ha muerto este domingo, 4 de junio, a los 86 años en Marrakech (Marruecos), según ha confirmado la agencia literaria Balcells. En 2014, seis años después de despedirse de la ficción, obtuvo el Premio Cervantes, el más importante de las letras en español. El novelista barcelonés, uno de los autores más cervantinos de la literatura española reciente, lo recibió en Alcalá de Henares luciendo la única corbata que tenía en el armario y dedicando su discurso a los habitantes de la medina de Marrakech, sus vecinos desde que se instalara allí en 1997 con la familia de su amigo, y expareja, Abdelhadi. Hasta ese año, y desde 1956, sus vecinos eran los inmigrantes del Sentier parisino, el barrio en el que vivió con su esposa, la escritora francesa Monique Lange. En París recaló después de abandonar para siempre Barcelona, la ciudad en la que había nacido el 5 de enero de 1931.

Si la muerte de Lange, ocurrida en 1996, marcó su vejez e inspiró la novela que cierra su obra narrativa —Telón de boca (2003)—, su infancia estuvo marcada por otra muerte: la de su madre, Julia Gay, en 1938 durante un bombardeo de la aviación franquista sobre la Ciudad Condal. Aquella desaparición dejaría al cuidado de su padre a los hermanos Goytisolo (Marta, José Agustín, Juan y Luis) y funcionaría como hito sentimental en la obra de los tres varones cuando se convirtieron en escritores.
 
Debutante como narrador en los años de la literatura social de posguerra —su primera novela, Juegos de manos, es de 1954—, Goytisolo siempre estableció una relación directa entre su abandono del realismo y la asunción de su homosexualidad. A contar esa evolución personal, remontándose a la infancia, consagró en los años ochenta del siglo pasado dos magistrales libros autobiográficos: Coto vedado y En los reinos de taifa.

El verdadero parteaguas de su obra es, sin embargo, una novela prohibida en España hasta la muerte de Franco cuyo título provisional salió de un verso de Luis Cernuda, referente intelectual de Goytisolo junto a autores como José María Blanco White o Américo Castro: Mejor la destrucción, el fuego. El libro se publicó en México en 1966 con un título que haría fortuna: Señas de identidad. Con 35 años, Goytisolo cambiaba la narración tradicional en tercera persona por una suerte de “verso libre narrativo” en la que se mezclan las personas verbales, los tiempos y los materiales hasta formar un collage de estirpe vanguardista. “Señas de identidad nace de la insatisfacción respecto a mi propio trabajo”, decía. “Con los primeros libros había cumplido con mi deber de ciudadano, pero no con mi deber de escritor: devolver a la literatura algo distinto de lo que recibiste. Sin la idea de novedad no hay obra verdadera, y yo no había roto con el canon literario”. 

Juan Goytisolo será enterrado en el cementerio civil de Larache (norte de Marruecos), según informaron a Efe fuentes consulares españolas que se han hecho cargo del cadáver.

Goytisolo había dejado claro que quería ser enterrado en Marruecos y que no deseaba que fuera un cementerio católico, con lo que no quedaban muchas opciones, ya que la mayor parte de cementerios son camposantos musulmanes, judíos o cristianos.

La familia "ha considerado que el cementerio civil de Larache es una buena opción", señalaron las fuentes. Allí está enterrado el escritor francés Jean Genet, por quien Goytisolo siempre profesó admiración.

Novelas como Reivindicación del conde don Julián, Juan sin tierra, Makbara, Las virtudes del pájaro solitario o Carajicomedia recurrieron a la experimentación formal para abordar asuntos tan tradicionales como las miserias políticas y literarias españolas, la tradición sufí o la mística sanjuanista. En paralelo, y fruto de sus trabajos para EL PAÍS, Goytisolo fue publicando en forma de libro sus reportajes sobre Argelia, sobre Chechenia o sobre el Sarajevo asediado durante la guerra de los Balcanes. Además de ocuparse de la cara más heterodoxa, libertina y rijosa de la tradición hispánica -de La Celestina a La lozana andaluza-, consagró la serie de documentales para Televisión Española Alquibla a divulgar la cultura musulmana. Siempre tuvo a gala ser el primer escritor español que hablaba árabe desde el Arcipreste de Hita.

Goytisolo vivía en Marrakech con lo que él llamaba su “tribu” —la familia de Abdelhadi— pero nunca dejó de viajar a París para visitar a la hija y a la nieta de Monique Lange o a Barcelona para hacer lo propio con sus sobrinos, de los que hablaba con una devoción doblemente conmovedora en alguien poco dado a las efusiones.

En 2008 publicó El exiliado de aquí y allá, una secuela –“tal vez innecesaria”, decía él mismo- de Paisajes después de la batalla, su novela más parisina. Cuatro años más tarde vio la luz una breve colección de poemas: Ardores, cenizas, desmemoria. En marzo de 2015, semanas antes de recibir el Cervantes de manos del Rey Felipe VI, depositó en la Agencia Balcells un libro inédito con la orden de que se publique 10 años después de su muerte. Cuando se le preguntaba por el contenido, Goytisolo contestaba, lacónicamente, que trata “sobre asuntos sociales y personales”. Nunca una respuesta tan plana habrá retratado mejor la obra de alguien que cruzó hasta el final sus zozobras vitales con las de su tiempo.   *************************************

Juan Goytisolo: memoria y exilio. Eduardo Subirats
Latinoture (Jacksonville University)

El destino de todo intelectual ha sido y es el exilio. Un concepto de intelectual vinculado al esclarecimiento filosófico, poético, artístico y también político. Un concepto de acción intelectual simbólicamente comprometida con la búsqueda de la verdad y la comunicación de los avatares de esta voluntad de verdad. Y un exilio sin retorno.

El destino de todo intelectual español ha sido el exilio. Bartolomé de las Casas fue un exiliado en razón de su origen judío y de su cristianismo reformista. El Inca Garcilaso fue un exiliado porque vinculó las cosmologías de su origen inca con la filosofía cabalista de otro exiliado ibérico: el filósofo sefardí Leone Ebreo. Cervantes fue un exiliado por estar demasiado cerca del humanismo islámico y hebreo para el poderoso legado de la Inquisición y la Contrarreforma hispánicas. Fue un exiliado Giuseppe de Rivera, quien llamó a España madrasta de toda inteligencia. Exiliados paradigmáticos en el europeo siglo de las luces fueron José María Blanco White y Francisco Goya: testimonios del oscuro destino de una España entregada a la corrupción de la Iglesia católica y a una monarquía totalitaria. Picasso fue otro artista hispánico exiliado. Y los dos intelectuales que dieron forma literaria a la recuperación y revisión de una historia española proscrita en nombre de las ficciones nacionalcatólicas, Américo Castro y Vicente Lloréns, han sido dos grandes exiliados de Princeton. La tradición de los exilios hispánicos no termina en modo alguno con ellos.

El exilio, en el sentido transitivo de exiliar, es un acto de intolerancia. Y la segura garantía de la perpetuación de esta misma intolerancia – y de la imbecilidad colectiva que salvaguarda. En la Historia de España se ha exiliado todo lo que es diferente a un principio dogmático elevado a verdad absoluta: un solo dios, una ley fijada para la eternidad, una fe e identidad totales, un principio imbatible de autoridad patriarcal... Esos exilios excluyen la reflexión, la crítica y la voluntad de reforma como mera disidencia. El exilio ha sido el arma bajo la que sucesivas inquisiciones han mantenido la identidad inmaculada de una España petrificada en trascendencias heroicas, conquistas místicas, y un bendito atraso intelectual y moral.

La obra literaria, ensayística y periodística de Juan Goytisolo ha sido una continua confrontación con las expresiones intelectuales y la voluntad política de esta intolerancia. Confrontación con el nacionalcatolicismo español del siglo veinte y sus sucesivas vindicaciones de identidades inmaculadas y cristalinas por Ganivet, Unamuno, Maeztu, Ortega... Resistencia contra el franquismo como la manifestación criminal de esa misma intolerancia. Una oposición a la mezcla de arrogancia y provincianismo que han distinguido tanto la derecha como la izquierda españolas hasta el día de hoy. Rechazo de la homofobia alentada por las elites falangistas y postfalangistas.

Tres momentos capitales en el pensamiento literario y ensayístico de Goytisolo: la recuperación de la memoria islámica como legado fundamental de las culturas, las lenguas y las religiones ibéricas; su identificación de José María Blanco White, el intelectual esclarecido que abandonó el sacerdocio y la Iglesia, rompió con las debilidades de las Cortes de Cádiz, se embarcó como exiliado de la España negra en una fragata británica, y en Inglaterra se unió a los líderes más esclarecidos de la lucha por la Independencia de Hispanoamérica; y en tercer lugar, un “compromiso” intelectual que une la literatura con una experiencia humana transformadora, que debate y provoca una conciencia pública abierta a los dilemas del mundo en la tradición del humanismo moderno de Lessing, Thomas Mann o Rabindranath Tagore.

Este parti pris le puso a Juan Goytisolo contra las cuerdas de la política diaria y la historia real: a sus parodias del franquismo le siguieron las miradas oblicuas a una problemática transición, para acabar con la profecía negativa tanto en sus novelas como en sus ensayos sobre el declinar de occidente bajo la bandera de sus prejuicios y sus guerras globales. Y pasó de un exilio fascista al exilio de la democracia neoliberal; y de París a Marrakech.

En primavera de 1997 invité a Juan Goytisolo a través de la New York University. Conseguimos reunir a su entorno a las escasas voces lúcidas del hispanismo estadounidense, y en los convites que le siguieron en años sucesivos se estableció un diálogo abierto entre historiadores y estudiantes del mundo islámico y del mundo hispánico. En aquella primera ocasión organizamos un debate en el que Goytisolo mediaba entre Susan Sonntag y Edward Said. Fue uno de los últimos debates intelectuales y públicos celebrados en New York ante la catástrofe que entonces se avecinaba. Y un sonoro coronamiento que los frailes de Madrid no pudieron ocultar.

De ánimo luchador, con él y un puñado de amigos organizamos una serie de debates en New York, Londres y Madrid, y en la Al-Akhawayn University, en Ifrane, Marruecos. Algunos de esos eventos fueron masivos. El motivo que vindicábamos eran dos nombres destacados del reformismo de la historia española en el exilio norteamericano: Américo Castro y Vicente Llorens (el primero, un defensor de la identidad islámica y judía de la cultura filosófica, literaria y artística de la Península ibérica; el segundo, descubridor de Blanco White y los liberales españoles exiliados por la monarquía borbónica del siglo diecinueve).

Después de todo, fue un feliz fin de siglo. Las fuerzas del mal nos rodeaban por todas partes, pero todavía tuvimos la energía suficiente para formular un programa de diálogo e integración de culturas, religiones y lenguas, de burlar la indigencia intelectual española que había culminado en la celebración del centenario del Imperio hispano-cristiano en 1992 y, acto seguido, de la generación del 98, patético testimonio de la caída estrepitosa de ese mismo criminal imperio. Pudimos vislumbrar la posibilidad de un diálogo intelectual a lo ancho de América latina, África y Europa. Pero la fiesta terminó muy pronto. En la academia y fuera de ella se impusieron globalmente “tiempos de silencio”.

En un gesto no exento de ironía hacia los monaguillos intelectuales del Madrid postmoderno, Carlos Fuentes decidió incluir la obra de Juan Goytisolo en su ensayo general sobre la literatura latinoamericana del siglo XX. La relación de Goytisolo con la historia, las sociedades e incluso la literatura latinoamericanas fue más bien esporádica. Sin embargo, su obra solo puede comprenderse desde la tradición de reforma de la memoria, y de resistencia simbólica y política que ha constituido el núcleo espiritual de la gran literatura latinoamericana a lo largo de las vicisitudes del siglo veinte: Mário de Andrade, Juan Rulfo, José María Arguedas, Augusto Roa Bastos, Miguel Ángel Asturias…

No hay comentarios:


Estadisticas web

Archivo del blog

Mi foto
Iquique, Primera Región, provincia de Tarapacá., Chile