sábado, 16 de julio de 2016

El horror de Ingrid Olderock, la más siniestra de la DINA

por Marco Fajardo 10 septiembre 2014 

Fue escrito por la periodista Nancy Guzmán. “Me parece que estas mujeres no pueden quedar impunes para la historia del país”, dice. La agente fue acusada de entrenar perros para violar prisioneros políticos durante la dictadura, además de ser la instructora de las decenas de funcionarias que participaron activamente en la represión. Un libro centrado en la historia de la fallecida ex oficial de Carabineros Ingrid Olderock, la mujer más destacada de la DINA, acusada de adiestrar perros para violar prisioneros políticos durante la dictadura, además de ser la instructora de las decenas de funcionarias que participaron activamente en la represión, será presentado hoy.

Se trata de “Ingrid Olderock, la mujer de los perros” (Ceibo Ediciones), una obra de la periodista Nancy Guzmán. El lanzamiento es a las 19:00 horas, en la Sala de Teatro Cinema (Ernesto Pinto Lagarrigue 179), en el barrio Bellavista, Recoleta. El undécimo título de la Colección Investigación de Ceibo Ediciones será presentado por el ex ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, Alejandro Solís, el abogado en derechos humanos Nelson Caucoto, y la actriz Malucha Pinto.
 
La más poderosa. La investigación de Guzmán comenzó en 1996 con una serie de entrevistas realizadas a la ex funcionaria, quien llegó a ser la mujer más poderosa dentro de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), creada por el dictador Augusto Pinochet y el ex general del Ejército de Chile Manuel Contreras para combatir al “enemigo interno”.

Hija de alemanes y con ideas ligadas al nazismo, Olderock ingresó a la DINA en octubre de 1973, con el grado de capitana. Durante los primeros años de la dictadura participó en la Escuela Femenina de la institución, donde 70 mujeres fueron instruidas en tareas represivas y técnicas usadas en la guerra contrainsurgente. Dentro de su historial se encuentran tareas de espionaje, secuestros, torturas, desapariciones y su participación en la Operación Cóndor. Conocidos fueron también los vejámenes que ejerció utilizando animales (generalmente a su perro “Volodia”) para ultrajar sexualmente a detenidos y detenidas del centro de tortura selectiva “La Venda Sexy”, ubicado en la comuna de Macul.

Olderock también fue destacada al interior de la brigada Purén, encargada de los asesinatos y desapariciones en la DINA, antes que se encargara de esas tareas la Brigada Lautaro. La mujer, quien jamás fue interrogada judicialmente, también conoció secretos de Contreras, que lo relacionaban con el “proyecto Andrea” para fabricar el gas sarín, como también sus relaciones con Colonia Dignidad. En 1981 sufrió un atentado por parte del MIR, ocasión en que recibió una bala en la cabeza. Tiempo después denunciaría a los generales en retiro Contreras y Raúl Iturriaga como responsables del atentado contra el general Carlos Prats y su esposa en Buenos Aires, ocurrido en 1974. Olderock finalmente falleció en 2001.
 
No a la cámara. Guzmán llegó a Olderock luego que en 1996 fuera contratada por la BBC de Londres para realizar entrevistas a torturadores de los organismos de seguridad de la dictadura, como insumo para un documental de la tortura en el mundo. “Fueron tres sesiones de entrevistas que no terminaron en grabación para el documental”, recuerda Guzmán. “(Olderock) se negó aparecer en cámara, pero me parecía que era un material interesante y comencé a investigar sus respuestas. Lamentablemente, una de las principales entrevistadas, Alejandra Holzapfel, me pidió embargo sobre su entrevista hasta que muriera su mamá, y eso ocurrió el año pasado”. A la larga, para Guzmán, era inevitable hacer pública la entrevista a Olderock. “En ella se tocan aspectos absolutamente desconocidos, sórdidos y terribles de lo que fue la DINA y no darlos a conocer rompe con mis principios”, explica.

Agrega que quiso hacer este libro porque hasta ahora nadie ha escrito sobre el rol de las mujeres en la represión. “Olderock fue la directora de la escuela femenina de la DINA y ahí se les entregó destrezas a setenta mujeres para matar, hacer seguimientos, torturar y desaparecer a personas. Ella entrenó a mujeres para realizar actos criminales con recursos del Estado y eso es desconocido hasta el día de hoy. Me parece que estas mujeres no pueden quedar impunes para la historia del país”, dice. El tema de la represión no es nuevo para Guzmán. Antes publicó “Un grito desde el silencio”; “Romo: Confesiones de un torturador” (Premio Planeta de Periodismo Investigativo, año 2000) e “Historia para no olvidar”, en coautoría con el abogado Héctor Salazar. Además es una de las coautoras de “Los crímenes que estremecieron a Chile. Memorias de La Nación para no olvidar”, de Ceibo Ediciones (2013).
 
“Analista” Guzmán relata que una de las cosas que le llamaron la atención fue la insistencia de Olderock en centrarse en el atentado que sufrió, así como su supuesto rol de analista en inteligencia. “Ella, al igual que (Miguel) Krassnoff, (Marcelo) Moren y otros escondía su verdadero rol de agente represivo en una supuesta actividad de analista”, asegura. “Por lo tanto costó obtener muchas respuestas increíbles y luego investigar lo que negaba”.

La autora además insiste en el destacado rol que jugó Olderock en la represión. “Ella fue parte importantísima de la DINA. Integró la peor de las brigadas: la Purén y en ella tuvo mando por sobre muchos agentes porque su grado era de capitana. Participó en torturas, diseñó la peor tortura que era vejar sexualmente a detenidas y detenidos con un perro. Participó en Operación Cóndor, en los entrenamientos que la CIA dio a las mujeres de la DINA en la Casa de Piedra, en el Cajón del Maipo; supo de la fabricación de gas sarín”, afirma.
 
Origen del sadismo. Para comprender el grado de sadismo que alcanzó Olderock, basta con mencionar que mandó a torturar y violar a su hermana para quedarse con la herencia de sus padres, según Guzmán, quien señala que su crianza y educación explican cómo llegó a esos extremos. “Ella era hija de alemanes nazis y sus padres fueron especialmente violentos con sus hijos. Luego está la formación militarizada de la Escuela de Carabineros que acentúa ciertos rasgos autoritarios y la formación casi de comando que ella desarrolla al interior de esta institución”, asevera. “En todo eso está una ideología que rechaza la diversidad y la diferencia entre seres humanos”.

Lo triste es que esto no es pasado. Guzmán advierte que hasta hoy nadie sabe cómo se forma a las personas que ingresan a estas instituciones policiales o militares. “Es así como surgen sujetos que en plena democracia golpean a personas que viven de manera diferente su sexualidad, como lo ocurrido con el tipo de la FACH que golpeó a un transexual, eso en plena democracia”, dice. “Imagínate lo que pudo ser eso en dictadura”.
El atentado

Otra cosa llamativa es que Olderock terminó enemistada con su institución y también con la DINA. “Ella terminó odiando a Carabineros porque desde ahí se planeó su atentado”, indica. “Ella siempre insistió que el fallecido general (César) Mendoza dio la orden para su asesinato y que fue (el mayor Julio) Benimelli quien quedó encargado”, afirma. El atentado lo terminó ejecutando el MIR. “Posteriormente se dieron cuenta que habían atentado contra una agente que estaba desertando a Carabineros y a los servicios de inteligencia. Eso es muy interesante, porque los que atentaron contra ella fueron posteriormente detenidos y nunca les preguntaron sobre el atentado a Olderock en los interrogatorios, lo que lleva a la infiltración en los partidos de izquierda de la época, específicamente, en el MIR”.
 
La loca. Olderock finalmente falleció dos décadas después, de muerte natural y en la impunidad. “Ella siempre hizo creer a la justicia que estaba loca por una bala que tenía alojada en su cabeza”, dice Guzmán para explicar que haya muerto sin condena.

Además, a su juicio, “ha existido cierta liviandad para investigar el rol de las mujeres en las tareas criminales de los servicios de inteligencia de la dictadura cívico militar”. Guzmán también destaca que la mayoría de las mujeres que Olderock entrenó siguen vivas, algunas procesadas por las causas de “Conferencia” y de “Godoy e Inzunza”. “Pero en su mayoría son vecinas, buenas esposas, abuelas y han pasado sin castigo, ni siquiera la sanción social por crímenes tan horrendos”, lamenta. “Es tal la impunidad que la agente Adriana Rivas, que vive en Australia, ha defendido públicamente las torturas en la DINA y aún no es extraditada”.

Lo más triste es que Guzmán no descarta que en el futuro vuelva a haber personas de esta naturaleza. “Creo que en una sociedad donde existe tanta resistencia a los cambios, a la aceptación de la diferencia, a conocer cómo se forman nuestros cuerpos policiales y nuestras fuerzas armadas -porque hay que recordar que ellas pertenecen a todos los ciudadanos y son dependientes del poder político- pueden volver a ocurrir situaciones como las que se narran en este libro”, advierte.  “Creo que la historia nunca se repite, pero sí creo que sus efectos nos alcanzan tarde o temprano, cuando no se forma a la sociedad sobre el pasado y se construye una memoria que rechace toda muestra de xenofobia, racismo y sexismo”. *******************
 
 
Ingrid Olderock, la entrenadora de perros.
Daniel Valdivieso Integrante de historiaycultura.cl

No sólo el perfil del recién fallecido Manuel Contreras está entre los catorce personajes siniestros que conforman el mapa oscuro y perverso de Latinoamérica, propuesto por el libro Los malos, de Leila Guerriero. En la lista se encuentra también Ingrid Olderock, una de sus colaboradoras más directas en la DINA (el servicio de seguridad que instauró Augusto Pinochet tras derrocar a Salvador Allende en 1973), Mayor de Carabineros, torturadora y encargada del adiestramiento de perros para la violación de prisioneras y prisioneros.
La Mayor de Carabineros de Chile, Ingrid Olderock fue un pilar dentro de la DINA, ejército paralelo constituido por funcionarios provenientes de las fuerzas armadas y de la policía, que funcionó durante los primeros cinco años de la dictadura, y que es responsable por la mayor parte de las torturas y detenidos-detenidos, que dejó el gobierno de Pinochet en Chile. Alejandra Matus, la periodista encargada de trazar su perfil en el libro, la conoció en 1992. Consiguió la dirección de la “torturadora de los perros” a través de un amigo policía. Chile había recuperado hace poco la democracia y la periodista formaba parte de una generación joven y ávida de contar las historias que habían permanecido ocultas durante tantos años. A través de este acto esperaban contribuir a que la justicia hiciera su parte del trabajo.

En una entrevista que Olderock le dio en el living de su casa, la mujer no aceptó haber sido parte de las torturas, sino solamente haber realizado labores menores en los centros de tortura. Aceptó haber estado en Villa Grimaldi y Rinconada de Maipú y dijo no haber estado nunca en la Venda Sexy, el cuartel que se caracterizaba según los testimonios de los sobrevivientes, por la enorme cantidad de violaciones a los prisioneros y por una tasa de desaparición extraordinariamente alta, uno de cada dos detenidos. La periodista recuerda que esa tarde dejó con horror la casa de la mujer después de hacerle la pregunta clave. Nunca más volvió investigar sobre ella hasta años después de que estuvo muerta.
“- Versiones extrajudiciales sostienen que usted habría usado perros en las sesiones de tortura-dije, cuando me pareció que ya era tiempo de entrar en las preguntas que había ido a hacerle.
-No. Eso es falso y ridículo. Los perros no se pueden entrenar para eso. Yo nunca torturé a nadie-me dijo sin inmutarse.
La sentí, de pronto, demasiado cerca. Me pareció que me miraba con lascivia. Tuve urgencia de irme, apagué la grabadora, saludé y me fui, pensando que en otra ocasión podría presionarla más. Pero jamás volví”.
Walther Gustav Ernest Olderock Frank, padre de Ingrid, llegó desde Alemania en 1925 a Chile con un pasaporte del Deutsches Reich. Aún no cumplía los treinta años y era un hombre convencido de la supremacía alemana, y que cargaba con el resentimiento, al igual que muchos de sus compatriotas, por la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial. La madre de Ingrid Olderock llegó a Chile desde Alemania huyendo del hambre y el desempleo que siguió a la derrota germana en la guerra, al igual que su padre.
“Fueron tantos los inmigrantes que llegaron huyendo del hambre y desempleo en Alemania, que en 1930 el Estado chileno les cedió terrenos agrícolas en Peñaflor, en las afuera de Santiago. Así se constituyó la colonia Peñaflor, a la que llegó a vivir la joven alemana Kreszenz Bernhard Zillner, junto a sus padres y a su hermano Juan”.
El padre de Ingrid no vivió nunca en la colonia Peñaflor. Al arribar a Santiago consiguió trabajo en el diario alemán Cóndor, donde trabajó hasta el día de su muerte. El periódico funcionaba en la calle Agustinas, en el centro de la ciudad, y con el sueldo que recibía por sus labores compró una casa en Recoleta, y luego otra en Coventry, una calle de la comuna de Ñuñoa.
Las circunstancias en que se conocen los padres de Ingrid Olderock son desconocidas. En 1932 Walther se casa con Kreszensz. Al poco tiempo de matrimonio nace Hannelore Carmen, y dos años después, Karin. La menor de las tres hermanas, Ingrid Felicitas, nace en 1943. Las tres fueron criadas en un estricto sistema de crianza. No se les permitía salir a la calle, se les prohibía tener amigas chilenas, hablar en español y tener cualquier tipo de contacto con hombres. Recibían clases particulares en la casa.
Ingrid Olderock le habla sobre la educación que recibió a la periodista Nancy Guzmán, en una entrevista que le realizó para su libro La mujer de los perros.
“Crecimos aisladas. Mis padres eran de una disciplina alemana, no al lote como son los padres chilenos, que crían a sus niños dejándolos hacer de todo. En mi casa todo tenía que estar ordenado, o nos mataban. Ellos siempre nos enseñaron de acuerdo a como eran las cosas en Alemania”.
Walther, el padre de Ingrid era un fervoroso adherente del nacionalsocialismo, a pesar de que este hubiera emergido tiempo después de que él emigrara a Chile. La familia al poco tiempo se cambió a Coventry, cuando las hermanas eran aún pequeñas, y terminaron sus estudios en el colegio Suizo de Ñuñoa, donde se exigía el idioma alemán a tiempo completo.
En el año 1967 Carabineros de Chile abre por primera vez la inscripción de mujeres para su escuela de oficiales. Ingrid Olderock se inscribe y es aceptada por la institución. No le interesan las labores administrativas como a la mayoría de sus pares. A ella le interesa la acción. Es la primera mujer paracaidista de Chile. Experta en equitación. Cinturón azul en judo. Practica tenis y montañismo. En una entrevista que le realizó la revista Flash de la época, se declara fanática del entrenamiento de perros. Para entonces ha ganado ya el segundo lugar en un concurso internacional con un pastor alemán al que llama “Beatle de la costa brava”. Es también experta en tiro. En la entrevista se define como una aventurera: “Si me dijeran: Teniente, tiene que ir a la luna, yo respondería: A su orden, mi capitán. Y voy”
Después del golpe de estado comandado por Augusto Pinochet contra el gobierno democrático de Salvador Allende, Manuel Contreras le pide a Ingrid Olderock que forme y se haga cargo de la brigada femenina de la DINA. Ella es quién contacta mujeres que han sido rechazadas al postular a la Escuela de Carabineros, las entrena durante meses, las dirige y las coloca en los cuarteles para que realicen labores operativas y de secretariado. Entre los requisitos que deben tener las mujeres está la buena presencia. Un grupo de ellas un tiempo después dará vida a un grupo de “damas de compañía”: amantes de militares y partidarios de la dictadura pagadas por el régimen, a través de las cuales Manuel Contreras recaba información y datos para alimentar de intrigas y posibles amenazas a Pinochet, método en el que basa gran parte de su influencia sobre el dictador.

Ingrid Olderock fue también instructora en Tejas Verdes, el cuartel de prisioneros a cargo de Manuel Contreras y laboratorio de tortura de la DINA. De esos tiempos data la primera denuncia respecto a la utilización de perros en violaciones por parte de Olderock, realizada por Nieves Ayres ante Naciones Unidas, poco después de salir al exilio en 1977. Su testimonio fue poco difundido y su contenido pasó a formar parte de la bruma de los mitos.
“- Me violaron con perros. Alguien les daba instrucciones en español. Párate. Siéntate. En la piel me ponían cosas para que el perro lamiera. Los hacían que se me subieran por la espalda o por delante. Si el animal no estaba excitado, alguien lo masturbaba para que actuara. Yo sentía el pene del animal y había hombres que también se sumaban a la violación. Me insertaron botellas por la vagina, con ratas que me transmitieron toxoplasmosis. Era un estado de barbarie sin control, cada cual hacía lo que quería con nosotros”.
El poder de Ingrid Olderock parecía no tener límites por esos días. Era la protegida de Manuel Contreras, quién velaba por ella y la mantenía a salvo de sus adversarios al interior de la DINA y de algunos funcionarios de gobierno, que conocedores de sus aterradoras prácticas, presionaban para eliminarla del servicio. Ella se definía como nazi, igual que su padre. Se lo dijo a Nancy Guzmán, durante una de las entrevistas realizadas para el libro La mujer de los perros:
“Yo soy nazi desde pequeña, desde que aprendí que el mejor período que vivió Alemania fue cuando estuvieron los nazis en el poder, cuando había trabajo y tranquilidad y no había ladrones ni sinvergüenzas”.

A pesar de eso, el padre no aprobaba que Ingrid hubiera entrado a la escuela de carabineros, ya que creía que las mujeres debían estar en casa, dedicadas a las labores del hogar. Quizás este hecho biográfico aumentó la admiración que Ingrid Olderock ya sentía por la enfermera alemana Irma Grese, apodada en los campos de concentración por los que pasó como “el ángel de la muerte”, “bella bestia” o “la perra de Belsen”, conocida por dejar que los perros se lanzaran encima de las prisioneras para devorarlas. La enfermera alemana se hizo parte del partido nazi en la adolescencia, en contra de la voluntad de su padre, y luego, cuando él la rechazó, por llegar a su casa con el uniforme de la Liga de la Juventud Femenina Alemana, lo hizo encarcelar.
“Era además una estudiosa del tema. En las fiestas de la época, mientras los agentes bebían hasta perder el control, ella se jactaba de su completa biblioteca sobre el tema….Nos decía que admiraba a la enfermera Irma Grese”, dice un ex fiscal militar que la conoció en los años ochenta y prefiere mantener en secreto su identidad.
La guerra de Ingrid contra su propia sangre no tardaría en desatarse, a medida que su poder creciera. La vecina dice que Hannelore, que sufría algún tipo de esquizofrenia, fue expulsada de la casa por Ingrid y que estuvo internada por años en un hospital psiquiátrico. Una de las pocas veces que Hannelore aceptó haber sobre Ingrid con la periodista, le dijo: “Esa siempre me dio la espalda”.
Quizás el ejemplo más aterrador de la naturaleza de Ingrid, está en el secuestro de su propia hermana Karin, que ordenó en el año 1975, cuando ésta volvió de Alemania para realizar la partición de la herencia cuando murieron los padres.
“Los agentes de la DINA se habían presentado en Coventry 349 el 11 de agosto de 1975, diciendo que eran agentes de la Interpol, y se llevaron a Karin, según consta en los archivos de la Fundación vicaría. El tío de las Olderock, Juan Bernhard, hermano de la madre de Ingrid, presentó un recurso de amparo a favor de su sobrina
...
Un mes más tarde, el Ministerio del Interior envió un oficio confidencial a la Corte, informando que Karin había estado recluida en el centro de detención de Cuatro Álamos y en el de Pirque, y que luego había sido expulsada del país por decreto Supremo. Con esos antecedentes, la Corte rechazó el recurso de amparo y la justicia no investigó por qué detuvieron a Karin. Pese al relato del Ministerio del Interior, no hay evidencias del paso de Karin Olderock por Cuatro Álamos. En las organizaciones de sobrevivientes de Tres Álamos y Cuatro Álamos no hay referencias de su paso por allí.”

Las sospechas apuntan a que estuvo secuestrada en Colonia Dignidad, enclave alemán ubicado en el sur de Chile, que colaboró con la dictadura y sirvió como campo de prisioneros y de experimentación de armas químicas. La propia Ingrid Olderock habló del tema con Nancy Guzmán, según consta en el libro La mujer de los perros.
“La propia Ingrid reconoció, cuando la entrevistamos, que ella misma la había denunciado, pues pensaba que el nazismo era la ideología más adecuada para resolver los problemas de la humanidad y no podía soportar que su hermana tuviera ideas distintas. Yo la fui a esperar al aeropuerto y ella venía muy cambiada. Me intentó sacar información, porque era del Partido Socialista y tenía la misión de obtener información de la DINA. Yo me di cuenta al tiro y empecé a investigar, y claro, era así”.
Según la versión de Ingrid, su hermana Karin la amenazó con quemar la casa y a raíz de ese hecho, le contó su problema a Manuel Contreras. El Mamo le dijo que solucionaría el asunto. Poco después la hermana de Ingrid fue detenida, torturada, violada y devuelta a Alemania.
“Karin Olderock no presentó denuncia alguna en Alemania, aunque rompió relaciones para siempre con su hermana Ingrid y jamás volvió a Chile. Sólo siguió en contacto con Hannelore. Falleció de cáncer en 1995, en Alemania, y le dejó su parte de su herencia a Hannnelore, pues como todas las Olderock, no se casó ni tuvo hijos. Ingrid se quedó con la casa de Coventry después de que murieran sus padres. Allí siguió viviendo sola hasta el día de su muerte”.

Lo aprendido en Tejas Verdes, Ingrid Olderock lo aplicó a cabalidad en su recorrido por los centros de tortura de toda la capital. Y en su tránsito comenzó erigirse como una de las agentes más siniestras y despiadadas dentro de la siniestra institución. Una de las sobrevivientes de la Venda Sexy recuerda.
“Entonces escuché la voz ronca de una persona que claramente daba las órdenes. Pensé que era un hombre, pero luego, cuando comenzó a cargarse sobre mí, me di cuenta de que era una mujer. Yo me imaginaba que me iban a violar, como en Villa Grimaldi, o cualquier otra cosa. Pero nunca imaginé lo que venía. No me di cuenta de que había un perro hasta que lo tuve encima”.

Los testimonios sobre las aberraciones a las que eran sometidas las prisioneras por Ingrid Olderock, y los militares del centro de tortura, se repiten.
“Nos contó llorando que tenían un perro para violar a las mujeres y que lo llamaban Volodia, por Volodia Teitelboim, el escritor y dirigente del Partido Comunista. Era algo difícil de incorporar, porque no está en tu imaginario. La compañera que estaba más cerca de ella la abrazó y se produjo un silencio. Yo pienso que todas estaban como yo, pensando: “Esto me puede pasar a mí también”.

Todos los testimonios hablan del goce que experimentaban los torturadores con las aberrantes acciones que Olderock hacía realizar al animal.
“Por la voz ronca de quien daba órdenes, pensé que eran un hombre, pero después supe que era la Olderock. Se escuchaban risas y chistes de muchos hombres. Por la algarabía que había alrededor, pensé que el subterráneo era un lugar amplio, pero ahora que he podido visitar esa casa me di cuenta de que era un cuarto pequeño,
de unos tres metros por tres. Para esos hombres, esa inhumanidad era una fiesta, los excitaba, lo gozaban”.

Cuando en 1978 Augusto Pinochet se ve obligado a disolver la DINA, por las presiones del gobierno norteamericano, luego del asesinato de Orlando Letelier en Washington, no sólo se acaban los tiempos de gloria para Manuel Contreras, sino también para sus protegidos. Pinochet crea un nuevo organismo represivo la CNI (Central Nacional de Informaciones), y pone a la cabeza de la organización al archienemigo de Contreras, Oldanier Mena. En este contexto, Ingrid Olderock es reasignada a cumplir funciones en los servicios de inteligencia de Carabineros (SICAR). Dentro de la institución se siente subvalorada e ignorada por el mando.
En 1981 dos desconocidos le disparan a quemarropa a la salida de su casa. Uno de los balazos lo recibe en el pecho, y el otro en la cabeza. Ingrid Olderock no muere. Mientras se recupera en el Hospital de Carabineros se realizan operativos que terminan con varios miristas detenidos. Sin embargo al despertar, Ingrid Olderock sostiene que el ataque ha sido planificado por los propios servicios de inteligencia, que desean castigarla por un supuesto intento de deserción. Apunta como responsable del ataque a uno de los jefes de inteligencia de Carabineros, Julio Benimelli.
Hay testimonios que apoyan la idea que el atentado provino desde el MIR.

“En La mujer de los perros, Nancy Guzmán incluye el relato de dos ex militantes del MIR que confiesan haber sido los autores del ataque, aunque al menos uno de ellos sospecha que el MIR estaba infiltrado por las agencias del régimen. Según esos testimonios, Ingrid Olderock llevaba, en el momento en que le dispararon, una carpeta con documentos que demostrarían que estaba negociando su salida del país con una organización socialista alemana, a cambio de entregar información sobre la DINA”.

Aunque por otra parte también hay quiénes desestiman de plano esta versión.

“Muchos desconfían de esto ya que no existe ningún registro sobre el supuesto intento de deserción de Olderock, y porque tampoco entregó información relevante a los tribunales de justicia, a pesar de que tuvo ocasión de hacerlo con el retorno a la democracia”.
Después del atentado Ingrid Olderock se retiró de Carabineros, pero, al parecer, no dejó de prestar servicios especiales para la CNI. El ex fiscal militar dice al respecto.
“-Me consta que en el año 86, cuando la CNI estaba tras los militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, se recurría a ella para ciertos servicios-dice el ex fiscal del Ejército, que en aquel momento, conducía investigaciones sobre militantes de izquierda como el FPMR, una organización armada, opuesta a la dictadura-. A veces los agentes detenían a una mujer y con los métodos tradicionales no podían sacarle información. Entonces la iban a buscar. Ella llegaba con sus perros a una casa secreta en Ñuñoa, perteneciente a la Dipolcar, la Dirección de Inteligencia Policial de Carabineros. Eran pastores alemanes. Uno se llamaba Kayzer. Incluso les cortaba las garras a los animales para que no marcaran a las víctimas. Ella interrogaba a las prisioneras y emitía un informe que, una vez leído, se quemaba”.

Según el fiscal, Olderock era utilizada para llevar a cabo estos trabajos, pero al mismo tiempo, era despreciada por los agentes por heder debido a su falta de aseo y por su locura; por prodigarse placer con sus perros. Pero sobre todo, por su lesbianismo.
“-Era una mujer muy hermética y desconfiada. Andaba siempre armada y decía que estaba convencida de que la iban a matar. Si se despedía de ti en la calle, se quedaba parada, observando tus movimientos. Era box populi que era lesbiana y que practicaba la zoofilia con sus perros. A veces entraba en cuadros depresivos severos y había que ir a buscarla. Un par de veces intentó suicidarse y fue internada en el hospital de Carabineros con nombre falso”.

Durante la década de los noventa Manuel Contreras, estando encarcelado en Punta Peuco, continuó supervisando a Ingrid Olderock. Desde allí, Contreras controlaba una red de ex agentes- “la dinita”- que iban a ver a Olderock después de cada ocasión en que era citada por un tribunal. La mujer lo visitaba también por voluntad propia al penal de Punta Peuco, al menos cada dos semanas, y le llevaba pastelitos que ella misma horneaba. Después volvía a su vida habitual en su casa de Coventry. A la soledad y a sus perros. A esperar a él, o los asesinos, que pronto vendrían a buscarla. Para repeler ese ataque guardaba una Browning 9 milímetros en el horno y llevaba siempre una pistola en la cartera.
Ingrid Olderock nunca confesó sus crímenes, ni siquiera ante la justicia. Hay muy pocos testimonios de sus víctimas (casi inexistentes en el caso de los abusos masculinos), probablemente porque los recuerdos fueron archivados por las víctimas “en la zona donde se entierran los miedos y las vergüenzas inconfesables”. Eso llevó al hecho de que
la utilización de animales por parte de los agentes de la DINA para violar detenidos, se creyera durante décadas un mito.
“El Estado chileno creó la Comisión Nacional contra la Tortura en 2004, pero tan sólo en el año 2014 algunas ex prisioneras decidieron contar a los medios de comunicación la forma en que aquella mujer, que ya llevaba muchos años muerta, las había denigrado más allá de cualquier límite”.

Ingrid Olderock muere un 17 de marzo de 2001, de una hemorragia digestiva aguda, sin haber sido condenada por delito alguno. Ante la ausencia de familiares, una asistente de carabineros coordinó los servicios funerarios en el mausoleo de la institución.

No hay comentarios:


Estadisticas web

Archivo del blog

Mi foto
Iquique, Primera Región, provincia de Tarapacá., Chile