martes, 19 de julio de 2016

Nueva mirada al arte rupestre de los changos revela una cultura compleja



Algunas tienen cerca de 8 mil años:

Despreciados por los colonizadores españoles, estos antiguos habitantes de la costa del desierto de Atacama poseían una compleja cosmovisión relacionada con la vida en el mar. Richard García

Cuando los conquistadores españoles llegaron a la costa del desierto de Atacama encontraron numerosas comunidades nativas de pescadores a las que para identificarlos denominaron como changos. "Ellos a sí mismos se denominaban camanchacos, que es el nombre que aparece en las crónicas y documentos de viajeros más o menos hasta 1650, cuando comienzan a llamarlos changos", explica José Castelleti, arqueólogo y antropólogo de la Universidad de Tarapacá.

Es justamente el momento en que los indígenas empezaron a ser entregados en encomiendas a los españoles. Fueron descritos como "gente bruta", "pobres" y "bárbaros", porque solo poseían bienes básicos, e incluso se les describió como "malolientes", porque bebían sangre de lobo marino y también se untaban su cuerpo con ella o con su grasa o la de las ballenas. Pero recientes análisis arqueológicos publicados en la revista Arqueología Iberoamericana muestran que detrás de esas costumbres había una profunda raigambre cultural.

"Los camanchacos tienen en realidad miles de años de tradición", afirma Castelleti. Ellos descienden de un grupo paleoindio cazador recolector que entre los 8 mil y 6 mil años antes del presente enfrentó un período en que los recursos naturales terrestres se volvieron muy escasos y que debió mirar hacia la pesca como opción. Así lo revelan pinturas rupestres halladas especialmente en la zona de Taltal (Región de Antofagasta), cuyo tema central es la pesca de animales identificados como ballenas, lobos marinos y peces.

"Mediante carbono 14 y arqueomagnetismo logramos datarlas en unos 7.800 años antes del presente, lo cual es mucho más antiguo de lo que se estimaba", explica. Hasta ahora se creía que habían sido pintadas en los últimos dos milenios. Lejos de ser el grupo de salvajes descrito en las crónicas, Castelleti asegura que tenían una ideología que era parte de su sistema de adaptación al medio.

"Además de adoptar la tecnología pesquera, mantuvieron y desarrollaron una cosmovisión vinculada con la representación de fuerzas de la naturaleza ligadas al mar", asegura. Según ha revelado el análisis de las pinturas, los grupos indígenas empezaron a distinguir momentos importantes para su vida, como saber cuándo llegaban las ballenas o cuándo era apropiada la recolección de ciertas especies, todo clave para su subsistencia durante el año.

La apuesta del arqueólogo es que las pinturas estaban asociadas a algún tipo de ceremonia. Los lugares donde se encuentran las pinturas normalmente están alejados de sus zonas de vivienda. La mayoría se ubican en quebradas al interior. Probablemente, los camanchacos acudían a esos lugares en situaciones especiales. "Su significado original se ha perdido, y hasta ahora no ha aparecido ningún material asociado, ni tampoco restos humanos, pero tenemos como referencia situaciones similares que realizaban los selknam y yaganes. La llegada de las ballenas, por ejemplo, allá estaba asociada a un complejo número de ceremonias, ya que el varamiento de alguna de ellas les permitía obtener comida, grasa y otros elementos para su sustento anual".

Y tal como los pueblos magallánicos, probablemente los camanchacos también pintaban sus cuerpos. Es así como en la zona de Taltal han encontrado en sitios habitacionales, fogones y tumbas, fragmentos de un pigmento rojo derivado de la hematita, un óxido de hierro muy común en la zona. Este pigmento también se usó en las pinturas, aunque mezclado con otras sustancias que permitieron que se fije en la roca y así permanezca en el tiempo.

Este mismo color rojo habría sido el que mencionan los conquistadores españoles en sus descripciones.
¿Cazaban ballenas? La posibilidad de que los camanchacos cazaran ballenas, como lo insinúan las pinturas, es objeto de debate. "Probablemente lo hacían solo en forma simbólica", sostiene el arqueólogo José Castelleti. El único documento o crónica que describe el acto ha sido cuestionado, porque su autor nunca lo vio en forma directa. "No hay datos etnohistóricos ni arqueológicos; tampoco restos que prueban que los grupos indígenas cazaban ballenas, ni siquiera entre los grupos patagónicos".

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