jueves, 21 de julio de 2016

Prisiones, racismo y violencia El abolicionismo de Angela Davis

El abolicionismo de Angela Davis
El ícono del feminismo y el Black Power visitará el país este fin de semana para el encuentro "eX-céntrico: Disidencias, soberanías, performance". Será su segunda visita tras 1972. Esta es la intro de su último libro de ensayos, recién llegado a Chile.
 Tomado de Fernando Pairicán.

"Desde finales de los años sesenta del siglo pasado, Davis ha sido una de las activistas políticas más entregadas a la causa de la justicia racial".  Angela Y. Davis es un ícono del movimiento del orgullo negro de los años setenta. Es, sin duda, una de las mujeres negras más conocidas en Estados Unidos y el mundo en general. Además de ser negra, también fue candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos por el partido comunista. Su declaración pública de ser comunista le costó su trabajo como profesora en la Universidad de los Ángeles (California), cuando Ronald Reagan era gobernador del estado. Y fue él precisamente quien, con la colaboración del FBI y el Presidente Nixon, desató contra ella la persecución política e ideológica que la hizo famosa.

Desde finales de los años sesenta del siglo pasado, Davis ha sido una de las activistas políticas más entregadas a la causa de la justicia racial, la crítica y el desenmascaramiento de la brutal violencia estatal y policial contra los negros y las minorías raciales, y a la búsqueda de la justicia para las mujeres en general. Es también una de las más conocidas intelectuales públicas. De hecho, es lo que Antonio Gramsci llamó un intelectual orgánico. Su trabajo intelectual y filosófico ha transformado tanto los black studies como los estudios de género. Sus libros son indispensables y canónicos.

De hecho, su "Angela Davis: An Autobiography", publicado en 1974, es ya uno de los clásicos de lo que se llama la narrativa neo-slave, junto con las biografías de Mumia Abu-Jamal, George Jackson, Malcolm X, Huey P. Newton y Assata Shakur. Esta biografía política fue escrita, precisamente, para documentar cómo llegó a ser una de las primeras filósofas negras y una de las primeras y escasas profesoras de filosofía en la universidad, declarada por el FBI uno de los diez criminales más buscados de Estados Unidos. Este texto ocupa ahora un lugar prominente en ese género único de las letras afroamericanas, el género narrativo de la opresión, la violencia y la deshumanización racial que sufrieron y continúan sufriendo los negros en Estados Unidos, aun transcurrido más de siglo y medio de la abolición de la esclavitud, y a más de medio siglo de la proclamación de los derechos civiles de todos los negros. Durante más de cuatro décadas, sin embargo, el activismo de Davis se ha enfocado, de forma tenaz e infatigable, hacia lo que ella llama el «abolicionismo de la prisión». Este, según lo entiende ella, comprende una triple abolición: la abolición de la pena de muerte; la abolición del complejo industrial-penitenciario, que debe también incluir la abolición de sus componentes militares, como la tortura y el terror, y la abolición de todos los rastros y herencias de la esclavitud que han sido mantenidos y renovados por la pena capital y el sistema de prisiones en Estados Unidos. Todo su activismo, producción intelectual, investigación histórica y sociológica proclaman que la abolición de la esclavitud y de sus herencias sigue siendo incompleta y permanece inacabada.

Angela Yvonne Davis nació en Birmingham, Alabama, el 26 de enero de 1944. Fue allí donde supo del apartheid de Sudáfrica, pues su ciudad era conocida como la Johannesburgo del Sur. Además, creció en un vecindario llamado Dynamite Hill —el «cerro dinamita»— por la frecuencia con que las casas de los negros eran atacadas por los supremacistas blancos del Sur y el Ku Klux Klan. Sus padres, con mucho esfuerzo y sacrificio, consiguieron formar parte de la clase media baja entre la población negra y pudieron dar una buena educación a sus hijos. Además, eran miembros de la comunidad política del Sur y contaban a comunistas entre los amigos de la familia. Ya de joven, Davis se familiarizó con el mundo de la política y con la noción de que la libertad no se da ni se recibe, sino que se crea y se forja por la lucha colectiva.

Gracias a su dedicación a los estudios, recibió una beca, financiada por los cuáqueros, para asistir a una escuela secundaria en Nueva York, Elisabeth Irwin High School, la cual fue apodada Little Red School House («pequeña escuela roja») por sus tendencias izquierdistas y radicales. Posteriormente, obtuvo otra beca para asistir a la Universidad de Brandeis, en Waltham (Massachusetts), donde estudió Francés y Literatura Francesa. De hecho, estudió en La Sorbona durante su tercer año. En Francia siguió directamente la lucha anticolonial de los argelinos, lo cual le dio una perspectiva más global de la relación entre la lucha contra el racismo, el colonialismo y el imperialismo. Comprendió que la lucha contra el racismo es una lucha internacional que requiere la solidaridad entre muchos pueblos y comunidades raciales. En septiembre de 1963, mientras estudiaba en París, se enteró del asesinato de sus compañeras de infancia Denise McNair, Addie Mae Collins, Carole Robertson y Cynthia Wesley, quienes murieron después del asalto a la iglesia baptista de la calle 16, en Birmingham. Esto supuso un duro golpe personal, que la decidió a consagrarse a la lucha antirracista y en favor de la justicia económica y social.

En Brandeis conoció a Herbert Marcuse, quien la adoptó como su pupila. En su biografía, Davis narra cómo Marcuse se interesó mucho por su formación, disponiendo de hecho tutorías individuales para ella, unas sesiones en las que discutían desde sobre los presocráticos hasta la filosofía de Kant y Hegel. Con su ánimo y apoyo, Davis recibió una beca para estudiar en Alemania, en la Universidad Goethe de Fráncfort del Meno. Allí estudió Filosofía, en la tradición de la teoría critica de la famosa Escuela de Fráncfort. Asistió a seminarios y cursos de Theodor W. Adorno, Jürgen Habermas, Karl Heinz Haag y Alfred Schmidt. Pero estudió principalmente con Oskar Negt, por entonces un joven profesor muy comprometido con el movimiento estudiantil, y, en particular, activo en la liga de estudiantes socialistas alemanes (Sozialistischer Deutscher Studentenbund). Fue esta una experiencia de intenso aprendizaje filosófico durante la cual se dedicó a las obras de Kant, Hegel y Marx.

Después de dos años de estudios en Fráncfort, incitada por el creciente movimiento revolucionario de los negros en Estados Unidos, decide regresar y continuar sus estudios de doctorado en la Universidad de California (San Diego) con Marcuse, quien, por razones políticas, se había trasladado ahí desde Brandeis. Cuando regresa, Davis se dedica al movimiento, en particular a la causa de los Hermanos Soledad. Es durante este tiempo cuando se hace miembro del Partido Comunista y, en particular, del club Che-Lumumba, una sección del partido dedicada a la lucha por la justicia racial.

A pesar de que la Universidad de Princeton y el colegio universitario Swarthmore habían expresado su interés en ofrecerle un puesto como profesora en sus departamentos de Filosofía, Davis optó por la Universidad de California (Los Angeles) debido a su ubicación urbana y a causa de las organizaciones políticas existentes en la ciudad. En 1969 fue nombrada profesora asistente interina de Filosofía. Antes de que empezara sus clases, un agente clandestino del FBI anunció en un editorial de un periódico universitario que la universidad había contratado a una comunista. Empezó entonces su persecución política. Sin embargo, con el apoyo de toda la universidad, la comunidad local y también la nacional, fue reintegrada en su puesto, contra los deseos de Reagan y los anticomunistas del estado de California.

Como inauguración de su docencia universitaria dio un curso titulado «Temas recurrentes en la literatura afroamericana», del cual quedan dos conferencias tituladas «Lectures on Liberation», que circularon durante los años setenta como un panfleto publicado para reunir fondos con vistas a su defensa legal cuando fue presa política. Han sido reeditadas recientemente como prefacio a una nueva edición del texto autobiográfico de Frederick Douglass "Narrative of the Life of Frederick Douglass. An American Slave", con introducción de Angela Davis. Las «Lectures on Liberation», de hecho, se centran en una lectura ceñida del texto de Douglass, a través de una perspectiva filosófica, refractada a través de la dialéctica hegeliana y el existencialismo politizado de Jean-Paul Sartre. Estas conferencias son una buena muestra de la brillantez intelectual y filosófica de esta joven negra que, con apenas treinta años, ya se embarca en una trayectoria única y productiva. Durante estos años de estudio intenso, dedicados a la preparación de seminarios y a la redacción de su tesis doctoral, se convierte en blanco de la agresión anticomunista. Se ve continuamente amenazada, lo cual la obligará a ir armada con un revólver y siempre acompañada por un guardaespaldas. Como una de la líderes del movimiento para liberar a los Hermanos Soledad —John W. Cluchette, Fleeta Drumgo y George Lester Jackson—, un grupo de afroamericanos que estaban en prisión por razones claramente racistas, Davis estaba en contacto con el hermano de uno de los acusados, Jonathan Jackson. De hecho, Jonathan Jackson actuaba en ocasiones como su guardaespaldas. El 7 de agosto de 1970, J. Jackson, que contaba diecisiete años y cursaba todavía enseñanza secundaria, armado con una escopeta y la pistola perteneciente a Angela Davis, tomó la Audiencia del condado de Marin. Los guardias de la Audiencia y de la prisión, que habían recibido órdenes de no permitir bajo ningún concepto la huida del asaltante, desataron una lluvia de disparos en la cual Jackson, otros dos presos y el juez que habían tomado como rehén murieron.

Cuando la policía descubrió que una de las pistolas estaba registrada a nombre de Angela Davis, y que además ella había mantenido correspondencia con George Jackson, se promulgó una orden de detención acusándola de asesinato, secuestro y conspiración criminal, delitos castigados con la pena de muerte. El 18 de agosto de 1970, J. Edgard Hoover, director del FBI, incluyó a Angela Y. Davis entre los diez criminales más buscados del país, la tercera mujer por entonces en haber sido merecedora de este infame honor. Empezó así una búsqueda que involucró a todas las agencias de la policía y los servicios secretos estatales. Davis fue detenida el 13 de octubre de 1971 en Nueva York, después de una persecución por casi todo el país. El entonces Presidente Richard Nixon apareció en televisión para felicitar a Hoover por «la captura de esta peligrosa terrorista, Angela Davis».

El 4 de junio de 1972, después de un juicio en el que Davis asumió su propia defensa legal, los cargos de asesinato, secuestro y conspiración criminal fueron sobreseídos. Durante los años setenta, Davis viajó a Cuba, donde residió por un tiempo, y posteriormente a la Unión Soviética, en 1979, para recibir el premio Lenin. Durante las décadas de los ochenta y noventa, enseñó en la Universidad Estatal de San José (1980-1984), y luego en la Universidad de California (Santa Cruz), en el famoso Departamento de Historia de la conciencia (1991-2008), donde se jubiló como profesora emérita. Desde la publicación de su "Autobiografía", ha escrito seis libros que han transformado los estudios de raza y de género, y que han articulado una de las más elocuentes críticas de lo que ella llama el complejo industrial-penitenciario y de la perpetuación de la pena de muerte, el más evidente legado de la esclavitud en Estados Unidos.

La geografía de un imaginario emancipador

Cuando se estudia a Angela Y. Davis, uno se percata inmediatamente de las fuentes a las que su trabajo se refiere, empezando con que siempre hace referencia a su propia experiencia como mujer negra que estuvo presa en prisiones de alta seguridad y sometida a aislamiento, además de ser tachada de «enemiga pública» número uno, y que, a la vez, se hizo famosa y fue foco de atención de un movimiento internacional de solidaridad —la campaña «Libertad para Angela Davis»—, que indudablemente contribuyó a su absolución.

Otra fuente de su trabajo científico comprometido es su continua lectura de los grandes pensadores afroamericanos del pensamiento político —en particular las dos figuras sobresalientes de Frederick Douglass y W. E. B. Du Bois—, que ya había empezado en sus cursos de Filosofía al principio de su carrera académica. De forma destacada, en uno de los textos que escribió durante su estancia en prisión en el condado de Marin, cuando se hallaba a la espera de juicio, recurrió a Du Bois, porque en su trabajo encontró ya una de las criticas más lúcidas.

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