domingo, 24 de julio de 2016

La viuda de Apablaza 2 Germán Luco Cruchaga.



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La viuda de Apablaza 2° parte Germán Luco Cruchaga.
LA VIUDA.- Me alegra que, en mi casa, tenga esos gustos... DON JELDRES.- Muchas gracias, señora...
LA VIUDA.- Y no ha de faltar algo pa entretener el diente... Pasemo...

DOÑA MECHE.- Gracias... Porque si éste bebe sin comer, de aquí no lo saco ni con una yunta e güeyes...

DON JELDRES.- Modérate, Meche... Si aquí tamién hay techo y entre toas las hijuelas del contorno en ninguna hay mejor mesa ni mejor mosto ni más amabilidá que en la de la viuda de Apablaza. Aquí uno está en el ciclo...

LA VIUDA.- Cumplíos suyos, on Jeldres. Aquí hay cavimento y güena disposición pa recebir a las visitas... Aquí no hay trancas en las puertas pa los conocíos que se aprecean...

DON JELDRES (Aparte.).- Eso..., eso que se lo pregunten al Ñico. LA VIUDA.- Aelante, pué...
DOÑA MECHE.- Gracias...  (Mutis LA VIUDA, DOÑA MECHE y CELINDA.
Pausa.)

DON JELDRES.- Y usted, Florita, ¿no nos acompaña?

FLORITA.- Ya voy, don Jeldres. Me duele un poco la cintura de tanto recoger frutillas...
Voy enseguidita...  (Pausa.)

DON JELDRES.- ¿Es cierto, Florita, que usted no volverá más a Santiago? FLORITA.- Así parece... Me hastió la ciudad...
DON JELDRES.- Algún desengañito, ¿verdad?

FLORITA.- Nada más que buscar la sinceridad de la vida. En la ciudad se falsea todo y como yo tengo mis despuntes románticos... ¿Ha comprendido usted?

DON JELDRES (Suspirando.).- Entendido... Y, ¿vivirá usted aquí con su tía?


FLORITA.- Seguramente.

DON JELDRES.- Entonces tendremos frutillas todo el año... ¡Eso es...! Y este paisanote podrá venir más de continuo, a presumir de joven, porque, cuando en una casa entra el sol, toos nos afiebramos... He hablado en castizo y porque usted es una alegoría de mi sangre, es decir, de la sangre española fundía en esta fragua mapuche... Yo, a usted, la pintaría al óleo pa ponerla detrás del mostraor de mi almacén... (Entra ÑICO, de repente, con dos baldes de leche, y se queda mudo escuchando el discurso de DON JELDRES.) Y pa que, después de l'oración, cuando se escurece y los murciélagos se vienen a los pañuelos de narices, usted iluminara...  (Al ver a ÑICO, se calla repentinamente.)

FLORITA.- Muy bonito, don Jeldres, siga usted. ÑICO.- ¡Siga pa'entro, iñol, que lo están esperando!
DON JELDRES (Aparte, refunfuñando.).- ¡Vaya un animal inoportuno...! Cuando estaba inspirao... ¡Sigo pa'entro...!   (Mutis. FLORITA se ríe a carcajadas.)

ÑICO.- ¡Y yo que venía con toa la leche...! Tamién on Jeldres anda a las güeltas...

FLORITA.- Los conozco demasiado... Amarraos toa la vida a un sargento de mujer, no desperdician la ocasión de decir zalamerías a las mujeres mejores parecías que la propia... Son inofensivos... ¿O eres capaz de ponerte celoso por ese vejete de don Jeldres?

ÑICO.- No. Tengo harta confianza en usted. Por algo llegó aquí a buscarme un sentimiento que yo no me conocía...

FLORITA.- ¿Te arrepientes, acaso...?

ÑICO.- Eso nunca... Muy dura ha sío la vida... Desde que abrí los ojos, no ey hecho otra cosa que trabajar desde el alba a la oscurana... Pa la suerte mía, soy robusto y no me apensiona ná. Pero nunca me había puesto a pensar que too esto se acabará y yo tendré que buscar mi puebla y quien me cuide... Llegó usted y las cosas van cambeando... Se me han quitao las ganas de trabajar y me paso mano sobre mano, perdía la caeza, y mirándola, aunque usted no esté ilante... ¡Ni que hubiera ojiao!

FLORITA.- Eso, Ñico, es el cariño que se le entra a uno como un mal, como un postema, como un pasmo en el corazón... Y, cuando se aquerencian dos almas, no hay más remedio que juntarse, que trenzarse, como cuando se corta un látigo en dos pedazos...

ÑICO.- Ya sabía esa nombrá; y con ese látigo, se hace la marcorna... La viua me ijo cuantuá qu'el hombre debía pensar má en comer, dormir y trabajar... Que debía tener su debiliá en el corazón y sufrir por una mujer... Yo no sé pa qué me diría esas payas cuando aquí, las mujeres, hay que buscarlas con candil...

FLORITA.- ¡Bien haya que así fuera...!, porque de no, habría llegao a esta casa y no habría encontrao la ilusión que dejé cuando me fui muchacha para la ciudad. ¿Te acordai,


Ñico, cuando íbamos a los digüeñes? ¿Cuando tú me traíai esas aldás de cógiles y los comíamos juntitos...? Y después corríamos por el campo, hasta que el corazón se me arrancaba del pecho y vos me tapabai con copihues y con flores de conelo y hacías cuencas en las manos para traerme agua de la vertiente... ¿Te acordai?

ÑICO.- ¡No vi a acordar...! Cuando una vez que usted se cansó y yo la traje en brazos, sentí en mi cara su resuello olorocito... Desde entonces, Florita, yo tenía una pena enrabiá y cuando pensaba que usted estaba relejos, en la ciudá, m'iba andar por donde mesmo la vide correr... Y muchas pensé enamorarme e la Celinda, pa sentir cerca algo de su sangrecita... Pero la Celinda no tenía su alegría ni su carácter ni sus ojos ni ese resuello que no se olvidó nunquita... Y esperé, esperé como esperamo que nazca el trigo, que crezca, que macolle, que espigue y nos dé su rendimiento... Y, ahora que usted llega, ya estoy guainón, sé trabajar y tengo que dir pensando en algo más qu'en comer y dormir, como ice la viua...

FLORITA.- ¡Qué alegría me da oírte hablar así...! ¿Y me querís como antes de irme para el pueblo..., aunque te murmuren de mí?

ÑICO.- Yo la quiero como la conocí... Más mujer ahora y con dolores en los ojos, que algo malo habrán visto por esos pueblos, pa eso estoy yo pa consolala y cuidala...

FLORITA.- Me habís enternecío... Tú eres muy bueno, Ñico... ÑICO.- Así no má... Guacho sufrío...
FLORITA.- ¿Y no habís pensao en la tristeza de mi tía...? Si anda muere... No habla palabra... ¿Tú sabes algo? Dime...  (ÑICO agacha la cabeza.)  ¿Y te callai? Dime, Ñico,
¿por qué anda enrabiá...?

ÑICO.- Es qui'anoche, cuando salimos pa'cá, yo sentí crujir sus ventanas... FLORITA.- ¿Nos está espiando, entonces?
ÑICO.- Así parece... Esta mañana, me dio una miré fiera, larga, clavaora... Y espués me golvió la esparda, sin chillar...

FLORITA.- ¿Y tú qué piensas hacer?

ÑICO.- Decile lo que tengo que decile... Que yo tengo mi querer y que un hombre trabajaor como yo tiene derecho a buscarse su compaña y qu'esa compaña es usted.

FLORITA.- ¿Y te atreverís, Ñico?

ÑICO.- Por esta crú...  (Se besa la cruz de los dedos.)   ¡Si con mi trabajo pueo mantener de más una mujer y hasta con pollos...! Pa eso tengo dos yuntas de güeyes paleros, un caballo con too apero y cuatro vacas parias... Y, entre trigo y avena, mías tengo sus nueve cuairas...


FLORITA.- ¿Y te arreglarís en una puebla conmigo?

ÑICO.- Me parece. Y nos casamos pa después de las cosechas. A naiden ley vendío un almú en yerba... Recogeré too mi trigo y lo venderé al que me pague mejor... Porque el triguito tamién es limosna... Pa eso, soy libre, ¡y naiden manda aquí aentro! (Se golpea el pecho.)

FLORITA.- ¡Cómo te quiero, Ñico...! Si en los pueblos fueran las gentes como vos, el mundo sería otra cosa...

ÑICO.- Y usted no se habría venío pa'cá, entonces... Y este pobre guacho se habría quedao solo toa la vía...

FLORITA.- Juraría que he sentido a alguien en la bodega... ÑICO.- Tá difariando usted.
FLORITA.- Yo creo que nos espían...

ÑICO.- Pero si la viua tá ey dentro con on Jeldres. FLORITA.- Asómate, ¿querís?
ÑICO.- P'al trabajo que me cuesta desengañala... (Va a la bodega y sale empujando a REMIGIO.)

FLORITA.- ¡Era Remigio...!

ÑICO.- Estaba rezando una manda a la Candelaria...

REMIGIO-. Comu'es domingo, escansaba haciendo hora pa dir a los terneros. FLORITA.- ¿No le estarías rezando a la Celinda...?
REMIGIO.- ¡Chi...! Ni la conozco e nombre...

ÑICO.- Si andái etrás de la Celinda, anda a las güenas, porque vos sabís que yo la quiero como una mesma hermana...

REMIGIO.- Pa qué les voy a negar, entonces... Nos querimos y nos vamos a casar pa las cosechas... Vamos a ser más felices que las torcazas...

ÑICO.- Parece que la tentación ha entrao por toas partes... ¡En no habiendo como empezar a entenderse pa enredarse hasta los ojos...!

REMIGIO.- Mire, Florita, hacen falta bocas pa comerse lo que ganamos a la tierra. ¡Es más rendiora, por la madre!



ÑICO.- Ya ve usted que toos somos hombres güenos... Y usted, no ice ná... Tá callaíta ey... ¿Que no le gusta qu'estos pobres labraores e la Frontera tengan su feliciá..., y se quieran..., y tengan su alegría...? ¡Venga p'acá pa abrazala...! Yo tamién, Remigio... Yo tamién...

REMIGIO.- ¿Te casai pa después de las cosechas...? ÑICO.- Tamién me casaré en mayo...
REMIGIO.- ¡Éste es brote, mi'alma! Pa entonces tenimo plata e sobra, como muelas e gallo... Yo, a la Celinda, le voy a regalar un corte e blusa, unas medias e sea y unos zapatos e cabritilla más lindos qu'esos que compró la viua en Temuco...

FLORITA.- Yo me conformo con que me querai...

REMIGIO.- Píale algo... ¡Si este Ñico tiene má suerte con las siembras! Ni una maleza, ni una cizaña, ni un cardo, ¡y esas medias espigas que se revientan como cuetes...! El otro día conté sesenta y dos granos de una sola espiga... ¡Sesenta y dos granos de trigo
«Primavera»...!

LA VIUDA (Entrando.).- Así es que, cuando yo tengo visitas en mi casa, ustedes se discurpan de cualquier laya pa no atendelas... ¡Hase visto!

FLORITA.- Si estaba descansando...

LA VIUDA.- Incivilizá... ¿Por qué no vai entre la gente...? On Jeldres, a caa rato, priduntando por su mercé... A las visitas, hay que poneles güena cara, contimá qu'él me toma toos los quesos y ni se regodea pa pesar los quintales...

FLORITA.- No le digo, tía, que estaba descansando...

LA VIUDA.- ¡Bonita manera de escansar...! Anda p'allá y dile qu'es conveniencia p'al negocio y como a vos te gustan los letraos, de la hebra se saca el ovillo... Y decile a la Celinda que le vaya a icile a la Juana que se va a quear a comer..., que preparen una mayonesa e salmón y que pongan un costillar al asaor..., y que maten gallina y que machuque charqui p'al valdiviano... Y vos (A FLORITA.) te queai en el comeor... Dale conversa y que no le falten gárgaras de asoleao... ¡Miren con la señorita, escansando cuando una tiene visitas de importancia...!

FLORITA.- Está bien, tía. (Mutis.) LA VIUDA.- ¿Y vos, Remigio?
REMIGIO.- ¡Mande!


LA VIUDA.- Andavé a encerrar los terneros... Ya debían estar enchiquereaos. Mañana me dan poca leche las vacas porque los terneros pasan teteando hasta l'oración.

REMIGIO.- Curpa mía nu'es.

LA VIUDA.- ¡Tate callao, mermuraor! Me debís hacer caso y encerrar los terneros a las cuatro... Ya sabís vos que son las cuatro cuando la sombra de las casas llega al cerco... Y que te güelva a enseñar el reló... Aemás, ensilla tu bestia y vai a dir al pueblo a ecir en el almacén que on Jeldres y doña Meche no se van esta noche porque están en gusto con la viua. Que no los esperen y que mañana, si están con el cuerpo güeno, podrán dirse... Day el recao sin mermurar... Y como hoy quiero que toa mi gente esté contenta y alegre, te traís dos cántaros de pipeño a lo de on Sanbueza..., pa ustedes... Covidai a Fidel y a Custodio.
¡Ya! ¡Te juiste, moleera...! Too que me lo apunten... Andavete y que golvai al tiro...

REMIGIO.- Güeno, su mercé... (Aparte.) ¡Ésta sí qu'es grande!... ¡La viua a medio filo! Esta noche se quema la casa...  (Mutis. Pausa.)

LA VIUDA (A ÑICO.).- ¿Y vos, no hablai? ¿Qué te habíai hecho? ÑICO.- Por aquí andaba... Mande no má.
LA VIUDA.- ¿Que no sabís qu'es domingo...? ¿Y que escansar..., y que tu patrona está contenta..., y que hay que estar en gusto, aunque sea pa la cuaresma...?

ÑICO.- Así lo estoy viendo... LA VIUDA.- ¿Entonces...?
ÑICO.- Si yo no digo ná... Usted está en su gusto con on Jeldres ¡y yo qué le vi a icile, pus!

LA VIUDA.- ¡Eso creís vos porque soy un inorante...! Si ahora ando puesta es porque tengo que criar valor pa icite unas cuantas palabras. Muy platúa seré, pero hay cosas en la vía que necesitan má juerza que la que una tiene... Aguárdate no má... (Llamando.)
¡Celinda...! ¡Celinda...!

CELINDA (Entrando rápidamente.).- ¡Mande! LA VIUDA.- Acarréate una botella y dos vasos... CELINDA.- ¡Qué me emoro...!  (Mutis. Pausa.)
LA VIUDA.- ¿No tendré derecho entonces a tomar, marío a mano, con el que curdia mis sembraos, con el que me vende los quesos, con el que campea mis animales y qu'es, aquí, en m'hijuela, el hombre pa too...? ¿Se disgustarán las visitas si la viua de Apablaza se confiancea con el hijo de su finao...? Pa eso mando yo...


ÑICO.- Muchas gracias, su mercé...

LA VIUDA.- Guárdate la mercé... Vos sabí qu'eres más que capataz, más que admenistrador, más que too... Vos soi la sobra del finao... (CELINDA llega con el vino y los vasos.)

CELINDA.- Aquí está, tía...

LA VIUDA.- Anda pa la cocina y que preparen lo que te ije... Como e tu mano quiero que queen las cosas y que naiden rezongue después de mis causeos... (Mutis CELINDA. LA VIUDA llena los vasos y sirve.)

ÑICO.- Me da vergüenza tomar ilante e su mercé... LA VIUDA.- ¡Te l'hago, Ñico...!
ÑICO.- Se la pago, pues...

LA VIUDA.- El vino alienta la confianza, Ñico...

ÑICO.- Yo tamién quería hablale de algo que tengo metío en la caeza y que me tiene sin dormir...

LA VIUDA.- ¡Ya me lo han contao too...! ¿Qué t'estábai creyendo..., que en mi casa yo no sigo hasta los trancos del gato? Yo siempre estoy de güelta cuando ustedes se van... ¡Por algo soy más vieja y más matrera...!

ÑICO.- Yo no ey fartao en ná... Los asuntos que me traen apensionados son con la Florita...

LA VIUDA.- ¡Cállate, Ñico...! A eso mesmo vengo yo...

ÑICO.- Quiero que me consienta casarme con ella... Nos querimos y too depende de su voluntá...

LA VIUDA.- Pues mi voluntá y'astá formalizá... No te casarís con ella.

ÑICO.- ¿Y por qué? Si too quea en la familia... Pa eso es su sobrina... Y yo le sigo sirviendo, como usted mande...

LA VIUDA.- Tey de hablar como hombre... Vos me conocís el carácter y sabís que yo no ando con rodeos...

ÑICO.- Usted dirá, entonces...

LA VIUDA.- Siéntate aquí, a mi lao... (Pausa. ÑICO da vueltas a su sombrero nerviosamente.)  Cuando murió mi finao..., naiden quería recogerte porque icían qu'erai un


guacho perdío... Te espreciaban porque no teníai nombre. Andábay de rancha en rancha, con las carnes al adre y limosniando un peazo e pan... Y entonces, entonces yo te recogí, t'ice lavar y te di ropa... Aquí, en esta casa, aprendiste a ser hombre... Te mandé a la escuela, y, ahora que tenís veinte años, de agraecío con la viua, querís casate con la Flora y abandoname... ¡Ya te mataron el hambre y te dieron techo...!, ¡agora espréciame...! ¡Que la viua se mortifique con los piones y que rabee too el santo día...! ¡Pa eso es platúa y es brava...!

ÑICO.- Qué le voy a contestar, si no sé dicile lo agraecío qu'estoy... Too lo que tengo se lo debo a usted. Si usted no me hubiera recogío, ¡quién sabe cuántos quiltrazos me habría dao en la vía...!

LA VIUDA.- Te parecís al finao, qu'es tu padre... Tenís las mesmas hechuras dél; los ojos íden cuando él era guaina y estábamos enamoraos... (Suspira hondamente.) ¡No te casís, Ñico...! Toas esas tierras y la plata son pa vos..., pero habís de quearte conmigo...
¡Cuánto t'estay formando tus realitos, ya querís encalillarte con una mujer...!

ÑICO.- Tengo da la palabra...

LA VIUDA.- ¡La desempeñai, pus Ñico...! Los enamoraos cambean como'sté el puelche y como sople la travesía... Si te guiai de mis consejos, te irá rebién...

ÑICO.- Como le ijera... Es qu'uno ya va necesitando su mujer... Pa vivir, no habiendo como la plata..., pero la mujer, tamién...

LA VIUDA (Levantándose.).- ¿Y vai a preferir vos una mujer cualquiera, sin riales, que te sea un estorbo y que te pía hasta los ojos...?

ÑICO.- Pa eso soy alentao...

LA VIUDA.- Pero aquí se hace mi voluntá... ¡Por algo tey criao y soy mío. Desde hoy en adelante, vos reemplazá al finao...! Tuyas son las tierras, la plata y... la viua. Mandarís más que yo... Porqu'ey tenío que verte queriendo a otra pa saber que yo te quería como naiden, como naiden te podía querer...  (Lo abraza estrechamente.)  ¡Mi guacho querío!
¡Mi guachito lindo!




Tercer Acto
El mismo escenario de los actos anteriores. Van corridos dos años. Al levantarse el telón, aparecen LOS TRES PEONES, sentados en el suelo, fumando automáticamente.


LA VIUDA (Iracunda, se pasea accionando.).- ¡Creen que, aculataos ey, van a tener mejor cosecha! Sacaores de güelta no má, ya tendrían cabriao a otro patrón y les habría cortao la galleta... Pero como aquí se discurpa too y caa uno tira pa su lao, los guainas pasan boqueando el pañecito... Les priduntan argo y los odiosos se quean hilando babas... Como si a una no le queara derecho a saber de sus cosas... A ver vos, Remigio, ¿por qué no me icís qué se han hecho la yunta del Precioso con el Caballero? A talaje, no lo han podío mandal porque el treal está como nacío en roce... ¡Contesta, moleera...! (Pausa.) Y a vos, Fidel, ¿quién ti ha dao permiso pa tener en l'hijuela una bestia paría...? No saben hablal los niños medianos... Y el Custodio ey, que no puee dar razón entuavía de esa avena que se llevó pa los chanchos y que los chanchos no han olío siquerita porque están como soguilla e flacos... No saben ná... Callaos ey, como si los acusara el pecao... Ya pué, ¿me van a dicir ónde está la yunta e güeyes paleros?

LOS TRES PEONES.- La ferió el patrón on Ñico... LA VIUDA.- ¿Cómo?
LOS TRES PEONES.- D'él eran, pue...

LA VIUDA (Pausa.).- Tamién es cierto... Bien dueño qu'es él de hacer y deshacer de too... Con haberme dicho que Ñico los había vendío, estaba too arreglao y no andame arrancando las priduntas como huillines... Tienen que poneles pial en la lengua pa que suelten las palabras... Seré forastera aquí, entonces...

ÑICO (Entrando.).- ¿Qué gritaera es ésta...? (Pausa.) Señora, ya vaya pa'entro... Ya ley dicho que, con los trabajaores, m'entiendo yo... Vaya pa'entro, señora... (Mutis silencioso de LA VIUDA.)

LOS TRES PEONES (Levantándose y sacándose el sombrero.).- Güenas tardes, patrón...

ÑICO.- ¿Que no me dieron ya los güenos días...? Entonces, ¿pa qué tanto salúo a caa rato...? ¡Claro que mi'han visto las canillas! ¡Pero cuantuá...! Ahora no sabía yo qu'el Ñico, que ustedes vieron a pata pelá, había que andar sobándole el lomo, como bestia arisca...
¡Güenas tardes, patrón! ¡Cuando antes se acalambraban toos pa ayudarme a lechar...! Tamién es cierto que, con esta media facha, se le entra el habla a cualquiera... (Pausa.) Vamos a ver, ¿pa qué me querían los gañanes...? ¡Pa qué será...! Pa que les valga, ¿nu'es cierto...? ¡Cómo les voy a ecir que no, cuando son firmeros...! Güeno: vayan a «La Paloma» y pían hasta veinte pesos caa uno... Y no se dilaten mucho que tenimos que medir el cerco de palo e pique que m'hicieron al lao el puente e «Los Pilos».

FIDEL.- Yo no voy a poder dir porque mi bestia está con un pulmón...

ÑICO.- Vay en el caballo e Remigio y le traís las faltas a él porque a Remigio lo necesito...


CUSTODIO.- Y en plata, ¿no nos poiría valer algo? Un algo na más... Mire qu'estamos
«puro, Chile...»

ÑICO.- ¿Y pa qué quieren plata...? CUSTODIO.- Las cosas de su mercé...
ÑICO.- Pa ponerle al guargüero ¿nu'es cierto? Con dos pesos, tiene hasta pa pagar la multa al dragoneante del retén... Toma.

CUSTODIO.- Gracias, patrón.

FIDEL.- Y a mí, válgame otros dos porque yo no me parto con Custodio... ÑICO.- También vos... Toma... Son seis pesos entre los dos...
CUSTODIO.- ¡Cómo, patrón, si jueron dos pesos a cada uno...! ÑICO.- Son seis pus, inorante...
FIDEL.- Si dos y dos son cuatro...

ÑICO.- Tate callao. Si aquí, en el campo, dos y dos pesos prestaos son seis. ¿No vis que van ganando lo mesmo que en el Banco...?

CUSTODIO-. Así ¡hasta quién no se hace rico...! (Mutis.) ÑICO.- Si van mermurando, degüélvanlos... ¡Mes que niñazos! FIDEL.- Pa las cosechas se los vamos a degolver...  (Mutis.)
ÑICO.- Clarito... A diez cobre el kilo e trigo, me llevan más o menos, cinco almúes... Pían no más... (Pausa, mientras apunta en una libreta.) Pían no má... Fidel Arévalo, tres pesos y veinte en «La Paloma»... Custodio Arce, tres pesos y veinte en «La Paloma»...
Suma: sesenta pesos... Ésta es la cuenta con recacha, por peír fiao.

REMIGIO.- Y a mí no apuntai los veinte... ÑICO.- Vos vai librao conmigo... ¿Y qué contai?
REMIGIO.- Como se piden no má... Lo tengo too arreglao... ÑICO.- ¡Me gustai por lo aniñao que soi!
REMIGIO.- Así, así no más Ñiquito... La pobre Florita llega a bailar e gusto y la Celinda se pavonea orgullosa con el arreglo porque ice que agora van a vivir como personas..., aunque la viua les caiga más pesá que un caldo e chancho...



ÑICO.- Taba en lo justo no má...

REMIGIO.- Es que vos, Ñico, tenís el corazón como brazo e mar... Y no habís envanecío con la mucha plata, con los muchos animales y con la mucha bota e calzón... ¡Y hay que ver la paraíta que te gastai...!

ÑICO.- Toy perfeutamente e patrón ¿nu'es cierto...? Me ha cambeao la compostura, pero el corazón lo tengo intauto ¡el mesmo corazón guacho perdío...!  (Se ríen y se palmotean.)

DON JELDRES (Entrando.).- ¿Hay gente por aquí? ÑICO.- Ailante, iñol... Pase p'acá...
DON JELDRES.- Buenas tardes... ÑICO.- Como todos los días...
DON JELDRES.- La felicidá anda enyugá con la plata...

ÑICO.- ¡Cómo no pué, on Jeldres...! ¿Usted venía por la cuenta e los quesos? DON JELDRES.- Exactamente...
ÑICO.- La platita, pásela p'acá..., y la tertulia con la señora porque a mí, me discurpa la conversa, mire que tengo que remarcar unos novillos... Anda la nata e cuatreros y, cuando pasan arreos de Pucón, los caminos son tan bien reliberales que tiran los propios y lo d'iuno, lo comprao y lo cuatreriao... Por eso, yo marco en la paleta y en el cacho izquierdo... (Llamando.)  ¡Señora...! ¡Señooooraaa...! Aquí está on Jeldres que quiere echar una parrafá...  (A REMIGIO.)  ¿Tá encendía la  fogata?

REMIGIO.- Ratazo... Y la gallá tá lista...

ÑICO.- Güeno... Apúrese pus, señora... Mire que también on Jeldres tiene aburrieras...
Marcar animales es lo mesmo que sacar carnete..., güeyes y vacas jardines, neblinas, limones, chupilcas, cabritos, lagartitos, overos, rosaos hay qu'es vicio... Pero N. A. Nicolás Apablaza, nuhay ná más qu'ino desde el mar a la montaña y espero, con el favor e Dio, llegar a quejarme e rico...

LA VIUDA (Entrando.).- Güenas tardes, on Jeldres.

DON JELDRES.- Buenas tardes, mi señora... Pa servirla...

ÑICO.- Le estaba iciendo que yo me voy a la remarca... Usted lo atiende y parrafea con
él.

DON JELDRES.- Gracias, Ñico...



ÑICO.- La platita la guarda Ñico y les eja la tertulia... Güelvo al tiro. ¿Qué me emoro? (A REMIGIO.)  ¿Tienen toas las maneas...? ¿Llevaste el lazo mío?

REMIGIO.- Tá too en el corral.

ÑICO.- Los terneros di'año los marcamos mañana... REMIGIO.- Como te parezca a vos...
ÑICO.- ¡Si es orden mía, baboso...! ¿Te voy a peír licencia pa mandal? REMIGIO.- Callao el loro comiendo nueces, entonces...
ÑICO.- Pasa la marca... ¡Qué me emoro en golver...! (Mutis con REMIGIO. Pausa.) DON JELDRES (Mirando a todos lados.).- Ya va lejos... Ahora ya se puee hablar.
LA VIUDA.- Pa darle gusto a la lengua..., porque ya no sacamos ná...

DON JELDRES.- ¿Tan perdío lo cree usted? No se desespere usted, señora. La vida da más vueltas que un ratón entrampao... En mi tierra, mientras lloramos las penas con un sólo ojo, el otro nos zandunguea... Está viejo Pedro pa cabrero y la tortilla se vuelve, los pobres comen pan y los ricos..., yerba. Y viciversa...

LA VIUDA.- Nos dormimos cantando..., y amanecimos dijuntos...

DON JELDRES.- Es la letra; pero hay que tener los nervios en un puño y al corazón ponerle una pared de cemento armado... Cuando se razona con esto (Se toca la cabeza.) y esto (Se toca la región del corazón.)  es bofe pa los perros, se solucionan toas las dificultades y la persona puee alentar lo que le da la gana... Lo demás es baile de cernícalo... ¡Apechugue, señora, y sea hombre como lo ha sido toa la vida...!

LA VIUDA.- Eso quisiera, on Jeldres, pero estoy con el mal: la goluntá la tengo en los suecos...

DON JELDRES.- ¡Parece mentira que usted, que tiene ají mirasol en las venas, esté ahora más delicá que un cristal de escarcha...! Hoy mismo dígale a Ñico que, si le trae a la Flora a esta casa, usted le quita la administración, le anula el poder. ¡Hasta cuándo le da larga a ese malagradecío!

LA VIUDA.- La curpa jué mía y las cosas no tienen remedio... Estoy fregá en mis intereses y en mis sentimientos. ¡Ey caío como una coipa vieja en el cebo!

DON JELDRES.- ¿Acaso usted le traspasó las hijuelas, los animales...?


LA VIUDA.- Los aperos y diun cuantuay... Ya no tengo ná de qué disponer... ¡Hay que ver cómo me han emborrachao la perdí...! Juimos a Temuco y ey me hizo firmar la colchá e papeles de traspaso... ¡Qué m'importaba a mí la plata si yo me creída dueña del dueño e too!

DON JELDRES.- Equívocos de la vida... No se ve nada ni se oyen los buenos consejos, cuando el alma está infestá...

LA VIUDA.- Disimuló como tres meses... Después, destapó el almú... ¡Cuántas noches no ey pasao sola entre estas paredes, agonizando e dolor y mascándome la hiel de la rabia...! Sin pegar pestaña, me levantaba al claro del alba, a catealo; pero ni asomos dél...

DON JELDRES.- Remoliendo la plata suya...

LA VIUDA.- Eso no sería ná. La plata güelve toos los años... ¡Es más güena la tierra!
Pero un día, llegó seriazo y me ijo: «Señora, yo la respeto a usted, como la ey respetao siempre; pero estoy enamorao de la Flora... Aquí, no hay más que un cariño de entenao y el casamiento e nosotros jué un cuento julero». Me ijo que era un hombre guaina y que tenía recachá en el corazón l'ilusión de la Flora... Ey llorao com'una chiquilla y too ese valor, esa bravura di'hombre qu'era mi orgullo jué un ánima en pena de la viua de antes... On Jeldres, ey salío a conversar sola, solita, a desahogame por el campo que jué mío y esos coigües retorcíos de la requema parecían los esqueletos de mi goluntá... Toy seca e llorar, de apensioná... Caminando pa la vejez, creída yo que mi guacho Ñico m'iba a dar ese cariño, ese consuelo que no lo da la plata... Y agora, ey perdío too y tamién a él...

DON JELDRES.- No se aflija, señora... Ñico, a pesar de too, nu'es un mal hombre... Es un montaraz, un cabro sin experiencia, que se rindió a los instintos de su juventud; pero yo, que conozco a los hombres, he visto que tiene por usted un respeto de hijo... Podría él estar en propiedad de sus derechos sobre tierras, animales y enseres; pero esa gratitud que lo hizo obedecerle para que se casara con usted, es más grande que ese instinto que lo atrae a la carne tierna de la Flora. Hay vínculos santificados por el agradecimiento y ni el perro que criamos para nuestra guarda es capaz de mordernos en la noche: nos reconoce por el olfato... No se desespere... Usted es siempre aquí la viuda de Apablaza, sin amor y sin tierras... Como yo seré, mientras viva, un español que vino a hacer la América y sólo encontró el desamor de la fortuna.

LA VIUDA.- Y hoy la veré llegar... Ya les preparé las camas y he dispuesto la comía...
Si Dios me diera un minuto de energía la viua de Apablaza no sufriría esa vergüenza de recibir en su casa a esa entrometía de la Flora... ¿Ónde está mi goluntá de fierro? ¿De aónde mi'ha llegao esta flaqueza de mujer?

DON JELDRES.- Lo que Dios dispone nadie lo sabe ni lo puede calcular... Si es pa bien o es pa mal... ¡Ponga el cuero duro, señora...! Ya me voy... La llevo metía aentro... Esta noche hemos de conversar con la Meche para desearle conformiá... Deme un abrazo, señora, y no se aflija... Somos dos fracasados: yo en hacer la América y usted, en rehacer su vida... ¡Cuándo será el día que la güelva a ver decidía y brava, como era su nombrá por los contornos!



LA VIUDA.- ¡Nunca má, on Jeldres...! Ya'estoy consumía...

DON JELDRES.- Bueno..., adiosito... Y las penas, a la espalda. Mire usted mi optimismo. Si parece que tuviera veinte años... Despíame de Ñico...

LA VIUDA.- Recuerdo pa doña Meche...

DON JELDRES.- Gracias... De su parte, se los voy a dar. Adiosito y que se conserve... (Mutis.)

LA VIUDA.- Ni un novillo me quea... Ya'etá remarcá toa la hacienda... Ni una pulgá e tierra. Ñico la incribió toa a su nombre y pagó las contribuciones. No le quea má remedio a la viua de Apablaza que sentase al fogón a tostar en la cayana pa que sus mercées tengan harina fresca y llename la vía de pulchén... En un soplo e dos años, se deshizo too como si el finao me hubiera dejao, en vez de fortuna, un puñao de humo...

ÑICO (Desde afuera, haciendo bocina con las manos.).- ¡Más que tiento pa lazo...!
¡Cabrero me tenís pa arrear los novillos...! Creis que son tuyos y casi me los despaletai... Pa otra güelta, a vos te voy a correr en vaca... Nacío y criao entre bestias y no sabe atajar la arranca... ¡Deja el caballo solo, estúpedo, que sabe má que vos...!

REMIGIO (Trayendo los lazos, maneas y marca.).- ¡Cómo querís que sepa picar la güelta, si ha sío carretero toa la vía...!

ÑICO.- Tamién es cierto... ¡Cómo le voy a peír a estos desgraciaos que no sean animales con sus semejantes!  (Dirigiéndose a LA VIUDA.)  ¿Se jué on  Jeldres?

LA VIUDA.- Sí... Se jué hace un soplo. ÑICO.- Parrafiaron.
LA VIUDA.- Un algo conversamos...

ÑICO.- Güeno. (Pausa.) Ya tengo da las órdenes... ¿Usted m'entiende, nu'es cierto? LA VIUDA.- Muy a mi pesar, te tengo qu'entender.
ÑICO.- Mirá, Remigio..., entonces te las vai a trer... Que manda decir la viua que aquí tienen su cabimento... Usted m'entiende tamién... Anda vete entonces y que las quiero ver aquí antes de l'oración...

REMIGIO.- En dos pestañazos traigo a las niñas... Los trastos los acarriamos mañana, si le parece...

LA VIUDA.- Entonces ¿yo no pueo poner reparos? Si ya lo tienen too dispuesto,
¡mátenme mejor...! ¡Mátenme!



ÑICO.- Ya hablaremos, señora... (A REMIGIO.) Anda vete vos y no dilatís mucho... (Mutis de REMIGIO. Pausa.) A usted, no la mata naiden, señora... Y le pío que no sufra por lo presente porque l'ey explicao hasta la recontra que la vía suya estaba equivocá...

LA VIUDA.- ¡Harto campo te habís apropiao pa que vengai a espreciarme entre las paredes de mi casa...!

ÑICO.- El patrón no pue tener dos posesiones: la mantención dividía hace mermar las ganancias. Aquí lo junto too... Usted será como la maire. Naiden le faltará y alabá sea la señora...

LA VIUDA.- ¿Y vos te pasarís festeando con la Flora?

ÑICO.- ¡Claro qu'es una fiesta el quererse...! Usted tamién jué joven y harto pará en el hilo y la quisieron a la güena...

LA VIUDA.- ¡Y entuavía tengo hechuras pa entusiasmar a cualquiera que no sea un desgraciao conforme vos...!

ÑICO.- ¡Lástima grande de estar empachao con miel...! LA VIUDA.- La finura en que te criaste...
ÑICO.- Mi padre jué su marío y él amontonó estas tierras, crió estos animales y juntó estos pesos... Muy chipiento seré yo; pero de su familia no tenimos ni seña...

LA VIUDA.- Pero el finao me lo dejó too a mí...

ÑICO.- Porque usted no jué capaz de darle ni un hijo siquiera... LA VIUDA.- Por eso, yo te recogí a vos...
ÑICO.- Pero yo era hijo d'él, yo era el salto, como ice usted. LA VIUDA.- No te miró nunca ni te reconoció...
ÑICO (Pausa.).- Porque parecía qu'el finao iba a saber la canallá que usted iba a cometer conmigo... Y que yo m'iba a prestar, por ambicioso... Porque, hablemos claro y sin faltarle el respeto, ¿cómo se le poía ocurrir a usted que yo m'iba a enamorar cuando, lo que me halagó, jué su plata y las faciliaes que yo tenía pa hacerme rico a su sombra...? Yo tampoco le peía a mi paire que me echara al mundo, hambriento y desnudo, como una bestia... Y agora, no ey hecho otra cosa que recuperar lo que me valía por sangre... Usté jué la que idió estas artes y yo juí manso cordero... A un huaso bruto no se le ocurren estas maldaes, estos avenimientos descontrapesaos, en los que casi maire se casa con el casi hijo...

LA VIUDA.- ¡Bien duras las estoy pagando...! Me habís dejao en la calle...!



ÑICO.- Naiden la despoja. Aquí se puee quear tranquila en paz con toos, sin acordarse de esa viua hombruna que nos manijaba con la punta del rebenque...

LA VIUDA.- Ésa era la manera de efender los cobres... Hasta qu'el corazón me dio un vuelco y se propasó contigo... Entonces perdí la caeza y vos habís hecho de mi goluntá un montón de hilachas... Lo único que te deseo es que a vos te pase lo mesmo... Ojalá no se secaran mis ojos sin verte engañao y falsiao por una mujer guaina y vos arrastrándote, acatarrao y sin juerzas ni pa abrazarla... Tey de maldecir pa que así te sucea... Te habís de enamorar de la mejor parecía y más cabra y más coqueta, cuando andís sarnoso y viejo...

ÑICO.- Too puee ser... Güey viejo, pasto tierno; pero pa casame con una guaina, tendría que nacer de nuevo...

LA VIUDA.- Si el finao supiera ¡las güenas güinchas te echaba al mundo otra vez...! ÑICO.- ¡Chitas el brote...! Me buscaba otro paire pus, señora.
REMIGIO (Entra con dos canastos y un saco de ropa.).- Quean dos viajes má... Las niñas vienen por ey... ¿Aónde pongo estos trastos...?

ÑICO.- Señora, vaya usté a indicarle a éste, las piezas que les ha dao... Acuérdese que la Flora y la Celinda, que llegan a nuestra casa, son sobrinas suyas y usté les da cabimento pa que no hable la gente...

LA VIUDA.- O pa que hable má y me compadezca... ¡Habís de pagar caro esta vergüenza! ¡Nunquita tu paire me dio ni una fatiga y agora viene el salto a recondename a penas...!

ÑICO.- El salto es su marío agora y se lo manda... ¡Y no rezongue má, señora, mire que yo no tengo árguenas de aguantaeras...! Vaya pa entro y disponga too... Seguila, Remigio... (Pausa.)

LA VIUDA.- No ey dir... Pa eso, los forasteros son los dueños de mi casa y pueen disponer de toas layas... Yo no soy sirviente de naiden... Estaría conforme con que vos me hubiérai quitao mi hijuela y mi plata; pero que no vengan a cebase con la pobre viua, robándole lo qu'ella quería... No me obliguí a que sea sirvienta d'ellas... Primero muerta, hecha peazos... Saqueen la casa si les gusta, porque soy una aparecía, un ánima de lo que juí... Ey tá too... Pero a mí orvíenme, porque tengo la lepra de haberte querío, ¡guacho maldito!

ÑICO.- Señora, no se ajite ¡por la gran flauta...!

LA VIUDA.- Tey de penar hasta que te rompai el bautismo en un barranco o te empantaní en un hualve... Cueros nuan de faltar tampoco pa que te ahoguen en el vao el río... Los chonchones ti'han de arrancar los ojos... ¡Tieso, agusanao, poirío tey de ver, como tenís el corazón agora pa espreciarme...! ¡Culebronazo requetemaldecío...! ¡Hacela llorar a


una que jué mejor con él qu'el pan candial...! ¡Maldito...! ¡Hacela llorar a una que era más hombre que naiden...!   (Mutis llorando. Pausa.)

ÑICO.- Se duebla el fierro con ser fierro y no se va a dueblar uno qu'es de carne y güeso... ¡Bien maldito qu'estoy con lo qu'hice...! ¡Ónde se le va a ocurrir encelarme, cuando ya las cosas no tiene remedio...! ¡Esta vieja tiene más pelos qui'agua...! ¿No le gustó un guaina? ¡Que corcovee, entonces...! Y, al fin de cuentas, yo no estoy pa enrabiame la vía y venir a encendeme la sangre... ¡Si le pica, que se rasque con una coronta! Agora que soy don, tengo derecho pa elegir mi moza... Como ella m'eligió a mí, haciéndome espreciar a la Flora... ¿No te parece, Remigio?

REMIGIO.- Como no pus, Ñico... Tu güeno que te cuesta.

ÑICO.- Me habrán creído tranqueaor por la línea y pegaor a la mala... ¡Eso nunca...!

REMIGIO.- Y pa eso, estoy yo: ¡Tá su amigo pa ayudalo en too...! En jamás, ey conocío el mieo ni la plata...

ÑICO.- ¿Yo era el patrón coilero entonces?

REMIGIO.- ¿Cuándo tenís la pana más grande que la cuerpá? No le aflojís ni un pelo.

ÑICO.- Tate callao... Si yo soy como esos lazos de cuero e lobo: s'estiran como cuerdas de vigüelas; pero no aflojan renunca...

REMIGIO.- Entonces la viua no dispone ná.

ÑICO.- La viua dispondrá lo que yo ordene... ¡No faltaba má...! REMIGIO.- ¡A tiempo...! Ey vienen las chiquillas...
ÑICO.- Llegan a mi casa... Éjame haceme el sorprendío... Espués de la rabia que mi'ha dao la viua se me puee conocer demasiao el gustazo que me da ver a la Florita en mi casa... Y oye, Remigio, a las mujeres hay que aparentales indeferiencia porque, de lo contrario, nos hacen barrer el suelo con la lengua... Te lo igo yo qu'ey aprendío en ese libro viejo y matrero de la viua...

REMIGIO.- ¡Lindas payas cuando uno está enamorao...!

ÑICO.- ¡Ey vienen...! (Entra FLORA y CELINDA, con su guagua en brazos y algunos canastos y envoltorios de ropa.)

REMIGIO.- ¡Puchas que vienen acalorás...!

CELINDA.- Podíai haberme eyudado a trer a Remigito siquiera... ¿Qui'ubo, Ñico...?


ÑICO.- ¡Salú, mi alma! ¿Cómo le va...? ¿Qué ice la Florita...? ¿Y la guagua...? ¡Qu'está lindo el chiquillo!

REMIGIO.- Íden al taita e su paire...

FLORITA.- ¡Estoy tan nerviosa...! ¡Me parece mentira que esté otra vez en la casa de mi tía...!

ÑICO.- Es mi casa... Aquí el dueño soy yo y la hospitaliá se la agradecen a este pecho... FLORITA.- Por bueno a las derechas tey conocío...
ÑICO.- Naa e bondá... Es más el cariño, m'hijita...

CELINDA (A REMIGIO.).- ¡Apriende vos a ser bien hablao...!

REMIGIO.- Yo no hablaré tan bien como el Ñico..., pero ey tenís en los brazos algo que te habla claro e mi cariño... Nosotros los gañanes no sabimos ecir las cosas... Las hacimos y si'acabó...

CELINDA.- ¡Dios te guarde...! REMIGIO.- Muchas gracias... (Pausa.) FLORITA.- ¿Y mi tía...?
ÑICO.- Aentro.

REMIGIO.- Pa'entro se escuendió... FLORITA.- ¿Y por qué?
ÑICO.- Por lo mesmo... FLORITA.- ¡Ah!
CELINDA.- ¿Sigue la cuestión entonces? ÑICO.- ¡No hay cuestión..., aquí talla Ñico...! REMIGIO.- Aquí talla Ñico y la viua se rasca... ÑICO.- ¡Cállate, insolente!
REMIGIO.- Discurpe, su mercé...


FLORITA.- Volveremos a las mismas historias... ¡No importa...! Aunque tenga que sufrir todos los días, yo me queo en tu casa... ¡Por algo soy tu moza! Ella podrá haber pasado por las dos leyes contigo; pero no te ha dado el corazón ni vos tampoco a ella... Tú soi má mío que nadie... ¿No es cierto, Ñico?

ÑICO.- Ciertito, Flora... Por eso, te traje pa'cá... Aquí viviremos felices y si hay penas que aguantar, a la esparda con ellas... Nos querimos pa sufrir... Ella no quiso que vos fuérai mi compañera a la güena..., y nos encontramos a la mala... De toas layas el cariño es güeno como la miel... Y vayan a ver las piezas... Las mismas que tenían cuantuá... La comía está hecha en horno de ustedes... Hay que pasar los tragos malos y desimular..., desimular muchazo... Oye, Remigio, anda ve con la Celinda pa que le acomodís los monos... Nosotros vamos al tiro...

REMIGIO.- ¡Ándale, negra...! ¡Pobrecito m'hijo que entuavía no conocía las casa e tejas...!

CELINDA.- No dilaten mucho pus...

FLORITA.- Ya vamos nosotros... (Mutis CELINDA y REMIGIO. Pausa.) ÑICO.- ¿Me querís harto..., pero harto?
FLORITA.- ¡Las preguntas tuyas...! ¡Te quiero a morir...! ÑICO.- Me querís con pica entonces...
FLORITA.- Sí.

ÑICO.- ¡Venga, mi guacha, pa'abrazala...! Está en su casa... Too es suyo... Le voy a mirar los ojos pa curdiala y que no sufra...

FLORITA.- Too lo soportaré por ti...

ÑICO.- ¡Qué carguen conmigo, pero que naiden me la palabree ni me la miren tan siquierita...! ¡Harto codicioso qu'estoy e mi Flora! ¡Tan suave qu'es mi borreguita...!

FLORITA.- En queriéndonos, too lo demás pasa...

ÑICO.- Y, como los dos nos desarmamos e cariño, que temporalee, que truene. ¡Y endei qué pus!

FLORITA.- Al fin estamos uníos y vamos a vivir bajo el mismo techo.

ÑICO.- ¡Y pa siempre! (La abraza cariñosamente. De pronto suena un disparo de revólver en el interior de la casa.) ¿Pero qu'es eso...? ¿Qué ha pasao? (En el intervalo de silencio que sigue, mientras todos se muestran consternados y aparecen corriendo


REMIGIO y CELINDA, ésta con el niño en brazos, ÑICO entra en la casa y sale inmediatamente, tapándose la cara horrorizado y mesándose los cabellos.)  ¡Por Diosito...!



CELINDA.- ¿Qué ha sucedío, Virgen Santa...?



REMIGIO.- ¡Tése callaíta usté...! ¡Puchas la esgracia grande...! FLORITA.- ¡Too por mi culpa...! Por entrometía y por haberte querío...

ÑICO.- ¡Recontra mala suerte...! Ella me había recogío guacho perdío, cuando yo andaba con las carnes al adre y no tenía ni un piazo e pan que llevarme a la boca... Y agora está muerta. ¡Muerta por la vía...! Ella que me enseñó a trabajar. Con ella me gané mi primera yunta e güeyes y cuando ella más que quería, se me torció el corazón... ¡Si'ha matao la viu...! ¡Si'ha matao! Y yo que la quería más que a mi maire, más que a naiden en el mundo...



REMIGIO.- ¡Mal'haya sea nunca...!



ÑICO (Abrazando a FLORITA.).- A naiden la quería como a ella; pero vos, m'hijita linda, erai mi debiliá... ¡Éjame llorar por la viua, que si'ha esgraciao pa dejarme gozar solo, antes e morirse e la pena de vernos...! ¡Éjame llorar por la viua...!



REMIGIO.- ¡Qu'era más rehombre que toos nosotros...!

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