domingo, 24 de julio de 2016

La viuda de Apablaza 1 Germán Luco Cruchaga.




Germán Luco Cruchaga
La viuda de Apablaza
Esta obra fue estrenada el 29 de agosto de 1928, en el Teatro La Comedia, por la Compañía Ángela Jarques-Evaristo Lillo, y repuesta, por última vez hasta la fecha, en 1956, en el Teatro Antonio Varas, por el Teatro Experimental de la Universidad de Chile, con el siguiente reparto:  LINK EMOL

PERSONAJES

REMIGIO. 
FIDEL. 
CUSTODIO. CELINDA. 
LA VIUDA. 
ÑICO.
DON GELDRES. 
DOÑA MECHE.  
FLORA.

DIRECCIÓN. Pedro de la Barra
ESCENOGRAFÍA E ILUMINACIÓN. Raúl Aliaga


La acción ocurre en un lugar al sur y al interior de Temuco, alrededor de 1925.

PRIMER ACTO
En el Otoño SEGUNDO ACTO
A comienzos del Verano siguiente TERCER ACTO
En el Otoño, dos años más tarde.

Primer Acto
Patio interior de vieja casona de campo cuyas ventanas se abren al corredor donde se guardan los caballos de madera con las monturas, las riendas, lazos, yugos, arados y aperos campesinos. Lateral izquierda, ancho portalón de bodega. A su lado, un gran montón de paja. Decorando el corredor, maceteros de cardenales y jaulas con pájaros nativos.
REMIGIO, FIDEL y CUSTODIO juegan a la rayuela. Derecha, CELINDA aviva el fuego del brasero, sentada en un piso junto a la mesilla con los menesteres del mate. Después de jugar, los tres se acercan a la raya y discuten.

REMIGIO.- ¡Quemaíta! Al puro pelo... FIDEL.- Dos por cinco.
CUSTODIO.- A mano.

REMIGIO.- ¡Chi! ¡Cómo a mano ey vos perdiste cuatro y yo llevo cinco! CUSTODIO.- Los cinco deos de la mano p's, cabro...
REMIGIO.- Gracioso el niño. Pa jugar hay que tener formaliá... Los recontra a quemás y con maulas...

CELINDA.- ¿Y no puee irse a juar a otro lao...? La zalagarda que tienen los peazos de treiles...

REMIGIO.- No se enoje pus Celindita... Si es puro juguete no más...



CUSTODIO.- Si no apostamos ni cobre...

CELINDA.- Así será, pero si los merece rochar mi tía, los encumbra... FIDEL.- Y qué vamos hacer si Ñico no se entriega los aperos.
CELINDA.- ¿Cómo? ¿Y Ñico ónde está?

FIDEL.- Ratazo que no lo vimos... Antes de terminar la lechaúra salió p'al bajo a buscar la vaquilla Pampa, que estaba pasá e cuenta...

REMIGIO.- Y hará como una menguante que lo estamos esperando...

CELINDA.- ¡Güen dar con el hombre éste! Onde diablos se habrá metío... Contimás que mi tía se las tiene sentensiá... ¿Y aónde están los aperos pa entregárselos?

CUSTODIO.- Si ey están los yugos; pero las coyundas las guarda Ñico, con llave, en la caja de las herramientas, porque en la noche vienen a comérselas los perros del indio Curimil...

REMIGIO.- Pero la viua tiene llave mestra... Píasela usted.

CELINDA (Se acerca a una de las ventanas.).- Oiga, tía... Aquí dicen éstos que les empreste la llave mestra p'abrir el cajón de las herramientas; que a Ñico no lo pueen hallar, que salió a buscar la vaquillona Pampa que está pasá e cuenta... Y las coyundas están ey.

LA VIUDA (Apareciendo con su gran moño de cohete, blusa de percal de color vivo con las mangas a los codos y con zuecos.).- ¿Qué decís, Celinda? ¿Que Ñico no ha entregado los aperos y ya con el sol alto? ¡Me cachis con el peazo de mugre éste! Tomá las llaves vos, Custodio, y sacá las coyundas. Si una tiene que andar metía en too... Son las nueve y los bueyes d'iociosos... Ves, Fidel, anda p'al bajo a buscar al Ñico... (Mutis de FIDEL. CUSTODIO entra a la bodega.)   Moleera e gente, sacando la güelta a too tiro y una llamándolos aquí... Hase visto... ¿Me tenís el mate preparao?

CELINDA.- Ya está lavá la yerba... Y ey tá el cedrón y ey tá l'azúcar quemá... LA VIUDA (Sentada, mateando, a REMIGIO.).- ¿Y vos?
REMIGIO.- ¡Mande!

LA VIUDA.- ¿Qué hacís parao ey?

REMIGIO.- ¡Chi! Esperar las coyundas p's, patrona... LA VIUDA.- Anda a buscar a Ñico también.


REMIGIO.- Güeno, su mercé... (Iniciando el mutis.) No puee vivir sin Ñico... Ya parecimos perdigueros detrás d'él.

LA VIUDA.- Y vos... ¿Qué me icís de esta farta? Encomodarla a una, ques la dueña, por el Ñico. ¡Puchas digo! Y recoja guachos.

CELINDA.- ¿Le cebo otro mate, tía?

LA VIUDA.- No... Se me avinagran cuando tengo estas molestias. Me aflatulento. Ñico acabará por matarme... ¡Ay, qué sofoco! ¡Uf...! Cuándo será el día que éste entre por güen camino y se le quite lo maula... Apostaría que anda vichando coipos por el estero... ¡Pa qué necesitará coipos si conmigo tiene de un cuantuay...! Pero no van a ser pencazos los que le voy a dar... Mal mandao, mal agraesío... Mal guacho... ¿Pero ónde estará el Ñico? ¡A puchas con el escarabajo grande! (Llegan FIDEL y REMIGIO y sale de la bodega CUSTODIO.)   ¿Y Ñico?

FIDEL.- En niuna parte...

REMIGIO.- Juimos p'al bajo, rondamos el macal del norte, campiamos el estero... Y niagua...

LA VIUDA (A CUSTODIO.).- ¿Y encontraste las coyundas? CUSTODIO.- No están ey.
LA VIUDA.- ¡Maldición de hombre! Me viene a descomponer too... Mándense acambiar... Ya está la mañana perdía... Después llegará el tiempo malo y tendremos que sembrar sin la cruza... Y los babosos andarán diciendo por ey qu'el migajón de mis tierras está gastao, que mi semilla es puro ballico y granza y que mis aperos no sirven pa ná... Y que la media no les alcanza ni pa la mantención... ¡Ahijuna! ¡Cómo quieren güen rendimiento si hacen los barbechos tardíos y las reices no se alcanzan a poirir! ¡Y ni la cruzan siquiera, y pierden estos días de sol jugando a la rayuela y buscando las coyundas...! Viviera el finao Apablaza ya los habría descuerao y les habría quitao las pueblas... ¡Juera de aquí! Ya está perdía la mañana... Pero me trabajarán hasta que escurezca, con las candelillas y si no, frangollo les valgo yo. ¡Juera! ¡Ráspenla...! (Iniciando el mutis los tres peones.)

REMIGIO.- En perdiéndosele el Ñico, pierde el seso también... CUSTODIO.- Y pagamos el pato nosotros...
FIDEL.- ¡Chas, la vieja veleidosa...!

LA VIUDA (Ordenándoles, con rabia.).- ¡Juera ey dicho...! Mermuradores...
¡Chirpientos...! ¡Pa juera ey dicho...! Y que les den agua a los güeyes.

CUSTODIO.- ¡Mande!



LA VIUDA.- ¡Que les den agua a los güeyes! ¡Orejas cerillentas!

CUSTODIO (Mutis.).- Agua toman los güeyes... Que tienen el cuero duro...
Aguardiente y vino puro que es bebida de los reyes... ¡Mi alma!

LA VIUDA.- Y vos ¿desaguaste la cuajá? 
CELINDA.- Sí, tía.
LA VIUDA.- ¿Le hiciste la crupa que no se ojíe? CELINDA.- Sí, tía.
LA VIUDA.- Güeno. Treme un cigarro e mi pieza...  (Mutis de CELINDA. Pausa.)
¡Que venga el Ñico! Yo le abriré las entendedoras pa que sepa cumplir con su deber..., pa que sepa agradecer too lo que mey mortificao dende que lo recogí en cueros... Si lo voy a hacer humiar a palos... Fascineroso... Porque el Ñico es más que si lo hubiera parío, es más que hijo natural del finao... Que se amarre la soguilla el Ñico. A guantá limpia hay que manijar a estos indinos, quiltros, perdíos...

CELINDA (Con los cigarros. Aparte.).- Le va a llegar con mi tía... (A LA VIUDA.) Aquí están los cigarros, tiíta...

LA VIUDA.- Tiíta, laya e tiíta... Tiaza y brava pa los mal comportáos... Pasa pa'cá... Cuando lo tenga al Ñico al frente le voy a soltar una gritaera pa que se le dentre el habla hasta la otra creciente. (Grita.) ¡Ñiiico! ¡Ñiiicooo! ¡Ñiiiiicoooo! Peazo de bestia, guacho asqueroso. Guacho pulguiento, guacho aparecío..., ¡requeterrecontra guacho!  (Mientras LA VIUDA enciende el cigarro, el montón de paja empieza a moverse, aparece un brazo, luego un pie descalzo y después la cabeza con chupalla de ÑICO, bostezando... A LA VIUDA se le cae el cigarro de la boca y queda estupefacta.)  ¡Tú, ahí!

ÑICO.- Me parece... Mi había quedao ormío, me parece...

LA VIUDA.- ¡Parece! ¿Que no habís sentío como ti han llamao...? Buscándote por toos laos y ni luces... Los aperos guardaos y el rey urmiendo en la paja, enrollao com'un quiltro... Ahora vamos a hablar los dos... Tú, Celinda, anda vete pa entro... Pícales mostaza a los pavos nuevos y espanta las aves de la hortaliza, que ya me tienen acabá la chicoria. (Mutis de CELINDA quien le hace señas a ÑICO con la mano, dándole a entender que LA VIUDA se las va a dar. LA VIUDA se pasea, tranqueando fuerte, con los brazos en caderas.) ¡Sácate la pastora, ínsolente...! Acércate pacá... ¡Mira de frente, badulaque! ¿Qué habís hecho toa la mañana...? ¿A qué horas te levantaste?

ÑICO (Dando vueltas la pastora entre sus manos.).- De albazo... Antes del canto e los gallos... Como toos los días, me levanté con chonchón...

LA VIUDA.- ¿Y qué habís hecho? Dime...



ÑICO.- ¡Cuasi ná! Arrié las vacas p'al corralón y lechamos... Con la Celinda, llenamos los tarros de la cuajá... Le di avena y agua a los chanchos... Espués salí a buscar la vaquillona Pampa que parió anoche un ternero ídem a las manchas del Kalifa... ¡Lozanito y caerúo el bruto! Espués ensebé las coyundas y los cabrestos; acarrié cuatro sacos de treol pa los güeyes y mancagüé el toro, pa que no se salga del pasto ovillo, porque su yegua Muñeca rompió a patás las tranquillas... Y aemás, le machuqué un pernil de grillo con raíces de frutilla a la vaca Chupilca, porque está con mal de orina... Y espués..., espuecito..., me senté ey y parece que anduve queando dormío... Si ey fartao..., ahora...

LA VIUDA.- Ta bien. ¿Y por qué no te juiste a escansar a tu catre...? ¡Cuándo será el día que te diferencís de los piones! Vos soi aquí más que pion, más que campero, más que capataz, más que mayordomo, ¡y no poís ejar los chirpes, la ojota pegá al ñervio, la rayuela y el vivir en que te criaste...! Mal que pese, vos tenís que respetarte un poco, porque eres bien nacío, aunque seáis un salto del finao de mi marío... Y de salto y too, llevay la mesma sangre d'él. ¿M'entendís?

ÑICO.- ¿Y no cumplo rebién mis obligaciones, y los mandaos p'al pueblo, y no le cuido too, como lo propio...? ¿Me habrá faltao un grano e trigo en las entriegas a la bodega, habré medio mal las cuairas de siembra...? Y los destronques, ¿no los llevo en l'uña...?

LA VIUDA.- Naiden te reprocha tu trabajo... Harto honrao y alentao que soi; pero te faltan maneras y que te arreglís tus monos...

ÑICO.- ¡Chi! ¿Y di'aónde voy a sacar maneras, si aquí vivimos mesmamente que animales...? Hay veces que me dan ganas de hacerme entender a puro lairío... ¡Me recondenara! Yo creo que cumpliendo con su mercé, naa tiene que icirme... Desde que vivo aquí, sólo me curé pa la Candelaria y ése jué un gusto perdío, como las torcazas que bajan sólo cuando están los guindales colmaos... Jué un reventón y ná más...

LA VIUDA.- ¿Y por qué no te comprai calamorros, a ver? ÑICO.- Me duelen las chalas y vi a andar con zapatos...
LA VIUDA.- Debís aprender a cacharpearte porque, cuando yo esté más vieja, tú serís aquí el patrón... (Lo mira en una pausa de silencio y suspira.) ¡Y mes qué laya e patrón a pata pelá, con los jundillos amarraos con tiras...! ¿Quién te respetaría, dime?

ÑICO.- Es que si usted lo manda, se puee variar la compostura... Andan por ey otros mal encachados que no saben ni amarrarse la faja ni hombrearse el poncho.

LA VIUDA.- Y caballos que no te fartan ni plata ni botas calzón... Pero too lo guardai p'al día e san blando... Güeno, basta e tertulia que tenís que ensillar pa ir al pueblo... Pasai onde on Jeldres y le peís la cuenta e los quesos. A on Lobos que me mande la lima para la corvina... La Celinda te entregará la lista e las fartas... Too lo pedís onde la Coña Guapa y que lo apunten...   (Inicia el mutis, llamando.)   Celinda... Celinda...


CELINDA (Entrando.).- ¡Mande!

LA VIUDA.- Entrégale la lista a Ñico... (A ÑICO.) Antes de la siesta, tenís que estar de güelta... Te venís, como un balazo... Cuidaíto con comadrear en niuna parte... Pa eso tenís güenas bestias...  (Mutis.)

CELINDA.- Urmiendo en la paja... ¡Apesta pus, Ñico! ÑICO.- El que no tiene ná, con su mujer se acuesta... CELINDA.- Pero te las pusiste con mi tía...
ÑICO.- ¡Qué tanto jué! ¡Si ya está el chancho en la batea y el mote pelándose!

CELINDA.- ¡Alabancioso que te han de ver! Si andan diciendo por ey que hay ciertos entendimientos... Mejor ¡boquita, cómete un pavo!

ÑICO.- Qué culpa tengo yo de ser bien parecío, parao en el hilo, tranqueador y güeno pa la vara... ¡Échale, mi alma, pa elante!

CELINDA.- Claro... Si así son toos los hombres... Se allegan del otro lao, cuando hay una pobre que les lava las tiras, los cuidia y les quiere... En no habiendo como ser perra pa que los hombres se hagan huinchas con una... Oye, Ñico...

ÑICO.- ¿Qué querís, cabra?

CELINDA.- Te cuento... Pero me da vergüenza...

ÑICO.- Tápate la cara con la punta del elantal y lárgala no más. CELINDA.- ¿No te vai a reír?
ÑICO.- ¿Pa que se me vea el diente que me falta? Desembuche no más...

CELINDA (En secreto y avergonzada.).- Yo... Yo... Oye..., fíjate que yo..., estoy durmiendo toas las noches con la puerta destrancá... Yo...

ÑICO.- ¡Ves qué novedá...! La tranca mía la eché al juego hace ratito... ¿Y eso es too? CELINDA.- Y tamién, es que... ¡Es que me da mieo dormir sola!
ÑICO.- ¿Y pa qué estrancai la puerta entonces? ¡De puro tentá e la risa! CELINDA.- Ñiquito... Tú no m'entendís...
ÑICO.- Ni cobre.


CELINDA (Llorando.).- Es que tú no me querís entender, no me vai a entender nunca lo que te quiero ecir...

ÑICO.- ¿Y por eso moquillai...? Aquí en esta casa pueen dormir toas con las puertas destrancá, porque, lo qu'es Ñico, está escamao...

CELINDA.- Es que vos no m'entendís mis indiretas...

ÑICO.- Porque no me conviene... No vis que espués me salis con un regalo con patas y el cura civil tiene encargo de los que se meten a las puertas destrancás de las chicuelas...
¿Por qué no me soplai este ojo? Y dame la lista... Yo estaré aquí de suple falta, ¿no es cierto?

CELINDA (Pasándole la lista a ÑICO que empieza el mutis.).- Busca ahora quién te lave tus chirpes, que te pegue los botones y te seque la arpillera de las ojotas... Lo qu'es yo, ni te daré los güenos días...

ÑICO (Leyendo.).- Un cuarto e yerba..., cuarenta e comino..., un paquete e velas
«Buque»..., tres tarros de salmón «Mariposa»..., sesenta de pimentón pa color... cuatro pesos de levadura..., un kilo e clavos de dos pulgadas..., un tarro de aceite e carreta... (A CELINDA.)  Y a vos te traeré un pañuelo yerbatero, pa que te rajís llorando...
Enamorándome la pervertía... Cierra mejor tu tranquera que, si Ñico no entra, no fartan otros gallos en el gallinero...

CELINDA.- Oye, Ñico, ven.

ÑICO.- ¿Me vai a encargar una tranca e temo? CELINDA.- Si es pa contate otra cosita...
ÑICO.- Mañana por la mañana voy a estar aquí con las fartas.

CELINDA.- Afírmate con lo que te voy a icir. Mañana a las dos, llega la Florita... Me escribió en papel fino y con letra de imprenta...

ÑICO.- Tu hermana... La profesora... ¡Chitas con la noveá, oh! Esa que estuvo aquí cuantuá y que andaba cimbrándose pa'llá y pa'cá... La fruncía p'hablar..., y que andaba con tizne en los ojos...

CELINDA.- La mesma pus, Ñico, y que a vos te icía Colacho...

ÑICO.- Ahora estoy más hombre... Que tenga cuidao tu hermana conmigo...

CELINDA.- Y en la carta dice que mañana, en tren de dos, le manden caballo a la estación...

Ñico.- ¿Y ónde va a ormir?



CELINDA.- En mi pieza pues, tonto... ¡Conmigo!

ÑICO.- Entonce, m'hijita, le voy a peír un favor... ¿Quiere? CELINDA.- ¿Cuál será?
ÑICO (Suspirando.).- ¡No güerva renunca a trancar la puerta! CELINDA.- ¡Hase visto el atrevío!
ÑICO.- Dos mujeres solas tienen más mico que una mujer sola... ¿O no dice usted? Y un hombre que quiere a dos, tiene dos velas prendías, sí una se le apaga, la otra le quea encendía... Y no me haga golver más m'hijita, mire..., que...

CELINDA.- ¿Y qué hacís que no te vai? (ÑICO toma su montura y las riendas e inicia el mutis, mientras CELINDA canta una pavísima canción de las mujeres de la frontera:)

Sosiégate, José Sosiegate, María
Si no te sosegai,
¡yo te sosegaré!
ÑICO (Repite, dándole unos cuantos manotones por el cuerpo y riéndose a carcajadas:) Sosiégate, Celinda.
Si no te sosegai,
¡yo te sosegaré!

CELINDA.- ¡Asosiégate, te icen! ¡Manisuelto! (Mutis de ÑICO.) LA VIUDA.- ¿Se jué Ñico?
CELINDA.- Ratazo. Ya debe venir de güelta...

LA VIUDA.- Acordate que mañana llega tu hermana. Cuando venga Ñico le ecís que mate un lechón y a la Juana que pille un pavo... Longanizas no han de faltar... Y que el dulce no se te pegue, mira que esa paila tá saltá... Anda a ver que l'almíbar esté de pelo... Y arregla tu cuarto. Enflóralo y quita las telarañas... En el segundo cajón de mi cómoda, hay sábanas deshilás... Pónele payasa al catre, mira que estas pueblerinas son de costillas blandas... Contimás que viene enferma... Por su culpa... Anda pa entro... Si se hubiera quedao conmigo, no se le habría desgraciado la salú..., y tendría su yunta e güeyes y sus vaquillas... Pero le entró el humo a la caeza y como se cree tan letrá y bonita, se le ocurrió que iba a conquistar la ciudá... Pero aquí la mejoraremo. Aquí hay cambimento pa toos y la salú anda botá por el campo y no la venden en frascos, como en los pueblos... Le ponís las deshilá, las fundas con tiras bordás y que no se pegue l'almíbar...


CELINDA (Mutis.).- Güeno, tía...

(Pausa. Afuera, se oyen los gritos de los hombres que llegan con los bueyes. LA VIUDA se sienta, preocupada:)  ¡Erre, Clarín..., erre... Tiiiza, Precioso..., erre! ¡Pónete, Noble...!
¡Ya no sabís ponerte, caracho! ¡Caballero, Caballero! ¡Noble! Noble, Noble, Noble, Noble!
¡Precioso! ¡Clarín! ¡Tiiiza! ¡Güélvete, Clarín...! ¡Cordillera...! ¡Limón...! ¡Erre...!

LA VIUDA (Dirigiéndose a la izquierda.).- ¡Oye, Custodio! ¿Por qué enyugai el Clarín con el Precioso?

CUSTODIO (De afuera.).- ¡Mande! Porque se acompañan mejor pa las güeltas... ¿No ve que el Precioso, con el novillo, me tiran el arado juera del surco?

LA VIUDA.- Ñeclas que se lagartean por ná... Les duelen las manos con los americanos, onde están acostumbrados a trabajar con arados chanchos.

CUSTODIO.- Ya la viera yo trabajando con güeyes mañosos y mal amansaos... LA VIUDA.- Y vos, Remigio, no me habís dao cuenta e la semilla... ¡Vení pa'cá!
REMIGIO (Con chupalla y con picana.).- Sembrá tá la semilla. Ñico tuvo en el desparramo...

LA VIUDA.- Pero algo te abrís comío...

REMIGIO.- Pa lo que gusta la harina tostá... Dos sacos por cuaira le echamos... LA VIUDA.- Ralito le echaríai el voleo...
REMIGIO.- Si falta algo, se lo habrán comío los pájaros. LA VIUDA.- Los pájaros de caeza negra y con patas...
REMIGIO.- Pa qué ice eso, su mercé, cuando los loros llegan a escuerecer... Harto que ley pedío prevenciones pa la escopeta...

LA VIUDA.- Como no me rinda el 18 ese huacham que tenimos en media, te podís ir buscando posesión en otra parte... Hay que rodonar a tiempo pa apretar la tierra y pa que la cuncunilla no acabe con el trigo en yerba, y hacer canales y desmalezar, y entonces tenimos el 18 y el 20 por uno. ¡No hay que vivir confiao en Dios! Ustedes creen que, en poniéndole una crú a San Francisco, ya tienen too hecho y se tienden de guata al puelche... No, señor,
¡pa ganar, hay que suar la gota gorda! Y el roce, ¿cuándo lo empiezan...? Curdiao con volteame el guayisal.

REMIGIO.- Cuando usted mande pues, su mercé.


LA VIUDA.- Ya veré con Ñico lo que se hace... Váyanse a trabajar... Después de la siesta, iré yo a ver la punta que le están dando al barbecho... Váyanse, no más... (Mutis de REMIGIO. Pausa.)
CELINDA (Cantando en el interior:) Corazones partíos,
yo no los quiero. Cuando yo doy el mío,
lo doy entero, si ay, ay, ay.

(Afuera, los carreteros empiezan a irse, avivando a los bueyes:)  ¡Precioso! ¡Clarín...!
¡Erre! ¡Noble...! ¡Caballero, Caballero, Caballero! ¡Limón...! ¡Cordillera...! ¡Erre!

LA VIUDA (Abatida y sentimental.).- ¡Diez años viua...! Diez años que me ejó sola el finao Apablaza... Solita... ¡Y entuavía estoy rebosando juventú! La sangre me priende juego en el corazón... ¡Pa qué querré tantas tierras y tanta plata, si me falta dueño!

(La voz de CELINDA llega desde más lejos:)

Al cruzar el arroyo de Santa Clara,
se me cayó tu anillo
dentro del agua, si ay, ay, ay.
Antenoche y anoche y entamañana,
me corrieron los perros
de doña Juana, si ay, ay, ay.



Segundo Acto
El mismo escenario del Primer Acto. Al levantarse el telón, la escena está vacía.




DON JELDRES (Desde el interior.).- ¡Gente...! ¡Geeenteee! DOÑA MECHE.- ¡Buscan...!
DON JELDRES.- ¡Espanten los perros... que hay genteee!

CELINDA (Saliendo del interior.).- ¡Napoleón! ¡Anda, vete, mugre! Pasen... ¡Adelante!
¿Si los perros no hacen ná a los conocíos... (Entran DON JELDRES y DOÑA MECHE.) DON JELDRES.- ¡Casa bien defendía es que tié que guardar! ¡Cómo te va, chiquilla!



CELINDA.- Bien, on Jeldres... Pa servile... DOÑA MECHE.- ¿Y la viua...?
CELINDA.- Con la Florita, en las frutillas... Siéntense a escansar... Siéntese, on Jeldres...

DON JELDRES (Limpiándose la transpiración.).- Ta picaor el solsito... Nos venimos de a pie y, aunque salimos bien de alba del pueblo, como esta mujer es tan lerda, nos pilló en el camino la polvareda de las carretas, emparvadoras... ¡Qué carretío, mujer, por Dios!

CELINDA.- Parece que este año la cosecha va a ser muy güena...

DON JELDRES.- ¡Quiá! Buena como todos los años; pero como pa cancelar los documentos de la plata que se vale hay que mermar las utilidades, nadie confiesa lo que cosecha... ¡Qué se lo cuenten al cura! Hace 25 años que salí de España p'hacer la América...
¡Soy un Cristóbal Colón al revés! Otros se han enriquecío, han vuelto de indianos millonarios, y yo sigo quebrándome los güesos como un gañán, como un negro de las galeras...

DOÑA MECHE.- Mala estrella tenimo... Agonizamo trabajando y la América se nos esquiva, se nos sale de los deos, como si las ganancias fueran agua o harina flor...

DON JELDRES.- En estos pueblos de la Frontera, en diez años bien trabajaos, uno se hace rico, poderoso y hasta terrateniente; pero estoy condenao a la miseria, al pasar a medias... Llega el invierno y los indios hacen cola en el almacén y vamos valiendo lauchos de harina, cuartos de azúcar, kilos de yerba, qué sé yo...

DOÑA MECHE.- La santa verdá... Fiamos hasta por misericordia y así y too nos tratan de gringos y de «güincas treguas»...

DON JELDRES.- Pues ná... Que llega el verano, la cosecha, vamos, y toos se pierden y yo me quedo saldando cuentas con los documentos impagos... Y a los indios no se les puede perseguir por la justicia, porque no tienen responsabilidad jurídica, ¡eso es! Si parece que yo estuviera pagando con mi desgracia los desaguisados de los Conquistadores... Por las manos de Galvarino, cuatro quintales de harina y, por la pica de Caupolicán, más azúcar que cuartos tié un rascacielo... Y vamos tirando pa delante... Este otro año, hará 26 que llegué de España y cuando ya esté en los 40 de colono y 70 de edad, tendré que comprarme un metro de tierra en el cementerio, pa que descansen la Meche y on Jeldres... ¡Me cachis con la suerte veleta...!

DOÑA MECHE.- Y descanso bien merecío... Aunque en tierra ingrata.

DON JELDRES.- No digas eso, Meche. Ingrata no. Si no es más que la suerte. CELINDA.- ¿Le dio Ñico el recao de mi tía?



DON JELDRES.- A eso venimo. Pa arreglar la cuenta de los quesos y pa disfrutar del domingo y ver a la Florita que debe haber llegao de repámpanos.

DOÑA MECHE.- Y me vuelvo loquita por el campo... ¡Cuánto no le he dicho a éste que vendamos el almacén y nos compremos una hijuela!

DON JELDRES.- Que no pué sé...

DOÑA MECHE.- Cómo se las da de castizo, le hace falta la sociedá..., el clú..., el bambolla y el pelambre.

DON JELDRES.- Pues claro... Somos dos españoles en el pueblo y hemos fundao un Clú Ibérico. Yo soy el presidente perpetuo y el otro es el vice. Y no hay más socios... Si no fuera por los ratitos que pasamos recordando a España y comentando los cablegramas, yo me habría muerto, me habría secao de pena... Que Algeciras, que San Jurjo, que Primo de Rivera... Porque, a decir verdad, no podemos ni jugar tresillo entre el vice y yo... ¿Y así querés vos que yo me soterre en el campo, entre los palos quemaos de los roces y me ponga más bruto y más triste de lo que estoy? No, mujer... Pídeme que me vaya a la Legión Extranjera...

CELINDA.- ¡Cómo tarda mi tía...!

DOÑA MECHE.- ¡La iremos a buscar mejor!

DON JELDRES.- Ya hemos descansao... El frutillar quea pa ese lao, ¿verdad? CELINDA.- Sí, on Jeldres.
DON JELDRES.- Que te digo, que cada vez que ando por el campo, se me llena la cabeza de documentos y se me clavan entre las cejas los indios que me deben... Al don Alonso de Ercilla y Zúñiga, por su madre, yo le voy a meter su Araucana por las narices... Vamos, Meche..., que hemos venío a disfrutar del sol y del aire y ya parezco pastor evangélico... Pero yo no me moriré sin destripar a un indio pa que respeten los documentos y tengan responsabilidad, ¡eso es! Vamos, Meche...

DOÑA MECHE.- ¿Y los perros, Celinda?

CELINDA.- Los perros están amarraos. Vayan sin curdio...

DON JELDRES.- No se preocupe: si llamé al llegar, fue por fineza... Mire usté este palo e guindo... ¡Pa mí, no hay más perros en er mundo que los indios...!  (Mutis DON JELDRES y DOÑA MECHE.)

CELINDA (Dirigiéndose hacia afuera.).- Tuerzan a la derecha..., por ahí. DON JELDRES.- Gracias, Celinda...  (Pausa.)



REMIGIO (Entrando.).- Celinda...

CELINDA.- ¿A qué venís...? Hoy no estoy pa pláticas... Ando con los ñervios hechos peazos... Con estas sorpresas que tenimo ahora, no se puee vivir...

REMIGIO.- Cosas de la vía pues, Celinda... CELINDA.- ¿Y Ñico? ¿Habís hablao con él? REMIGIO.- Anoche estuvimos en l'era, hasta tarde. CELINDA.- ¡Y qué te dijo!
REMIGIO.- Ná. Que había tenío sus palabreos con la viua... No te enojís; pero la Florita, tu hermana, es la que ha venío a armar la revoltura.

CELINDA.- Qué curpa tiene ella de ser bien parecía...

REMIGIO.- Lo mesmo digo yo. ¡Con esos ojazos de güey manzanera y ese cuerpo culebriao...! Yo me la queaba mirando cuando recién llegó y pa qué te igo cómo hilaba...

CELINDA.- Pero vos ya tenís dueña..., ¿no es cierto, Remigio?

REMIGIO.- Primero me caigo muerto antes que ligar con otra... Aunque sea más entallá que vos.

CELINDA.- ¿Y vos le habís contao al Ñico?

REMIGIO.- Le ije que nos andábamos entendiendo y él me ayúa, con una condición... CELINDA.- Ya se las tengo maliciá... Vos le llevai recaos a la Florita...
REMIGIO.- Mandao no es curpao... CELINDA.- Y la Flora no mira mal al Ñico... REMIGIO.- Pero la viua anda matrera.
CELINDA.- Y cuando sepa la verdá, el embrollo va a ser tremendo. Cuando sepa que el Ñico se compró zapatos pa parecerle bien a la Florita, que fue al pueblo a cortarse las chascas y que, en las noches... ¡Ay!, se me atoran las palabras en la garganta.

REMIGIO.- Que en las noches, salen pa debajo e los castaños... CELINDA.- Y se están, ay, hasta la madrugá...


REMIGIO.- La curpa la tiene la viua... Traer pollas a este descampao, en que, las únicas mujeres que se ven, son la madre de uno o las indias chamalientas que hablan a gritos...
Nosotros no somos ná de ulmo y también tenimos su peazo e corazón... Si hasta los perros lairan toa la noche buscando su compañía... ¿Y nosotros íbamos a espreciar lo presente?
Renunca, pues, m'hijita, ¡si l'amor es más constante que la cizaña y crece más luego que el yuyo!

CELINDA.- Pa mí, Remigio, el amor es una enredadera: se me enredó el Ñico con la Florita y te enredaste vos conmigo...

REMIGIO.- ¡Benaiga, con la enredadera...!

CELINDA.- Pero mi tía anda más seria, callaíta, pensando y pensando... Yo le tengo mieo... Anoche no comió y llamó al Ñico pa su pieza... Lo que platicaron, no lo hemos sabío...

REMIGIO.- Pa mí que la enreaera del Ñico se va a desenrear... CELINDA.- ¿Y la Florita qué hará si ya está ilusioná con el Ñico? REMIGIO.- Dirse... La viua da cavimento; pero que no le farten en ná. CELINDA.- ¿Y aónde se va dir?
REMIGIO.- Dio ayuda a too el mundo... Lo qu'es a mí me farta tiempo y resuello pa quererte a vo y no me preocupan los males ajenos... El Ñico es harto hombre...

CELINDA.- ¡Es má hombre mi tía!

REMIGIO.- Tamién es cierto... Nosotros campeamos lo que pasa y callamos...
T'apostaría que on Jeldres la aconseja pa su lao... Ese gringo colorao, que me parece pavo mechón, con tal de estar en las güenas con la viua, es capacito de malogramos toos...

CELINDA.- Y vos no tenís mico...

REMIGIO.- Algo... Pero qué mi hacen a mí; si no respetan mis sembraos... Yo sentiría la trifulca por vos...

CELINDA.- Andavete, entonces... ¿querís?

REMIGIO.- Ya estoy encerrao... Ellos deben venir por el camino del frente y me pueen ver salir... Me esconderé en la boega... Yo en jamasito me meto en la casa de la viua sin su permiso...  (Pausa.)  ¿Y va a dejar a su negro dirse así? ¿No se apensiona de verme encerrao ey dentro? ¡Prométame siquiera que va a salir a platicar a la noche!

CELINDA.- Andavete luego... Sí saldré, pero un ratito: mira que las noches están tan oscuras.



REMIGIO.- ¿Ni un abrazo me va a dal? (Haciendo amago de abrazarla.) CELINDA.- ¡No me toquís...!, hasta que no te compromisai conmigo...
REMIGIO.- ¡Ni que juerai guitarra pa tocala a la señorita...! Pero esta noche... CELINDA.- Esta noche..., güeno... Pero si no se ven ni las manos...
REMIGIO.- ¿Diaónde saca esas coilas...? Si p'al amor toos somos tucúqueres. (Mutis a la bodega.)

CELINDA.- Si no juera por el tiempo que tengo con éste..., yo me encerraba en la cocina... Me palpita que va a pasar más de algo... Por ey vienen.  (Se va cantando
«Corazones partidos»:)

Lo doy entero si,
Chilena hacele
con la punta'el pañuelo
los cascabeles si, ay, ay, ay, ay...

LA VIUDA.- Este año haré plantar cuatro melgas más.

DON JELDRES.- Son fresones de la Tierra Prometía... Tién más carne que una mujer de quince...   (Mirando pícaramente a FLORITA.)

DOÑA MECHE.- Cállate tú..., que hay niñas solteras por delante.

DON JELDRES.- Pero, mujé... Si la Florita disculpa las galanterías de los hombres rúos... ¿O acaso comparar las mujeres con las frutillas es un delito? Mira como reza: boquita e guinda, carne e frutilla, ¡eso es!

FLORITA.- Siempre usted de buen humor, don Jeldres.

DOÑA MECHE.- Es que, pa entusiasmarse, no hay como la primavera... Toos somos cigarras...

FLORITA.- Y eso que está bien conservao...

DOÑA MECHE.- Se conserva en alcohol... Se santigua en la mañana chupilca y en la noche hace examen de conciencia con un guindao de 43 grados, que pela el gaznate...

DON JELDRES.- Y duermo soñando como un faraón...

LA VIUDA.- Yo tamién tengo ey dentro un asoleado de Cauquenes que me mandó del norte un primo hermano...


DON JELDRES.- ¡Con su amigo, que yo tengo má sé que un barbecho cruzao en febrero!

LA VIUDA.- No se hagan de rogar, entonces... Pasemo...

DON JELDRES.- Esos asoleados de Cauquenes y los pajaretes del Huasco me hacen recordar los caldos de mi tierra...


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