miércoles, 12 de julio de 2017

Cuando llegan las noches de invierno. Las pampas. (2)




LAS PAMPAS SALITRERAS
(1896) Clodomiro Castro

I. LAS PAMPAS

En esta excepcional zona terrestre
– desierto americano-
en este polvo arcano
que en guerra fraticida
supo el brazo chileno conquistar,
parece que no hay vida:
ni una planta
en su abonado suelo se levanta;
las galas de la aurora
desaparecen sin canción canora;
y la brisa que sopla alborotada
bebe en el polvo porque no hay cascada.

Si fatigado el pensamiento tiende
raudo su vuelo en pos de inspiración,
se dilata en el éter azulado
sólo un instante desconcertado
otra vez a la tierra, a la inacción…

Pero no! Si allí están sobre su suelo
mullido a trechos por sus sueltas capas
que libre el viento mueve en espiral,
desnudos cerros cuyas formas guardan
envidiable venero capital.

Allí pululan de diversos pueblos
masas y masas de la vida humana:
el inglés y el chileno allí se hermanan
bajo la sabia ley del trabajar.

Mirad por su extensión que se desprende,
cual hija segregada del peruano,
en línea paralela
al vivo rizo del tranquilo océano

Chile forma el norte;
y luego desnivela
por la cima del Ande boliviano.

En su amplitud que a veces
en plano se dilata
o en agrias lomas que describen eses,
uniformes pueblitos se recatan
en monótona y pobre construcción.

Se llaman oficinas salitreras,
sus riquezas están en calicheras
que dan al propietario
sana fortuna, múltiple interés;
a millares de brazos, buen salario,
a la industria y las artes, movimiento,
caudales al erario;
colman a Ceres de abundante mies.

II LA MAQUINA

Allá a lo lejos, álzase gigante
(especie de obelisco en el desierto)
robusto tubo de columna humeante
que invita del trabajo al gran concierto.

La mecánica allí su asiento tiene,
y con ella rudísimas faenas;
agua, fuego, vapor, todo va y viene
por el férreo tejido de sus venas.

Mientras tanto el vehículo rodante
por círculo vicioso gira y gira
cargado de caliche lo bastante
a llenar la labor del día que expira.

Y va en acopio la materia prima
por las fauces del chanco es demolida,
y vaciada en cachuchos de honda sima
por agua hirviendo en caldo convertida.

Por varias cañerías de allí dimanan
de ese salobre líquido corriente.
Y contenidas en bateas expuestas
al aire libre y al calor del día,
se condensan en capas superpuestas,
que en blancura a la nieve porfiarían.

He allí el salitre que en la cancha oreado
y repletos sacos rendirá por miles,
y que en estériles tierras transportado,
a los campos dará bellos abriles.

Al mismo tiempo de la hirviente espuma
de ese caldo salobre se deriva
el alivio del ser a quien abruma
algún dolor que de salud le priva.

Es el yodo que en punto rebatido
y a favor de la prensa decantado
sale en queso que al fuego sometido
láminas da de hermoso sublimado.

¡Oh sabia Providencia, que doquiera
por mano oculta tu poder se siente;
ya en los giros de la tierra espera,
ya en la flor, en la costra, en el ambiente!

III. EL CAMPAMENTO

De la máquina al pie en estrecho plano
limitado por ripios y salares,
semejando casillas, palomares,
series de cuartos paralelos van.

Mal forrados con tabla o calamina
sin abrigo, sin luz, sin apariencia,
traslucen de una vez la indiferencia
conque se mira a aquellos que allí están

¡Pobres obreros! en confusa mezcla
con la esposa, los chicos y los monos
apenas hay a sus cansados lomos
lugar estrecho donde reposar.

Al lado posterior de la vivienda,
de cañamazo se alza carpa ahumada,
bajo la cual se mueve descuidada,
la que en la casa ayuda a trabajar.

De este conjunto al centro sobresalen
la casa del patrón y pulpería
donde concurren con gran algarabía
mujeres y granujas a comprar.

Más allá se distinguen otras casas
por desahogo o rango lisonjero;
es la del corrector, del ingeniero
o de algún destinado al bienestar.

Y más lejos, en sitio conveniente.
determinado sólo por muralla,
punto importante, si terrible, se halla,
el parque del trabajo, el polvorín.

Esto forma el llamado campamento
en esta dura más feliz campaña,
cualquier trabajador tiene su hazaña,
pero el roto chileno es paladín.

IV. LAS FAENAS

Es el alba, mas ni un reflejo asoma
del luminar del día;
se anuncia a la porfía
del arrogante alado en su cantar;
pues el espeso manto
de griseas capas de húmeda neblina
la escena matutina
– cual la Envidia- pretende interceptar.

Al mismo tiempo el esquilón se agita
prolongado y tenaz contra Morfeo;
y con razón, si es hora en que la máquina
de su alimento pide el acarreo.

Fatal instante llega al carretero,
también al calichero,
pues uno y otro tienen que acudir;
si aquel fatal seguro tiene gallo;
y si es éste, no hay fichas que pedir.

Vamos (se dicen) el trabajo obliga,
y con él de la vida se mitiga
en cuanto el pago llegue nuestro afán.

Y cada cual se apresta resignado,
de la herramienta armado,
a dejar su camada por el pan.

Entonces a falta del rumor que ofrece
la mañana en los sitios que enriquece
con tintes de esmeralda y oropel,
el pesado rodar de las barretas
sólo se escucha en su veloz tropel.

En su obligado giro poco a poco
la tierra se vuelve hcia el cénit del día,
desvanece su helada vestidura,
la vida impulsa, infunde la energía.

La luz meridional en la desnuda
superficie terrestre reverbera,
y a su influjo benéfico, doquiera
la faena de ayer, hoy se reanuda.

Cual modesta legión de zapadores
que nada impide en su ánimo el obrar
contra el ocio se agitan vencedores
brazos de cien y más trabajadores
que los collados hacen retemblar

Aquí uno excava con ansioso empeño
la calichera de hondo yacimiento;
otro allá carga con genial desdeño
lo que nada en resumen le ha de dar.

La guía incendiaria listo el otro tiende
al fondo del barreno;
a la punta exterior fuego le prende,
deja el sitio y arranca con pavor.

Si el tiempo tuvo a trasponerse mira
con avidez hacia el lugar minado…
pero tru… rún! la tierra ha retemblado,
su entraña y costra por el aire vuela
entre nube de polvo nacarada
que de árbol toma caprichosa forma
y sin horror distrae su mirada.

Pasó el peligro y le llegó la hora
de regresar a su feliz morada;
allí caricias de la pobre amada
su frente enjugan y valor le dan.

Mientras tanto la Juana preparada
tiene ya la comida en el instante:
tras del buen chupe viene la atorante
repleta fuente de porotos bayos
que todos a mandíbula batiente
con cuánto gusto engullen hasta el fin.

De unos cuantos minutos de reposo
allí disfruta el fatigado obrero
para entregarse con entero gozo
a pitar su cigarro de papel.

Con vibración sonora la campana
anuncia el mediodía;
entonces sí con mucha buena gana
de todo el campamento a la venta
(a paso de indevota romería)
concurren en tropel por sus libretas
los obreros, no en busca de pesetas,
a pedir fichas que el haber varía,
si alcance tiene o boletas dan.

Y del corral con disonante ruido
y de función taurina la algazara,
arranca la mielada
de a tres en fondo a la carreta uncida
una, la izquierda es cabalgada
por un brutazo que a perder la vida
la bestia y él expone por su mal.

Así dispuestas las carretas ruedan
por bien gastadas, diferentes huellas
hacia el caliche que ha de ser pasado
según está ordenado
por el jefe de pampa, el corrector.

Y las mismas faenas se repiten
por meses sin ninguna variación
hasta que llegue alguna fiesta o daño
que la máquina pare en su función.

V. EL PAGO

Es el quince del mes, llegó el soñado,
risueño día al satisfecho obrero;
un aviso fijado en la ventana
confina su esperanza, dice “Hoy pago.”

Sus libretas presentan al cajero
quien las paga dejando algún sobrante
que garantice la herramienta dada
a cada cual, mientras devuelta sea.

Provistos los bolsillos de dinero
pocos son los que saben bien gastarlos;
“como caballo, tengo plata” (dicen),
y empiezan a chupar con sed ardiente.

Los bolivianos, menos gastadores,
también remuelen hasta cierto grado,
la damajuana de corriente vino
y una jarra con agua lista tienen.

Sentados hombres, guaguas y mujeres
en el suelo y en torno a la bebida,
es de verse aquel cuadro de polleras
que apenas caben en el estrecho cuarto.

Sendas copas de vino entre las manos
“con usté compadrito” dice ella,
y es condición por éstos observadas
secar del vaso cuanto se ha servido.

No falta alguno que al charrango arranque
algunas notas de cansado estilo
o que a mejor tocar en la vihuela
entone de su tierra las canciones.

Mientras tanto las coplas no han cesado
y en producir efecto no demoran
es aquélla un chau chau de quichua quichua
en curado, que el estómago nos daña

¡Qué espectáculo aquél! Una aquí llora
a vivo llanto en su dialecto propio;
otro allá canta sin saber que aúlla,
y todos charlan, gritan y pelean.

Al fin curada la familia y todos
tendidos quedan en su mismo sitio,
y allí revueltos de cualquier manera
el cuarto tiembla, al infernal ronquido.

Al otro día con el cuerpo malo
es de no ver los trasnochados tipos,
que chascones y ajadas las polleras
soñaron tal vez tomar sémola.

El guachucho al instante se recetan,
un picante de chuño y chicha encima;
después el vino y lo que venga a mano
resucitan la escena ya narrada,
los rotitos y los cholos
que no se andan con leseras,
se ponen luego en carreras,
camino de la estación.

Las tiendas y los despachos,
que entonces hacen su agosto
recorren a mucho costo,
y alegres, suaz,! al salón.

Allí viven las Auroras,
las Rositas… la vacada,
que compuesta y repintada
un altar de corpus es.

El piano con la vihuela
y el tañer para la cueca
que de salerosa peca
y de animada después.

A los sonoros acentos
él y ella, el salón dominan;
y se apartan y se animan
con un aire tentador.

Los negros, ardientes ojos
de ella sobre él se reflejan,
y los pañuelos no dejan
de agitar con gran primor.

Un momento de parada,
da campo al ponche caliente,
que algún niño muy corriente
pasa primero a los dos.

Y en seguida arde la cueca,
y lleno el potrillo rueda,
que hacer todo aquí se puede
menos ofender a Dios.

Y ardiendo la zamacueca
de intencionados ensayes
“anda negra, no desmayes”
cantan con animación.

Ella mueve la cadera
y la pierna contornea:
el otro le zapatea
y entra en gran excitación.

Y el niño diablo picado,
sigue y sigue remoliendo,
gasta cuanto anda trayendoi
y satisfecho se va.
Si le apuran un poquito
empeña hasta las colleras
y gasta con las rameras
el último cobre ya.

Por conclusión viene luego
la borrascosa bolina
en que a chopazos se atina
y los ojos se ennegrecen.

“Te saco la mugre,”dicen,
“parate pu’ ñó,” repiten
hasta caer o vencer.

Después muy amigos quedan
los dos buenos hermanitos
y se van todos juntitos
a las copas si hay con qué.

Así malgastan la vida
derrochando su dinero;
trabajan de Enero a Enero
y el ahorro jamás ven.

LA PAMPA ESCLAVA

(1906) Alejandro Escobar y Carvallo

I

Extraña como un bárbaro paisaje
descubierto en un muro arqueológico…
duerme la Pampa su sopor salvaje
soñando un cataclismo geológico!
Viuda del mar que la arrojara un día
como hembra infecunda e histérica…
ella ha sido una sierva muda y fría
abandonada en el confín de América!
De sus viejos amores submarinos
le quedan las arrugas en el vientre.
Atesora depósitos salinos
en donde quiera el “cateador”se encuentre!

II

Como grandes colmenas laboriosas
se yerguen las enormes Oficinas…
semejando prisiones misteriosas
de un vasto Imperio convertido en ruinas.
Sólo una tropa de dispersos montes
que las sequías convirtieron sierras,
levantan los rastreros horizontes
de aquellas áridas salobres tierras!
Nunca el aroma de una planta verde
embalsamó los aires del Desierto.
Ni una avecilla que al cantar recuerde
los ecos mudos de un pasado muerto.
Sólo el viejo huracán su melena azota
sobre los flancos de las sierras mudas…
Como un velero con la quilla rota
sobre las playas de la mar, desnudas!

III

Allí trabaja la inhumana gente
luchando a brazo con la costra dura…
El sudor baña la tostada frente
y tiembla la viril musculatura!
El sol desgrana su millón de flechas
sobre la inmensidad de la llanura
Y en las espaldas, al caer, derechas,
producen escozor de quemaduras!
Ataca el barretero con empuje
la mancha salinosa que adivina…
A cada golpe su espinazo cruje…
y la barreta en el costrón rechina!
Hecho el barreno circular y hondo
se carga de traidora dinamita…
que al explotar arranca de su fondo
hasta la roca riva que dormita!
A una cuadra de altura del suelo
parece la gigante bocanada…
un estornudo que lanzara al cielo
la fauce de la Pampa acatarrada!
El torbellino de guijarros crece
cayendo al páramo recién abierto…
Así el lugar de la labor parece
erupción de un volcán en el desierto.
Queda rota la ansiada calichera …
desfloramiento de senil entraña.
Monstruo devorador de carne obrera,
llaga de la llanura y la montaña!
Ahí el pampino agotará sus bríos…
Ahí su frente se pondrá ceñuda,
mientras el sol de cálidos estíos
le quemará entera su piel desnuda!
Ahí los siervos de la edad moderna,
blandiendo el combo más de quince horas
sufrirán reumatismo en cada pierna
trabajando en las noches sin auroras!

IV

Las dos de la mañana apenas son
y bajo el viento del invierno helado…
a su faena se encamina el peón
baja la frente, la Esperanza al lado!
Silba el “pampero” por la noche negra
Cada paso retumba en los salares…
La idea de ser libre sólo alegra
esas almas preñadas de pesares!
Y en medio de la noche infame y larga
parecen los obreros trabajando…
tristes forzados cuya vida amarga
llena de angustias están soportando.

V

Las pálidas mujeres de la pampa
envejecen de anemia y de clorosis…
Y la que el vicio en su avidez no zampa
se la engulle la cruel tuberculosis!
El Campamento que al obrero asila
– nueva prisión de “criminales natos”-
produce la impresión en la pupila
de un cementerio trajinado a ratos…
El Alba, cuando el frío resquebraja
la dura costra del caliche infame,
no siente el jornalero que trabaja
de sus chicuelos una voz que llame.
El hielo que a los hombres aletarga,
traspasando la vieja calamina,
cala toda la noche, negra y larga,
los huesos de la prole que germina .

VI

Así es el campamento en el verano
cuando el sol evapora el aire seco…
un enervante cocimiento humano
que hace de cada niño un gran muñeco
Allí la raza su vigor agosta…
en la Deportación del campamento.
Las piernas flacas y la espalda angosta,
arrastran un deforme Pensamiento!
En cada rostro de mujer u hombre
la darwiniana adaptación refleja,
de los desiertos la expresión sin nombre,
sin alegría, sin amor, ni queja!
Todo es ahí momificante y gris…
Nada produce novedad alguna
Aquello es un exótico país,
imperio de la Fiebre y de la puna!

VII

Cerca del campamento presidiario…
elévase la grande Instalación
que amasa del pulmón proletario
el hígado grasiento del “patrón.”
La maquinaria poderosa y fuerte,
Y los cachuchos de insaciable boca…
donde hace hervir hasta el vapor la Muerte
al desgraciado que su turno toca!
La sal preciosa está ahí en acopio…
La ha visto el jornalero cada año
dejando estéril el terruño propio
ir a dar vida al continente extraño!
El enorme caballo de Vapor
arrastra jadeando con su carga
y queda como fin de la labor
una columna de humo negro y larga.
Así concluye la faena ruda
con el pito del tren que silba ronco
Mientras la pampa bajo el sol desnuda
parece una serpiente al pie de un tronco!

VII

Tal es la vida del Desierto cálido;
tal es la noche del Desierto frío!
Como es la cara del obrero, pálido,
como es el alma del patrón impío!
Así los años por su frente bajan
sin que su noble corazón se aflija.
Cuando los huesos, de crujir se rajan,
en un “cartucho,”su ilusión se fija.
Mientras el rico salitrero llena
los grandes barcos de salino grano…
y ve juntarse, sin afán ni pena,
un ciento de millón en cada mano!

IX

El Sol en el Desierto reverbera
y bajo el soplo de sus mil alientos,
se parece la Pampa a una ramera
entregada a impuros pensamientos!
El Capital de sus entrañas goza
con imprudente refinada calma
Mientras al frente de la pobre choza
la autoridad le prostituye el alma!

X

Fue agotada la dura “calichera”
El pobre diablo a su presidio torna
Y halla en el hogar la prole entera
que la miseria contra él soborna!
No crece en el erial una callampa
El agua no humedece las arenas
Y el rojo Sol de fuego de la Pampa
evapora la sangre de las venas.
A lo lejos parece la Oficina
un hormiguero de labor constante.
Y el campamento gris de calaminas
un “bocado”en el vientre de un gigante!
Queda en pie la infernal explotación
donde pena el obrero noche y día,
donde el parásito voraz “patrón”
sus tentáculos ve en la Pulpería.
Y el calichero que la sangre suda,
la realidad de Prometeo encarna
sobre la pampa bajo el sol desnuda
como una piel comida por la sarna!

X

¡Oh, Servidumbre del Salario libre!
¡Puñal de oro que la vida arranca!
¡Haz que tu víctima algún día vibre
la Marsellesa de la Raza Blanca!

Tocopilla, 1906

Hay diferencias notables, como ya lo expresara, entre “La Pampa Esclava” y “La Pampa de Chile,” aunque básicamente es el mismo poema. Este último fue publicado en El Pueblo Obrero de Iquique, el martes 21 de diciembre de 1909. Unicamente puedo presumir una razón valedera para los cambios, y pienso que ella es la masacre en la Escuela Santa María. El poema que el lector tiene a mano, fue escrito en 1906. Un año más tarde, Escobar y Carballo (1877-1966) uno de los más dedicados dirigentes de la clase obrera, compañero de Recabarren en sus luchas (hay una foto con él, cuando lo visita en la cárcel de Tocopilla), no puede menos que cambiar el tono de sus versos y elevar su protesta. Obsérvense los cambios en la versión de 1909, cuando agrega la estrofa XII,

El Extranjero de mirada altiva
es el tirano de la Pampa hollada!
¡El es la causa que el chileno viva
esclavo mísero en su tierra amada!
¡Oh, servidumbre del Salario libre.
puñal de plata que la vida arranca!
¡Haz que tu víctima algún día vibre
la Marsellesa de la Raza Blanca!
¡Deja que el Pueblo su poder recobre
y rompa las cadenas que le oprimen!
¡No habrá en la Pampa un calichero pobre
ni aventureros que enriquezca el crimen!
¡Alzate, Pueblo, a tu sin par destino,
como Cristo a la cumbre del Calvario!
¡La Redención del varonil pampino
hará mañana a Chile igualitario!

El uso enfático de las exclamaciones denota la ira de la voz hablante, la impotencia del líder obrero. La acusación directa al extranjero, tiene su base entonces en lo sucedido en el Iquique del 21 de diciembre, cuando los intereses salitreros, en su mayoría ingleses y alemanes, conjuntamente con los nacionales, logran que el ejército ponga fin a la huelga.

CANTO A LA PAMPA
(1908?) Francisco Luis Pezoa

Canto a la Pampa, la tierra triste,
réproba tierra de maldición,
que de verdores jamás se viste,
ni en lo más bello de la estación.

En donde el ave nunca gorjea,
en donde nunca la flor creció,
ni del arroyo que serpentea
su cristalino bullir se oyó.

Año tras años por lo salares
del desolado Tamarugal,
lentos cruzando van por millares
los tristes parias del capital.

Sudor amargo su sien brotando,
llanto a sus ojos, sangre a sus pies,
los infelices van acopiando
montones de oro para el burgués.

Hasta que un día, como un lamento
de lo más hondo del corazón,
por las callejas del campamento
vibró un acento de rebelión.

Eran los ayes de muchos pechos,
de muchas iras era el clamor,
la clarinada de los derechos
del pobre pueblo trabajador.

Vamos al puerto – dijeron-, vamos,
con un resuelto y noble ademán,
para pedirles a nuestros amos
otro pedazo, no más de pan.

Y en la misérrima caravana,
al par que el hombre, marchar se ven
la amante esposa, la madre anciana,
y el inocente niño también.
Benditas víctimas que bajaron,
desde la Pampa, llenas de fe,
y a su llegada lo que escucharon
voz de metralla tan sólo fue.

Baldón eterno para las fieras
masacradoras sin compasión,
queden manchadas con sangre obrera
como un estigma de maldición.

Pido venganza por el valiente
que la metralla pulverizó;
pido venganza por el doliente
huérfano y triste que allí quedó.

Pido venganza por la que vino
de los obreros el pecho a abrir;
pido venganza por el pampino
que allá en Iquique supo morir.

El lector podrá comparar las tres versiones sobre la pampa salitrera. Aunque cada una de ellas en su creación, obedezca a motivaciones diferentes, tienen en común la descripción del áspero paisaje y la ausencia de vegetación, de aves y de agua. Los períodos históricos están presentes a través de la perspectiva o punto de vista del hablante lírico. En el poema de Castro, la pampa es esa “excepcional zona terrestre” en la que paradójicamente “ni una planta/en su abonado suelo se levanta,” hermoso oximoron que entrega un cuadro perfecto del ambiente. Su preocupación es presentar todos los aspectos que ha estudiado en la producción del caliche en la pampa. Constancia y prueba de ello, son los subtítulos que encabezan las estrofas pertinentes. Como ya lo hemos dicho, Clodomiro Castro está atento al nacimiento de la industria que ahora florece en manos de obreros chilenos, peruanos y bolivianos, unidos en la retórica frase que involucra el capital extranjero, “el inglés y el chileno allí se hermanan,/ bajo la sabia ley del trabajar.”
Alejandro Escobar está comprometido ideológica y políticamente con lo que acontece en la pampa. Además ya se han producido hechos y situaciones entre el capital y el trabajo que transforman al obrero en esclavo de la pampa. Por eso las “Oficinas/semejan(do) prisiones misteriosas/de un vasto imperio convertido en ruinas.” Es una imagen surrealista en la que el trabajador es atacado inmiseriocordiosamente por “el sol (que) desgrana su millón de flechas/ sobre la inmensidad de la llanura.” No menos dantesca es la imagen de “los obreros trabajando/ condenados que Dios, por suerte amarga,/ tuviera en el infierno, castigando!”
Francisco Luis Pezoa en cambio, utiliza un hablante lírico cuya angustia permanece dentro de su alma, no sale fuera, no explota en imágenes multicolores ni altisonantes como Escobar y Carvallo. Es más una letanía, una oración por las “Benditas víctimas que bajaron./ desde la Pampa, llenas de fe,/ y a su llegada lo que escucharon/ voz de metralla tan sólo fue.”

EL PAMPINO
(1981) Guillermo “Willy” Zegarra

Allá por el ochocientos
nació en la tierra salada
y fue muriendo con el tiempo
una gloriosa peonada.

Pampa candente y bravía
con su espejismo embrujador
en sus entrañas escondía
riquezas muy ignoradas.

Bajo el sol de ardiente estío
de noche azul estrellada
vio nacer con muchos bríos
una flor ya deshojada.

Arañando aquel desierto
con su afán aventurero
salitre encontró, por cierto
Santos Ossa, gran minero.

Fue una bomba la noticia
el salitre era fortuna
la gente gritaba, “¡albricias,
el Norte está como tuna.”

Llegaban del Sur los rotos
dejando pueblos y aldea,
los Jiménez, Rodríguez, los Soto
de Traiguén, Cabrero, Gorbea.

La tierra verde y florida
le hechona, yunta, el arado,
el huaso dejó un día
y vino al Norte soleado.

La gente iba llegando
en busca de su quimera
y así fueron poblando
una y otra salitrera.
La pampa fue así creciendo
con rapidez sin igual
oficinas floreciendo
de Pisagua a Taltal.

Alló se formó el pampino
un buen roto que hizo historia;
bueno p’al trabajo y p’al vino
hoy muerto en majestad y gloria.

Obrero de las calicheras
con el sol sobre los hombros
luchó con destreza fiera
con macho, barreta y combo.

Perforando en las entrañas
de la costra endurecida
el roto se daba mñas
barrenando todo el día.

Aquella profunda herida
de dinamita cargaba
luego la mecha encendía
y a too pulmón gritaba:

“¡Tiro grande… Tiro grande!
salían sus compañeros
vecinos de calicheras
remeciendo hasta los Andes
la terrible tronadera.

Particular pa’ encachao
fue el roto calichero
pantalón encallapao
cotón de saco harinero.

Roto firme pa’ la pala
yo te vi cargar carreta
en la Oficina Cala Cala
hasta las mismas aletas.

De ser güenos pa’ la pala
en todas las salitreras
los rotos hacían gala:
“¡Yo me pongo con cualquiera!”

Cuenta mi viejo que un día
en la Oficina Jazpampa
competían su osadía
con la Oficina Agua Santa.

El local, Rufino Donoso
de titánica estructura;
el visitante, un coloso,
don Gumersindo Ventura.

Frente a la Pulpería
dos carretadas de ripio
en montones dividía
lista para dar principio.

Torso al aire, pala en mano
los dos fornidos pampinos
un saludo a lo hermano
y listo a ponerle el pino.

Un juez la partida dio
a la contienda de atletas
cada cual las emprendió
paletiando su carreta.

Las apuestas se cruzaban
de una chaucha a veinte pesos
la pionada animaba
gritando a todo pescuezo

Gumersindo y don Rufino
la contienda la empataron
como dos buenos vecinos
los güainas se abrazaron

Son muchas las estampas
imposibles de olvidar
pioneros de aquellas pampas
que dieron tanto que hablar

Famoso fue el derripiador
metido en los cachuchos
en un infierno de calor
derripiando su hijo ducho

Pelao hasta la güata
así trabajaba este roto
y pa’ no quemarse las patas
encallapó los bototos

Otro famoso pampino,
el botarripio, el chanchero,
el tiznao maestrancino,
carrunchos y carreteros

Yo los vi muy entallaos
en la Filarmónica bailar
de terno negro encacaho,
guantes y flor en el ojal.

No le faltaba al güainita
zapatos acharolados
corbata de palomita
puños duros bien planchaos

Waltham, cadena de oro,
colleras, libra esterlina,
ése era su tesoro
pa’ lucirlo en la Oficina

Se bailaba la cuadrilla,
polca, mazurca y valse
muy re’linda la chiquilla
como flor primaveral

Filarmónicas famosas
las de Alianza y Agua Santa,
Paposo, Chacabuco, Santos Ossa,
pa’ qué hablar si fueron tantas!

Alfombras de una pieza
autopiano importado
de refinada belleza
óleos de marcos dorados

En cada fiesta social
con fragante agua florida
el pampino a bailar
con su impecable tenida

Y no hay que olvidarse
de los futres empleados,
aquéllos que pa’la cena
iban bien acicalados

Se sentaban a la mesa
junto al Administrador,
de costumbres muy inglesas
¡cosas de Míster North!

Este gringo vivaracho
llegó de tierra inglesa
aquí nos dejó el cacho
y el partió con la riqueza

Hay también que recordar
y lo digo con sentimiento,
insalubre fue su su hogar
que tenía el campamento

Casas de lata, sin piso,
y sin más comodidad
nadie preocuparse quiso
en otrora autoridad

El salario por ahí nomás
y le pagaban con ficha,
a nadie le importó ná
de este roto su desdicha

Los gringos que administraban
en todas estas faenas,
los bigotes se arreglaban
sin importarles sus penas

Pero el huaso sufrío
llegado de tierras sureñas
siempre se mostró aguerrío
en esta región norteña

Luchando por mejor suerte
estos hijos de caciques,
en Coruña pagó con muerte
y con muerte pagó en Iquique

Esta página odiosa
que con pena hay que decirla
pero hubo gente valerosa
que luchó por redimirla

Muchos son los que quedaron
con sus huesos bajo tierra
en esas pampas que ganaron
con sangre, sudor y guerra

Queda sólo del pampino
su imagen en la memoria
su suerte segó el destino
pa’ recordarlo en la historia

El tiempo en su carrera
dejó atrás en el olvido
la aventura salitrera
y el glorioso pampino

Adios pampino calichero
botarripio, tiznao, carretero,
adios costrero, carruncho, barretero,
en el carro del tiempo partieron

Fue como un sueño la vida
que en esa pampa existió.
Tanta esperanza que un día
el soplo del tiempo borró

Los ripios son mausoleos
de la pampa calichera
en sus lápidas yo leo:
“Aquí murió un salitrero.”
Que su tumba fue el destino
de aquellos ripios inertes
los veréis junto al camino
en esas pampa agrestes.

A “Willy” Zegarra, hombre de teatro desde su infancia, tuve ocasión de entrevistarlo en 1981 cuando buscaba información para mi libro Cultura y Teatros Obreros en Chile. Allí hay unas páginas autobiográficas. Nació en 1906, bautizado como Marcelo Guillermo Zegarra. Este poema me lo entregó en aquella ocasión, pero no lo publiqué por la situación política imperante en el país, en especial en Iquique, donde incluso el libro citado le creó algunos problemas a mi tía-madre, con el servicio de Correos de Chile. El poeta popular y obrero que es Willy Zegarra centra su atención en sus iguales, en el recuerdo, en la memoria, más fuerte y avasalladora por los años, la distancia y la nostalgia de una era ya casi olvidada. A diferencia de Clodomiro Castro, Alejandro Escobar y Francisco Pezoa, nuestro autor rememora, historia, rescata el pasado, rindiendo homenaje “a una gloriosa peonada.” Obsérvese cómo utiliza genéricamente la frase “¡Cosas de Mr. North!” para indicar las típicas costumbres inglesas en pleno desierto nortino. Willy hizo famosas sus parodias en los tablados obreros iquiqueños. Su poema cierra nuestro rescate de los poetas que vivieron, conocieron y entendieron lo que era y fue el Ciclo del Salitre en el Norte Grande.

FOTO elenco Los Invasores.Egon Wolff.

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