miércoles, 12 de julio de 2017

Héctor Pavez. Cuando llegan las noches de invierno. (1)

Héctor Pavez. Cuando llegan las noches de invierno. Vals obrero.

Cuando llegan las noches de invierno (vals): Creado en 1915, por el poeta anarquista Francisco Pezoa y que el Padre de la Clase Obrera, Luis Emilio Recabarren, difundía entre los obreros de los sindicatos nortinos. Esta versión fue entregada a Pavez de labios de Marta Cárdenas, quien la aprendiera del propio Recabarren en Iquique.

Aire de primavera baña nuestra patria: cancioneros jotosos a inicios de los años 60 en Chile. Los cancioneros editados por la organización juvenil del comunismo chileno en el siglo xx, como formato y medio de formación y culturización de las nuevas generaciones de militantes de la izquierda chilena.
 
Los Emigrantes: Il faut parcourir un chemin… (Un camino hay que andar…) (1976)
Los Emigrantes: Il faut parcourir un chemin… (Un camino hay que andar…) (1976)
El tercer álbum del dúo chileno Los Emigrantes, formado por Carlos Valladares y Enrique San Martín, llevó por título “Il faut parcourir un chemin…” (Un camino hay que andar…). Fue publicado en Canadá en 1976 por Producciones Futuro. Es un trabajo dedicado íntegramente a solidarizar con la resistencia chilena en contra de la dictadura cívico-militar que se apoderó del país en Septiembre de 1973. Dice en la contraportada del LP:
Este disco constituye un modesto pero firme aporte a la heroica Resistencia del Pueblo Chileno contra la atroz dictadura militar. Fue grabado en una tenaz lucha contra el tiempo y pudo ser mejor pero, las circunstancias no lo permitieron; de todos modos, hemos tratado de dar lo mejor de nuestro canto. Rendimos con él un sentido homenaje a nuestro camarada ROLANDO ALARCÓN SOTO, pionero de la canción protesta en Chile, fallecido el 4 de Febrero de 1973, junto a quien realizamos en Chile una tarea que no puede ser ignorada; por eso, hemos incluido “Canción a Pablo” que grabamos juntos en 1972 y que Rolando compuso como justo reconocimiento al poeta chileno PABLO NERUDA, Premio Nobel 1971.
Gracias ROLANDO, amigo.
LOS EMIGRANTES Montreal-CANADÁ-1976.
Lista de temas y autores:
01. Al primer compañero [Roberto Contreras – Enrique San Martín] (3:01)
02. Maestro Corvalán y compañero [Roberto Contreras – Enrique San Martín] (2:18)
03. Luis Emilio Recabarren [Roberto Contreras – Rolando Alarcón] (2:15)
04. A los puertos del mundo [Roberto Contreras – Enrique San Martín] (2:49)
05. Tonada triste por Víctor Jara [Carlos Valladares] (3:12)
06. Canción a Pablo [Rolando Alarcón] (2:56)
07. La historia es nuestra [Enrique San Martín] (2:34)
08. Niño de mi patria [Mariana Muñoz] (3:18)
09. Cuando llegan las noches de invierno [Francisco Pezoa] (2:35)
10. Ay canto que mal me sales [Víctor Jara] (3:29)
11. Un camino hay que andar [Carlos Valladares] (3:52)
12. Cueca por la resistencia [Carlos Valladares] (1:59)
 

PRESENTACIÓN II
Este libro, si se puede decir de alguna manera, fue escrito en forma paralela entre Pedro y yo. Es más, Pedro Bravo lo empezó a escribir antes que yo me metiera en los temas de la literatura nortina. La complicidad por los temas del norte grande y de su capital: Iquique, nos ha llevado a tejer la amistad que hemos cultivado por el correo ordinario, el electrónico y por sus visitas a esta ciudad. Ex-alumnos de la Escuela Centenario Nº 6 y vecinos de barrios populares, nos hemos ido colaborando en sueños y en proyecto. Este libro es la concreción de un sueño y de un proyecto.
El norte grande -independientemente de su historia económica, social y política, produjo una ficción literaria de gran valor que no ha sido del todo valorada. Hombres y mujeres aparte de extraer el “oro blanco” tuvieron la capacidad de mezclar el deseo con la realidad para crear una literatura con fuertes contenidos reinvindicativos, ya sea de corte comuinista o anarquista. En este libro encontará el lector las señas de una identidad literaria nortina. Toda ella girando en torno a esa gran epopeya que fue el ciclo salitrero.
 
HISTORIA Y FICCIÓN LITERARIA SOBRE EL CICLO DEL SALITRE EN CHILE
Pedro Bravo Elizondo y Bernardo Guerrero Jiménez

PRÓLOGO 1
Este libro obedece a varias razones, pero tal vez la principal sea que para Bernardo y yo representa un viaje hacia el pasado, no porque suframos del síndrome de la edad de oro, sino porque en mi caso mis abuelos pertenecieron, por un lado al grupo de los “enganchados:” provenían de la región del Maule; y el otro, a un coquimbano que decidió buscar fortuna también en la región del salitre. El primero, José Nazario Bravo, jornalero, falleció víctima de una de las plagas comunes en el Iquique de comienzos de siglo, la viruela; el segundo, José Santos Elizondo trabajó como “guachimán” para Gibbs y Cía. cuidando de las lanchas fondeadas en la bahía. Desempeño este trabajo desde 1918 a 1933. Allí en una de esas casas construídas sobre una lancha maulina, las “chatas,” vivió mi madre con el resto de la familia, hasta contraer matrimonio. Al fallecer ella yo tenía tres años, y su hermana mayor, María, y su esposo Antonio Guzmán, patrón de remolcador de la Compañía Salitrera de Tarapacá y Antofagasta, me tomaron a su cargo, y me fui a vivir a bordo, pues la compañía ofrecía sus chatas para que los motoristas estuviesen a mano veinticuatro horas al día en las labores de embarque y desembarque de salitre y mercaderías. Fue así como experimenté el último período del Ciclo del Salitre, con sus fechas relativas, pues desde y hasta el término de la Segunda Guerra Mundial los embarques ocuparon la mayor mano de obra del puerto y se laboraba la semana corrida y a veces por veinticuatro horas consecutivas, con pagos de jornales al doble y triple, este último después de las doce de la noche hasta la mañana siguiente. Trabajé como ayudante en el remolcador Alcatraz.
La vida abordo permitía conocer la inmensa gama de quienes laboraban en la bahía: fleteros en el muelle de pasajeros, cargadores, estibadores, guachimanes, vaporinos, pacotilleros (los que traían mercaderías, en especial de La Serena y Coquimbo) que viajaban en los vapores de la carrera como el Huasco, Aysén, Palena, Teno, Lebu, Imperial, Cachapoal, Maule, Mapocho
A la salida del muelle, pasando por la Aduana, aparecía otro mundo, el de tierra con las oficinas de la C.S.T.A. como también las maestranzas. En la plazoleta a la salida de la Aduana, el ferrocarril salitrero con una actividad febril; frente a él, una casa de cambio, hoteles, las oficinas de las empresas navieras, los consabidos bares, los coches tirados por caballos esperando por clientes de los recién llegados barcos de otras latitudes, quienes buscaban un sitio para “relajarse y divertirse” mientras sus naves cargaban el codiciado fertilizante. Los cocheros no sabrían lo suficiente inglés, pero sí entendían la palabra clave para el destino de sus pasajeros.
Esta vida diaria en la bahía y en el área del puerto permite apreciar este período que ahora es un recuerdo con caracteres míticos. No hemos tratado de escribir aquí una biografía, sino una reminiscencia de lo que fue la época del salitre, a través de obras que pertenecen al canon de la literatura de y sobre el salitre. Pensamos que hay que haber conocido vivencialmente el Iquique de la última etapa del saltpetre, para reconocer lo que algunos pioneros o empresarios del oro blanco, hicieron por la provincia al promover su propia riqueza. Uno de ellos fue John Thomas North, el Rey del Salitre. Hemos compilado el presente volumen, como una forma de rescatar la historia y hacerla accesible a las nuevas generaciones. Creemos con Milan Kundera que el olvido organizado destruye las naciones. Ese ha sido nuestro propósito; el lector decidirá si lo hemos logrado.

Pedro Bravo Elizondo. De barrio de La Puntilla

INTRODUCCIÓN A LA LITERARTURA SOBRE EL CICLO DEL SALITRE
El salitre como cualquier otra riqueza, atrajo a miles de trabajadores no sólo de Chile, sino de países vecinos y exóticos.(1) Iquique, el puerto principal de embarque, fue una colonia más extranjera que nacional durante cierto período de su historia. Interesante es recorrer los cementerios iquiqueños para darse cuenta de tal aserción. A comienzos de siglo, treinta por ciento de la población del puerto estaba conformada por ingleses, alemanes, peruanos y bolivianos, y un gran número de chinos empleados en la industria y comercio. Por años el inglés fue el idioma preponderante e Inglaterra y su capitalismo arrollador, y la emergencia de una elite con una preparación profesional en minas y metalurgia que abarca de 1851 a 1914, permitió que el 60% de la industria salitrera fuese controlada por firmas británicas establecidas en Valparaíso y el Norte Grande. La internacionalidad comercial que produjo el salitre, puede observarse con la siguiente estadística de 1912, con respecto a la entrada de barcos y veleros a la bahía de Iquique:
Nacionalidad
Barcos
Ingleses
301
Chilenos
520
Alemanes
178
Franceses
65
Noruegos
41
Japoneses
12
Italianos
9
Norteamericanos
12
Peruanos
5
Rusos
4
Total
1.147

Mario Bahamonde, nuestro notable antofagastino, tal vez describió mejor que ningún otro el fenómeno antes aludido,
Los hombres llegaron a estos lugares atraídos por una llamarada fascinante: la plata de Chañarcillo, la plata de Caracoles, la plata de Huantajaya, el cobre de Chuquicamata, el esplendor del salitre y sus posibilidades de vida fácil, el auge de los puertos, el cosmopolitismo de sus bahías. Avalanchas humanas acudieron a estas tierras. Y la otra impresión que produce la zona es la aventura. Todos llegaron aquí movidos por el incentivo aventurero; el negocio fácil, el trabajo rendidor, el contrabando, el golpe de suerte, etc. Sin embargo, mirado el problema del poblamiento nortino con más calma, resulta distinto. Se trata de un lento proceso de integración; integración del hombre a esta tierra y, además, integración de la tierra a la economía nacional (Bahamonde, 1978: 13).
La concentración proletaria en una región semi-urbana produjo un individuo cuyo modo y sistema de vida difirió de la del inquilino o trabajador de la zona central y sur chilenas. Sigo a Bahamonde, cuando expresa que “después que éstos (los trajabadores) se ubicaron en sus estratos y se quedaron, lo único que los unió y unificó fue el habla: el pililo y el jaibón” (13). Como lo han ratificado los investigadores, aunque el salitre favoreció a compañías, individuos y el erario nacional, una mínima parte quedó en la región. Para el Gobierno “los problemas de este sector son asimilables a aquellos que ocurren en territorio extranjero”(2). Por lo tanto no hubo preocupación por los aspectos sociales ni se realizaron inversiones a nivel de los recursos humanos. Consecuentemente el Norte se convirtió en foco de actividades políticas y sociales. El pampino fue la síntesis de esa fuerza colectiva que modificó parte de la historia social de Chile, y en el proceso dio origen a la organización de la clase obrera a través de una entidad política, el Partido Obrero Socialista (1912).
Presentaremos una visión general de ciertos textos literarios escritos a partir de la incorporación de las provincias de Tarapacá y Antofagasta al territorio y economía nacionales, luego de la conquista militar que otorgara la Guerra del Pacífico (1879-1884) (3). A continuación, una breve antología adentrará al lector en el conocimiento de algunos textos no asequibles al interesado en el tema, además de recolección de datos sobre el personaje que define el período en cuestión, y que aún antagoniza a ciertos historiadores: John Thomas North, el “Rey del Salitre,” figura que al entender historiográfico sintetiza la historia de la explotación del nitrato, después de la conquista del desierto por esas grandes figuras precursoras que fueron Diego de Almeida, José Antonio Moreno (el “manco Moreno”) y José Santos Ossa el fundador de Antofagasta. El por qué del uso de literatura para entender el pasado, es el convencimiento de que ésta tiene la facultad de otorgarle a los seres históricos o fantasmas del pasado, carne, hueso y sangre que los hace visibles y cercanos a nuestra existencia. En algunos casos, la Historia es sólo una árida repetición de textos.
Al revisar el historial del salitre, sus períodos de auge y crisis, los movimientos huelguísticos, las masacres, el movimiento cultural que engendró (contracultura la llaman algunos), se observa un continuum vital que luego se reproducirá en la producción literaria relativa a este período histórico. Destacaré algunas obras literarias cuyo corpus específicamente incide en el tema del caliche y las luchas obreras, y no aquéllas que indirecta o tangencialmente abordan tales asuntos (4 ).
Tal es el caso con la novela de Nicomedes Guzmán La luz viene del mar (1951), que aunque ambientada en el puerto, es “la novela de la pampa a través del arrabal de Iquique” como lo expresara un crítico. La literatura nortina sintetiza la vida de los obreros del salitre; algunos de ellos como lo sostiene un investigador, fueron pequeños libros, ajenos al verdadero mérito literario, pero “afianzados por una sinceridad de la vida en sus relatos” (5) En 1895 Mariano
Martínez escribe La Vida en la Pampa o Historia de un Esclavo, fábula de un joven campesino quien seducido por el paraíso que ha retratado un enganchador, abandona mujer e hijos y se dirige al Norte Grande. En 1898, José S. Bascuñán edita en Taltal un “folleto histórico, crítico y de actualidad,” son sus palabras, VIDA Y PERCANCES del Operario Pampino Salitrero, cuya dedicatoria es un ejemplo típico del discurso anarquista en boga. Observe el lector:
“A vosotros pampinos y mineros, los eternamente esplotados por el Ogro monopolio; a vosotros que en el numeroso gremio de los humildes zapadores de abajo sois fuerza viva, el principio germen de la riqueza nacional, las graníticas columnas del augusto templo de la Industria, los infatigables propagandistas del Evanjelio sublime del Progreso, ora en medio de los desiertos escuetos y sombríos, ora en el vientre pavoroso de las abruptas montañas solitarias; a vosotros los que jemís en el desamparo de la fortuna, bajo el látigo del inicuo cezarismo burgués, los que ofrendais la existencia en aras de las brutales cargas impuestas a título de cuotidiana tarea, por unos cuantos capitalistas en su mayor parte extranjeros, complotados para enriquecerse a espensas de vuestro sudor; a vosotros os dedico esta publicación escrita sin otro objeto que el de dar a conocer vuestra miserable suerte y los vejámenes de que sois víctimas, ante el tribunal de la civilización del país” (pág. 3).
En 1907 Augusto Rojas Núñez, iquiqueño, publica el libro de cuentos Leyendas Pampinas bajo el seudónimo de T.D. Monio. Patrocina su obra el Centro Editorial Obrero. En el caso de Martínez, lo hace la Biblioteca del Trabajador Popular. Hasta allí el mérito de estos primeros esbozos de literatura pampina. Obsérvese el interés temprano de los trabajadores por apropiarse del discurso escrito, al favorecer estas publicaciones con un título editorial.
Los modos de producción distintos al trabajo minero tradicional, gentes y costumbres en que se mezclaban razas y hábitos de otras latitudes, incluso un habla peculiar pampina, generaron el interés de escritores nacionales como Baldomero Lillo, Carlos Pezoa Véliz, Eduardo Barrios, Manuel Rojas, Pedro Prado, Nicomedes Guzmán. En qué otro lugar se escucharían nombres de oficios como cachorrero, herramientero, costrero, derripiador, boletera, particular, pasatiempo, pulpero, canario, fichero, vigilante, etc. Lillo viajó a Iquique y la pampa para indagar el modo de vida del pampino, sacudido por la masacre de la Escuela Santa María de Iquique, a fin de escribir una novela que titularía “La Huelga”. No lo logró. Víctor Domingo Silva (1882-1960) destacará en el plano literario y político en el Norte Grande. A pesar de que llegó a la zona por vez primera en 1907, en su libro Hacia allá… (1905) incluirá un poema sobre el caliche, “Bajo el sol de la pampa”. Con Pampa trágica (1921), incorporará definitivamente el tema a través de veinticinco narraciones ambientadas en la pampa salitrera. El poeta Carlos Pezoa Véliz (1879-1908) trazará unos cuadros costumbristas de la zona que reflejará en “El Taita de la oficina” y que cronológicamente se corresponde con la visión que Clodomiro Castro hará patente en su poema. Eduardo Barrios (1884-1963) nos dejará el retrato de una oficina en Tamarugal (1944), novela en la que incluye dos cuentos que tienen como núcleo el escenario de la pampa. Volveré más adelante sobre este autor. El área de Antofagasta vive en novelas de Salvador Reyes (1899-1870), como Atacama en la obra de Dinka Illic (1903-1969). Pero es Mario Bahamonde, profesor e investigador quien sobresale en la cuentística. Publica en 1945 su libro de cuentos Pampa volcada. En 1952 De cuán lejos viene el tiempo. Bahamonde reproduce en sus relatos, tipos, costumbres e historias que enmarcan el período de la Era o Ciclo del Salitre
Utilizaremos un marco de referencia histórico-político para encuadrar las obras pertinentes. He periodizado mi estudio en los siguientes acápites: I. La expansión salitrera. II. Despertar y combatividad del proletariado pampino. III. Santa María de Iquique. IV. Recabarren. V. La gran crisis. VI. La epopeya social del salitre (6). Algunas obras pertenecen a más de un período, pero las he incluido en uno determinado, por la preponderancia del tema y el asunto que tratan.

I. LA EXPANSIÓN SALITRERA
Cinco años después de la guerra civil (1891), aparece el texto fundacional de la literatura del salitre, el poema Las Pampas Salitreras (1896) de Clodomiro Castro, rescatado precisamente por Andrés Sabella, en su colección HACIA. Publicado por Castro en Iquique en la Imprenta Tipográfica de Rafael Bini, traía consigo un vocabulario de los términos pampinos utilizados en la elaboración del salitre. La gestación ocurre en 1893, pues como lo asevera el autor, su “permanencia por más de tres años (…) en la pampa (le) ha sugerido la idea (…) de zurcir (…) un poema descriptivo de su topografía, riqueza, costumbres y elaboración del salitre” (7) Luego agrega que no ha escrito una obra perfecta, “ni en los detalles del asunto, ni en la práctica, es apenas un bosquejo de lo que allí sucede, escrito en versos rasos”. Tal humildad es un darse cuenta de la magna empresa que significa siquiera retratar lo que el autor percibe al mirar en derredor suyo. Clodomiro Castro divide su poema narrativo en cinco partes:
I. Las Pampas, con una descripción geológica y geográfica, en que “parece que no hay vida (…)/ las galas de la aurora/ desaparecen sin canción canora.” Al referirse a la actividad fabril, indica que “el inglés y el chileno allí se hermanan/bajo la sabia ley del trabajar”.
II. La Máquina. El hablante describe las grandes chimeneas como “especie de obelisco en el desierto.” Todo el proceso de la elaboración del salitre es descrito con lujo de detalles y con la jerga que el pampino tuviese que crear, acopio, chancho, cachuchos, caldo, etc. (8).
III. El Campamento. “Semejando casillas- palomares/series de cuartos paralelos van.” La vida en la pampa, inicio y suceder de la industria le permitió apreciar el hacinamiento y malvivir en una zona en que las temperaturas durante el día y la noche marcaban el contraste típico del desierto. Por eso no puede dejar de editorializar el hablante que los cuartos, “traslucen de una vez la indiferencia/ con que se mira a aquellos que allí están”.
IV. Las Faenas. Ahora entra en escena el obrero y el hablante se explaya en especificar sus deberes, el carretero, el calichero, el corrector, y la monótona repetición del trabajo contínuo en que las faenas se suceden “por meses sin ninguna variación/ hasta que llegue alguna fiesta o daño/ que la máquina pare su función”.
V. El Pago. En 1893 cuando Clodomiro Castro visita la pampa salitrera, no existen normas o leyes que regulen la vida obrera. Se trabaja duramente, por lo tanto la diversión se corresponde con el esfuerzo empleado. El hablante insiste en comentar “Así malgastan la vida/ derrochando su dinero/ trabajan de Enero a Enero/ y el ahorro jamás ve…”
El período histórico corresponde a los grandes negociados que darán origen a la adquisición legal e ilegal de terrenos salitrales, y ganancias que superarán las expectativas de los accionistas extranjeros, especialmente ingleses. John Thomas North será el personaje que caracterice este período, con el boato y extravagancia de sus fiestas, mansiones, títulos, (Coronel North, “Rey del Salitre”) y control que ejerce tanto en la pampa, con sus pertenencias calicheras, y diferentes sociedades comerciales en Iquique y otros lugares.9 Interesante destacar que no exista una novela en inglés o español de este notable empresario de la clase media inglesa quien supo aprovechar las circunstancias históricas y manipular intereses económicos en Londres y Chile que le permiten llegar a ser reconocido como Rey del Salitre, aunque más propio sería llamarlo Rey de Tarapacá, como lo probaré más adelante.

II. DESPERTAR Y COMBATIVIDAD DEL PROLETARIADO SALITRERO.
En 1903 se publica en Iquique -Imprenta de El Pueblo, Serrano 83- la novela Tarapacá, según reza el epígrafe “novela local, debida a la pluma del escritor don Juanito Zola”. En la dedicatoria “A los obreros de Tarapacá”, Juanito Zola advertía, que su estada en la pampa, “compartiendo con vosotros las vicisitudes de una existencia triste y afrentosa”, le había hecho escribir esta novela, “que fuera algo así como una historia de lo que ocurre en (…) Tarapacá.”
Se observa en los escritores -pues fueron Osvaldo López y Nicanor Polo- el vehemente deseo testimonial y documental que destaco en la cita, el hacer permanente mediante la escritura un recuento social, el rescate de un período que ya se ve como hecho histórico. Osvaldo López, periodista obrero, residió en Iquique desde comienzos de siglo. Fundó El Trabajo en Iquique, órgano de la Combinación Mancomunal Obrera. En 1910 edita el Diccionario Biográfico Obrero que entrega los haceres y quehaceres de los principales dirigentes proletarios de la época.
Tarapacá sigue las huellas del naturalismo francés, la novela como indagación social y presenta el cuadro completo de la situación creada por la riqueza salitrera en el Norte, en los diversos estratos sociales en pugna.
El narrador es portavoz de la realidad político-social, y su registro del milieu corresponde a la transposición literaria que caracteriza el naturalismo y su concepción utilitaria de la literatura. Los autores de Tarapacá son los primeros escritores en desarrollar el tema de Germinal “a la Zola” en tierras americanas. Las razones son obvias: el proceso industrial en la zona Norte con una alta concentración de trabajadores, y los enfrentamientos periódicos entre Capital y Trabajo (así con mayúscula lo destaca la prensa obrera de la época). Recuérdense las huelgas generales de julio de 1890 y la de diciembre/enero de 1902, dirigida esta última por la Combinación Mancomunal de Obreros,(109 ambas en Iquique. La primera terminó en el inevitable choque con las fuerzas armadas.
Consciente de su modelo literario francés, la oficina salitrera foco de interés de la narración se llama Germinal. En el plano metafórico, apunta al despertar de la conciencia pampina a través de la acción del protagonista, y a la idea implícita ya en Zola del alzamiento revolucionario en el mes de “germinal” (1 de abril de 1795 durante la Convención). El autor no necesita literaturizar las condiciones de vida de los obreros pampinos para igualarlos a la explotación de los mineros carboníferos del Germinal de Zola (1885).
Tarapacá prefigura los motivos de la huelga de 1907, incluso el pliego de peticiones y la sólida unión de obreros peruanos, chilenos y bolivianos. Como novela de tendencia política, busca la identificación del lector con la historia y el trasfondo de los hechos.
Es una novela en clave, pues lugares y personajes eran fácilmente identificables para el lector iquiqueño del período. Por tal motivo, la alta burguesía del puerto adquirió la edición, sepultando la novela en el olvido. En la prensa obrera de la época, no hay comentario ni mención alguna de la novela. Se la tragó el caliche. El cronista iquiqueño Fernando López Loayza, conocido por su seudónimo Fray K. Brito, comenta en su libro Letras de Molde (1907), las “Producciones Iquiqueñas” que se han publicado en la provincia. Este es su comentario:
Los editores Osvaldo López y Nicanor Polo publican, bajo el seudónimo de Juanito Zola, una novela local cuyo argumento está tomado en parte de escenas ciertas, mucho de invención o imajinación otras, denigrantes las primeras para determinados elementos conocidos de la sociedad iquiqueña que aparecen siendo actores en los lugares de corrupción donde olvidándose los principios del recato y de la decencia suelen algunos hombres, que por su posición social se merecen respetos a sí mismos y a sus familiares, olvidar los principios elementales de la moral y de la educación. La novela mencionada, escrita en lenguaje soez y libre, lleva el nombre de Tarapacá y fue impresa en la imprenta de El Pueblo en 1903 (245-246).
La aserción de “lenguaje soez y libre” debe tomarse con un grano de sal, pues no corresponde a una acertada descripción del discurso en la novela. La mogijatería o el buen uso provinciano tal vez obnubilan la escritura de K. Brito. El lector podrá juzgar por sí mismo tan disparatado juicio. Lo interesante de su crítica, es la explicación del comportamiento de los elementos de la alta sociedad, en una ciudad tan restringida física como socialmente, dejando de lado el asunto básico de la obra, el trabajo y comportamiento de obreros y patrones en la pampa salitrera y en el puerto. Por supuesto que no hay que olvidar a la “Gran Aldea” que era Santiago en aquellos tiempos, cuando la novela Casa Grande (1908) de Luis Orrego Luco creó un sismo de mayor magnitud.
En 1906 el dirigente obrero Alejandro Escobar Carvallo (1877-1966) escribe el poema “La Pampa de Chile”, que es la contrapartida del texto de Clodomiro Castro. Se publica en el periódico El Pueblo Obrero de Iquique, el 21 de diciembre de 1909, segundo aniversario de la masacre de la escuela Santa María de Iquique. Resaltan en él las imágenes y metáforas que conjuntamente con el vocabulario pampino, entregan el retrato de la pampa desde sus inicios geológicos, al momento en que el hombre empieza la explotación del salitre. El trabajo y la vida pampinos son los motivos estructurantes del poema. La diferencia básica con el texto de Clodomiro Castro es el alto contenido político subyacente en el verso: Trabajo versus Capital; Obrero y Autoridad; Libras esterlinas y Pobreza.
Sus primeras líneas apuntan al efecto y asombro que causa la naturaleza en el hablante. Describe en seguida el trabajo en el desierto, que se compara a “grandes colmenas laboriosas”. La chatura de la pampa hace que las Oficinas semejen “prisiones misteriosas/ de un vasto imperio convertido en ruinas”. Esta pampa salvaje “es un monstruo devorador de carne obrera”, que la pluma del escritor metaforiza como “Viuda del Mar”, “senil entraña”, “una serpiente al pie de un tronco”, “se parece la Pampa a una ramera/ vencida por ocultos sufrimientos”.
En este desierto el único triunfador es “el extranjero de mirada altiva/(quien) es el tirano de la Pampa hollada”. La acusación no se hace esperar, ” El es la causa que el chileno viva/esclavo mísero en su tierra amada”. Finalmente el llamado a la rebelión, ” Alzate, Pueblo, a tu sin par destino”. El motivo de la pampa ha sufrido un cambio en su significación. Alejandro Escobar lo describe ahora como “infierno”, “presidio”. En relación al poema de Castro, ¿qué provoca tan distinto juicio de valor? El salitre ha revolucionado la producción de alimentos a nivel mundial. En el país, transforma la estructura económica, por los altos ingresos. De 48 Oficinas laborando salitre cuando Clodomiro Castro escribe su poema, hay ahora 102 al escribir Escobar el suyo. El Norte Grande, Tarapacá y Antofagasta, que contaba con menos del 1% de la población en 1885, tenía un 7.2% en 1907. En la misma fecha Antofagasta aumentó sus habitantes en un 250% y Tarapacá, 150%. Los poseedores de los vastos depósitos salitrales han asentado sus reales en la pampa nortina. Los obreros se han organizado. La “cuestión social” ignorada por los gobernantes ha tenido sangrientos brotes en Valparaíso (1903), Santiago (1905), Antofagasta (1905). Líderes anarquistas y socialistas recorren la pampa, dirigen movimientos, editan periódicos (11). La pampa ya no es ni será el lugar donde se hermanen obreros y patrones, como lo señalara Clodomiro Castro.
Cuando Escobar y un grupo de anarquistas de Valparaíso y Santiago deciden en 1906 planear la extensión del movimiento obrero de resistencia, hacia las provincias nortinas, el adelantado es Luis Olea, quien se interna en la pampa y luego se dirige a Iquique donde forma el Centro de Estudios Sociales Redención que propicia conferencias y publica una revista literaria socialista. Olea tendrá un papel preponderante en la conducción de la huelga de 1907. Será el vicepresidente del movimiento. A ese grupo anarquista de Magno Espinoza, Olea, Escobar, Eduardo Gentoso, perteneció Francisco Luis Pezoa, quien desde muy joven tomó parte activa en el movimiento social. Traducía del francés, inglés e italiano. Sus composiciones poéticas fueron adaptadas a la música de canciones populares. Es él quien nos deja su poema “Canto de venganza” más conocido como “Canto a la Pampa,” escrito a raíz de los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique en 1907. Por tal razón la he incluído, pues nos permite comparar las visiones y emociones de los hombres de tal tiempo, ante los hechos que se suceden en el norte salitrero.

III SANTA MARÍA DE IQUIQUE
De los movimientos huelguísticos encabezados por los obreros del salitre, hay uno que destaca tanto por lo sangriento de la represión como por su fuerza, sincronicidad, y solidaridad de clase. Me refiero a la huelga de 1907 cuyo desenlace el 21 de diciembre en Iquique, marcara un hito en la historia de las luchas sociales no sólo de Chile, sino de toda América Latina. Volodia Teitelboim, escritor de la generación del 38, la cual comentaremos más adelante, publica en 1952 Hijo del Salitre.12 Lo notable de la aparición de la obra es el período histórico en que se publica. Bajo la presidencia de Gabriel González Videla (1946-1952) quien es elegido con el apoyo del Partido Comunista, se dicta la Ley de Defensa Permanente de la Democracia (1948) que desplaza cívicamente a este partido y cuyos miembros y simpatizantes son relegados a distintos puntos del territorio nacional, siendo el más notorio el del puerto de Pisagua en el norte de Chile. La novela conlleva una triple motivación: trae al campo de la literatura nacional, la vida del dirigente obrero comunista Elías Lafertte, formado en la pampa salitrera, de allí el título, cuyas memorias se publicarán en 1957; relata morosamente la masacre de la Escuela Santa María de Iquique, y se escribe y publica “en el tiempo de la ilegalidad”. (13).
El desarrollo narrativo corresponde, el título ya lo anuncia, a la novela de aprendizaje o Bildungsroman. El espacio definido por las fronteras geográficas del puerto y la pampa, conforma el mundo novelístico interior y exterior. Volodia Teitelboim divide su libro en cuatro capítulos. I. La áspera mañana. II. Vamos al puerto. III. Sábado negro y IV. El canto de la pampa (14).
El primero de ellos relata la infancia del protagonista y su ingreso al mundo del trabajo a los nueve años, en la Oficina La Perla, como “machucador”o “matasapos” (el que tritura bolones de salitre). Tres veces retorna a su terruño, pero como lo manifiesta su abuela, “La pampa es la sal de la tierra. El suelo humea; pero allí el dinero corre como la sangre por las venas.” Lafertte a los veinte años se ha transformado ya en “pampino de alma”. Los capítulos restantes tendrán como motivo la gran huelga de 1907.
La masacre del 21 de diciembre, “sábado negro”, marcará el destino del protagonista. A los veintiún años desaparecerá su inocencia social para dejar paso a la duda, el compromiso y la identificación con la lucha que ha iniciado “el hombre de la huella”, Recabarren. Elías es parte de la pampa. Comenta el narrador, “Era un terrón viviente del desierto, hijo del salitre, parte de su pueblo, arena de sus dolores.”
En el mundo ficticio de la novela, Elías simboliza el despertar del proletariado pampino, que repuesto del sopor causado por la masacre, emprenderá la lucha en el plano político. Las ideas socialistas lograrán movilizar un proletariado que aún no adquiere conciencia de su potencialidad de lucha. De aquí a la formación de un partido obrero, el POS, hay sólo un paso. El crítico Ricardo Latcham diría que Hijo del Salitre va más allá de “las consignas o los límites del arte comprometido y vierte su turbio y revuelto caudal realista en las aguas, cada día más recias, del relato nacional”, tales como Ranquil de Reinaldo Lomboy; Cabo de Hornos de Francisco Coloane; La sangre y la esperanza de Nicomedes Guzmán; Hijo de ladrón de Manuel Rojas (15).
La mayoría de los componentes de la llamada Nueva Canción Chilena, coinciden en destacar que “lo más importante producido, grabado y difundido en Chile a nivel de canción política fue la Cantata Popular Santa María de Iquique, de Luis Advis.” Así lo reconoce Osvaldo “Gitano” Rodríguez en Cantores que Reflexionan (1984: 135). En la selección correspondiente, agregaré comentarios de otras fuentes. Lo pertinente es destacar que dicha cantata, renovó el interés por lo ocurrido en Iquique aquel diciembre de 1907, convirtiéndose, sin proponérselo el autor en un canto de batalla durante el período de la Unidad Popular 1970-1973, y cuya divulgación por efecto del exilio permitió al grupo Quilapayún difundirla a nivel mundial.
En el plano teatral dos autores han abordado lo ocurrido en la escuela Santa María de Iquique. De la obra de Elizaldo Rojas sólo tengo noticias bibliográficas. Por ello me referiré a su debido tiempo a Santa María del Salitre del dramaturgo, director y actor chileno radicado en Perú, Sergio Arrau (16).

IV. LUIS EMILIO RECABARREN
En 1938, año del triunfo del Frente Popular en Chile, un joven adolescente entrega a las prensas un libro “con portada roja y puños en alto”. Su título Recabarren. Fernando Alegría recuerda que con una beca de la Universidad de Chile se dio a la tarea, a los dieciocho años, de recorrer el Norte Grande en pos de la huella del líder obrero. Buscó a los viejos amigos, camaradas y adversarios de Recabarren en Iquique, Coquimbo, Tocopilla, Mejillones, Antofagasta, Valparaíso. Treinta años más tarde, decide re-contar “su saga y que otros deberán repetirla después a su manera y a la luz de nuevas circunstancias.”(17).
En 1949 el crítico Francisco Santana al referirse a la nueva generación de escritores, dejó estampada la siguiente afirmación sobre Alegría y la pieza comentada,
Fernando Alegría a los 20 años publicó la biografía novelada Recabarren. Esta obra tiene el mérito de estar bien escrita y de haber tratado con acierto al personaje que estaba huérfano de estudios críticos o biográficos. Tuvo el autor la tarea de enfrentarse con una documentación dispersa, de conversar con obreros que conocieron al líder proletario, consultar diarios, Boletines del Congreso Nacional, etc. La figura del personaje aparece desde los quince años. La vida juvenil, amorosa y política está relatada en forma agradable. La prosa es brillante por el enriquecimiento de formas poéticas, en que la imagen y las metáforas resaltan finalmente decorando el ambiente y las ideas. En esta biografía novelada se pueden apreciar las grandes cualidades del joven narrador, y al mismo tiempo, su gusto e intención social. Traza en forma acertada la vida del revolucionario que mantuvo una esforzada lucha para lograr la organización de las masas proletarias. Vemos la tenacidad del divulgador social, la lucha contra las persecusiones. Y su único afán de conseguir la organización obrera y obtener, apoyándose en su propia fuerza, el mejoramiento de la vida económica (64).
Incluyo Recabarren en este recuento literario pues la trayectoria política y social del líder se iniciará verdaderamente en el Norte salitrero, cuando en 1903 acepta el ofrecimiento de Gregorio Trincado – dirigente obrero- para hacerse cargo en Tocopilla del periódico El Trabajo perteneciente a la Combinación Mancomunal de ese puerto y fundada el 1 de mayo de 1902. Hablar de Recabarren es referirse a la pampa salitrera, al nacimiento del proletariado moderno en Chil. El Norte y la pampa, y Recabarren son inseparables. Cuando Pablo Neruda inicia su campaña senatorial por las provincias nortinas en 1945, en un folleto de dieciséis páginas, editado en Iquique en esa fecha, titulado Saludo al Norte y Stalingrado, recuerda,

Quiero que esté mi canto donde antaño
con su mirada gris y su pelo de estaño,
Recabarren, el Padre comenzó su jornada
de orilla a orilla del desierto
con la misma bandera que llevo levantada
Porque Recabarren no ha muerto.

Fernando Alegría en su acercamiento literario, seguirá la pauta de la narrativa del salitre. Un plano histórico, documental y otro creativo, ficticio.”Metaficción historiográfica” es el término acuñado en las investigaciones literarias modernas. Como lo reconoce en Como un árbol rojo “en 1938 mi Recabarren era un remolino de metáforas”. Alegría el escritor, se adelantará décadas a los investigadores sociales como Julio C. Jobet, quien en 1955 publicará Recabarren. Los orígenes del movimiento obrero y socialismo chilenos. Pablo Neruda, en su Canto General (1950) dedicará al líder su canto XXXVI “Hacia Recabarren” y XXXVII, “Recabarren”.
La convulsión política y social que creó el Frente Popular en 1938 con la elección del radical Pedro Aguirre Cerda como presidente de Chile (1938-1941), va acompañada en el plano literario por un grupo de escritores que será conocido como “la generación del 38,” y de la cual Fernando Alegría será implícitamente su líder. Los miembros de esta generación esencialmente, serán los que reinterpretarán la historia social de Chile en su producción literaria y a la vez renovarán la escritura en el ámbito nacional. Las narraciones presentarán historias que se identifican con las inquietudes sociales reinantes, lo que Latcham definiría como la “áspera efigie del pueblo y sus tragedias colectivas.” (18).
En 1956 Luis González Zenteno (1910-1961), iquiqueño y treintaiochista, entrega al público su segunda novela Los Pampinos (19), la que representa su mayor aporte a la narrativa del salitre.
El proletariado pampino está en primer plano, con Garrido y Luis E. Recabarren, Salvador Barra Woll, Ladislao Córdova, todos ellos personajes históricos, gravitan con los héroes literarios en la visión de la pampa que transcurre desde la elección de Arturo Alessandri (1920) a la masacre de La Coruña (1925). El autor sostuvo en una entrevista que para escribir sobre un tema determinado, “hay que haber convivido y tenido un reflejo directo con los personajes y las costumbres que se quieren rescatar”. Conocedor de la pampa y del puerto, la novela recoge episodios ya olvidados de la Era del Salitre.
En Los Pampinos dos motivos se hacen presentes. La labor política de Recabarren en la pampa salitrera e Iquique, y la transformación de un campesino o huaso de Aconcagua Carlos Garrido, en “hombre del salitre.” Un personaje femenino, La Timona, enlaza la gesta de 1907 -en que perdió esposo e hijo – con la masacre de La Coruña en la cual Garrido, ahora su marido, se ve obligado a intervenir. El autor consciente de la realidad nortina, liga las vidas de una peruana y un chileno de la zona central para simbolizar la unión de las fuerzas que comparten un destino común en la pampa. Ambos no pueden ser ellos mismos y aislarse del entorno, sino deben asumir la responsabilidad de la dirección de un movimiento, aun cuando esté destinado al fracaso. La reiteración del motivo del Bildungsroman o novela de aprendizaje, no es accidental ni un mero recurso literario en la ficción del salitre. Las ideas anarquistas antes que las socialistas, se incorporaron al “torrente pampino a través de los marineros alemanes, muchos de los cuales desertaban de sus veleros y debían ser amparados por la Unión Marítima Internacional (fundada en 1892).”20 Este indoctrinamiento político con las entonces nuevas ideas, dejó huellas imperdurables en los puertos nortinos.
Al mencionar a Recabarren, no puede dejarse de lado el hecho que ningún cineasta, haya decidido plasmar en el celuloide la vida de un hombre y una era que marca indeliblemente el Chile contemporáneo, con los aires de Cielito Lindo, la trayectoria de Alessandri y el trasfondo del Norte salitrero que le diera al León de Tarapacá no sólo el apelativo, sino la silla senatorial (1915-1921) que lo llevaría a la presidencia de la república, y cuyo populismo desembocaría en el triunfo del Frente Popular en 1938, con Pedro Aguirre Cerda. Miguel Littin rescatará en una hermosa escena, algunas de las palabras del líder obrero, en su film Actas de Marusia (1985), filmada en México y seleccionada para representar a ese país en el XXIX Festival de Cannes.
El dramaturgo, actor y director Alejandro Sieveking, en 1970 creó la teleserie La sal del desierto con Domingo Tessier en el papel protagónico de presidente Balmaceda. Este proyecto más el film de Helvio Soto Caliche sangriento (1969), abordan parte de la historia del salitre de Chile, con los inicios de la chilenización de las zonas de Tarapacá y Antofagasta mediante la Guerra del Pacífico. Quien logra popularizar el hecho guerrero, en el sentido de hacerlo llegar a todas las capas de la población, fue Jorge Inostroza, con sus emisiones radiales, y ediciones tipo “comics,” de su novela histórica Adios al Séptimo de Línea. En 1966 aparece el álbum ¡Al “7o de Línea”!, ( RCA Víctor) de Los Cuatro Cuartos, letra de Jorge Inostroza, música de Luis Enrique Urquidi y Guillermo Bascuñán, con arreglo de Urquidi y una gloriosa y patriótica cubierta de R. Campodónico, tipo mural mexicano que recuerda el caballo de los conquistadores.

V. LA GRAN CRISIS ECONÓMICA DE 1930
La llamada Great Depression de 1929 en Estados Unidos, repercutiría en Chile en los años 30, agravada por el aumento de la deuda externa. En el plano económico se trató de salvar la situación mediante la creación de la Compañía de Salitres de Chile, en que participaron como socios el Estado y las compañías salitreras. El fisco no cobraría derechos de exportación y la COSACH estaría obligada a pagar en cuatro años una cantidad determinada que permitiría al gobierno paliar sus problemas financieros. Pero la crisis se agudizó en 1931. Aquí viene al caso anotar una novela que yo comentara en la revista Araucaria de Chile en su “último número en el exilio” 47/48 (1990). Ella es Revolt on the Pampas de Theodor Plivier (1892-1955), que podría traducirse como Rebelión en la Pampa y publicada en Londres en 1937. No ha sido publicada en español. Plivier fue miembro de la Liga Berlinesa de Escritores Proletarios Revolucionarios y ferviente enemigo del nazismo, por lo que abandonó Alemania en 1933 y se radicó en la Unión Soviética, la cual dejó al término de la guerra. Laboró en la zona de Antofagasta, especialmente en Caleta Coloso. Publicó sus experiencias en El último rincón del mundo (1961) versión en español. La en inglés fue publicada en 1951.

Revolt on the Pampas puede adscribirse fácilmente a la escritura de los treinta y ochistas, por su tema, asunto y tratamiento narrativo. Plivier esboza un cuadro de la época en el Chile de los años treinta. La novela se desglosa en tres grandes acápites: Libro Uno que consta de siete capítulos y narra el viaje del velero Cap Finisterre desde Hamburgo a Iquique; Libro Dos, con diez capítulos que cubren el desembarco del protagonista, Achazo, hasta el alzamiento o insurrección de los obreros, y Libro Tres también con diez capítulos. Este es en parte un racconto o flashback de las historias acontecidas en el Libro Dos. Lo notable en el protagonista es la composición del héroe: un araucano quien aprendió alemán trabajando en los buques mercantes y su estada en los muelles de Hamburgo. Allí adquiere su formación política y madurez social. Cumple con el rito asignado al mito del héroe: separación de su raza y pueblo, iniciación y regreso. Plivier denomina a la región del salitre como provincia de Atahualpa. Los datos históricos abarcan lo ocurrido en la Escuela Santa María, la llegada de Carlos Ibáñez al poder y la creación de la Compañía de Salitre de Chile, COSACH en 1931; la sublevación de la Armada que invernaba en Coquimbo, en el mismo año; la Pascua Trágica en Copiapó; la llamada República Socialista y sus doce días y el rol de Elías Lafertte y las organizaciones obreras en aquel momento histórico.

En 1954 Luis González Zenteno recrea con Caliche (21) la crisis económica de los años treinta, y la lucha social en Iquique, en especial la emprendida por los anarquistas. El abandono y desarme de las oficinas y el éxodo de familias cesantes, marca la tónica de la novela. Se inicia ya la declinación del Ciclo del Salitre, el cual experimentará un resugirmiento a raíz de la Segunda Guerra Mundial. No olvide el lector que la construccción de la Planta de Almacenamiento y mecanización del embarque del nitrato en el malecón, se incia en marzo de 1945. Pero volvamos a la novela. La crítica coincidió en que el uso excesivo del lenguaje metafórico había malogrado el intento narrativo. González Zenteno corregiría tal desliz en su segunda novela Los Pampinos. Aún así, los diálogos, incidentes políticos, estampas de personajes populares, la celebración de las fiestas patrias, dejan en Caliche una vívida impresión del período histórico novelado. Uno de los capítulos más interesantes, por lo menos para el que redacta estas líneas, de su primera obra, es la descripción de “Un primero de Mayo en la Pampa Salitrera.” Allí están en carne y hueso los dirigentes obreros Ladislao Córdova, Salvador Barra Woll, Florencio Carmona, y otros. La celebración es en el Alto de San Antonio; los estandartes de veintitantas oficinas y campamentos se disponen a conmemorar la fiesta proletaria, organizada por la FOCH (Federación Obrera de Chile): Gloria, Santa Luisa, Marousia, Pontevedra, Vigo, Adriático, Valparaíso, Coruña, San Pablo, Tres Marías, San Lorenzo, Santa Lucía, San Enrique, Felisa, Resurrección, los Campamentos San Donato, Verdugo y Barrenechea. Hasta los “matasapos” se presentan con su estandarte. El narrador lo describe de esta manera, “(Senén Borja y Garrido ) no pudieron contener la risa ante la arrogancia conque el Cara de Ave sostenía la insignia.”
En la revista Vistazo (1954), González Zenteno comentaba,
Mi novela muestra un pedazo del Norte; no todo el norte, porque el escenario es muy vasto. Su trascendencia social radica en que demuestra la inestabilidad de las salitreras como toda riqueza, cuyo aprovechamiento beneficia más a los capitales extranjeros que a los chilenos. Además, los grandes empresarios de la industria del salitre han succionado la riqueza salitrera en extensos territorios de los cantones norte y sur de la provincia de Tarapacá, sin dejar a la postre en esas regiones ninguna obra positiva del progreso. Para Iquique, por ejemplo, la influencia del salitre ha sido más negativa que positiva.
Más adelante agrega nuestro coterráneo: “El escritor tiene en la actualidad una importancia trascendental en el mundo, porque debe ser el intérprete de su tiempo, de los dolores y de las angustias de los seres humanos.” En la misma ocasión mencionó que tenía otras novelas inéditas, “Mar de arena,” “El lienzo de Penélope,” y “Retablo de muñecos”, estas dos últimas son “una pintura algo descarnada de la burocracia santiaguina.” Su gran proyecto era escribir una novela histórica del salitre, empezando con los incas, seguir con la colonización española y finalizar con “los ingleses y norteamericanos, usufructuadores del salitre entre el siglo pasado y éste.” Su muerte en 1961 nos privó del conocimiento de tales proyectos, pero lo que dejó el joven actor del grupo teatral del Ateneo Obrero de Iquique, es más que suficiente para entender y comprender un período histórico de enorme trascendencia no sólo regional, sino nacional.
En Los Pampinos (1956), Luis González Zenteno nos deja un retrato de Iquique y la pampa salitrera. La novela, trescientas once páginas, está matemáticamente estructurada. La acción ocurre en el puerto hasta la página ciento cincuenta y una; las restantes, corresponden al viaje del protagonista hacia su destino, La Coruña y el levantamiento obrero en 1925, con la consecuente represalia militar. En la primera parte, la denomino así, porque el autor no quiso hacer tan obvia su creación, conocemos Iquique a través de todos sus vericuetos: los consabidos prostíbulos; el Palacio de Cristal regentado por integrantes de la colonia china y destruído por un incendio en 1938; las labores del puerto; fundación del local de la FOCH, Recabarren, y su obra en el puerto (1911-1914); las ligas patrióticas y su fanatismo antiperuano; Lafertte, Barra Woll y el periódico de los trabajadores, El Despertar; término de la Primera Guerra mundial. Los protagonistas, Carlos Garrido y Leonor Túmbez, La Timona, nos son presentados a través de la relación con los dirigentes obreros y la vida en el puerto. La segunda parte, la vida de los pampinos, su lenguaje tan propio, y las características de las oficinas que pueblan el desierto, se entremezclan con el aprendizaje y despertar social del protagonista, en especial tras la ida de Recabarren del puerto y suicidio en Santiago en 1924. González Zenteno combina acertadamente ficción e historia, cuando cita noticias de los periódicos regionales con respecto a los hechos que acontecen en la novela, y hace referencia a escritos de Recabarren. De esta manera otorga verosimilitud y encuadra la acción en un espacio definido en la narración.

VI. LA EPOPEYA SOCIAL DEL SALITRE
En 1944 Andrés Sabella también de la generación del 38, edita la novela Norte Grande (22) la cual según la crítica, es “el intento más ambicioso” para novelar la pampa salitrera. Sabella experimenta con una conjunción de formas narrativas, ensayo, novela, cuento, historia, poesía. Revoluciona la escritura novelística de su período, con un libro que empezara a adquirir forma en 1934, y escribiera en 1942. En carta a Lautaro Yankas, nuestro escritor y crítico, le informaba que al escribir su obra,
“Pensaba en la novela, como la concluí: la pampa puesta entera a disposición del tiempo. La pampa, como espacio. Sobre ella pasarían las cosas de su vida; su nacer, su crecimiento, sus sangramientos. El personaje no podría ser otro que la tierra pampina. Encima de su dramatismo iría el dramatismo humano. Por lo demás la pampa no retenía demasiado a los hombres; éstos siempre fueron de un lado para otro. De ahí las dos partes del libro: la primera para contar y cantar la vieja pampa; la segunda, para centralizar la nueva acción, porque la pampa nueva concentró a los hombres con violencia. Por tal razón surge Rosendo Aguilera, el héroe más visible” (16-17).
Si he citado in extenso, es para reafirmar lo que Andrés me conversara en el Club de Yates de Antofagasta: él tenía la impresión de que la crítica, en su mayoría, no había entendido su novela como tal. No pudo ver el hilo conductor, ni el personaje nuclear, ni la estructura “concéntrica en que las infinitas porciones, los hirvientes sucesos que sobremontan el drama, giran, desfilan, disparan, encabritan sus ansias, sus impulsos, y tornan su acento de vida y muerte,” como lo señalara Yankas en su crítica al texto, publicada en Atenea.
La novela cuenta con 64 capítulos, en los cuales el ambiente predomina sobre el tema y desarrollo novelesco, tal como lo diseñara el autor. Contiene una visión totalizadora de la vida pampina (1866-1936) y la recreación de los grandes hechos históricos inherentes a la época salitrera: la ocupación de Antofagasta por las tropas chilenas, el dominio ejercido por John T. North, las mancomunales, la prensa obrera, la fundación del Partido Obrero Socialista (POS), la gesta de Luis Emilio Recabarren, las masacres obreras de Iquique (1907), San Gregorio (1921), La Coruña (1925), el papel de “las niñas alegres” de la Era del Salitre quienes protagonizaran más de un episodio digno de contarse, etc.
Si la Pampa dio origen a un fuerte movimiento obrero y a la formación de una conciencia social, es obvio que la novela en cuestión cierre su ciclo con el capítulo “Se ganan las calles”. Norte Grande por su relato histórico-documental, reviste las características de una epopeya que a partir del trabajo en la pampa y las condiciones de los obreros, desemboca en las luchas y gestas heroicas de los pampinos, quienes se agigantan en sus derrotas más que en sus triunfos y las cuales el narrador testimonia para las futuras generaciones. En la novela, pese al héroe fundamental, en su totalidad el sujeto intermedio entre el autor y la historia, es la pampa misma. Ella, gracias al artificismo del autor, se ha convertido en narradora.
Si tuviéramos que salvar un libro para que nos re\contase la historia de los hombres y mujeres de la pampa, de las grandezas y miserias de sus vidas, de lo que fue el Ciclo del Salitre en la historia de la región y del país, sin lugar a dudas éste será Norte Grande.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

En la narrativa, drama y poesía del Ciclo del salitre, domina el ambiente histórico de la pampa salitrera. Se explica mejor esta afirmación con un ejemplo reciente. La novela de Hernán Rivera Letelier, un nortino por crianza y adopción, La Reina Isabel cantaba rancheras (1994) , es un universo y espacio histórico en que una actitud carnavalesca finca sus reales. Separar en esta novela realidad y ficción destruiría el artefacto literario. El goce de la lectura está en lo paródico, en el lenguaje intrínseco de la narración. Me atrevo a decir que esta novela cierra el ciclo de la ficción del salitre como la conocemos hasta la fecha. Manteniendo distancia y categoría, ella es lo que Don Quijote significó en relación a las novelas de caballería. La reciente obra El Invasor de Sergio Missana (1997), la comento en su oportunidad.
La ficción del salitre en sus inicios, es representativa de la historia, más que del discurso narrativo. Se observa también en su desarrollo el molde típico de la novela de formación o Bildungsroman. El aprendizaje del héroe o protagonista tiene como correlato los inicios del movimiento obrero y la labor desplegada por Recabarren y otros en la pampa salitrera razón por la cual las etapas y jornadas de la época del salitre desfilan por las páginas de Tarapacá, Norte Grande, Revolt on the Pampas, Hijo del Salitre,Los Pampinos, Caliche, Santa María del Salitre. Protagonista novelesco y movimiento social, buscan entender la naturaleza del mundo que los rodea, descubrir su significado y adquirir una filosofía que les permita dominar el medio y sobrevivir en él.
El discurso narrativo de la literatura del salitre en sus comienzos, se adapta a los principios de la representación naturalista, cuyo énfasis es la observación minuciosa de los estratos bajos de la sociedad, situación que coincidía con el problema social que presentaba la zona del caliche. El naturalismo centraba la atención en el medio ambiente, la realidad geográfica y los principios ideológicos del positivismo. Hemos olvidado que el naturalismo es contemporáneo de los grandes movimientos sociales europeos. Esta relación no se desmiente en la literatura del salitre, por el contrario se afianza y justifica. Si los primeros artefactos literarios pretenden dejar un registro de la pampa y el obrero (Castro, López, Escobar), los escritores posteriores que no por coincidencia pertenecen a la Generación del 38, entienden el texto literario “como un nuevo instrumento al servicio de la lucha por un mundo nuevo y por la fundación de una nueva sociedad”.(23) Su escritura refleja tal postura, pues ellos son parte de una sociedad que ofrece un futuro con el Frente Popular. Los escritores fundacionales de la literatura del salitre luchan por una nueva sociedad, por una utopía.
La generación del 38 acentuará el realismo social y los integrantes de ella que hemos estudiado, Fernando Alegría, Volodia Teitelboim, González Zenteno, Andrés Sabella, harán que la ficción del salitre siga la norma de la tradición literaria latinoamericana, es decir el rasgo social, “la actitud criticista, la denuncia y la protesta”. 24 Los relatos del salitre se asimilan a la vertiente histórica, a la épica social, a la exaltación de la realidad colectiva, en oposición a lo meramente imaginativo, retórico, individual. Son obviamente voces del pasado que nos recuerdan no olvidar lo que fue nuestra tierra, pues en el olvido está la verdadera muerte.
Todas las obras tendrán como trasfondo la pampa y la lucha esencial del emergente proletariado moderno en Chile. El escritor al identificarse con las experiencias narradas, se transforma en vocero de aquellos seres comunes. El narrador conforma y aprehende las experiencias de los sujetos de su historia. La literatura del salitre no se entiende ni se explica, desligada de ese contexto.

Notas
(1) El novelista Luis González Zenteno, comenta que en el escenario salitrero “no converge únicamente el cholo del Altiplano o del Perú o el indio neto de los contrafuertes andinos, sino también el eslavo, el chino, el japonés, el español, el italiano, el inglés, el norteamericano y uno que otro ruso blanco.” En “Nicomedes Guzmán, figura representativa de la generación del 38” Atenea 392 (1961): 116-127.

( 2) Luis Barros Lezaeta y Ximena Vergara. El modo aristocrático. El caso de la oligarguía chilena hacia 1900. (Santiago: Editorial Aconcagua, 1978): 176.

(3). Entre los estudios contemporáneos de la Era del Salitre, destaca en Chile el investigador Oscar Bermúdez Miral (1904- 1983) con Historia del Salitre. Desde sus orígenes hasta la Guerra del Pacífico. (Santiago: Universitaria, 1963). Póstumamente se publicó la segunda parte, Historia del Salitre. Desde la Guerra del Pacífico hasta la Revolución de 1891.(Santiago: Ediciones Pampa Desnuda, 1984). En Inglaterra, sobresale el profesor Harold Blakemore (1925- 1991) con Gobierno Chileno y Salitre Inglés.1886-1896: Balmaceda y North. (Santiago: Editorial Andrés Bello, 1977). La edición original es de 1974. En Iquique, el sociólogo Sergio González Miranda ha publicado Hombres y mujeres de la Pampa. Tarapacá en el Ciclo del Salitre. (Primera Parte). (Iquique: Taller de Estudios Regionales, Ediciones Camanchaca No. 2, 1991). Es el mejor trabajo actual en su campo. Para una detallada exposición historiográfica, véase el trabajo del profesor Julio Pinto Vallejos “Historia y Minería en Chile: Estudios, Fuentes, Proyecciones.” Camanchaca 14 Iquique: Taller de Estudios Regionales (1993): 32-46. Según nota al final del estudio, éste continuará en el próximo volumen de la citada revista.

(4) Véase el estudio señero de Yerko Moretic. El relato de la pampa salitrera. (Santiago: Ediciones del Litorial, 1962) y de Mario Bahamonde et al. Guía de la producción intelectual nortina. (Antofagasta: Universidad de Chile, 1971) mimeografiado. Indispensable para conocer la dialectología nortina es Diccionario de Voces del Norte de Chile, Santiago: Nascimento, 1978. Un artículo digno de mencionar es “Breve bosquejo de la Pampa y del hombre nortino en la literatura chilena.” Anales de literatura hispanoamericana, No. 12 , Madrid (1983): 81-97, del profesor José Antonio González. Nos presenta tal bosquejo desde el punto de vista de un antofagastino.

(5) Mario Bahamonde. Antología del cuento nortino. (Antofagasta:Universidad de Chile, 1966): 27.

(6) Utilizo el término literario epopeya en su implicación histórica, pues toda epopeya es una mirada hacia un pasado ya no existente. Lo de social se explica por sí mismo.

(7) Andrés Sabella, editor. Las Pampas Salitreras. (Antofagasta: Colecciones Hacia. Trigésimo Cuadernillo, 1960).

(8) Sergio González Miranda y un equipo de colaboradores, dieron vida a un excelente Glosario de Voces de la Pampa. Tarapacá en el Ciclo del Salitre. (Iquique: Ediciones Camanchaca, 1993).

(9) Véase especialmente Blakemore, Capítulos II y III.

(10) La Combinación fue fundada en Iquique por los lancheros, el 1 de enero de 1900. Sus dirigentes Abdón Díaz y Maximiliano Varela lograron convertirla en una fuerte arma de lucha en favor de los derechos de los trabajadores del salitre. Hacia 1907 ya ha declinado su poderío sindical.

(11) Osvaldo Arias Escobedo. La prensa obrera en Chile. (Santiago: Editorial Universitaria, 1970).

(12) Volodia Teitelboim. Hijo del Salitre 3a. ed. (Santiago: Orbe, 1968).

(13) “Conversación con Volodia Teitelboim”. Araucaria de Chile. 12 (1980):143.

(14) Francisco Pezoa, obrero anarquista, tipógrafo, bohemio y poeta, como lo recordaba Escobar y Carvallo, escribió un poema que tituló “Canto de venganza” al producirse la masacre de la Escuela Santa María de Iquique. Se cantaba con música del vals “La Ausencia”, muy popular a comienzos de siglo. En su film Actas de Maroussia, Miguel Littin utilizó la canción a lo largo de la narración cinemática. Tal poema será conocido más tarde como “Canto a la Pampa,” y no sólo se entonó en las salitreras, sino a lo largo de Chile. Será el antecedente literario de la Cantata Popular Santa María de Iquique de Luis Advis.

(15) Ricardo Latcham. “Crónica literaria”. La Nación. (Marzo 30, 1952).

(16) Sergio Arrau, chileno (1928), es dramaturgo, director y actor. Reside en Perú. En uno de mis viajes, 1982, le entregué el manuscrito de mi investigación sobre el tema de la masacre (publicado como Santa María de Iquique 1907: Documentos para su Historia. (Santiago: Ediciones del Litoral, 1993), con el compromiso de escribir una obra teatral, “en homenaje a los viejos del salitre.” La terminó en Agosto de 1984, con el título de Santa María del Salitre. Con ella obtuvo el primer premio en el concurso de teatro ” Eugenio Dittborn,” propiciado por la Universidad Católica de Santiago. El premio le fue otorgado el 17 de octubre de 1985. La obra fue publicada por el Taller de Estudios Regionales de Iquique, gracias al interés del editor Sergio González Miranda, en Agosto de 1989, y estrenada el 23 de Octubre de 1991 en el Teatro Municipal de Iquique por la Compañía de Teatro Iquique bajo la dirección de Cecilia Millar, asistida por Yaniree Torres y música del profesor Bernardo Ilaja. Las citas corresponden a dicha edición.

(17) Fernando Alegría. Recabarren. (Santiago: Editorial Antares, 1938).Como un árbol rojo. (Santiago: Editorial Santiago, 1969). La generación del 38 mereció el estudio del crítico Francisco Santana, “La nueva generación de novelistas chilenos,” publicada en Atenea, (abril 1949): 62-92. De allí extracté el comentario sobre Recabarren. El escritor e historiador antofagastino Augusto Iglesias, publicó en 1951 su novela El Oasis , cuyo protagonista es Luis E. Recabarren. La acción transcurre en Calama y según Mario Bahamonde, en Guía de la producción intelectual nortina,” no pretende contener una visión histórica y humana del personaje real,” lo que se confirma palmariamente al leer tal obra.

(18) Ver nota 15.

(19) Luis González Zenteno. Los Pampinos. (Santiago: Prensa Latinoamericana, 1956). Nuestro novelista fue actor del grupo teatral “José Domingo Gómez Rojas” del Ateneo Obrero de Iquique, dirigido por el lanchero Exequiel Miranda. Era el galán joven de alguna de sus obras. En 1938 se dirigió a Santiago en busca de mejores horizontes.

(20) Mario Bahamonde. Pampinos y Salitreros. (Santiago: Editorial Quimantú, 1973): 62.

(21) Luis González Zenteno. Caliche. (Santiago: Editorial Nascimento, 1954).

(22) Cito de Norte Grande 3a. ed. (Santiago: Editorial Orbe, 1966). Fue impreso en Argentina y contiene numerosas erratas.

(23) José Promis. La novela chilena actual. (Buenos Aires: F. García Cambeiro, 1977):106. Véase especialmente “El grupo de 1938”, pp. 105-113.

(24) José Antonio Portuondo. “El rasgo dominante en la novela hispanoamericana”. En Juan Loveluck, editor La novela hispanoamericana. (Santiago: Editorial Universitaria, (1963):121-129.

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