Sin cortes: así fue el durísimo round en vivo de Mirna Schindler y Obispo González por tema aborto. El religioso incluso amenazó con cortar la entrevista cuando la reportera le contó que "fue obligada por el Estado chileno" a dar a luz un embarazo con anencefalia. 7 de septiembre, 2016
Después de cinco meses de una compleja tramitación en la comisión de Salud del Senado, este martes los parlamentarios aprobaron en general el proyecto de ley que despenaliza el aborto en tres causales, correspondientes a peligro para la vida de la madre, inviabilidad fetal y violación. Tras la determinación, el debate se instaló en la sociedad, las redes y los medios de comunicación. Precisamente en uno de estos espacio se vivió un round de aquellos, en vivo y en directo. En el programa ADN Hoy, de Radio ADN, la periodista Mirna Schindler tuvo un áspero encontrón con el Obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González Errázuriz.
Ésta es la transcripción íntegra y sin cortes de lo que ocurrió a eso de las 8:30 de la mañana:
-Obispo González: esta discusión que hemos tenido con diputados y senadores de la DC, sobre todo, es porque se está desconociendo la posibilidad de que existan valores que son absolutos, que son muy pocos, uno de ellos es la vida humana, entonces la solución no puede ser la interrupción directa.
-Mirna Schindler: entonces no desconectemos a una persona que tiene muerte cerebral, porque también está la vida humana en juego.
-OG: ¿Y quién dice que se puede desconectar?
-MS: ¡Pero cómo que no! ¡Cualquier persona que tiene muerte cerebral en Chile los médicos están autorizados para desconectarlo!
-OG: Momento, Mirna. Es que algunas veces los veo a ustedes decir cosas sin pensarlas muy bien…
-MS: Pero cómo que no, si yo lo viví directamente, monseñor. Usted está hablando con una mujer que tuvo un embarazo de anencefalia que el Estado de Chile la obligó a llegar hasta el final de ese embarazo. Entonces ¿por qué? ¿por qué con casos sí y en otros no?
-OG: Tú estás comparando dos cosas que no son comparables…
–MS: Es que son comparables, porque usted está hablando de una guagua que va a morir sí o sí sacándola del útero.
-OG: ¿Pero me va a dejar o no me va a dejar hablar? No, no, no… no son cosas comparables, son cosas completamente distintas. En el caso de… la… hay una cosa completamente distinta. Eso, la Iglesia o la Moral Cristiana, no dice que puede ser desconectado tan fácilmente, eso lo estás diciendo tú, eso es lo que hacen los médicos.
-MS: Bueno, por eso es que la Iglesia está tan desconectada de la gente, pues monseñor, por eso es que la Iglesi…
-OG: ¡Nooooooo! Venga, venga, oiga, venga a San Bernardo…
-MS: Pero, por supuesto, pero ustedes a quiénes les están hablando… a los fieles que van a la Iglesia o le están hablando a los chilenos para qué, para que exista una evangelización genuina.
-OG: No, no, no. Perdóneme una cosa, pero usted habla desde una posición que ya está tomada.
-MS: ¡Pero por supuesto que tengo una posición! ¡A mí me extraña que la Iglesia no se pronuncie frente a temas tan difíciles para cualquier mujer y mantenga siempre su moral general sin atender al sufrimiento que tienen las mujeres que viven embarazos inviables! Ante eso ustedes mantienen su moral general… ésa es la Iglesia, por eso que la gente no va a misa.
-OG: Eso es lo que usted ve, lo que usted transmite desgraciadamente.
-MS: Es culpa de la prensa, entonces
-OG: No, no… en parte sí, evidentemente. Venga a San Bernardo. Hay 15 sacerdotes, 45 parroquias, miles de personas que van a misa. Usted ve una pequeña visión, la suya.
-MS: No, lo que pasa es….
-OG: Yo tengo 570 mil personas católicas y muchas, la mayoría, se acerca a la Iglesia. Yo voy a las poblaciones… usted está tratando de imponer una posición.
-MS: Es que ustedes también imponen una posición.
-OG: No, no, no… nosotros proponemos.
-MS: Ustedes declaran a todas las mujeres que abortan asesinas. Uno lo escucha a diario, es cosa de ir a las marchas pro vida, como se sataniza a una mujer que aborta, como si todas las mujeres que abortaran fuera…
-OG: Esa es la libertad de la gente que hace lo que quiere. La Iglesia, los pastores, nunca hemos hablado así. No, Mirna, estás completamente equivocada… estás en una posición ideológica.
-MS: No, yo estoy tratando de explicarle lo que sentimos las mujeres que hemos vivido situaciones traumáticas.
-OG: No, no, no… lo que siente usted.
-MS: ¡Pero por supuesto, porque soy mujer y usted es hombre y usted nunca va a entender lo que siente una mujer! ¡Nunca! Y ningún hombre va a saber ponerse en el lugar de una mujer porque el hombre no vive el embarazo.
-OG: Entonces cortemos la entrevista, hasta luego.
-MS: No… lo que yo estoy tratando
-OG: No, no. Hasta luego.
-MS: Estoy tratando de ponerle en perspectiva lo que estamos discutiendo.
-OG: No, no, no. Lo que pasa es que usted está mostrando su posición.
-MS: Pero por supuesto, monseñor, si soy mujer y tengo una posición.
-OG: Pero Mirna, deje hablar, ¡deje hablar!
-MS: Ok, lo voy a dejar hablar. No hablo más.
-OG: Así no se puede hablar. Hay muchas posiciones distintas y hay muchas mujeres que no piensas lo que usted. Muchas, muchas más de lo que la gente cree.
-MS: Lo que pasa es que usted habla de la moral, como si la moral fuera sólo la de la Iglesia Católica. Usted dice “la moral natural”, como si la moral fuera sólo la que dice la Iglesia Católica.
-OG: La moral dice que no se puede nunca hacer el mal para traer un bien. Eso lo dijeron los griegos, Mirna, no la Iglesia Católica. No puedo yo para el bien suyo quitarle la vida a otro ser. No puedo hacerlo, cómo no entienden eso, es elemental.
-MS: Yo lo entiendo a usted, es su posición.
-OG: No es mi posición, es una cosa esencial del ser humano. Nunca se puede hacer un mal, vamos a quitarle la vida a este ser porque tiene anencefalia para que la mujer no sufra. ¡No! Hay que dejar que la naturaleza…
-MS: No, no se trata de eso. Eso es un reduccionismo… y si está en riesgo la vida de la madre… entonces que se muera la madre.
-OG: No, no, no. Momento. Si está en riesgo la vida de la madre hay que hacer todo lo necesario para salvar la vida de la madre y si por consecuencia se muere el niño, eso no es un aborto evidentemente. Eso se ha hecho siempre en la praxis médica. Y por qué no entienden eso. Lo que no se puede hacer es si alguien dice “está en riesgo la vida de la Mirna, hay que quitarle al niño para que se salve la madre”, eso no se puede hacer. Si no entiende eso, tiene que estudiar más.
-MS: Sabe lo que pasa, lamentablemente aquí hay descalificaciones por todos lados y eso no contribuye al debate. Usted habla de entender… uno entiende cuando vive las cosas también, fíjese que hay un valor de la experiencia.
-OG: No, no, no. Mirna, yo te pido que no confundas lo que dice la Iglesia con lo que dice, grita o escribe la gente en la calle o en los Whastapp, eso es otra cosa. La gente tiene su rabia, su enojo… está bien. No confundas la Iglesia, nosotros acogemos a esa gente, aquí mismo en San Bernardo yo tengo una fundación que se dedica a eso. Entonces cuando nos presentan así, es profundamente falso y profundamente dañino para el bien del país y por eso en parte los periodistas tienen la culpa de presentar las cosas de esta manera. Nosotros estamos trabajando en otras cosas, nosotros decimos “estos son los principios, si usted quiere cumplirlos, cumplamos, si no, no”. No le impongo nada a nadie aquí, cómo se le ocurre. Yo le digo, no se puede intervenir directamente contra la vida de un ser humano vivo o en gestación para lograr otro bien. No se puede hacer un mal para lograr un bien. Ese es el argumento central. Lo que dijo ayer la Carolina (Goic) es precisamente que lo tiene y el derecho de la mujer está por encima en ciertos casos de la vida humana… nosotros pensamos que no es así, no por ser católicos, religiosos o nada… pensamos que es así porque la vida humana es así y hay otras maneras de resolver esto. Tú viviste cosas muy delicadas, pero no la extrapoles a la realidad. Hay muchas mujeres que han vivido embarazos como el tuyo y han tenido su guagüita, hay mucha gente que dice “prefiero tener en mis brazos el niño anencefálico 5 minutos que cargar sobre mi conciencia decir ‘hasta aquí nomás llegué”.
-MS: Ese fue mi caso, en todo caso, para que no se mal entienda. Porque en este país ningún médico puede generar un aborto cuando una guagua es incompatible con la vida. Quiero dejarlo claro.
-OG: ¡Es que no se puede! ¡Nos han vendido el cuento del aborto terapéutico del año 89 y eso es mentira! Se lo expliqué a Ignacio Walker en el Parlamento. Nunca hubo aborto en Chile, no hay registro de aborto del artículo 119. Era precisamente porque estaba regulado eso que te digo… al defender la sanación de la madre se producía un aborto y alguien podría pensar que eso es un aborto, eso no es un aborto. Pido un poquito de calma en esto. Estamos procediendo en tres casos excepcionales, todos sabemos que estos tres casos después se prestan a más casos, más casos. Todos sabemos que la ley es ejemplar, lo que dice la ley es lo que la gente cree que está bien, porque la ley está para regular cómo hacer el bien y no hacer el mal. Cuando la ley dice que se puede abortar en tres casos, dice que está bien abortar en tres casos y eso nunca va estar bien.
– MS: Muy bien.
– OG: Así que ánimo.
Mirna Schindler le dice a Obispo que Estado chileno la
El Mostrador 7 septiembre 2016
Mirna Schindler le dice a Obispo que Estado chileno la obligó a llevar un embarazo inviable
La periodista se enfrascó en una discusión en vivo con el Obispo Juan Igancio González donde hablaron de la ley de Aborto. Mirna Schindler le confesó que se estaba enfrentando a "una mujer que tuvo un embarazo con anencefalia y que el Estado la obligó llegar hasta el final". Luego que la Comisión de Salud del Senado aprobara la idea de legislar la ley de aborto en sus tres causales; peligro para la vida de la madre, violación e inviabilidad fetal, variadas han sido las reacciones tras el avance en la despenalización del aborto.
Esta mañana la periodista Mirna Schindler, tuvo un encontrón con el Obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González en el programa ADN Hoy, de Radio ADN. La entrevista comenzó con la declaración del Obispo donde se refería a diputados y senadores de la DC, a lo que señaló: "Esta discusión que hemos tenido con diputados y senadores de la DC, sobre todo, es porque se está desconociendo la posibilidad de que existan valores que son absolutos, que son muy pocos, uno de ellos es la vida humana, entonces la solución no puede ser la interrupción directa". A esto la periodista inmediatamente respondió que "entonces no desconectemos a una persona que tiene muerte cerebral, porque también está la vida humana en juego".
Así comenzaba la discusión entre Mirna Schindler y el Obispo. Luego de varias interrupciones, Juan Ignacio González le manifestó que "en varías ocasiones los veía decir cosas sin pensarlas muy bien". Después de esta declaración, la periodista irritada le confesó: "pero cómo que no, si yo lo viví directamente, monseñor. Usted está hablando con una mujer que tuvo un embarazo de anencefalia que el Estado de Chile la obligó a llegar hasta el final de ese embarazo. Entonces ¿por qué? ¿por qué con casos sí y en otros no?".
La entrevista continuó con cuestionamientos a voz alzada de ambos lados. Mirna Schindler señaló que "la Iglesia está interponiendo una posición" a lo que añadió: "Ustedes declaran a todas las mujeres que abortan asesinas. Uno lo escucha a diario, es cosa de ir a las marchas pro vida, como se sataniza a una mujer que aborta", en referencia a la Iglesia Católica.
El Obispo González molesto manifestó su intención de terminar la entrevista, "entonces cortemos la entrevista, hasta luego", añadió. A pesar de la intenciones del monseñor, la discusión continuó en torno a la valoración de la vida, la moral y las posiciones de ambos, a lo que declaró que "todos sabemos que la ley es ejemplar, lo que dice la ley es lo que la gente cree que está bien, porque la ley está para regular cómo hacer el bien y no hacer el mal. Cuando la ley dice que se puede abortar en tres casos, dice que está bien abortar en tres casos y eso nunca va estar bien", finalizó el Obispo.
Francisca González (37) dio su testimonio ante la Comisión de Salud del Senado que ayer aprobó la idea de legislar sobre el proyecto de aborto en tres causales. Ella vivió en carne propia dos posturas antagónicas: la pro-vida, cuando con siete meses de embarazo le diagnosticaron que su hija venía con una malformación al corazón gravísima y se aferró a las mínimas esperanzas que le dieron; la niña murió 13 días después del parto. Y la pro-elección, cuando en un siguiente embarazo supo que la guagua venía con anencefalia, una condición incompatible con la vida, y decidió interrumpir el embarazo. En este testimonio dice: “todas las vivencias tienen un contexto”. Paula Digital.
“Me llamo Francisca González. Soy socióloga, pero no estoy acá por mi experiencia laboral o mi ideología. Vengo a hablar desde mi realidad. Tengo 37 años, estoy en pareja desde hace ocho. Soy mamá de un niño maravilloso de 3 años, Lucas. También soy mamá de una pequeñita que solo vivió 13 días. Y soy una mujer que pudo optar por interrumpir su embarazo a las 12 semanas. Todas las vivencias tienen un contexto, un correlato, una historia. Muchas veces los hechos sueltos no se entienden por sí solos”.
Así partió su relato, el 18 de agosto pasado, Francisca González ante la Comisión de Salud del Senado. Llegó al Congreso con un escrito de tres carillas que preparó con anticipación y leyó con un poco de nerviosismo ante la senadora Carolina Goic (DC) y el senador Francisco Chahuán (RN) que integran la Comisión y estaban presentes. Los otros tres integrantes no asistieron ese día. Antes, les había mandado una carta a los senadores, pero ninguno le había contestado. “Quería que me escucharan. Quería ser un aporte. Sentía y siento que tengo algo que decir”, dice ahora, sentada en un luminoso departamento cerca de la Plaza Ñuñoa, donde vive con su marido y su hijo. Y agrega: “Cuando has pasado por lo que yo pasé, cuando has sido parte de esas causales que están en el proyecto, te das cuenta de que hay mucho estigma, mucho prejuicio cuando se discute sobre el aborto. Y son situaciones doloras y difíciles. El mensaje que quise dar, mi argumento, es la justicia social. Me pesa sentir que me salvé sola porque tuve los recursos para pagar un aborto seguro. No estoy tranquila con eso. Esa es mi razón para compartir mi testimonio”.
“En febrero de 2015 yo tenía siete meses de embarazo. Veníamos llegando de las vacaciones en Uruguay, donde lo habíamos pasado increíble. Estaba bronceada, con mi guata redonda. Me sentía bien, contenta. Vine con mi marido a Santiago –vivíamos en La Serena– a controlar mi embarazo. Me hice una ecografía. Y la doctora que me atendió empezó a hacerme muchas preguntas; me dijo que necesitaba ver las ecografías anteriores. Le pregunté qué pasaba. Me dijo que no le veía el corazón a la guagua. Le pregunté si lo iba a poner en su informe y me dijo que sí. Una hora después tuve consulta con mi ginecólogo que ya estaba enterado de la situación y me explicó que iba a ser necesario hacer una nueva ecografía con un especialista para descartar una malformación al corazón. Me quedé helada. Era viernes y la próxima ecografía sería el lunes. Pasamos un fin de semana del terror. Cuando llegó el lunes nos hicimos el examen. Pato, mi marido, es kinesiólogo, entonces el doctor se dirigió a él y le explicaba todo con una terminología médica. Yo entendía poco, pero miraba a Pato y veía el terror en su expresión. ‘Me siento mal, me voy a desmayar’, dijo de repente. Lo único que yo retuve de esa conversación fue que la Trini, la hija que estábamos esperando, no tenía el lado izquierdo del corazón, donde se desarrolla la aorta. Fue un shock”.
“¿Qué haces con tu vida cuando recibes una noticia así? ¿Cómo sigues adelante? ¿De qué te agarras? En nuestro caso, de esa ínfima posibilidad de la que nos habló el médico. El diagnóstico de la Trini era hipoplasia del ventrículo izquierdo, una de las cardiopatías congénitas más graves. Tiene mal pronóstico, porque necesita muchas cirugías reconstructivas y a la larga un trasplante de corazón. Pero al menos había una posibilidad, aunque fuera remota. Y en eso nos enfocamos. Nos trasladamos a Santiago y nos instalamos en la casa de mis papás. Yo iba a controles médicos más seguidos y seguía una vida normal; estaba con Lucas, que entonces tenía 2 años, lo llevaba a la plaza. Cuando estaba sola, trataba de conectarme con la Trini. Le hablaba a la guata, le decía que teníamos que tener ánimo y ser valientes. Enfrenté los últimos dos meses de embarazo sabiendo que se venía algo muy duro. Iba a la sicóloga, tomaba flores de Bach. Intentaba ser fuerte y no desmoronarme. La Trini nació el 26 de abril del 2015 por parto normal. Un parto precioso. Al verla, era tan linda; nada en ella indicaba que tenía algún problema. Pude tenerla diez minutos en brazos antes de que se la llevaran a la UCI; de ahí no salió más. Estaba en una cunita temperada conectada con mangueras y tubos. Pato y yo nos sentábamos a su lado y le acariciábamos sus manos. Le sacamos una foto para que Lucas, que no podía entrar a la UCI, conociera a su hermana. ‘Está enferma, por eso estamos tanto con ella en el hospital’, le dijimos a nuestro hijo. A la semana de nacida vino el dilema: si operarla o no. El equipo médico estaba dividido. Era tan grave la malformación de la Trini que una parte de los médicos pensaba que no valía la pena operarla, porque con operación o sin ella moriría igual. No podía creer que le negaran esa posibilidad. Nosotros queríamos que nuestra hija viviera y se salvara. Finalmente Pato y yo tomamos la decisión: había que intentarlo. La Trini resistió la operación. Pero tres días después falleció. Mi marido estaba con ella cuando le dio un paro cardíaco. Me avisó de inmediato. Alcancé a llegar y asistir a sus últimos minutos de vida. Un momento durísimo. Recuerdo que cuando llegamos a la casa, con Pato le dijimos a Lucas, que la hermanita había muerto. Y él, con sus 2 años, nos abrazó y nos dijo: ‘ahora vamos a estar juntos los tres’”.
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“El 26 de septiembre de 2015 con Pato nos casamos. Antes solo convivíamos. Pero tomamos la decisión de casarnos, en una ceremonia chiquita con los amigos, para sellar la unión que la vivencia de la Trini nos había dejado. Ese día debía llegarme la regla, pero no me llegó. A los días noté que tenía un atraso: estaba embarazada. Nos tomamos con cautela ese embarazo. A Lucas no le dijimos nada. En diciembre, cuando tenía 12 semanas, me tocó hacerme la segunda ecografía. Fui con Pato y nos dieron el diagnóstico: anencefalia, un defecto congénito grave en el desarrollo del sistema nervioso que es incompatible con la vida; es una guagua sin cerebro. No lo podíamos creer. Era demasiado. Con Pato estuvimos de acuerdo: no íbamos a pasar de nuevo por el mismo sufrimiento. No tenía sentido además, porque esta vez no había ni una esperanza de que esa guagua viviera. Decidimos abortar. Pero entonces nos asaltaron tantas preguntas: ¿Dónde? ¿Con quién? ¿Cuánto cuesta algo así? Nos movimos rápido. Mi abuela sabía de un doctor que al parecer hacía abortos y lo fui a ver, acompañada de mi marido y mi mamá. Le conté todo lo que había vivido en mi embarazo anterior y lo que me estaba pasando ahora; le dije, además, que quería interrumpir el embarazo. Fue muy frío y me dijo: ‘usted sabe que aquí no es legal’. Me sugirió comprar pastillas de misopostrol, advirtiéndome que en el mercado negro eran falsas. ‘Tómese tres’, me dijo, sin darme mayores indicaciones. Le comenté que habíamos pensado viajar al extranjero a algún país donde pudiera ser legal abortar. ‘Si quiere ir a pasarlo chancho, vaya. Pero acá también se puede hacer’, me respondió. Salí mal de ese encuentro. Mi marido me dijo: ‘no nos merecemos esto’ y entonces empezamos a barajar otra alternativa. Unos amigos que viven en un país donde puede hacerse un aborto legalmente, pero que prefiero no nombrar, nos ayudaron. Nos pusieron en contacto con un doctor que tuvo un trato muy distinto, muy profesional. Le mandé la ecografía. Me hizo muchas preguntas de orden médico. Fue acogedor respecto a todo lo que habíamos vivido y me explicó con claridad los pasos a seguir. También me explicó que el procedimiento costaba 3 mil dólares que mi papá me ayudó a pagar; nosotros no teníamos esa suma, yo ni siquiera uso tarjeta de crédito. Tres días después de conocer el diagnóstico de anencefalia estaba tomando un avión junto a mi madre para interrumpir ese embarazo”.
“Hay varias reflexiones que me han dado vueltas después de haber vivido todo esto. La primera es que, en mi caso, el aborto no fue una experiencia traumática como suele pintarse. Es muy probable que esta sensación tenga que ver con que se hizo de manera segura, con un doctor amable, que me explicó todo y estuvo siempre pendiente de mí, en una clínica linda y limpia, en una situación muy poco agresiva, muy lejos de ese halo clandestino, de algo feo o sucio que suele dársele en Chile. No sentí culpa. Sí un poco de nervios cuando tomé la decisión. Pero estaba muy segura. La guagua que esperaba venía con anencefalia, una condición incompatible con la vida; es decir, no había ninguna esperanza de la que agarrarse. Nada. Y yo ya había tenido esperanzas antes, en el embarazo de la Trini, me había aferrado a esa mínima esperanza que me habían dado, había luchado, había sufrido. Yo quería que esa hija viviera. Pero murió. Entonces, creo que ambos hechos son inseparables. Quizás si no hubiera vivido lo de la Trini, no habría tenido tanta claridad en que esta vez quería interrumpir el embarazo. No lo sé. Sí tengo claro que fue importante haber podido elegir qué hacer. Y ése es el mensaje que llevé a la Comisión de Salud del Senado cuando fui a dar mi testimonio: lo injusto que son las cosas hoy, porque me pesa sentir que me salvé porque yo, o más bien mi familia, tenía esos 3 mil dólares para pagar un aborto seguro en otro país. No estoy tranquila con eso. Yo soy socióloga, trabajé en un Techo para Chile, he visitado muchos campamentos. Entonces pienso en esas mujeres que conocí en La Chimba de Antofagasta o en El Hoyo de Pudahuel que pueden estar viviendo alguna de las tres causales que detalla el proyecto de aborto, pero no tienen los recursos para viajar a otro país a interrumpir su embarazo. Eso me parece doloroso e injusto. Yo soy mamá. Me gusta la familia. Los niños. Y en un futuro me gustaría tener otro hijo, darle un hermano a Lucas. Pero aún no me atrevo. Me da miedo. Si alguien pudiera asegurarme que va a salir todo bien, hoy mismo me embarazaría”.
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