sábado, 3 de septiembre de 2016

'Winnipeg', el barco con el que Neruda salvó a dos mil supervivientes de la Guerrra Civil. 3 de Septiembre.

 
'Winnipeg', el barco con el que Neruda salvó a 
dos mil supervivientes de la Guerrra Civil


Winnipeg: el barco que llevó a Chile a refugiados españoles. Sep 2015 
Winnipeg y Neruda. En tiempos convulsionados como los que estamos viviendo, donde día a día sabemos de historias tremendas de personas que buscan refugio en distintos países de Europa, he querido referirme a una historia de solidaridad que unió para siempre a España y Chile y que estoy segura muchos españoles desconocen. Sus protagonistas, más de 2.000 republicanos; el poeta chileno premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda, y un pequeño barco francés remodelado, llamado Winnipeg.

Contexto del viaje. Corría el año 1939 y terminaba la Guerra Civil española, momento en que el poeta Pablo Neruda, quien había sido cónsul de Chile primero en Barcelona y luego en Madrid, se entera que refugiados republicanos españoles se encontraban en campos de concentración franceses en lamentables condiciones. Ahí comienza entonces para este vate, quien se encontraba en su país de origen, uno de sus actos más épicos en los que se embarcaría y al que llamó después “su más bello poema”. Traer a estos refugiados a asilarse a Chile, convirtiéndose este viaje en el de mayor contingente de viajeros en toda la historia del exilio republicano español.

Niñ@s en el Winnipeg. Los pasajeros de esta embarcación serían principalmente personas que tuvieran profesiones u oficios que pudieran servir al desarrollo de Chile, de acuerdo al requerimiento que le hicieran a Neruda las autoridades chilenas. Por lo que en el barco había una diversidad importante de personas y familias, encontrándose también un buen número de niñas y niños, como podemos ver en esta fotografía, y a los que este viaje, les ofrecía un futuro mejor.

Chile en el año 1939. En el tiempo que comienza este sueño de Neruda, Chile era gobernado por el presidente Pedro Aguirre Cerda, radical y masón, perteneciente al Frente Popular de Chile quien debió enfrentar bajo su mandato, específicamente el día 24 de enero de 1939 uno de los terremotos más destructivos vividos en Chile, el cual fue catalogado como magnitud 7,8 en la escala de Richter e intensidad 10 en la escala de Mercalli, destruyendo completamente la ciudad de Chillán. Abarcó desde Santiago (capital de Chile) hasta Temuco (en el sur). Fue tal su destrucción que ha sido el terremoto que más muertos ha provocado en Chile.

La destrucción de hogares fue de proporciones imposibles de calcular, y la pérdida de la producción agrícola se estimó en una cuarta parte del total del país.

Comienza entonces para Pedro Aguirre Cerda una cruzada para levantar nuevamente gran parte del territorio nacional, para lo cual promulgó la ley de Reconstrucción y Auxilio y Fomento de la Producción, lo que permitió crear la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), a pesar de la oposición de la derecha, y que tuvo como principal objetivo, reactivar la economía del país. De esta manera, se crean nuevas industrias, se da un impulso a la minería, al transporte a la agricultura, a la electrificación del país y al comercio.

Por medio de la Corporación de Fomento de la Producción, se crearon importantes empresas estatales básicas para la industrialización, como la Empresa Nacional de Electricidad (1943); la Compañía de Acero del Pacífico (1946); la Empresa Nacional del Petróleo (1950), y la Industria Azucarera Nacional (1953). En el ámbito de la educación Aguirre Cerda trasciende por su interés por ella donde su frase más recurrente era “Gobernar es educar”, tanto así, que durante su mandato se crearon más de mil escuelas y tres mil empleos para profesores. Con el fin de aumentar la capacidad de producción del país, se fomentó la educación técnica, industrial y minera, fundándose numerosas escuelas especializadas.

Acerca del Winnipeg. El Winnipeg era un barco francés pequeño el cual comenzó a construirse el año 1918 y es abandonado el año 1919. De hecho era tan pequeño, que podía trasladar a no más de 100 personas, número que nos permite imaginar las dimensiones que éste tenía. Tras hablar con el Presidente Aguirre Cerda, éste cede y apoya la moción de Neruda, para lo cual es nombrado como cónsul especial para la inmigración republicana española con sede en el país galo.

No obstante, y antes de llegar a Francia, el barco necesita obvias remodelaciones para que quepa el número de refugiados que pretendía traer Neruda, de la cual se encarga el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE), entre los meses de junio y julio de 1939 en los astilleros del Havre. Es por ello, que antes de viajar al país galo, el poeta pasa por las ciudades de Buenos Aires y Rosario (Argentina) y Montevideo (Uruguay), donde había organismos solidarios que colaborarían con esta travesía. Pero nada sería muy fácil, pues en Chile, mientras el poeta realizaba todas estas gestiones, se discutía acerca de la llegada de los refugiados al país, tanto así, que en un momento el gobierno del Frente Popular escucho las presiones de sus adversarios políticos, y se canceló la expedición. No obstante, Neruda volvió a hacer gestiones con el Gobierno y logra que se reconsidere la postura del Presidente. Lo logra, y esta migración desde ese momento se vuelve una realidad.

El viaje más esperado para los republicanos españoles. Mapa viaje WinnipegEl barco ya remodelado podía recibir a más de dos mil personas, previa selección de sus pasajeros, la cual fue hecha por el propio Neruda. El Winnipeg, zarpa del puerto de Paullilac, la mañana del 4 de agosto de 1939, en un viaje que duraría 30 días. Sus últimos días de navegación, se hacen cerca de la costa y a oscuras, por miedo a sufrir atentados de submarinos alemanes.

Los primeros pasajeros en desembarcar se quedaron en Arica, norte de Chile, el día 26 de agosto de 1939; mientras que la tarde noche del 2 de septiembre el barco atraca en el Puerto de Valparaíso. En una entrevista a Roser Bru, pintora y grabadista, quien recientemente obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas de Chile 2015, y que al momento de llegar a Chile tenía 16 años, recuerda que miro hacia afuera y vio miles de luces tintineando. Y es que la bahía de Valparaíso es un gran anfiteatro rodeado por más de 40 cerros que le rodean como lo vemos en esta fotografía de la profesional de Valparaíso, Paola Guzmán Santis.

Valparaíso de noche. El desembarco fue a las 9 de la mañana del día 3 de septiembre quedándose algunos españoles a vivir en este Puerto, mientras que la mayoría se trasladó en tren a Santiago (capital de Chile). Se dice que los refugiados recuerdan con emoción el recibimiento obtenido en Valparaíso por organismos civiles y militares, estudiantes, dirigentes políticos, y numeroso público, que entonaban canciones republicanas para recibirlos.

En este programa de ARTV de Chile, Bru se refiere a su obra y llegada a Chile.

El legado de los que llegaron. Dentro de otros españoles que han dejado un importante legado en Chile, se encuentran el pintor y actual pareja de Bru, José Balmes, el historiador Leopoldo Castedo, Víctor Pey Casado, ingeniero industrial, director del histórico diario “Clarín” y consejero del Presidente Salvador Allende, José Ricardo Morales, dramaturgo y ensayista, y Mauricio Amster, diseñador y tipógrafo. 34 años más tarde, el 11 de septiembre de 1973, Chile vivió un golpe de Estado, y muchos de estos españoles como otros tantos chilenos sufrieron sus consecuencias. Sin embargo, ese hecho es parte de otro capítulo.
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Si se realizara una encuesta para determinar cuál es el mejor poema de Neruda, seguramente se generaría una gran discusión y sería una tarea de largo aliento, sin un resultado seguro. Algunos se inclinarían por los contenidos en “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”; otros lo harían por los que constituyen“Alturas de Macchu Picchu” y muchos, por su extenso “Canto General”. Sin embargo, para obtener la respuesta más segura bastaría con leer lo que el mismo poeta dejó escrito en sus memorias: “Que la crítica borre toda mi poesía, si quiere, pero que no se olvide nunca este poema que hoy recuerdo”, como lo señaló en el Cuaderno 6 de su “Confieso que he vivido”, refiriéndose al rescate desde suelo francés de 2.365 españoles que logró embarcar en el legendario Winnipeg para ponerlos a salvo en su tierra natal haciendo verbo eso que expresa el Himno Nacional de Chile “…o el asilo contra la opresión”. En recuerdo de esa gesta histórica, Neruda compuso el poema titulado “Misión de amor”, que en su libro “Memorial de Isla Negra”, puede leerse:

Yo los puse en mi barco.
Era de día y Francia
su vestido de lujo
de cada día tuvo aquella vez,
fue
la misma claridad de vino y aire
su ropaje de diosa forestal.
Mi navío esperaba
con su remoto nombre “Winnipeg”
Pero mis españoles no venían
de Versalles,
del baile plateado,
de las viejas alfombras de amaranto,
de las copas que trinan
con el vino,
no, de allí no venían,
no, de allí no venían.
De más lejos,
de campos de prisiones,
de las arenas negras
del Sahara,
de ásperos escondrijos
donde yacieron
hambrientos y desnudos,
allí a mi barco claro,
al navío en el mar, a la esperanza
acudieron llamados uno a uno
por mí, desde sus cárceles,
desde las fortalezas
de Francia tambaleante
por mi boca llamados
acudieron,
Saavedra, dije, y vino el albañil,
Zúñiga, dije, y allí estaba,
Roces, llamé, y llegó con severa sonrisa,
grité, Alberti! y con manos de cuarzo
acudió la poesía.
Labriegos, carpinteros,
pescadores,
torneros, maquinistas,
alfareros, curtidores:
se iba poblando el barco
que partía a mi patria.
Yo sentía en los dedos
las semillas
de España
que rescaté yo mismo y esparcí
sobre el mar, dirigidas
a la paz
de las praderas.

Era fines de enero de 1939. Las tropas franquistas avanzaban con rapidez sobre el frente catalán, ocupando, arrasando y saqueando villorrios, pueblos y ciudades. A las12.15 hrs. del día jueves 9 de febrero, los nacionales llegaban a la frontera francesa y ejercían el control total sobre los pasos fronterizos desde Puigcerdá hasta Port Bou. Al día siguiente se daba por terminada la guerra en Cataluña, aunque en otros puntos de la península, como Alicante, Almería y Madrid, continuaban los bombardeos sobre las últimas posiciones republicanas y arreciaban los enfrentamientos armados. Todo terminaría oficialmente el sábado 1° de abril de 1939. Sin embargo, por muchos años continuarían los caprichosos fusilamientos de adversarios, luego de burdos simulacros de juicio, una verdadera farsa legal en la que no se resguardaron las mínimas garantías para los encarcelados, como le ocurrió a mi abuelo paterno, Jaime Ferrer Carbó, a quien nunca pude conocer ni besar, como tampoco escuchar un cuento o aprender una canción de sus labios.

Para miles de republicanos, Francia era la única alternativa. Desde el sábado 28 de enero hasta el domingo 5 de febrero, habían logrado cruzar la frontera francesa 170.000 mujeres y niños, 60.000 hombres y 10.000 heridos, cifras que irían en aumento hasta pronto superar el medio millón de personas. Pero llegar a Francia no era fácil; había que cruzar los Pirineos en pleno invierno, soportando durante varios días intensas lluvias y nevazones. Sólo algunos pudieron realizar parte del trayecto en vehículos. La mayoría lo hizo a pie o en mulas, cargando todos los enseres que podían, los que poco a poco fueron arrojando, incapaces de soportar su peso. Eran lastimosas caravanas que enfilaban por distintos senderos pirenaicos: familias completas con ancianas abuelas y niños en brazos, mujeres embarazadas, hombres extenuados, combatientes que aún conservaban el fusil y el ideal de recuperar la República, pues para ellos esa derrota no era definitiva.

Para algunos, Francia significó una acogida agradable, comida, techo y abrigo, proporcionados por familias francesas o españolas residentes. Para la gran mayoría, en cambio, su arribo a tierra extranjera no fue otra cosa que añadir otro amargo capítulo a la ya demasiado larga historia de padecimientos vivida durante los años de la cruenta guerra fraticida. Las primeras palabras francesas que oyeron estos refugiados fueron una orden seca: Allez!, allez! Circulez!, circulez!

Con ellas sonando en sus oídos y clavándoles el alma, fueron conducidos como manada a campos de concentración: Le Perthus, Prats de Molló, Argelés sur Mer, Agde, Saint Ciprien, Tour de Carol, Mont Louis, Amelié- les- Bains, Arles sur Tech, Vernet-les-Bains, Tours, Barcares, Septfonds, Bram, Mazeres…

Cercados de alambradas, rodeados de ametralladoras empuñadas por guardias senegaleses, gendarmes y gardes mobiles franceses, generalmente teniendo por techo las estrellas de un cielo frío, en cada campo de concentración se hacinaban hombres y mujeres por separado en pésimas condiciones higiénicas y mal alimentados. Sobre la arena de las playas del sur de Francia, refugiados republicanos derramaban sus lágrimas y otros sucumbían víctimas de la enfermedad, del hambre y de la añoranza.

Mientras tanto, en Chile gobernaba el profesor radical Pedro Aguirre Cerda, quien en octubre de 1938 había sido elegido Presidente de la República, encabezando las fuerzas del Frente Popular. Fundamental en su triunfo presidencial había sido la labor política y propagandística realizada por Pablo Neruda, poco después de regresar de España, donde había sido cónsul en Barcelona y Madrid. El amor que Neruda había aprendido a sentir por España y su gente—huella imborrable dejó en él el cobarde asesinato de su entrañable amigo Federico García Lorca— lo impulsó a solicitarle al presidente Aguirre Cerda que lo designara cónsul encargado de la emigración española con sede en París. La respuesta del mandatario chileno no se hizo esperar:

—Sí, tráigame millares de españoles. Tráigame pescadores, tráigame vascos, castellanos, extremeños… Tenemos trabajo para todos .

Y, satisfecho, Neruda se dirigió a Francia a cumplir “la más noble misión que he ejercido en mi vida: la de sacar españoles de sus prisiones y enviarlos a mi patria. Así podría mi poesía desparramarse como una luz radiante venida desde América entre esos montones de hombres cargados como nadie de sufrimiento y heroísmo. Así mi poesía llegaría a confundirse con la ayuda material de América que, al recibir a los españoles, pagaba una deuda inmemorial”.

A fines de abril de 1939, Neruda y su esposa de entonces, la argentina Delia del Carril, estaban instalados en la calle Quai de l’Horloge dispuestos a embarcar rumbo a Chile a la mayor cantidad de refugiados españoles antes de que se desatara la Segunda Guerra Mundial, que ya como un verdadero fantasma se cernía sobre Europa.

A instancias de Neruda. El Gobierno Republicano en el exilio, a través del servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE), había contratado el vapor Winnipeg a la compañía France-Navigation para el traslado de unos 2.000 refugiados a Chile. El Winnipeg era un viejo navío de carga francés, que habitualmente cubría el trayecto de Marsella a las costas de África con una escasa tripulación no superior a 17 marinos. Había prestado servicios como transporte de tropas durante la Primera Guerra Mundial. En uno de los muelles del puerto de Trompeloup, cercano a Burdeos, rápidamente comenzó a ser acondicionado con literas de madera en tres niveles, ocupando cada centímetro de las bodegas.

En cuanto se supo en Chile que Pablo Neruda estaba organizando el salvataje de miles de refugiados republicanos, el tema dividió ideológicamente a los chilenos. El influyente “Diario Ilustrado” se opuso tenazmente a la inmigración española, mientras que el matutino “Frente Popular” encarnó la postura humanitaria. Durante meses las disputas fueron en aumento, hicieron tambalear el gabinete de Pedro Aguirre Cerda y alcanzaron a la misma Cámara de Diputados poco antes del zarpe del Winnipeg desde el puerto fluvial de Pauilliac.


En la asoleada mañana del viernes 4 de agosto de 1939, el muelle de Trompeloup hervía de gente. Allí se reencontraban novios, matrimonios, familiares y amigos que llevaban meses y años sin saber el uno del otro. Cada uno de ellos había sido notificado que debía presentarse días antes en la ciudad de Burdeos para luego abordar el Winnipeg rumbo a Chile, un país del que muy pocos tenían alguna noticia. El artífice de ese encuentro milagroso, Pablo Neruda, había instalado unas mesas en una de las bodegas del muelle para realizar los trámites administrativos necesarios. Su firma y un timbre del SERE se convertían en la anhelada autorización para embarcar rumbo a la libertad, la dignidad y la esperanza: Chile.

Y el Winnipeg dio inicio a su travesía que duraría casi exactamente un mes, tiempo durante el cual los refugiados no pusieron pie en tierra hasta llegar a la chilena ciudad de Arica, donde no hubo puerto hasta que uno de los mismos refugiados, años más tarde, lo construyó, hecho que constituye un verdadero símbolo del aporte que significó para Chile esa inmigración española en diversos campos de la cultura, la educación, el comercio y la industria.

El viejo vapor francés –que años más tarde sería hundido por un submarino alemán en aguas del Atlántico Norte–, enfiló su proa por el Cantábrico, al norte de la península ibérica, para luego entrar en aguas del Océano Atlántico. Pasó cerca de las islas Azores y varias millas más allá hizo su primera detención en la isla Guadalupe. La escala tenía como objetivo el reabastecimiento de agua y alimentos, lo cual se cumplió luego de vencer la negativa inicial de las autoridades isleñas. Vino después el ingreso al Océano Pacífico cruzando el Canal de Panamá que había sido terminado de construir unos años antes. En Arica descendieron unos cuantos refugiados. Cuatro días más tarde, un número aproximado de 2.300 inmigrantes desembarcaron al amanecer en el puerto de Valparaíso, luego de permanecer en cubierta toda la noche anterior contemplando extasiados las luces de los cerros de Valparaíso, esa hermosa y verdadera tierra prometida por Neruda: era la asoleada mañana dominical del 3 de septiembre de 1939. Al descender las movedizas escalinatas, ante ellos se abría la posibilidad de rehacer sus vidas y de retribuir con su trabajo y esfuerzos la hospitalidad que generosamente les brindaban el pueblo y el Gobierno chilenos. Manos fraternas acogieron a los inmigrantes, rescatados por el humanitario corazón de Neruda, para quienes, a contar de ese momento, la esperanza comenzó a ser una realidad. Y para el poeta, su misión de amor, el magno poema de toda su creación.

Jaime Ferrer. Autor de Los españoles del Winnipeg, el barco de la esperanza,
(Ediciones Cal Sogas, Santiago de Chile, 1989)


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Una historia que Laura Martel y Antonia Santolaya han llevado al cómic
El poeta salvó a 2.200 españoles de la inminente Guerra en Europa
 “Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie” (Pablo Neruda).

Así se refería Pablo Neruda a lo que él considero uno de sus mayores logros, fletar un barco desde Francia, el Winnipeg, para que 2.200 refugiados de la Guerra Civil Española pudieran irse a Chile en busca de una nueva vida. Uno de esos tantos episodios históricos que hoy han caído prácticamente en el olvido y que ahora, 75 años después, nos recuerda el cómic Winnipeg, el barco de Neruda (HotelPapel Ediciones), de Laura Martel y Antonia Santolaya.

Laura resume así el argumento: “Al final de la guerra civil española medio millón de españoles huyeron hacia la frontera con Francia donde fueron recluidos en campos de internamiento. Las condiciones en esos campos eran tan precarias que diariamente morían cientos de personas sobre todo entre la población infantil que era muy numerosa. Winnipeg cuenta la historia de aquellos que tuvieron la suerte de embarcar en la nave que el poeta Pablo Neruda fletó para llevarlos a Chile”.

Una historia para la que Laura ha hablado con supervivientes del famoso barco: “La historia está contada a través de los ojos de una niña, la tercera parte de los refugiados eran menores. Todo lo que cuento es real, entrevisté a muchos supervivientes del Winnipeg y sus familiares que me contaron infinidad de historias que yo combiné o cambié creando así personajes e historias de ficción pero hasta los nombres están tomados de personajes reales”.
El drama de los refugiados. Pero… ¿Qué les esperaba a los refugiados en Francia? y ¿Qué se encontraron los que llegaron a Chile? “Como ya he comentado –asegura Laura- los primeros momentos en los campos de internamiento fueron dramáticos pero con el tiempo la situación mejoró: tuvieron acceso a agua potable, se construyeron barracones... pero el estallido de la Segunda Guerra mundial supuso otra vuelta macabra de tuerca para esa pobre gente y muchos de los refugiados acabaron en campos de exterminio nazi”.

Lo curioso es que el barco llegó a Chile el 3 de septiembre de 1939, el mismo día que comenzó la Segunda Guerra Mundial. “Los que tuvieron la suerte de ser acogidos en Chile –continúa la guionista- se encontraron un panorama bien distinto. Incluso las voces que en un principio eran contrarias a la llegada de los españoles, en cuanto éstos llegaron se mostraron muy solidarios”.

“En este sentido una refugiada, que en aquel momento era niña, me contó una conmovedora historia: a su desembarco en Valparaíso había carteles dándoles la bienvenida pero también algunos pocos pidiendo que volvieran a su país. Un hombre que portaba una pancarta de rechazo, al ver a su madre, su hermano y ella misma con el miedo, el hambre y el sufrimiento reflejados en el rostro, tiró avergonzado la pancarta y acercándose a su padre le dio todo el dinero que llevaba encima”.
La travesía. Pero… ¿Cómo fue esa travesía y que noticias les llegaban al barco? “La travesía debió ser dura –apunta Laura- un mes en el mar, en un barco que no era de pasajeros sino un carguero adaptado, con el miedo a ser interceptados por submarinos alemanes y con la incertidumbre de si serían acogidos en Chile pues durante la travesía las voces contrarias a su llegada gestaron un golpe de estado” “Curiosamente los que en aquel momento eran niños cuentan que, ajenos a las preocupaciones de los mayores, vivieron la travesía fue como una aventura maravillosa” -añade la guionista-.
La memoria histórica Un episodio histórico que hoy -como nos recuerda Laura- se recuerda mejor en Chile y en otros países, que en España. “Desgraciadamente los españoles tendemos a olvidar nuestra historia. Durante un tiempo trabajé en un proyecto de serie para televisión que recreaba la vida de los reyes españoles y pude comprobar que casi nadie en este país los podía enunciar de forma correcta, esto es impensable en otros países europeos o en América”.

“Muchas veces me he preguntado por qué pasa esto y no tengo la respuesta, quizás sea por qué vivimos la Historia como vivimos el futbol, tomando partido y sintiendo cosas que nada tienen de nosotros como si fueran nuestras. Blas de Lezo ha sido probablemente el mejor estratega militar de la historia, el hombre que venció a Nelson en la batalla de Cartagena, lo que hace que gran parte de América sea Latina y no Anglosajona. Sin embargo en España se conoce más a Nelson que a Blas de Lezo por esta tendencia a asociar una figura histórica con pasiones actuales”. Algo en lo que está de acuerdo la dibujante Antonia Santolaya: “La historia está ahí, mirarla, o no, es una opción personal que construye el presente. Lo que me parece sorprendente que historias como ésta no se conozcan más y el eco del pasado nos llegue con tono fatalista”.

Una gran dibujante. Una historia emocionante, de por sí, pero que nos llega mucho más gracias a los dibujos de Antonia Santolaya: “Lo primero que me interesó es el entusiasmo en la historia de la editora Nuria Varela y de la guionista Laura Martel, ése fue mi primer empuje. Después, la propia historia irradiaba esperanza y merecía ser conocida. Los protagonistas eran gente sencilla que buscaba una posibilidad de vida, la mirada de una niña en una situación tan hostil, todo me llevaba a reflexionar sobre el efecto de nuestros actos en los otros. La posibilidad de ser cada uno de los personajes y sus circunstancias”. Una historia que la dibujante ha imaginado en blanco y negro: “Cuando buscaba cómo enfocar la estética de las imágenes elegí en un primer momento un tono gris y sepia, al final opté por dejarlo solo en grises. Las imágenes de esa época que yo había visto eran en ese color y creí que le iba bien. Las historias están llenas de matices y busqué en los grises la representación de una lectura sin contornos, sin definición”.

“Laura –continúa la dibujante- me pasó mucha de la documentación que ella había recopilado, otros amigos me pasaron libros que todavía no he devuelto e internet me aportó el resto de material de documentación”. En cuanto a si le ha inspirado la poesía de Neruda, Antonia asegura que: “Creo recordar que él decía algo así "Que el tiempo borre toda mi poesía pero este poema que hoy escribo permanecerá siempre" Es su lado humano el que inspira mientras se trabaja”.
Mientras, podemos recordar cómo la iniciativa de un poeta chileno salvó a más de 2.200 españoles. Un acto humanitario que, por cierto, España no ha agradecido nunca de manera oficial a Chile. En cuanto al Winnipeg, fue hundido por un submarino alemán el el 22 de octubre de 1942 , todos los pasajeros fueron rescatados con vida. Por cierto que este cómic se presntó en el espacio cultural de “El regreso del Winnipeg”, especializado en temas relacionados con Chile. --------------------------------------


Un niño y el poeta: las memorias de José Balmes a bordo del Winnipeg
A los 12 años, el Premio Nacional de Arte, fallecido hace una semana, fue uno de los dos mil refugiados que llegaron a Chile rescatados de la Guerra Civil española por Pablo Neruda. En este desconocido diálogo, el pintor recuerda la travesía, su relación con el poeta y sus inicios artísticos.   David Hevia 04 de septiembre del 2016 http://fw.to/q9SUQVK  
Antes de convertirse en padre del arte contemporáneo local; en militante comunista y partidario de la Unidad Popular; en Premio Nacional de Arte en 1999, José Balmes Parramón, nacido en 1927 y fallecido el pasado domingo, fue un chiquillo de 12 años que en 1939 cambió su domicilio en España por un incierto futuro en Chile. Junto a sus padres fue uno de los dos mil refugiados que Pablo Neruda ayudó a escapar de la Guerra Civil española en el Winnipeg. Aquí, hizo su vida artística y familiar, se casó con la artista Gracia Barrios y se convirtió en mentor para generaciones de pintores chilenos. Nunca olvidó ese viaje que le cambió la vida.

Usted era un niño cuando se embarcó en el Winnipeg. ¿Qué recuerdos tiene de esa travesía?
Fíjate que tengo recuerdos incluso de antes de esa travesía. Yo vivía en un pueblo que se llama Montesquiu, en Cataluña. Mi padre era alcalde y, a partir de ese momento, tuvimos que pasar Los Pirineos y ahí, en Francia, me acuerdo que nos acogieron en unas casas a mi padre, a mi madre y a otra gente; pero, de repente, apareció un señor, y este señor era Pablo Neruda. Entonces dijo: “Bueno, a ustedes nosotros los invitamos a Chile”. Y él, en ese momento, estaba casado con Delia del Carril, y me acuerdo como si fuera ahora que nosotros decíamos, cabros jóvenes, de 12 años, se nota que son sudamericanos, porque andan muy de blanco y todo esto, y la verdad es que hacía un calor… no era porque fueran sudamericanos (risas). Recuerdo bien una casa de dos pisos, ahí cerca del embarcadero; ahí estaban Pablo Neruda y Delia del Carril, y ella lo corregía a él cuando tenía que escribir los nombres y todo lo demás, así que imagínate, para uno… el Winnipeg son dos cosas: Pablo Neruda y el gobierno de don Pedro Aguirre Cerda. Si hubiera ganado las elecciones Ross Santa María, yo no estaría hablando contigo acá y tantos miles no estaríamos acá en Chile.

¿Qué otros momentos se le vienen a la cabeza de ese viaje?
Muchísimos. Muchísimos. Además ese viaje está lleno de cuestiones que van mucho más allá de políticas, o de un momento… es enorme. Fíjate que recuerdo que mi mamá tuvo nefritis y que murió en Chile pocos años después. En la guata del barco estaban las literas, una sección de mujeres y otra sección de hombres, y a mí me llevaron para estar en el camarote, de madera superpuesta, de mi mamá, para cuidarla también. En fin, así que toda esta es una historia que tiene muchas más raíces de las que muchas veces se han contado. Y me recuerdo muy bien de que con mi padre nos veíamos entonces en la parte de arriba y él fue siempre militante de Izquierda Republicana de Cataluña, que era como el Partido Radical de izquierda acá. El me decía: “Mira, ahora yo voy a hablar con el comisario”. Entonces yo era chico y cualquier otro hubiera dicho “yo voy a hablar con el que maneja el barco”, pero mi padre me dijo “yo voy a hablar con el comisario, que habla muy bien francés y yo soy muy amigo del comisario”. Encontré que era un poco raro, no me dijo nada. Entonces también venían en el Winnipeg otros que eran intelectuales españoles y que hicieron un trabajo bastante conocido en Chile.

Como Leopoldo Castedo...
Claro. Entonces estos viejos decían que no se podía dormir, les dio por tocar Valencia, toda la música, entonces ellos se metían en las banquitas. Bueno, imagínate tú, todo esto pasa y mi padre, un hombre de izquierda, no comunista, me decía “hoy volví a hablar con el comisario, habla bien francés, pero también habla castellano”. Y llegamos aquí. Fue fantástico, la acogida. Recuerdo a los catalanes ahí en Valparaíso y decíamos “esto es igual a Barcelona”; las luces del puerto, tomar el tren a Santiago… la gente nos tiraba rosas, claveles. Eso fue una acogida genial, nunca más he visto una acogida así, era maravillosa. Pasaron muchos años, una vez yo estaba en Francia, habrán pasado 20 años, volví a Francia y una vez me preguntaron los franceses cómo era lo del barco. Yo les dije que fue fantástico y me comentaron que siempre hubo muchas dudas. Entonces les conté la historia del comisario y de que mi padre hablaba un poco francés, pero pasó un hecho increíble: yo ya estaba casado con Gracia Barrios, estábamos en el exilio, y el gallo llamó y me dijo en francés “el comisario soy yo”. Era un miembro del Partido Comunista Francés, del sur de Francia, y el comisario era de ahí. O sea, era un juego político genial, armado por Neruda. La mayor parte de la gente no conoce este detalle, o sea, la creación del Winnipeg y todo esto es una obra maestra de Neruda.

Una obra maestra en un tablero de ajedrez.
Absolutamente. Increíble. Yo hablé con él mucho, en Isla Negra.

¿Cómo lo recuerda usted?
Yo lo recuerdo ya desde Francia, desde el exilio español. Yo quise ver, quise conocer un poco más cómo se había armado todo, pero con Neruda ya había hablado muchas veces y dijo: “Bueno, fue una linda cosa…”. El estaba muy satisfecho de eso. El hombre fue de una capacidad de invención..., alguien diría cómo un medio lento fue capaz de armar una cuestión así, que es una verdadera obra de arte.

Llega un momento en que conocerá a ese otro Neruda, al poeta.
Es verdad. Yo recuerdo que hice toda una serie un día, del Canto General. Entonces se la mostré y después de eso vino el Golpe en Chile y en seguida al editor le dio susto, porque las tenía en su taller cerca de Estación Central; las quemó todas, de puro miedo, y yo me acuerdo que le dije “¿qué título le pondrías al Canto General?”. Me acuerdo que propuse el título Imágenes del Canto General y me dijo “no, en realidad no me gusta mucho”, y le respondí “bueno, ¿cómo le pondrías tú?”. Y él contestó: “Imaginarios del Canto General”.

¿Neruda era un referente relevante en el arte también?
Ciertamente. Tengo por ahí todavía varios dibujos de la cabeza de Neruda; he regalado tantos, casi un poco más de los que regalé acá y que los hice sobre Allende.

¿Cómo nació su pasión por el arte?
Yo desde chico pintaba, desde los 12 años. Crecí en un pueblo muy pequeño de la provincia de Barcelona, pero más cerca de Francia; Barcelona está en el mar mismo y yo soy paisano, así que ya pintaba porque a mi pueblo, Montesquiu, venían muchos pintores catalanes y de Barcelona y me invitaban a pintar con ellos. Todavía tengo la caja de pinturas que usaba en esa época, y lo hice toda la vida.

Y las concepciones más teóricas empiezan a desarrollarse en Chile.
Claro. Después de llegar a Chile entré a la Escuela de Bellas Artes. A mí me permitieron ingresar muy cabro. Fui alumno de Pablo Burchard, de viejos maestros estupendos y todavía hay varios compañeros de esa época que están vivos.

Es curioso que en su obra la palabra queda impresa en la tela.
Claro, por eso mismo que te decía, cómo uno ha tomado trozos, frases de Neruda y de otros poetas. Hay que decir que la relación entre plástica, poética y literatura no es una cosa tan lejana.

Ha ido pintando la palabra, por decirlo de alguna manera.
Claro, hay algo de eso, porque para uno no es un mundo distinto; tiene sus propias reglas, digamos, pero la relación es siempre muy natural. Uno trabaja mucho también con eso: de repente una palabra, una pequeña frase para la inspiración, como para un pintor impresionista podría ser el rayo de sol.

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