DETENIDOS DESAPARECIDOS Y ASESINADOS DE LA
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
PRÓLOGO DE GABRIEL SALAZAR
Una luz sobre la sombra Detenidos desaparecidos y asesinados de la Pontificia Universidad Católica de Chile
Coordinador del proyecto: Héctor Vásquez Luncumilla Redacción e Investigación: Nancy Guzmán
Diseño de portada: Pepe Bórquez
Foto de portada: Héctor González de Cunco Composición: Pepe Bórquez
Impreso en Chile / Printed in Chile Primera edición: octubre de 2010
Índice
Palabras preliminares 11
Agradecimientos 15
Prólogo 17
Introducción 23
El Golpe de Estado 33
El terror como política de Estado 39
La DINA 41
Londres 38 45
José Domingo Cañas 46
Venda Sexi o Discoteque 47
Villa Grimaldi 47
Operación Colombo 49
Operación Cóndor 49
Otros Servicios de Inteligencia 51
Comando Conjunto 51
La Central Nacional de Informaciones 52
Universitarios en la represión 54
A la memoria de nuestros compañeros 59
Diana Frida Aron Svigilsky 60
Alejandro Juan Ávalos Davidson 64
Jenny del Carmen Barra Rosales 68
Leopoldo Raúl Benitez Herrera 71
Patricio Biedma Schadewaldt 73
Alan Roberto Bruce Catalán 77
Carmen Cecilia Bueno Cifuentes - Jorge Hernán ftüller Silva 80
ftauricio Jean Carrasco Valdivia 83
Ignacio Orlando González Espinosa 85
Luis Enrique González González 89
José Eduardo Jara Aravena 91
Juan Alberto Leiva Vargas 93
José Patricio del Carmen León Gálvez 95
Enrique López Olmedo 98
Víctor Eduardo Oliva Troncoso 99
Jaime Ignacio Ossa Galdames 101
Alicia Viviana Ríos Crocco 106
Juan Carlos Rodríguez Araya 108
Eugenio Ruiz-Tagle Orrego 113
Enrique Antonio Saavedra González 117
Jilberto Patricio Urbina Chamorro 120
Omar Roberto Venturelli Leonelli 125
Héctor Patricio Vergara Doxrud 127
El DUOC 129
Ismael Darío Chávez Lobos 131
ftaría Teresa Eltit Contreras 135
Ángel Gabriel Guerrero Carrillo 138
Samuel del Tránsito Lazo ftaldonado 141
Ernesto Igor Ríos Céspedes 143
Testimonios 145
Este libro está dedicado a la memoria de los estudiantes, profesores y trabajadores de la Pontificia Universidad Católica de Chile
que fueron víctimas del terrorismo de Estado durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.
Ellos dieron sus vidas por una sociedad más justa, humana y fraternal, en donde los derechos de las mayorías fueran una realidad.
Palabras preliminares
Este libro es un documento de memoria, en él nos hacemos cargo de la historia ausente de nuestros compañeros de la Pontificia Universi- dad Católica de Chile desaparecidos o asesinados durante la dictadura militar.
Este proyecto nace de la constatación que los silencios mantenidos por tantos años tienen su raíz en la ausencia de quienes fueron silencia- dos con su muerte o desaparición. Ellos, hoy no tienen voz. Somos no- sotros quienes debemos recuperarla para rescatarlos del silencio al cual fueron condenados. Sus voces en otras voces, nos van contando la histo- ria, su militancia, su caída y el largo camino a la justicia que aún no llega. A través de sus páginas, va quedando en evidencia el rol que jugaron las autoridades impuestas por la dictadura en la Pontificia Universidad Católica de Chile en los años de la dictadura militar y la responsabilidad que les cabe en algunos casos de asesinato o desaparición.
Recordamos los buenos años, aquellos donde la lucha por una so- ciedad mejor ingresó a las aulas y sacó de ella a estudiantes de vida aco- modada para integrarlos a los campos, las poblaciones, los lugares de trabajo y vida de los menos afortunados de la sociedad.
La Pontificia Universidad Católica de Chile, como parte de la educación superior chilena, fue históricamente un centro de estudios para la clase alta con una orientación general dada desde el Vaticano. En ella se educaron conspicuos personajes de la vida política y empresarial de Chile, aportando de entre sus egresados a los dirigentes civiles más relevantes de la dictadura militar.
El cambio en las universidades chilenas comienza a sentirse entra- dos los años 60, cuando las ideas de revolución llegaron incluso hasta las escalinatas de la plaza de San Pedro y surge con fuerza la Teología de la
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Una luz sobre la sombra - Detenidos desaparecidos y asesinados de la Universidad
Liberación. Sacerdotes y monjas jóvenes del mundo comenzaron a su- marse a las ideas de los Cristianos por el Socialismo, y la universidad no podía quedar al margen de esa marea transformadora. Algunos cristia- nos comenzaron a leer el evangelio desde los enormes dolores causados por las injusticias y rompieron con esa parte de la Iglesia caracterizada por el boato, el poder y las misas en latín para trasladarse a la base.
Fueron los años en donde todo cambió: la música, la literatura, el cine, las relaciones de pareja, la ropa y el peinado, pero por sobre todo, cambiaron las ideas y sus expresiones. No bastaba con pensar distinto, había que vivir lo que se pensaba.
ftuchos compañeros dejaron su cómoda vida de clase media pro- fesional para trasladarse a vivir en barrios obreros y compartir su coti- dianeidad; otros se trasladaron a trabajar en los campos, donde la po- breza dura transformaba la vida de manera radical. La Universidad se vio sacudida en sus cimientos, cuando se propuso que sus aulas fueran el escenario por donde transitara el conocimiento para la sociedad y no para una clase social.
Hasta hoy, poco se ha hablado que en la Universidad Católica exis- tieron estudiantes, profesores y trabajadores que lucharon por una so- ciedad más justa desde antes del gobierno de la Unidad Popular, dando origen a los acontecimientos que culminaron con la Reforma Universi- taria. Dentro de este grupo, se encuentra la mayoría de los compañeros que no sobrevivieron a la represión criminal instaurada por la dictadura y apoyada por sectores civiles. Ellos son quienes nos mueven a dejar este legado a las generaciones actuales y futuras, relatando las causas que im- pulsaron a nuestra generación a luchar por una sociedad más justa.
No podemos dejar de compartir con los lectores que, desde hace cinco años hemos venido discutiendo la manera hacer un homenaje digno a nuestros compañeros que estuvieron vinculados a la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Al principio, acordamos abocarnos a la tarea de levantar un mo- nolito o una placa recordatoria en la Casa Central o en el Campus San Joaquín. Concientes que debíamos esperar una fecha importante para realizar este homenaje, esperamos la celebración de los 40 años de la Toma de la Universidad, pero no tuvimos ni las fuerzas ni el apoyo de autoridades para realizarlo. Sólo se logró realizar una misa en memoria de nuestros camaradas en el Campus San Joaquín.
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Palabras preliminares
Después del acto, ese 11 de agosto de 2007, al calor del reencuentro y con la alegría de darnos cuenta que muchos habíamos sobrevivido a la dictadura militar, decidimos escribir un libro que rescatara del olvido, y reinsertara en la memoria colectiva a nuestros queridos camaradas.
Hoy, cumpliendo esta tarea, hacemos entrega de este testimonio que recoge un trozo de lo que fue la Universidad Católica en esos años, y el valioso aporte de quienes entregaron sus vidas por sus ideales.
Héctor Vásquez Luncumilla Ingeniero en Informática
Ex Alumno de Ingeniería Eléctrica, Pontificia Universidad Católica de Chile
Agradecimientos
Queremos agradecer a todos aquellos quienes nos prestaron toda su ayuda en tiempo, dinero y su aporte en ideas para que el proyecto de este libro llegara a buen puerto.
A Jaime ftassardo1 y ftarcelo Duhalde2 que se hicieron cargo de la introducción.
Al camarada historiador, Premio Nacional de Historia y ex pro- fesor de la Universidad, Gabriel Salazar3, que aceptó gustoso escribir el prólogo y sumarse a esta tarea de reconstruir la memoria de los compañeros asesinados.
A José Bórquez4, quien se dedicó con cariño a la diagramación y edición de los textos. A nuestro amigo de siempre, Héctor González de Cunco, “el Conejo”, que tomó la foto de la Casa Central de nuestra Universidad para la portada. A nuestros amigos: Myrtha Pais y Rolando Zapata, quienes nos aportaron el nombre del libro.
A ftatilde, Natalia y a todas nuestras madres y en ellas a todos los familiares, amigas(os) de nuestras(os) compañeras(os) asesinadas(os) o desaparecidas(os).
A Sergio Requena (residente en Inglaterra, ex alumno PUC), Cecilia Olmos (residente en Bélgica, ex alumna PUC), Victoria Cá- ceres, Verónica y Loreto Rebolledo, Luis Villavicencio y Roberto Sir (todos residentes en Santiago y ex alumnos de la PUC), al Proyecto Internacional de Derechos Humanos - Londres, y en forma especial, a Nancy Guzmán5 quien nos apoyó en la investigación de los casos y en su redacción, y la colaboración de nuestro amigo de siempre, Luis Aguilar, quien estuvo a cargo de la producción general en Chile.
1 Jaime ftassardo, ex alumno de la facultad de Economía de la Universidad Católica, doctor en Historia por Universidad Paris III Sorbonne Nouvelle.
2 ftarcelo Duhalde, ex alumno de la facultad de Ingeniería Eléctrica, quien fue además representante de los alumnos ante el Consejo Superior de la Universidad Católica los años 1971-72 y 1972-73.
3 Gabriel Salazar, historiador y Premio Nacional de Historia por su extensa obra sobre la historia de Chile donde recoge las luchas de los más pobres.
4 José Bórquez, ex militante del ftIR y ex preso político, hermano de Jorge Bórquez, “Listón”, ex militante del ftIR recientemente fallecido.
5 Nancy Guzmán, periodista y Premio Editorial Planeta de Periodismo Investigativo.
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Una luz sobre la sombra - Detenidos desaparecidos y asesinados de la Universidad
Debemos destacar el apoyo de la actual directiva de la FEUC (Fe- deración de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Chi- le) para realizar el acto y el lanzamiento del libro en la Universidad.
Agradecemos el apoyo de los familiares de nuestros compañeros. Un agradecimiento especial para aquellos que en el tránsito de esta idea nos dejaron, especialmente para el camarada de toda la vida, Jorge Bórquez, nuestro inolvidable “Listón”
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Prólogo
Este es un libro fraternal, que quiere recordar y rendir homenaje a los compañeros estudiantes y profesores de la Universidad Católica de Chile que fueron asesinados o hechos desaparecer por la dictadura militar comandada por Augusto Pinochet Ugarte.
Quienes lo lean, por tanto, hallarán en él imágenes, escorzos y per- files de una treintena de jóvenes, hombres y mujeres que, a fines de los años ‘60s y comienzos de los ‘70s, caminaron alegremente por los patios, galerías, campus y jardines de esta Universidad, llevando y trayendo sus libros, sus apuntes, sus utopías y proyectos de futuro mejor para el país. Del mismo modo, tal vez, como lo hicieron antes que ellos los estudian- tes universitarios de comienzos del siglo XX, cuando también alegre- mente, cargados de libros e ideales, soñaron con un futuro mejor para el país, motivo por el cual, junto a los trabajadores de la Federación Obrera de Chile (FOCH), a los maestros de la Asociación General de Profeso- res de Chile (AGPCH) y a otros gremios, se movilizaron entre 1918 y 1925 para acordar y dar al país un nuevo Estado, acorde a la voluntad soberana del pueblo: desarrollista, sociocrático y descentralizado...
Pero también se hallarán en este libro imágenes en contraluz: som- bras y chispazos de agentes uniformados y no uniformados, con entor- chados y sin entorchados, con voz de mando y sin ella, con jinetas o con nada, golpeando, abofeteando, ultrajando, hundiendo corvos en los ojos de los jóvenes, quebrando sus huesos, sus mandíbulas, electrificando su piel y sus músculos, sepultándolos en tierra de nadie, fondeando nervio- samente sus cuerpos en “ese mar que tranquilo te baña”… Para aparecer luego, aquí y allá, en La ftoneda o en el Hemiciclo de las Naciones Uni- das proclamando, con más cobardía que solemnidad: “somos inocentes, no hemos hecho nada: se están matando entre ellos; es el mismo cáncer
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Una luz sobre la sombra - Detenidos desaparecidos y asesinados de la Universidad
marxista”... Antes, entre 1919 y 1921, el juez Astorquiza llevó adelante el “juicio a los subversivos”. Arrestó a estudiantes, profesores y obreros. Permitió que se golpeara a los sospechosos y se destruyera a martillazos las imprentas populares. Hasta que logró una víctima fatal. Una sola víc- tima fatal: el estudiante de Derecho e insigne poeta, Domingo Gómez Rojas, que murió en el ftanicomio de Santiago neurotizado por el juicio incoado en su contra por el malhadado juez encargado por el Gobierno. “Es una cicatriz roja que nos quedará grabada para siempre” escribió Pa- blo Neruda, recordando al joven poeta acosado hasta morir.
Por eso, este libro es también un testimonio de los extremos con- trapuestos a que puede llegar la ftumanidad. Y por eso, de una parte, reenciende en nosotros el sentimiento fraternal. La camaradería pura, sin comienzo ni término. La utopía de todos, de ayer y de hoy. La luz que alumbra ese largo camino para llegar… Y por eso, de otra parte, nos revive esa ira profunda, legítima e implacable, que anida como magma volcánico en el fondo de todos los que tenemos un mínimo sentido de solidaridad, racionalidad y justicia… Son los extremos opuestos de la humanidad: el polo positivo y el negativo que producen, en tensión, la carga dinámica de toda conciencia histórica. El ardiente llamarazo de la conciencia revolucionaria…
Porque ¿cómo fue posible que los ideales y valores, simples, inge- nuos y transparentes de la juventud universitaria de la Pontificia Uni- versidad Católica de esos años hayan sido confrontados, tronchados y masacrados por la brutalidad más perversa que pueda concebirse en la historia de la Humanidad? ¿Cómo fue que la luz emanada por el Cristo Redentor que corona el frontis de la Casa Central haya sido apagada por los corvos, sombríos y sedientos, de las Fuerzas Armadas del país?
¿Cómo pueden coexistir en una misma comunidad nacional dos institu- ciones, o dos contingentes de chilenos movidos por valoraciones éticas tan increíblemente contrapuestas? ¿Cómo ha sido posible que la belleza valórica de Diana Aron, Alejandro Ávalos, Alicia Viviana Ríos, Ignacio Ossa o como la de todos los demás, haya sido desfigurada por completo por la monstruosidad inhumana puesta en acción por los centenares de oficiales del “glorioso” Ejército chileno, que se involucraron “patriótica- mente” –como ellos juran– en ese crimen?
Los jóvenes encarcelados por el juez Astorquiza en los años ‘20s
–sugestionados por la magia negra que exhaló la “seriedad de la muerte”
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Prólogo
(ftax Weber) que se extendió tras la desaparición de Domingo Gómez Rojas– se replegaron más tarde, uno a uno, en dirección a su carrera pro- fesional, o a la política parlamentaria. Pero una segunda generación de universitarios, con ideales y utopías recargadas, supieron derribar la dic- tadura de Carlos Ibáñez del Campo, en 1931. Y una tercera generación de universitarios salió a la calle, junto a los obreros, en abril de 1957, dispuestos ya a transformar por completo las estructuras de la sociedad. Basados en la lucha de esa generación, surgió y se levantó después la cé- lebre generación juvenil de los ‘60s, que, dotados ya de velocidad inicial, quiso, desde 1970, llegar más lejos que todas sus antecesoras…
¿Por qué el Ejército de Chile –aliado con todas las instituciones que en este país han monopolizado las armas– llegó al extremo abo- minable y nefando de hacer lo que hizo con los jóvenes cuyo recuerdo invocamos en este libro? ¿Por qué no sólo tres o cuatro oficiales desqui- ciados perdieron la identidad humana ante sus prisioneros, sino varios centenares y regimientos enteros?
Hacia 1920 los jóvenes de América Latina se asimilaban a la figura mítica de Ariel (la eterna juventud, la luz alegre que ilumina el futuro y marca los rumbos de la historia), y se contrastaban con la figura de Cali- bán (la vejez cultural de los países, que llena todo de sombras arrastradas del pasado). Los jóvenes de 1960 y 1970 siguieron en la ruta abierta por los que les precedieron, pero hallaron ante sí un Calibán cambiado: no era ya la cansina y oscura presencia (personificada en un juez que des- pués se volvió loco) de ‘la tradición’ y ‘lo obsoleto’, sino la monstruosi- dad viviente de las fibras más repelentes del ser humano… Y en la estela de esa monstruosidad, los jóvenes chilenos de hoy, desde, tal vez, 1996 o 1997, están recobrando, año a año, poco a poco, la sensibilidad histó- rica, la cultura social del futuro, el rumbo idealizado de la humanidad… Pero ¿qué ha pasado y qué ha hecho, entretanto, el monstruoso Calibán cuya huella puede hallarse en las sombras que aletean también en las páginas de este libro?
Como ya han hecho 23 veces a lo largo de nuestra historia, las Fuerzas Armadas, después de atacar a sangre y fuego a la ciudadanía po- pular, se han replegado, intactas, a sus cuarteles. Creyendo agregar otras jinetas a su larga hoja de servicios oligárquicos. Cierto es que se han juz- gado y se están juzgando algunos puñados de militares por los crímenes que perpetraron contra la Humanidad. Pero juzgar a ‘criminales’ –o sea,
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Una luz sobre la sombra - Detenidos desaparecidos y asesinados de la Universidad
a individuos– no es juzgar la ‘fuerza fáctica’ que, como institución, tiene y mantiene el aparato militar chileno. El juicio estatal juzga criminales con nombre y apellido. Pero no es el Tribunal de la Historia, que es el único que puede y debe juzgar y condenar las ‘fuerzas fácticas’ que han gobernado a golpes la historia de Chile desde, más o menos, 1817. Y el Tribunal de la Historia sólo puede estar compuesto, en extensión y jurisdicción, sólo por la ciudadanía soberana. Y por nadie más.
Por eso, este libro no sólo quiere ser ‘fraternal’, sino, también, ciu- dadano. Pero no ciudadano al estilo ‘electoral’ (que acata el orden cons- titucional heredado de la Dictadura), sino al único estilo que define a la verdadera ciudadanía: el soberano. Pues, leyendo la tragedia vivida por la treintena de jóvenes que aquí se recoge, es imposible no pensar que el monstruo humano que los masacró no es la mera suma aritmética de los generales y coroneles que hoy están confortablemente pagando sus crímenes en Punta Peuco, sino el álgebra fratricida que anida en la me- moria sectorial de nuestras instituciones armadas, que nacieron y han vivido no sólo combatiendo y masacrando a nuestros vecinos del Norte, sino, principalmente, al pueblo mapuche (durante siglos), al peonaje ro- toso (durante todo el siglo XIX), a la ciudadanía popular que esgrimió el “poder constituyente” entre 1918 y 1925, a los trabajadores organiza- dos del salitre desde 1891 a 1931, a la clase obrera de las ciudades desde 1946, a los pobladores desde 1962 y, siempre, a la juventud ‘arielista’ y revolucionaria.
Ya lo dijeron los trabajadores, profesores y estudiantes en la Asam- blea Constituyente de Asalariados e Intelectuales de 1925: es necesario “abolir el Ejército permanente”, por ser un endémico “enemigo del pue- blo”. Es necesario refundarlo. Darle otras bases. Educarlo de otra mane- ra: no para masacrar a sus ciudadanos sino para desarrollar la comuni- dad conjunta que habita este territorio. Para que respete en todo y ante todo a la soberanía popular.
Pues ¿de qué otro modo debemos recordar y honrar a la juventud representada en el ramillete de imágenes y escorzos que este libro entre- ga? ¿De qué modo es posible rendir homenaje a los valores humanos y políticos que esos jóvenes honraron? ¿Simplemente, una rosa roja? ¿Un manojo de claveles? ¿Un lento minuto de silencio? ¿ftirando de soslayo a sus asesinos? ¿Dejándonos llevar por el miedo histórico que emana de la “seriedad de la muerte”? ¿Ese fusil de fogueo, sin yatagán, romo pero
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Prólogo
efectivo, que tanto usan los dictadores para legitimar y consolidar su obra?
Honrar a ‘estos’ muertos requiere que nos desembaracemos, de una vez por todas, de ese crónico respeto a la “seriedad de la muerte” que suele flamear por décadas, como pendón de victoria, tras las incursiones matonescas de nuestras instituciones armadas. Y no está demás recordar que los estudiantes de 1931 se atrevieron, y sepultaron el seudo-pendón victorioso del dictador Ibáñez.
Desembarazarnos de ‘eso’ es lo que prometí una vez a mi amigo y camarada Ignacio Ossa Galdames –cuyo asesinato está registrado en este libro– para honrar, con la empedernida ‘fuerza histórica de la vida’, los ideales que ayer y hoy compartimos. Que son también, los ideales de todos los que, como Ignacio, figuran en este libro. No hay otro modo de honrarlos, en soberanía y justicia.
Es la razón por la que este Prólogo está escrito como está escrito…
Gabriel Salazar Vergara Santiago, julio de 2011
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Introducción
“El don de encender la cftispa de la esperanza sólo es infterente al ftistoriógrafo que esté convencido de que ni los muertos estarán seguros ante el enemigo si es que éste vence. Y ese enemigo no fta dejado de vencer”.
(Walter Benjamin)
A pesar de tratarse de hechos conocidos y de vasta difusión, los efec- tos del Golpe de Estado en Chile han venido dejando persistentemente algunas zonas en penumbra en la memoria colectiva local. La denuncia de la represión de la dictadura militar se ha concentrado, de una forma por lo demás fácilmente comprensible, en las expresiones más brutales ejercidas sobre militantes de organizaciones políticas y en trabajadores vinculados a zonas conflictivas y, por ende, emblemáticas, dentro de las múltiples formas de organización popular que, enfrentándose a la do- minación de clase, se expresaron en las luchas sociales que lograron su mayor expresión en nuestro país durante el período 1970-19731.
Entre estas “zona en penumbra” queremos referirnos en estas líneas a la memoria de la oleada represiva que después de esas fechas cayó so- bre estudiantes, académicos y funcionarios de la Pontificia Universidad Católica de Chile, oleada que ha sido hasta hoy escasamente conocida y cuyo recuerdo ha quedado más bien circunscrito a los familiares y ami- gos de quienes la sufrieron.
Esta forma restrictiva que adopta la memoria sobre quienes estu- diaban, impartían cursos o participaban en la administración de esta Casa de Estudios, no carece, por cierto, de fundamentos, más aún si
1 Cfr., por ejemplo, Paz Rojas, ftaría Inés ftuñoz, Viviana Uribe, Erika Hennings, “La gran mentira. El caso de los 119 detenidos desaparecidos”, segunda edición, Santiago de Chile, Lom ediciones / Codepu, 2005.
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Una luz sobre la sombra - Detenidos desaparecidos y asesinados de la Universidad
pensamos que ella cobijó también a quienes se iban a poner a disposi- ción de la dictadura, como intelectuales o como torturadores2.
La Pontificia Universidad Católica de Chile había sido creada en Chile por un esfuerzo orgánico del sector más conservador de la socie- dad, el que buscaba reforzar su posición haciéndose presente en las ins- tancias culturales e intelectuales que, aproximadamente desde los años 1860, venían, lentamente, instalándose en nuestro país. Así, a título de ejemplo, podríamos recordar aquí que Abdón Cifuentes, uno de los in- telectuales más emblemáticos de esta tradición conservadora, artífice de la fundación de la Universidad y cuya efigie se eleva hoy frente a su Casa Central, en la Alameda Bernardo O’Higgins, recordaba con emoción en sus ftemorias “la Asamblea reunida el 31 de marzo de 1889 para inaugurar los cursos que debían iniciarse al día siguiente”3.
Durante largos decenios, este carácter, propio de la Universidad Católica, generó una imagen de quienes la componían, de los recursos que disponían, de un determinado estilo de vida, de un perfil racial, en definitiva, de la naturaleza marcadamente oligárquica de una universi- dad donde, en plena República, se ingresaba a través de “cartas de reco- mendación”4. La orientación de la Iglesia Católica durante la primera mitad del siglo xx –recordemos la Encíclica Quadragessimo Anno5– contribuirá sin duda a reforzar esta imagen, la que permanecerá inalte- rable hasta los años 1960.
No obstante esta imagen largamente difundida, con alguna distan- cia es posible percibir que la Universidad había venido desarrollando un proceso de crecimiento y de cierta modernización desde que, en 1953, ftonseñor Alfredo Silva Santiago había asumido la rectoría. A partir de entonces, es posible reconocer con bastante claridad un rápido incre-
2 Son conocidos los casos del abogado Carlos Bombal que ayudó a la DINA en la detención de Alejandro Ávalos Davidson, Andrés Terrisse quien habría participado en interrogatorios a detenidos de la Universidad Católica y el de la enfermera egresada de ésta casa de estudios ftaría Eliana Bolumburú Taboada que fue conocida en la DINA como la “Reina del Pentotal” por ser quien lo inyectaba a los detenidos antes de ser subidos al helicóptero que los lanzaba al mar.
3 Abdón Cifuentes, “ftemorias”, 1836-1928, Santiago de Chile, Nascimento, 1936, t ii, p. 273.
4 Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, “Nacionales y gremialistas. El ‘parto’ de la nueva derecha política chilena”, Santiago de Chile, Lom Ediciones, 2008, p. 144.
5 Cfr., Pio XI, Sobre la restauración del orden social en perfecta conformidad con la Ley Evangélica al celebrarse el 40º aniversario de la Encíclica Rerum Novarum, Roma, mayo de 1931.
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Introducción
mento en la matrícula, en el número de Campus, de Sedes regionales y de Escuelas disponibles y, en consecuencia, en la cantidad de profe- sionales que se titulaba. Esta expansión va acompañada, además, de un incremento de las publicaciones universitarias y en la creación de deter- minadas instancias de contacto con la sociedad, como el Departamento de Extensión Universitaria6.
Un desarrollo de este tipo no podía sino entrar en contradicción con una estructura fuertemente centralizada y jerarquizada como la que había caracterizado a la Pontificia Universidad Católica de Chile desde su orígenes, donde un Rector–Gran Canciller, apoyado en la Ley Ca- nónica, estaba facultado para nombrar a su arbitrio a Decanos y pro- fesores, y donde el Consejo Superior, concebido como cuerpo asesor del Rector estaba compuesto por sacerdotes católicos y militantes del Partido Conservador7.
Los estudiantes de entonces, como acaecerá muchas otras veces en nuestra historia local, fueron los que tuvieron la valentía de comenzar a plantear sus inquietudes y de manifestar su malestar.
Un primer hito de interés se produce en 1959, cuando la Demo- cracia Cristiana, fundada dos años antes, conquista la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, FEUC, asumiendo su presiden- cia el estudiante Claudio Orrego con un programa en el que reivindica el humanismo cristiano, lo que iba a traducirse en la búsqueda de una cierta forma de democratización de la Universidad, expresada en el in- cremento de becas para estudiantes y en la organización de los “trabajos de verano”, que van a tener un significativo papel en mostrar a los estu- diantes las reales condiciones en que vivía el pueblo chileno. “Bastaba con alejarse un poquito del centro de Santiago o participar a los trabajos de verano –nos cuenta ftarcelo Duhalde, miembro electo al Consejo Superior de la Universidad Católica– para descubrir que una gran parte de nuestros compatriotas vivían entre cuatro tablas, sin agua, sin elec- tricidad, sin trabajo, con los niños desnudos, hambreados y jugando en el barro entre los perros y el mosquerío... En Chile, el destino de un
6 Cfr., José Joaquín Brunner, La Universidad Católica y la cultura nacional en los años sesenta. Los intelectuales tradicionales y el movimiento estudiantil, Santiago de Chile, Flacso, Documento de trabajo, nº 127, 1981.
7 Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, “Nacionales y gremialistas. El ‘parto’ de la nueva derecha política chilena”, cit.
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Una luz sobre la sombra - Detenidos desaparecidos y asesinados de la Universidad
hombre se determinaba a su nacimiento: “dime en que hogar naciste, te diré quién serás”8. Nada más acertado que este aforismo que pone de manifiesto la estructura oligárquica de nuestra sociedad. “En Chile –ha- bía escrito alguna vez Juan Egaña, en los albores de nuestra así llamada Independencia–, se muere dentro del mismo círculo en que se nace”9.
Esta toma de contacto de los estudiantes con la realidad chilena va a contribuir fuertemente a romper con el aislamiento social y cultural en el que vivía la Pontificia Universidad Católica de Chile. En 1964, la VI Convención de la FEUC elabora una plataforma donde la voz “refor- ma” comenzaba, todavía tímidamente, a hacer su camino, expresándose luego mayoritariamente en las elecciones de la misma FEUC en 1966, donde sería electo como presidente el entonces estudiante de medicina, ftiguel Ángel Solar10.
La Federación encabezada por Solar llama a un plebiscito para de- cidir la permanencia o la salida del Rector, venciendo esta última con más de un 80 por 100 de la votación. La rectoría no estaba sin embargo dispuesta a cumplir el acuerdo, por lo cual, el 11 de agosto de 1967, la Universidad va a ser ocupada por los estudiantes, iniciándose el proceso que materializaría la Reforma11. En el frontis de la Casa Central de la Universidad se colgará un lienzo que anuncia una verdad que la mayoría de los chilenos han tenido más de cuarenta años para constatar:
¡El Mercurio miente!
El contexto en el que se daba la ocupación de la Universidad era, sin lugar a duda, propicio para el cuestionamiento de la sociedad en que en esos años estábamos obligados a vivir. Existía, por otra parte, ya una postura del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAft, en torno a democratizar las Universidades Católicas, expresada en la Declaración de Buga, de ese mismo año de 1967, declaración que coincidía con las demandas estudiantiles locales de la FEUC12.
8 Testimonio de ftarcelo Duhalde, miembro electo al Consejo Superior de la UC, año 1971-72 y 1972-73, Paris, 2009.
9 Juan Egaña, “El chileno consolado en los presidios, o filosofía de la religión”, Londres, 1826, vol i, p. 153.
10 Cfr., ftanuel Antonio Garretón, “Notas sobre los orígenes y desarrollo de la reforma en la Universidad Católica (1967-1973)”, Santiago de Chile, Flacso, ftaterial de discusión, nº 77, 1985.
11 Cfr., ftanuel Antonio Garretón y Javier ftartínez, “La reforma de la Universidad Católica en Chile”, Santiago de Chile, Sur, 1986, t ii.
12 Cfr., “Iglesia y liberación humana”, Barcelona, Editorial Nova Terra, 1969.
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Introducción
Pero no solamente en las instancias eclesiásticas existía una atmós- fera favorable a la Reforma. En 1964 había sido elegido Eduardo Frei como Presidente de la República y la Democracia Cristiana impulsaba su proyecto de modernización del desarrollo capitalista en Chile, que en el momento de la “toma” de la Universidad se expresaba al interior de la sociedad civil, a nivel nacional, en el cuestionamiento de la pro- piedad sobre tierras ociosas que estaba en la base de la ley de la Reforma Agraria, publicada en el Diario Oficial solamente dos semanas antes de la “toma”13.
Así, Chile era expresión de un clima cultural y político que se en- riquecía con protagonistas de índole diversa, pero que en su conjun- to ponían en cuestión las viejas estructuras y el sentido común de una sociedad agotada: “Fatto fisiologico, esistenziale, collettivo”, como de- cía Italo Calvino a propósito del clima italiano de la época14, el arte, la historiografía, la estética corporal, la vida, se tornaban irreverentes. Las figuras de The Beatles y de Ernesto Guevara, seguramente mejor que otras, resumen la complejidad de este clima. No es un problema pura- mente de moda o de forma. Los estudiantes franceses salen a la calle y literalmente ocupan París y establecen un punto de quiebre de la histo- ria del siglo xx. En ftéxico, cientos de estudiantes son masacrados en la plaza Tlatelolco. La invasión a Checoslovaquia por la Unión Soviética reforzó la sensación de que era necesario buscar un camino nuevo en el cual una cultura política nueva comenzaba a expresarse. Por ello, “en las manifestaciones cada vez más numerosas aparecen pancartas de Camilo Torres y de Ernesto Guevara”15. 1967-68 era vivido como el punto cul- minante de un proceso en el cual parecíamos a punto de “tocar el cielo con la mano”...
Como muchas veces sucede, fue la propia “toma” la que contribu- yó a galvanizar la formación de una comprensión política de los desafíos que los estudiantes tenían por delante. “La ‘toma’ fue una excelente es- cuela de educación política... Empezamos la ‘toma’ con algunas ideas o más bien sin ninguna idea política pero la terminamos con muchas
13 Ley nº 16,640, publicada en el Diario Oficial del 28 julio de 1967.
14 Italo Calvino, Prefazione a “Il sentiero dei nidi di ragno”, Nona edizione, Torino, Einaudi, 1980, p. 7.
15 Testimonio de ftarcelo Duhalde, miembro electo al Consejo Superior de la UC, año 1971-72 y 1972-73, Paris, 2009.
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convicciones. Entramos pensando de una manera, salimos pensando de otra. La propaganda de El ftercurio y los enfrentamientos con los partidarios de Jaime Guzmán ayudaron a definirnos... En la casa cen- tral de la Universidad Católica, en un gimnasio lleno, recibimos la visita de Dom Elder Camara y un tiempo después en un gimnasio también repleto, la de Luciano Cruz en aquel entonces presidente de la Fede- ración de Estudiantes de Concepción, FEC, el que había sido invitado para debatir con Jaime Guzmán fundador del ‘gremialismo’ y Enrique Correa, dirigente de la Democracia Cristiana. Fue un debate memora- ble, Jaime Guzmán profesor de derecho, excelente orador y polemista fue perdiendo poco a poco su soberbia, perdió la voz y sus argumentos para terminar ridiculizado delante una masa de estudiantes en delirio y frente a un Luciano Cruz burlón que no lograba entender el hecho que Guzmán creara una organización política, se presentara a las elecciones, debatiera en política y se obstinara a sostener que no hacia política pues era apolítico”16.
Desde la “toma” hasta el Golpe de Estado de 1973 el camino se recorre en la permanente sensación de vértigo que le impone al tiempo la subjetividad humana.
“El año 69 el ‘gremialismo’, con Jaime Guzmán a la cabeza, gana la FEUC. El núcleo dirigente de la toma había fundado el movimiento 11 de Agosto, que más tarde engrosaría el ftapu, la Democracia Cristiana universitaria se divide permitiendo el triunfo de la derecha... Si bien se obtiene que cada estudiante pague una matrícula en función de sus in- gresos, que los estudiantes participen en la elección de las autoridades y que sean representados en el Consejo Superior de la Universidad la Reforma se vuelca hacia la ‘excelencia’ académica, queriendo hacer de la Pontificia Universidad Católica de Chile la mejor universidad del país. En esas condiciones, la Reforma no se hace con la celeridad esperada: la ‘torre de marfil’ no se quiebra, la universidad tarda en pintarse de obrero y de campesino como dijera el Che... En ese mismo año 69 un puñado de estudiantes y no más de tres profesores formamos el ftUI. Ya no se trataba sólo de cambiar la universidad, había que cambiar primero la sociedad. Para dotarnos de una línea política y de un programa unos compañeros tuvieron la idea de ir a la Universidad de Concepción, vol-
16 Ibidem.
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vieron con unas revistas y un poco desilusionados pues no los tomaron en serio. Dos años más tarde deveníamos, después del de Concepción, en el más importante de los ftUI o FER universitarios eligiendo un re- presentante estudiantil (de un total de cinco) al Consejo Superior de la Universidad”17.
En noviembre de 1970, Allende es elegido presidente y se abre uno de los procesos más originales, sino el más original del siglo xx. “Chile es hoy la primera nación de la Tierra –señalará Allende en su Primer mensaje al Congreso Pleno– llamada a conformar el segundo modelo de transición a la sociedad socialista... modelando la primera sociedad socialista edificada según un modelo democrático, pluralista y liber- tario”18. La vía chilena al socialismo se instalaba así como una opción política propia de su tiempo y de una formación social latinoamerica- na. “La auténtica democracia –dirá Allende, en mayo de 1972– exige la permanente presencia y participación del ciudadano en los asuntos comunes, la vivencia directa e inmediata de la problemática social de la que es sujeto, que no puede limitarse a la periódica entrega de un man- dato representativo. La democracia se vive, no se delega. Hacer vivir la democracia significa imponer las libertades sociales”19. “Tono existen- cialmente radical. Este es un tiempo inverosímil –dirá–, que prevé los medios materiales para realizar las utopías más generosas del pasado... Pocas veces los hombres necesitaron tanto como ahora de fe en sí mis- mos y en su capacidad de rehacer el mundo, de renovar la vida”20.
La Pontificia Universidad Católica de Chile como institución se ubica rápidamente en la oposición, generando una imagen de reducto oligárquico que contribuirá fuertemente a situar la represión en aquella zona de penumbra a la que nos referimos. El Canal 13 de televisión, de propiedad de la Universidad, trinchera de élite, se transforma en el
17 Ibidem.
18 Salvador Allende, “Primer mensaje al Congreso Pleno. La vía chilena hacia el socialismo”, en “Salvador Allende, Obras escogidas”, presentación de Víctor Pey; prólogo de Joan E. Garcés; compilación de Gonzalo ftartner, Ediciones del Centro de Estudios Políticos Latinoamericanos Simón Bolívar y de la Fundación Presidente Allende (España), Santiago de Chile, Editorial Antártica, 1992, pp. 324-325.
19 Salvador Allende, “Segundo mensaje al Congreso Pleno. 1972”, en “Salvador Allende, Obras escogidas”, cit., p. 429 (cursivas nuestras).
20 Salvador Allende, “Primer mensaje al Congreso Pleno. La vía chilena hacia el socialismo”, en “Salvador Allende, Obras escogidas”, cit., p. 327.
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principal medio de propaganda de la oposición y el golpismo. La lucha de clases se agudiza. La oposición moviliza todos los medios a su alcan- ce y desarrolla todas las formas de lucha, rompiendo, desde el paro de octubre de 1972, su propia legalidad. Insuficiente. En marzo de 1973 la fuerza electoral de la Unidad Popular había crecido. La única opción de la derecha para conservar el poder y sus granjerías era el Golpe de Estado.
Conocemos su impacto: muerte, exilio, desgarro, ruptura...
ftás allá de las cifras oficiales y de la búsqueda, podemos estimar el costo humano de la asolada militar en varios miles entre muertos o desaparecidos; en cientos de miles los hombres, mujeres y menores de edad que pasaron por los campos de concentración y en alrededor de un millón de exiliados en los distintos países que les han acogido.
Con todo, lenta, casi imperceptiblemente, se ha ido imponiendo en la sociedad chilena la necesidad de la memoria. Una generación que no vivió el golpe de Estado de 1973 y a veces ni siquiera los rigores de la dictadura se ha comenzado a interrogar por ese vacío de la historia social nuestra.
Sin lugar a dudas, la lucha estudiantil forma parte de estos mismos procesos en los que los seres humanos que componían nuestra sociedad avanzaran en el camino de tomar su futuro entre sus manos. Los más de cuarenta años transcurridos desde agosto de 1967 han permitido, tanto a quienes participaron en la Reforma universitaria como a las genera- ciones que vinieron después, la formación de una atalaya desde la que es posible observar en perspectiva los momentos encontrados por los que ha pasado nuestra historia local y desde la cual parece posible intentar construir una mirada que valore el espesor de una subjetividad que hun- de sus raíces en los procesos sociales que a fines de los años sesenta vivía Chile.
La Pontificia Universidad Católica de Chile estuvo presente en aquellos años y la historia local –“chilena”, dirá la historiografía tradicio- nal–, está regada con la sangre de estudiantes, profesores y trabajadores de esta Casa de Estudios.
A esos compañeros caídos queremos rendirles con este pequeño libro nuestro modesto homenaje. A ellos que, por provenir de la Pon- tificia Universidad Católica de Chile, constituyen hasta hoy parte de aquella “zona en penumbra” a la que nos referíamos al comienzo de estas
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líneas y que por ello parecen permanecer fuera de la memoria colectiva. A ellos que para nosotros son más que una cifra; que fueron rostros, expresiones, convicción, esperanzas de vida. La mayoría pertenecen al ftovimiento de Izquierda Revolucionaria, ftIR, tanto porque su es- tructura en la Pontificia Universidad Católica de Chile logró desarro- llarse y madurar, como porque la represión lo hizo durante los primeros tiempos su blanco favorito.
Cada uno de los seres humanos que aquí aparecen entregó sus ener- gías a la realización de sus convicciones y a intentar construir en Chile una sociedad más justa.
Como dice ftarcelo Duhalde, “vino el golpe y todos, o casi, fuimos hecho prisioneros, torturados y expulsados del país. Fuimos los que tu- vimos mayor suerte, pues otros, los que aquí recordamos fueron asesina- dos o desaparecidos”...21
en Santiago de Chile, junio de 2010
21 Testimonio de ftarcelo Duhalde, miembro electo al Consejo Superior de la UC, año 1971-72 y 1972-73, Paris, 2009.
GOLPE de ESTADO.
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