domingo, 11 de septiembre de 2016

Campamento Nueva La Habana 1: UNA EXPERIENCIA DE POLITIZACIÓN POPULAR REVOLUCIONARIA

UNIVERSIDAD ARCIS FACULTAD DE HUMANIDADES
ESCUELA DE HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES
Historia de los pobladores del campamento Nueva La Habana durante la Unidad Popular (1970 – 1973)  Boris Cofré Schmeisser
Tesis para optar al grado académico de Licenciado en Historia y Ciencias Sociales
Profesor Guía: Mario Garcés Durán
Santiago, Mayo de 2007
CAMPAMENTO NUEVA LA HABANA:
FORMACIÓN (Eneroa noviembrede1970) CONSOLIDACIÓN CONFLICTIVA
(Noviembrede1970aoctubre de1972)
PROFUNDIZACIÓN (Octubre de 1972 a septiembre de 1973)

UNA EXPERIENCIA DE POLITIZACIÓN POPULAR REVOLUCIONARIA
 www.youtube.com/watch?v=DXh5TLcYHXo
 www.youtube.com/watch?v=R2Z-vHprZ7Y
 www.youtube.com/watch?v=x3H0si2J-gg
Para
Los pobladores del campamento Nueva La Habana que pagaron con sus vidas
esta historia:

Jaime Jiménez, muerto en septiembre de 1973
J. Carlo Ávila, muerto en septiembre de 1973 José Rodríguez, muerto en septiembre de 1973 Luís Espinoza, muerto en noviembre de 1975
Waldemar Monsálvez, desaparecido en octubre de 1973
Alejandro Villalobos, muerto en enero de 19751

Todos los pobladores del campamento Nueva La Habana: Verdaderos protagonistas de esta historia.
Las futuras generaciones: Que se enfrentarán a los mismos conflictos que estos pobladores bajo nuevas
circunstancias.

1 La lista esta basada en el memorial que existe actualmente en el campamento.

Agradezco a
A mis padres Roberto Cofré y Solange Schmeisser por permitir materialmente mis estudios de los cuales este documento es fruto.
A René Urbina, por su ayuda con importantes fuentes y gratas conversaciones. Verónica Valdivia, por sus enseñanzas y apoyo. Karen Donoso, por facilitarme la tarea de revisión de El Mercurio. Mario Garcés, por su profesional guía y por facilitarme parte de sus fuentes. Waldo y Silvia Leiva, por las entrevistas y honestidad. Gabriel Salazar, por facilitar que estas historias sean reconocidas como Historia. Todos, sin excepción, los que estuvieron conmigo en este proceso.

Índice
Pág.
Introducción 8-16
CAPITULO I : Contexto histórico
El Mundo en tiempos de cambio 17- 21
Chile:
Lo Político: Estado, Democracia, Partidos y la Unidad Popular 21-28
Lo económico: la búsqueda por el “crecimiento hacia dentro” 29-30
Lo social: sujetos populares y pobladores… 31-36
CAPITULO II : Formación de la experiencia (enero a noviembre de 1970)
Antecedentes de la experiencia
1970: año de los sin casa y de las elecciones presidenciales 37-38
El MIR y su política hacia los pobladores 39-44
El Campamento “26 de Enero”: antecedentes concretos de la experiencia 45-48
Las milicias populares: debate y experiencia concreta 49-53
La nueva experiencia rebautizó la ciudad 54
Primer Congreso Provincial de Pobladores: Expandir la experiencia 55-57
Formación de la experiencia
Las “Tomas” de julio y agosto de 1970… 58-65
Campamento Ranquil… 66-72
Las movilizaciones de la JPR: Presionar al Estado otra forma de politización 73-77
Las Negociaciones y Acuerdos de agosto de 1970. 78-81
Del triunfo electoral al ascenso de Allende 85-86
Elecciones y pobladores: de la presión a la adhesión 87-88
Congreso Nacional de Pobladores: la experiencia busca ser nacional. 89-91
Incidentes en la Universidad de Chile 92-93
Ascenso de Salvador Allende y el nuevo escenario 94-95

CAPITULO III : Consolidación conflictiva de la experiencia (noviembre de 1970 a octubre de 1972)

El 1 de noviembre de 1970: Nació el Campamento Nueva La Habana. 96-101
Los pobladores y sus viviendas a comienzos de 1971 102-103
Las Organizaciones del Campamento Nueva La Habana
Organizaciones de “auto-gobierno”. 104
Organización “por sectores”. 105
El Frente de Vigilancia y la justicia popular en el Campamento Nueva La Habana ... 112-128 Frente de Trabajadores y obra: Población Nueva La Habana 129-141
Frente de Cultura: una nueva educación para una nueva sociedad 142-152
Frente de Salud: mujeres, salud y comunidad 153-159
Otros Frentes. 160-162
Primer aniversario: evidencia de la consolidación de la experiencia 163-164
Congreso de pobladores. 165-166
Segunda elección de Jefatura. 167-169
Movilización antes del “paro de octubre”. 169

CAPITULO IV: Profundización de la experiencia y quiebre histórico (octubre de 1972 a diciembre de 1973)

Profundización 170
El paro de octubre y la respuesta de la Unidad Popular. 171-173
Octubre de 1972 en Nueva La Habana. 174-178
Contexto político: de enero a septiembre de 1973. 179-181
El MIR, el poder popular y los Comandos Comunales 182-188
Los dirigentes del campamento Nueva La Habana profundizan su experiencia 189-192
Los pobladores profundizan su experiencia: El Frente de Abastecimiento 193-202
Quiebre histórico y des-politización social (septiembre a diciembre de 1973) 203-208
Conclusiones 209
Bibliografía 210-218

Introducción

Este es un estudio historiográfico sobre la experiencia de los pobladores del campamento Nueva La Habana, que durante el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973), bajo la conducción del MIR, vivieron un proceso de organización y politización revolucionaria que se manifestó en presión al Estado por soluciones a sus problemas, principalmente habitacionales y de consumo, y en cambios en sus formas de vidas.
Este campamento nació el 1 de noviembre de 1970 con el traslado y unión de los pobladores de las tomas de terrenos: Ranquil, Elmo Catalán y Magaly Honorato a los terrenos del ex Fundo Los Castaños que estuvo ubicado en la frontera norte de la comuna de La Florida, entre las avenidas Tobalaba, Departamental y el Zanjón de La Aguada, eran en total unas 1.500 familias, alrededor de 9.000 pobladores, en su mayoría jóvenes provenientes de los sectores más pobres de la ciudad.
Si bien la mayoría de los pobladores del campamento Nueva La Habana adhirieron al proyecto revolucionario del gobierno de Salvador Allende y al MIR sus experiencias no fueron meras bases de apoyo a la lucha electoral o armada en el país, más bien éstas transitaron por un carril propio en la historia de las luchas sociales y políticas de la época, muy vinculadas a los partidos político de izquierda pero centradas en los intereses de la comunidad que desarrollaron. Esta comunidad tendió a enfrentar los problemas de forma colectiva, cuestión que el MIR estimuló, democratizando y socializando con ello las decisiones que tuvieron que ir tomando.
Así desarrollaron una compleja forma de organización de “auto-gobierno” y por “sectores”, que se formó durante 1970, consolidó de forma problemática hasta la crisis de octubre de 1972 y profundizó hasta el quiebre histórico de septiembre de 1973, posteriormente durante los primeros meses de la dictadura militar fue desarticulada.
Durante aquellos años y en la actualidad se han generado discursos mistificadores sobre las experiencias de los pobladores del Nueva La Habana, positivas y negativas, que las han presentado como un ejemplo de poder popular o subversión al orden institucional, sin embargo éstos no se han sostenido en investigaciones sistemáticas, por lo que se insertan más en la reivindicación y/o deslegitimación política que en la investigación histórica. De esta forma, se carece de conocimiento histórico, paradójicamente, de uno de los campamentos más “conocidos” del Chile de la Unidad Popular.
Asimismo ha existido otra situación poco favorable para el conocimiento histórico de esta experiencia y el desarrollo profesional de la historiografía en Chile, a saber, la historia escrita tradicional ha desconocido o menospreciado la historicidad de ciertos sectores de la sociedad, entre ellos los populares, así ha centrado su atención casi exclusivamente en los partidos políticos y el Estado, presentando estas reducidas experiencias como La historia General de Chile.2 Por su parte, la historiográfica marxista nacional, si bien reconoció la condición histórica de ciertos sectores populares tendió a concentrarse en lo que consideró el sujetos histórico de la revolución socialista y el progreso, es decir en la clase obrera, por lo que otros sujetos, como los pobladores, fueron estudiados con un menor interés político-científico.3 Fue producto de la crisis de este marxismo excesivamente ortodoxo, por momentos dogmático, entre otras razones, que emergió una nueva corriente historiográfica en el país, conocida como “nueva historia” o “historia social”, la que ha enriquecido la disciplina al ampliar la cualidad histórica a los múltiples sujetos sociales, como las mujeres, los niños, los indígenas, y por cierto a los trabajadores, campesinos y pobladores.4 Así este estudio se inserta en la nueva historia que si bien es muy heterogénea permite teóricamente comprender las experiencias de los pobladores, pobres entre los pobres de la ciudad, que durante estos años estuvieron muy vinculadas a los partidos políticos de izquierda y sus proyectos
2 Diego Barros Arana, Miguel Amunátegui, Alberto Edwards, Jaime Eyzaguierre, Mario Góngora, Alfredo Jocelyn- Holt y Gonzalo Vial, entre otros.
3 Hernán Ramírez y Luis Vitale, entre otros.
4 Gabriel Salazar, Sergio Grez, Julio Pinto, Maria Angélica Illanes, entre otros.
revolucionarios. Así también ésta es una historia político-social, en tanto se introduce y analizar un mundo en donde lo social se había politizado y lo político se había socializado, de esta forma coexisten, en este estudio, las experiencias sociales con las políticas, articuladas por la historia de los pobladores del Nueva La Habana.
Ese mundo politizado, que fue el de fines de los 60 y la Unidad Popular, estuvo caracterizado por el agotamiento del modelo de desarrollo, la crisis de “la forma” estatal, la búsqueda de soluciones “de fondo” que suponían cambios estructurales en la sociedad, la agudización de las luchas políticas y la organización y politización de amplios sectores populares. Esto último hizo más evidente la historicidad de estos sectores populares.
En esta coyuntura histórica los pobladores, entre otros sujetos populares, jugaron un importante rol socio-político. Respecto de ellos, el Centro para el Desarrollo Económico y Social de América Latina (DESAL), vinculado a la Iglesia Católica, durante aquel periodo, desarrolló un cuerpo de ideas conocido como “Teoría de la Marginalidad” el que estableció, básicamente, que lo más característico de los pobladores era su condición de “marginalidad”, entendida ésta como una actitud tradicional y pasiva ante sus problemas, que respondían al fenómeno de migración campo-ciudad y que si bien estos se encontraban físicamente habitando en (el margen de) las ciudades no estaban aún integrados ni política ni culturalmente a la vida moderna, por lo que la principal tarea de la Iglesia y el Estado debía ser justamente atender los problema de estos marginales ya que éstos por sus propios medios no podrían salir de su situación de pobreza material y cultural5. Por otra parte, el Centro Interdisciplinario de Desarrollo Urbano y Regional, (CIDU), de la Universidad Católica, también durante aquel momento, propuso, desde el marxismo y la Teoría de la Dependencia, que en realidad estos pobladores eran en su mayoría elementos de la “clase obrera”, parte del “proletariado de la gran industria”, algunos “empleados” y “pequeños burgueses” que habitaban en los

5 Roger Vekemans, “Tesis Fundamentales”. En Centro para el Desarrollo Económico y Social de América Latina (DESAL), América Latina y Desarrollo Social, 1965, Santiago de Chile, Tomo I, pp. 55 a 95.
campamentos, al contrario de DESAL el CIDU consideró que si tuvieron iniciativa socio-política y que ésta estuvo vinculada y motivada por sus reivindicaciones habitacionales y de consumo, sin embargo, al considerar a la clase obrera como fundamental, finalmente los pobladores sólo habrían expresado, según estos estudios, un conflicto secundario y la incapacidad del capitalismo dependiente que no podía objetivamente resolver el problema habitacional de las clases populares.6 También desde el marxismo, pero escrito luego del quiebre histórico de 1973, Ernesto Pastrana y Mónica Threlfall, consideraron que a pesar de sus limites los pobladores, entre sus principales características, habrían tenido un potencial revolucionario que el gobierno de Salvador Allende subestimó, y que habrían mostrado claras actitudes de alianza con la clase obrera y de enemistad con la burguesía.7 Por otra parte, a fines de la década de 1980, Vicente Espinoza propuso que los pobladores durante esta coyuntura histórica eran básicamente los pobres urbanos en la lucha por la vivienda, es decir los “productores del espacio urbano” popular, que tuvieron como principal característica el haber tendido a conservar la institucionalidad vigente en dicho proceso reivindicativo8. Desde la historia social Mario Garcés ha mostrado, en su tesis doctoral (1999) que los pobladores que vivieron en condiciones de extrema pobreza a comienzos del siglo XX se habrían puesto en movimiento (1957-1973) de forma exitosa alcanzando su actual sitio en la ciudad.9
En general los estudios permiten conocer partes de las experiencias de los pobladores de Santiago, sin embargo, excepto algunos estudios del CIDU y el de Pastrana y Threlfall, estos no dan cuenta en profundidad de los procesos de politización revolucionaria que una parte importante de los pobladores vivieron durante la Unidad Popular, por lo que nuestro marco teórico ha tenido que ser

6 Manuel Castells, et al, “Reivindicación urbana y lucha política: Los campamentos de pobladores en Santiago de Chile”, Revista Latinoamericana de Estudios Urbanos Regionales, EURE, 1972, (Centro Interdisciplinario de Desarrollo Urbano y Regional, CIDU), Volumen II, Nº 6, pp. 55 a 81
7 Ernesto Pastrana y Mónica Threlfall, Pan, techo y poder, El movimiento de pobladores en Chile (1970- 1973),
(Ediciones Siap- Planteos, 1974).
8 Vicente Espinoza, Para una historia de los pobres de la ciudad, (ediciones SUR, 1988).
9 Mario Garcés, Tomando su sitio, El movimiento de pobladores de Santiago, 1957-1970. (ediciones LOM, 2002).
elaborado a partir de estudios sobre procesos de politización popular de comienzos de siglo XX en Chile.
Respecto de estos procesos -de politización popular- Mario Garcés ha establecido que “normalmente… han sido vistos como procesos de demanda, reivindicación y presión relativamente organizada frente al Estado… sin embrago, si se considera el problema desde una perspectiva histórica”, afirma el autor, “se aprecia… que… no se trata sólo de presión organizada, que por cierto ha existido… sino que también (de) una modificación de actitudes y relaciones al interior del propio campo popular” de esta forma la politización popular se expresaría tanto en “iniciativas encaminadas a producir cambios económicos, sociales y políticos” como en “el plano de la conciencia, la identidad o las formas de organización” de los sectores populares10. En una palabra la politización popular debe ser entendida tanto como la presión social organizada al Estado como los cambios en las formas de vida de dicho sector. En otro estudio, referido a la politización de los sectores populares, se ha concluido, específicamente sobre la politización de tipo revolucionaria, que “aún cuando en la práctica muchos de sus adherentes estuvieron dispuestos a operar dentro de la legalidad vigente y a negociar sus demandas con el Estado o una clase patronal que su discurso solía representar como enemigo irreconciliable” ésta se fundó “en una visión clasista de la sociedad” la cual estimuló a los “pobres” para que se transformaran en “sujetos de su propia emancipación”, exacerbó “la lucha de clases como condición necesaria para corregir los males sociales” y se articuló en torno, entre otros, al “socialismo” de la “izquierda política” del periodo 1930-197311. Así el carácter revolucionario de esta politización es rupturista en lo discursivo y gradualista en la práctica.
Apoyándonos en dichas definiciones y en nuestra visión de la experiencia, en este estudio se entenderá por politización revolucionaria, a aquel proceso en el cual, desde mediados de 1970 a septiembre de 1973, los pobladores del campamento Nueva La Habana demandaron al Estado soluciones a sus

10 Mario Garcés, Crisis social y motines populares en el 1900, (ediciones LOM, 2003), pp. 132 y 133.
11 Julio Pinto y Verónica Valdivia, ¿Revolución Proletaria o querida Chusma?, (Ediciones LOM, 2001).
diversos problemas, especialmente los habitacionales y de consumo, y experimentaron cambios en sus formas de vida, es decir en sus conciencias, identidades, relaciones y tipos de organización. Estas demandas y cambios, tuvieron un carácter “revolucionario” ya que se vincularon con la trasformación general de la sociedad, de una parte, y tendieron a generar una “conciencia” de clases en oposición a las clases dirigentes, favorecieron el surgimiento de una “identidad” colectiva de pobladores, estimularon las “relaciones” de solidaridad entre los pobladores y de enfrentamiento con las clases dominantes y motivaron el desarrollo de una “organización” comunitaria permanente, que buscaba resolver los problemas inmediatos de los pobladores, de otra. En otras palabras, el proceso de politización revolucionaria cambió la tendencia, de individual(ista) a colectiva(ista), en las formas de vida de los pobladores del campamento Nueva La Habana. Finalmente es necesario explicitar que el carácter “revolucionario” del proceso no implicó que en él se hayan desarrollado experiencias militares, guerrilleras o para-militares. Las organizaciones de los pobladores siempre se desarrollaron dentro del ámbito social y civil, por lo que el conocido mito de que “existían armas” no corresponde a la realidad, sino más bien a la lucha ideológica-discursiva de algunas fuerzas políticas de la época.
Como se ha establecido aquí, sobre el campamento Nueva La Habana se ha afirmado mucho pero se ha investigado poco, de aquellas breves referencias y estudios se pueden constatar las siguientes: una investigación realizada junto a los propios pobladores del campamento, por estudiantes y profesionales de la Universidad de Chile, (que data de agosto de 1972, el que incluye entrevistas a dirigentes y pobladores por lo que se transforma en una excelente fuente de conocimiento de dicha experiencia) la cual concluyó que la trayectoria de lucha de sus pobladores, tanto por la vivienda como por otras reivindicaciones en general, creó el reconocimiento nacional e internacional de los pobladores como organizados, combativos y revolucionarios.12 Otra investigación publicada en

12 Departamento de Estudios y Planificación Urbano Regional (DEPUR), Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile. Organización y lucha poblacional en el proceso de cambios, la experiencia del campamento “Nueva Habana. Mimeo, Santiago, Agosto de 1972.
1973, caracterizó a los pobladores del campamento Nueva La Habana, como altamente organizados y concientes de la necesidad de democratizar las decisiones.13 Asimismo otro estudio del CIDU agregó a lo anterior, que la primera etapa de la experiencia de los pobladores del campamento fue de “oposición o lucha” ante el Estado y que la segunda fue de “complementariedad”, sin embargo con una gran capacidad de presión sobre las instituciones estatales.14 Estas referencias fueron establecidas en pleno proceso de la Unidad Popular, es decir fueron escritas por contemporáneos a la experiencia que en su mayoría pudieron conocerla directamente, de ahí deriva su importancia para este estudio. Por otra parte una reciente tesis de pre- grado, presentada el año 2000 en la Usach, se ha referido al campamento Nueva La Habana afirmando que la conducción política de los pobladores fue asumida por el MIR, que el campamento alcanzó altos grados de organización, movilización y madurez política, y que fue un ejemplo de lucha que proyectó al Nueva La Habana “como un referente esencial y de vanguardia en el movimiento poblacional”.15 Dicha importancia también fue destacada por el historiador Armando de Ramón, quien en su cronología de los hechos más importantes en la historia de Santiago, desde 1500 a 1985, constató “el nacimiento del Campamento Nueva La Habana, en 1970”16. Otro reciente estudio señala, “parafraseando a Lastelain (sic)17, que el campamento Nueva Habana fue una base de educación revolucionaria y un laboratorio de vida y decisiones colectivas” conducido por el MIR y su política revolucionaria que hicieron que el campamento se autonomizara del movimiento de pobladores que en su mayoría desechó dicha política18. Por otra parte se ha establecido que

13 Jorge Fiori, “Campamento Nueva Habana: estudio de una experiencia de autoadministración de justicia”, EURE, (abril de 1973, CIDU), Volumen III, Nº 7, pp. 83-101.
14 Luís Alvarado, Rosemond Cheetham, y Gastón Rojas, “Movilización social entrono al problema de la vivienda”,
EURE, (abril de 1973, CIDU), Volumen III, Nº 7, pp. 37-70
15 Fahra Neghme y Sebastián Leiva, “La política del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) durante la Unidad Popular y su influencia sobre los obreros y pobladores de Santiago”, Santiago, (Tesis para optar al grado de licenciado en educación en Historia y geografía, USACH), 2000.
16 Armando de Ramón, Santiago de Chile, (Editorial Sudamericana, 2000), p. 272. Otra referencia en la página 250.
17 Debe referirse a Christine Castelain.
18 Vicente Espinoza, “Historia social de la acción colectiva urbana: Los pobladores de Santiago, 1957-1987”, EURE,
(1998, CIDU) Volumen XXIV, Nº 72, pp.71 a 84.
los pobladores del campamento Nueva Habana durante la Unidad Popular desarrollaron sus capacidades de organización al máximo con el objetivo de crear una nueva población “con claras orientaciones socialistas”.19 En la misma línea, pero desde fuera de la “academia” se ha escrito que el campamento Nueva La Habana fue una experiencia de “poder popular”, y que fue un “proyecto de excelencia revolucionaria”.20 Todas estas referencias reconocen cierta excepcionalidad de la experiencia, marcada por los altos niveles de concientización, organización y movilización de los pobladores, sin embargo la abordan sólo parcialmente y/o no incluyen sus elementos problemáticos por lo que se vuelve necesario realizar un estudio que busque una comprensión más general y que agregue aquellos elementos conflictivos.
Producto de lo anterior el principal objetivo que ha guiado este estudio ha sido el de conocer la experiencia de los pobladores del campamento Nueva La Habana durante la Unidad Popular (1970-1973) en términos generales, buscando superar el estereotipo de “campamento altamente organizado” a través de la inclusión de los elementos problemáticos de la experiencia que están contenidos en la temporalidad, así ha surgido la periodificación antes expuesta. En términos concretos se ha elaborado un breve contexto histórico que tiene por función aclarar el periodo y la coyuntura histórica en que se desarrolló la experiencia. Así como se ha analizado dicha experiencia a partir de su evolución temporal incluyendo sus principales características y problemáticas. De este modo el lector se encontrará con un texto dividido en cuatro capítulos.
El primer capítulo, en donde se expone el contexto histórico, esta dividido en dos partes, en la primera se muestra brevemente las principales características del periodo a nivel internacional con especial énfasis en los elementos políticos. La segunda parte se concentra en las cuestiones políticas, económicas y sociales, a nivel nacional. Se busca, en este capítulo, introducir a la investigación una
19 Mario Garcés, “Construyendo “Las Poblaciones”: El movimiento de pobladores durante la Unidad Popular”, en Julio Pinto editor, Cuando Hicimos Historia. La experiencia de la Unidad Popular, (2003, edición LOM), pp. 57 a 79.
20 Manuel Paiva, Rastros de mi pueblo, (editorial Quimantu, 2005).
mayor comprensión de las problemáticas generales en la se desarrolló la experiencia de los pobladores del Nueva La Habana, así como dar cuenta, brevemente, del “espíritu de la época”. En el segundo capítulo se evidencia la primera fase del proceso, la que estuvo marcada por la formación de la experiencia, se incluyen aquí los antecedentes inmediatos y las primeras experiencias de organización y politización de los pobladores del Nueva La Habana, las que se materializaron de múltiples formas: movilizaciones, tomas de terrenos y vida en los campamentos (Ranquil, Magaly Honorato y Elmo Catalán), enmarcadas en un momento (1970) de desborde social y campaña político-electoral. El capítulo siguiente constata el momento de Consolidación conflictiva de la experiencia, muestra como se fortalece de forma problemática la nueva forma de vida de los pobladores, existe una especial atención en la organización que los pobladores generaron, se incluyen aquí, por ejemplo, las experiencias de justicia popular que los pobladores desarrollaron. El último capítulo evidencia el momento de profundización de la experiencia, básicamente en torno a la problemática del desabastecimiento y la agudización de la lucha política en el país. El Frente de Abastecimiento recibe una especial atención. Finalmente se expone, de forma breve, como se desarticuló la experiencia en los últimos meses de 1973.
Desde la perspectiva de este estudio la principal característica de la experiencia de los pobladores del campamento Nueva La Habana durante la Unidad Popular (1970-1973) fue la organización y politización revolucionaria que se expresó a través de la presión al Estado y en cambios en sus formas de vida. Y que si bien la mayoría de los pobladores del campamento Nueva La Habana adhirieron al proyecto revolucionario del gobierno de Salvador Allende y al MIR sus experiencias no fueron meras bases de apoyo a la lucha electoral o armada en el país, sino que más bien éstas transitaron por un carril propio en la historia de las luchas sociales y políticas de la época, muy vinculadas a los partidos de izquierda pero centradas en los intereses de la comunidad que desarrollaron.
Para alcanzar los objetivos antes enunciados se analizó la bibliografía referida al tema de investigación, sin embargo producto de la escasez de publicaciones especificas sobre Nueva La Habana se revisaron los textos más importantes referidos a las problemáticas que circundan el tema especifico de este estudio, es decir, la de “los pobladores”, “los movimientos de los sin casa”, “las experiencias de poder popular” y “las luchas políticas” del periodo (1965-1973), las que permitieron comprender de mejor forma, al integrar elementos de contexto y problemáticas generales, la experiencia aquí estudiada. Entre los pocos estudios específicos sobre la experiencia, que fuero de gran valor, podemos mencionar el desarrollado por el DEPUR junto a los pobladores del Nueva La Habana a mediados de 1972, el del Taller de Acción Cultural (TAC)21 que incluye, al igual que el anterior, entrevistas a pobladores y algunos artículos publicados en la revista EURE del CIDU. También se utilizó una serie de documentos de trabajo entre los que destacan los del Ministerio de la Vivienda y el proyecto de trabajo del IVUPLAN de la Universidad de Chile en el campamento Nueva La Habana. Si bien todos estos estudios contienen sus propias interpretaciones, ya analizadas de forma critica aquí, han permitido recoger una importante cantidad de datos, visiones e incluso relatos directos de dichos pobladores.
Las fuentes utilizadas fueron variadas. Para la etapa de formación (enero a noviembre de 1970) se analizaron principalmente revistas, periódicos y diarios de 1970. Entre ellas destacan las revistas Punto Final y Mensaje, los periódicos El Rebelde y El Siglo y los diarios Clarín, Noticias de Ultima Hora y El Mercurio. Esta información fue complementada con los datos recogidos en entrevistas, revisión de las actas y antecedentes de acuerdo de la CORVI del mismo año y bibliografía. Para el momento de Consolidación conflictiva (noviembre de 1970 – octubre de 1972) se examinaron los estudios del DEPUR, CIDU, TAC, la periodificación propuesta por Christine Castelain, junto a documentos del MINVU, las actas y antecedentes de acuerdo de CORVI (1971 y 1972), el

21 Taller Acción Cultural, La organización fue como nacer de nuevo, (Edición TAC, 1986). Los estudios del DEPUR y CIDU ya han sido citados.
periódico El Rebelde, el diario El Mercurio, las entrevistas a Silvia Leiva (ex dirigente del Nueva La Habana), René Urbina (ex director del DEPUR), los videos “Macho: un refugiado latino americano”, “Campamento Nueva La Habana; para volver a soñar” y “Campamento”, todos referidos, desde distintas ópticas, a la experiencia aquí estudiada. Para la fase de Profundización y quiebre (octubre de 1972 – diciembre de 1973) se analizaron el diario El Mercurio, el periódico El Rebelde y Chile Hoy, las revistas Mensaje y Punto Final, las que fueron complementadas con los estudios referidos al poder popular, entre los que destacan los de Gaudichaud, Cancino y Pastrana, respecto del momento de desarticulación se examinaron el informe Rettig, una publicación del Colectivo de Memoria Histórica Corporación José Domingo Cañas y un informe de practica de una estudiante de la Universidad de Chile que trabajo en el campamento después del golpe de estado. De gran utilidad han sido, también, las fotografías y los planos del campamento y la población Nueva La Habana que se han podido analizar. Respecto de las entrevistas estas se realizaron con la metodología de la historia oral22 y sirvieron para complementar las fuentes documentales.

22 Una actualización bibliográfica sobre la problemática de la “historia oral” y la “memoria” en el trabajo historiográfico en Mario Garcés y Sebastián Leiva, El Golpe en La Legua, (ediciones LOM, 2005), pp. 9 a 27.

CAPITULO I: Contexto histórico
El Mundo en tiempos de cambio

El siglo XX (1914-1989) tuvo tanta luz como oscuridad. Éste estuvo marcado por el progreso y las guerras, ambos alcanzaron un desarrollo inédito en la historia de la humanidad. Siguiendo la argumentación y periodificación hecha por el historiador Eric Hobsbawm23 esta centuria, a nivel internacional, se habría iniciado con una “época de catástrofes (1914-1945)”, marcada por las consecuencias de las dos guerras mundiales y de la Gran Depresión de la década del 30, las que habrían sido superadas poco antes del medio siglo, permitiendo así el surgimiento de una “edad de oro (1945-1975)” que se expresó en la prosperidad económica y la ausencia de hambrunas en el mundo, las que habrían dado paso, durante el ultimo tercio del siglo, a un periodo de crisis y “derrumbe (1975-1989)”, en el cual se definió a favor del capitalismo la Guerra Fría con la caída de la Unión Soviética. Este “siglo corto” estuvo articulado por la lucha entre los dos modernos proyectos de desarrollo: el capitalismo y el socialismo.
El progreso alcanzado en este siglo permitió que la población mundial aumentara tres veces su cantidad, a pesar de que durante este periodo, producto de las guerras y hambrunas, murieron personas como nunca antes en la historia. Esto explica, en parte, que el siglo con mayor progreso en la historia terminara en medio del pesimismo generalizado, en el que aún nos encontramos. Esta cuestión es importante de constatar ya que este estudió se desarrolló (2006) en un momento en que se niegan o menosprecian los procesos revolucionarios (derrotados o fracasados) del siglo XX.

23 Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, (Edición Crítica, 1995).
Por otra parte durante este periodo los Estados europeos dejaron de ser los principales poderes a nivel internacional permitiendo que los EE.UU. impusieran su voluntad sobre el mundo, así el imperialismo, contra el que luchó la izquierda, pasó de ser europeo a ser norteamericano.
Este siglo contuvo, finalmente, la moderna promesa de la libertad y del fin de los conflictos fundamentales entre las clases sociales, tanto el capitalismo como el socialismo se levantaron como caminos que conducirían hacia la emancipación definitiva de la humanidad. Este fue el “telón de fondo” de todas las experiencias nacionales de transformaciones estructurales. Las que tuvieron un importante desarrollo durante la Guerra Fría en los países pobres.

Una vez concluida la II Guerra Mundial, emergieron dos superpotencias antagónicas, que se repartieron el planeta en dos áreas de influencia, la capitalista y la socialista, ambos respetaron estos límites hasta el final del conflicto, lo que evitó que se produjera un enfrentamiento directo, sin embargo, tanto los EE.UU. como la URSS generaron conflictos en zonas donde las fronteras estuvieron débilmente definidas, como en Asia. América Latina fue parte de la zona controlada por los EE.UU., es decir por el capitalismo real, por lo que nuestras sociedades se encontraron bajo la influencia ideológica del capitalismo.
Dicha guerra se dividió en dos etapas, la primera fue desde el fin de la segunda guerra mundial, en 1945, hasta la crisis del petróleo en 1975 y la segunda desde ésta hasta el derrumbe de la Unión Soviética en 1989.
Las dos guerras mundiales y sus terribles consecuencias (destrucción de Europa y más de 60 millones de muertos, entre ambas) sumadas a la Gran Depresión que se inició en 1929 y que arruinó a las economías de occidente, siendo la chilena la más afectada, debilitaron al capitalismo e hicieron ver a la Unión Soviética, es decir al socialismo real, como una alternativa viable para las sociedades modernas. Aún más, cuando, en la década del 50, la economía de la URSS creció más rápido que la de occidente, los temores de EE.UU. parecieron tener asidero, esta situación se agudizó en América Latina cuando
triunfó la revolución cubana (1959) y se declaró socialista (1962), puesto que mostró la viabilidad de una revolución armada y socialista en el continente, esto fue profundizado por el surgimiento de movimientos anti-bélicos dentro de los propios EE.UU., y por la derrota que sufrió este Estado en Vietnam, generándose así la impresión de que la revolución socialista y anti-imperialista era una tarea realizable durante aquel periodo.
Sin embargo, el siglo XX fue de los EE.UU. La URSS se constituyó sólo en un peligro potencial, aceptó los limites acordados en la segunda posguerra, no fue expansionista y no estimuló revoluciones violentas en occidente, por ejemplo, protegió la revolución cubana sólo hasta donde los EE.UU. se lo permitió y apoyó muy débilmente la vía chilena al socialismo, a pesar de que ésta expresó su política para el Tercer Mundo,24 es decir una revolución democrática generada desde el Estado.
Lo que interesa destacar aquí es que para las personas comunes de las sociedades del siglo XX, especialmente durante la Guerra Fría y en el Tercer Mundo, tanto el capitalismo como el socialismo fueron posibilidades reales de desarrollo y libertad. Esto explica, entre otras razones, porque una buena parte de la clase política chilena se embarcó en procesos de transformación estructural de la sociedad desde, al menos, mediados de la década del 60 a 1973.

Si bien la Unión Soviética y los EE.UU. respetaron los limites fijados en la segunda posguerra y en Europa las posibilidades de una revolución socialista, a mediados de siglo, eran prácticamente nulas, en el Tercer Mundo la inestabilidad política permitió que se desarrollaran múltiples experiencias de transformación social, de las cuales las más efectivas fueron los golpes de Estado dirigidos por militares reformistas (anti-comunistas) y las acciones revolucionarias de las masas urbanas. Dicha efectividad no se condijo, sin embargo, con sus popularidades, pues las que mayor adhesión y admiración


24 Países subdesarrollados ubicados principalmente en los continentes de África, Asia y América Latina
generaron fueron las luchas guerrilleras que tuvieron como modelo y ejemplo a la revolución cubana la cual inspiró a intelectuales del primer mundo y a parte de la izquierda del tercero.
La imagen del heroico guerrillero o del “hombre nuevo”, que estuvo dispuesto a sacrificarlo todo por la revolución, encarnado en el comandante “Che” Guevara, cautivó a muchos militantes de la época, sin embargo, ésta oscureció el hecho de que el triunfo de la revolución cubana se debió en gran medida a la debilidad del régimen dictatorial de Batista, así, y a pesar de existir condiciones para su desarrollo, cuando múltiples grupos de jóvenes se lanzaron a la experiencia guerrillera en América latina25 en contextos muy distintos a los de Cuba, sus suertes fueron una sola: el fracaso.
Pero el modelo cubano no fue sólo épica y voluntarismo, también desarrolló una serie de tesis sobre la revolución en América latina, las que en lo fundamental plantearon que el continente se encontraba en una relación neo- colonial con EE.UU., y que la única vía de desarrollo posible para la región era el socialismo, de esta forma la revolución debía ser, necesariamente, continental, socialista, armada, y estar dirigida por una vanguardia política que condujera al pueblo hacia la lucha directa contra la burguesía y estableciera alianzas revolucionarias.26
La respuesta norteamericana, por cierto, no se hizo esperar y a través de un renovado programa de intervención político-militar para la región, llamado Alianza para el Progreso, EE.UU., reposicionó su hegemonía, estimulando la reforma social en primera instancia y los golpes de Estado en segunda. De esta forma, apoyó, primero, a gobiernos reformistas como, por ejemplo, en Chile, el de Frei Montalva (1964-1970), con el objetivo de evitar institucionalmente el ascenso revolucionario, y luego, golpes de Estado, como el de septiembre de 1973, con el fin de terminar extra-institucionalmente con el avance de dichas fuerzas de cambio.

25 Ejemplos de aquello son las guerrillas colombianas de las FARC-EP, surgidas a fines de la década del 40, y el ELN heredera de la revolución cubana formada a mediados de los 60.
26 Jorge Castañeda, La Utopía desarmada, (Ediciones Ariel, 1993), pp. 76 a 78.
Si bien el objetivo norteamericano fue que los conflictos sociales en América Latina se canalizarán institucionalmente, el desarrollo de políticas reformistas, como la reforma agraria, en muchos casos terminaron por legitimar los procesos de transformación estructural de las sociedades, favoreciendo el ambiente revolucionario de la época.
Pero dicho ambiente de cambio trascendió con creces el ámbito de la política institucional, junto a la creación de alternativas políticas reformistas y revolucionarias, se desarrolló una verdadera revolución cultural en el ámbito de la sociedad civil que superó las fronteras del Tercer Mundo. En Europa, por ejemplo, surgieron nuevos movimientos sociales que lucharon en contra de la discriminación de la mujer y por la libertad sexual. Fueron los años en que se crearon y masificaron las píldoras anticonceptivas. Los jóvenes, en todo occidente, se transformaron en actores sociales y políticos de gran importancia, así, por ejemplo, en mayo de 1968 los estudiantes de Francia realizaron una verdadera rebelión que inspiró a los universitarios de todas partes. Los Hippies, en tanto, asociaron el consumo de drogas a la libertad e hicieron del rock la banda sonora de su propia revolución, la de las flores, que luchó contra la guerra de Vietnam, las armas nucleares y tuvo entre sus hitos el festival de Woostock (1969).
Durante la década de 1960 el mundo vivió una transformación histórica que muchos experimentaron como verdaderas revoluciones culturales y políticas. Las condiciones ideológicas eran propicias para el desarrollo de experiencia de politización revolucionaria popular. Este fue el contexto histórico internacional en el que los latinoamericanos vivieron el fin de la edad de oro y de la primera Guerra Fría, fue un mundo en donde la acción histórica también fue desarrollada por “la gente común”. Fue en “este mundo” que los chilenos generaron sus propias búsquedas por el desarrollo y la libertad, en donde los procesos de organización y politización popular fueron fecundos.

Chile:
Lo Político: Estado, Democracia, Partidos y la Unidad Popular Estado
En Chile este periodo (1930-1973) estuvo caracterizado, entre otras cosas, por la formación, desarrollo y crisis del “Estado nacional desarrollista” y de su proyecto económico de “Industrialización por Sustitución de Importaciones” (ISI) en el cual dicho Estado tuvo un rol protagónico.27
Sin embargo, la “clase política civil” en el poder resultó ineficiente en su tarea industrializadora, puesto que no fue capaz de transformar el Estado de 1925 en un “Estado fabril” que generara “verdadero desarrollo”, un “moderno proletariado industrial” y terminará con la dependencia económica nacional a través de la “autonomía productiva”, en su lugar generó crisis de inflación y no permitió la formación adecuada de capitales, “base fundamental de toda inversión”, es decir no resolvió el problema de fondo del capitalismo nacional: “la imposibilidad de incrementar la acumulación y la real formación de capital”, de esta forma, dicho Estado entró constantemente en crisis.
Por otra parte, este Estado se autodefinió, además, como “educador y organizador de las masas”, estimuló crecientemente el potencial movilizador y organizativo de éstas, desde, al menos los año 60, estimuló experiencias de organización y politización popular que siempre estuvieron bajo la dirección institucional, por lo cual, estas masas organizadas debían limitar su actuar cívico y político a la demanda estatal.
El proyecto estatal de desarrollo necesitó de la disciplina de la sociedad civil, a la que había estimulado a organizarse y politizarse a través de canales institucionales, para alcanzar sus objetivos, sin embrago ésta, en medio de la

27 Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia contemporánea de Chile, Vol. I, (Ediciones LOM, abril de 1999), pp. 55 a 67.
radicalización de los conflictos políticos, desde mediados de la década del 60, tendió a desbordar a dicho Estado y producto del carácter del conflicto: agudización de la lucha política y de clases, las fuerzas armadas intervinieron políticamente por medio del Golpe de Estado de 1973, en favor de la derecha y las clases dirigentes, resolviendo este conflicto, y crisis, en contra de la izquierda y los sectores populares, terminando con la forma estatal que había permitido la emergencia de la revolución institucional y social hacia comienzos de la década del 70.

Democracia
Respecto de dicho golpe de Estado las ciencias sociales habían establecido que hasta 1973 Chile contaba con una de la democracias más sólidas del continente, fue común durante este periodo, la visión de que el ejército chileno se distinguía de los otros de la región, por su profesionalismo, es decir por su no intervención en política, sin embargo los hechos histórico fueron en un sentido diametralmente opuesto, lo que nos ha planteado la siguiente pregunta:
¿Qué características tuvo la democracia en Chile durante el periodo?
Un pista para responder dicha pregunta y comprender de mejor forma este contexto político nacional, la encontramos en un reciente estudio, el cual ha mostrado que a diferencia de lo que las ciencias sociales habían establecido, “en el Chile del siglo XX, 1920-1973, la democracia no fue un régimen político predominante”, muy por el contrario sólo tuvo un desarrollo plenos entre los años 1958 y 1973.28
No fue hasta fines de los 50 -aclara el citado estudio- que la democracia en nuestro país alcanzó un verdadero desarrollo, expresado principalmente por la democratización del derecho de propiedad, lo que generó el rompimiento del

28 Juan Carlos Gómez, La frontera de la democracia en Chile, El derecho de propiedad en Chile, (Ediciones LOM, 2004), y Juan Carlos Gómez, “Democracia v/s propiedad privada. Los orígenes políticos de la dictadura militar chilena”, Cuaderno sociológico, (2004, Edición Universidad ARCIS), Nº 3, pp. 27 a 72.
pacto de gobierno de la década del 3029, dicho proceso democratizador tuvo una doble expresión; la primera fue “jurídico-política” y la segunda se desarrolló en la “esfera de la sociedad civil”, en la primera los protagonistas fueron los partidos políticos y se materializó a través de variadas reformas a la ley como la Reforma Constitucional al Derecho de Propiedad Privada de 1967, la Ley de Sindicalización Campesina del mismo año y las Reformas Políticas de 1969, las que permitieron “terminar con la inviolabilidad del derecho de propiedad privada y transformar el “derecho de propiedad” en “derecho a la propiedad”.” Esta nueva situación política abrió “la estructura de oportunidades políticas” para la democratización a través de una segunda forma, en la cual los protagonistas fueron los sectores populares, es decir los trabajadores, pobladores y campesinos, y la que se realizó históricamente por medio de las “tomas” de fabricas, sitios y fundos. Estos dos procesos de “democratización del derecho de propiedad” produjeron una crisis en el país. Fue en este momento cuando las clases propietarias abandonaron su adhesión a la democracia y terminaron con ella, el 11 de septiembre de 1973, según concluyó el estudio.
Durante la década del 60 y el gobierno de la Unidad Popular los chilenos disfrutaron de un sistema democrático, que nunca antes habían tenido y que nunca después volvieron a tener, que fue quebrado por la elite en defensa, principalmente, del derecho de propiedad, pero que sin embargo permitió que emergieran fuerzas políticas progresistas y revolucionarias que llegaron incluso al gobierno en 1970 y amplios sectores populares se organizaran y politizaran. Es decir que se gestaran procesos revolucionarios “por arriba” y “desde abajo”, en los cuales los pobres de la ciudad, junto a otros sujetos populares, tuvieron un protagonismo pocas veces visto en la historia nacional.

Partidos

29 “Establecido entre los sectores propietarios, especialmente los terratenientes, las capas medias y la clase trabajadora… y el Estado, representado por el gobierno, los partidos políticos y actores parlamentarios” en el cual se estableció que “en función del desarrollo capitalista industrial” se debía “excluir de la ciudadanía a los campesinos” producto de que así “las clases propietarias agrarias (terratenientes) reforzaron la protección jurídico-política de la propiedad agrícola y de su principal fuente de poder social: la dominación sobre los hombres y mujeres del campo”. En Juan Carlos Gómez, Op. Cit., pp. 27 a 72.

Durante el periodo la derecha perdió la iniciativa y se desplegó en el sistema político de forma defensiva, fundamentalmente entre 1964 y 1973, ya que no pudo ser electoralmente competitiva ni desarrollar un proyecto de sociedad, esto la mantuvo fuera del poder ejecutivo y defendiendo sus cuotas de poder económico, frenando el proceso de democratización que el país estaba viviendo.30 Desde mediados de los 60 la derecha experimentó un proceso de reformulación programática, empujado por la tendencia a la baja en sus resultados electorales31 y por el creciente desprestigió de su tradicional proyecto político-ideológico, así en mayo de 1966 el Partido Conservador y el Partido Liberal unieron sus debilitadas fuerzas y fundaron el Partido Nacional (PN), materializando de esta forma, dicha reformulación programática, que instaló en la conducción de la derecha una nueva lógica, caracterizada por los ideales nacionalistas, autoritarios y rupturistas,32 lo que la llevó a realizar una dura oposición al gobierno de Salvador Allende, que incluyó la movilización social, la desobediencia civil y la estimulación al golpe de Estado militar.
El centro y la izquierda, por su parte, tuvieron la iniciativa política, en aquellos años, desarrollaron e implementaron proyectos nacionales de desarrollo, aumentaron su adhesión popular y electoral, a través de políticas fuertemente vinculadas con la base social33, la DC gobernó entre 1964 y 1970, con un programa reformista, que como hemos visto, fue lo suficientemente profundo como para romper el pacto de gobierno imperante en la época y fomentó la organización de sectores populares excluidos hasta entonces, como los campesinos y los pobladores. La UP, por su parte, gobernó entre 1970 y 1973, con un proyecto que buscó profundizar las reformas que la administración anterior había iniciado al punto de realizar una transición institucional hacia el
30 Verónica Valdivia et al, Su revolución contra nuestra revolución, izquierdas y derechas en el Chile de Pinochet (1973-1981), (Ediciones LOM, 2006), p. 9
31 Los que hicieron crisis en 1965, en las elecciones parlamentarias, donde obtuvieron, incluyendo el Partido Conservador (PC) y el Partido Liberal (PL), un 12,5% del total de los votos, cuando su promedio había bordeado el 35% durante el periodo.
32 Pablo Rubio y Hernán Venegas, “La „Nueva Derecha Chilena‟: El Partido Nacional (1966-1970)”, Revista de Historia y Ciencias Sociales, (diciembre de 2004, Universidad ARCIS), Nº 2, pp. 59 a 72
33 Verónica Valdivia et al, Op. Cit. p. 9
socialismo. El Partido Comunista (PC) y el Partido Socialista (PS)34 predominaron dentro de la Unidad Popular, éstos propiciaron, desde el gobierno, una revolución socialista, por etapas, a través de un programa de profundas reformas institucionales, en los modos de producción y propiedad.

Al margen de dicha estrategia institucional surgió el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el 15 de agosto de 1965, -en el cual nos detendremos producto de su importancia en la experiencia de los pobladores del campamento Nueva La Habana- bajo la influencia de dos fenómenos: “una revolución (armada) triunfante” en Cuba (1959) y “una estrategia (electoral) poco eficiente de la izquierda” institucional en Chile (1964), así este partido re- afirmó “el componente militar de la lucha revolucionaria” en el país, al menos en términos discursivos, recuperando los elementos rupturistas de la teoría de Lenin y dándose a la tarea de construir un partido “verdaderamente” revolucionario.35
El MIR en su declaración de principios, se autodefinió como “la vanguardia marxista-leninista de la clase obrera y capas oprimidas de Chile”, afirmó que era el “autentico heredero de las tradiciones revolucionarias” en el país, cuya finalidad era “el derrocamiento del sistema capitalista y su reemplazo por un gobierno de obreros y campesinos, dirigido por los órganos de poder proletario, cuya tarea” era “construir el socialismo y extinguir gradualmente el Estado hasta llegar a la sociedad sin clases”, además aclaró que “la destrucción del capitalismo” implicaba “un enfrentamiento revolucionario de las clases antagónicas”36, y reconoció “al proletariado como la clase de vanguardia revolucionaria que” debía “ganar para su causa a los campesinos, intelectuales, técnicos, y clase media empobrecida”. También estableció que dicho partido combatiría “intransigentemente a los explotadores, orientado en los principios
34 El PS fue un partido de corrientes, por lo cual, en su interior coexistieron las tendencias revolucionarias institucionales y rupturistas: ambas buscaron, al menos en el discurso, realizar una revolución socialista en Chile sin embargo la primera a través de la institucionalidad vigente y la segunda por medio de la lucha armada.
35 Pedro Naranjo et al, Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile, (Ediciones LOM, 2004), ver Prologo, realizado por Mario Garcés, pp. 5 a 14, principalmente pp. 9 y 10.
36 La clase obrera (proletariado) y la burguesía.
de la lucha de clase contra clase” y rechazaría “categóricamente toda estrategia tendiente a amortiguar esta lucha”, de esta forma estableció que rechazaba la “teoría de las etapas, (sostenida por el PC), que establecía equívocamente que primero” había “que esperar una etapa democrático burguesa, dirigida por la burguesía (industrial-nacional), antes de que el proletariado tome el poder” puesto que según el MIR “la única clase capaz de realizar las tareas
„democráticas‟ combinadas con las socialistas (era) el proletariado a la cabeza de los campesinos y de la clase empobrecida” así este partido rechazó “la teoría de la „vía pacifica‟ porque” desarmaría “políticamente al proletariado”, ya que consideró que “el único camino para derrocar el régimen capitalista (era) la insurrección popular armada”. Finalmente, en términos orgánicos, el MIR se auto-definió como un partido que se regía “por los principios del centralismo democrático.”37
Asimismo, según Pedro Naranjo, este partido tuvo tres pilares teórico que sostuvieron su actuar durante el periodo, el primero fue la Teoría de la Dependencia, la cual sostuvo básicamente que “la miseria de las masas no (era) producto de un déficit de desarrollo capitalista sino el resultado propio de ese desarrollo. Lo que existía era “el desarrollo del subdesarrollo”, según la formula sintética de Gunder Frank.” El segundo fue el “Programa de la Revolución Proletaria” que rechazó, como se ha establecido, la revolución por etapas, con alianza con la burguesía propuesta por la izquierda institucional y en su lugar propuso una alianza entre el proletariado y los pobres del campo y la ciudad, la simultaneidad de las trasformaciones democráticas y socialistas, expresadas en la vinculación de las demandas sociales, como la vivienda, con la lucha por el socialismo y, finalmente, que “la revolución” no estaba definida por sus tareas económicas sino por “el carácter de clase del poder” que la realiza. El tercero fue “la Estrategia Revolucionaria y la Construcción de la Fuerza Social Revolucionaria”, que planteó que la lucha por el socialismo en Chile solo podría triunfar si adoptaba la forma de “guerra revolucionaria prolongada” y si “la

37 Declaración de principios del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), en: Pedro Naranjo et al, Op. Cit.
pp. 99 a 101.
polarización social (existente) adquiría el carácter de una polarización clasista” permitiendo que se constituyera una fuerza social capaz de realizar dicha revolución violenta. 38
Este partido no participó de los procesos electorales39, en tanto su estrategia revolucionaria, como se ha señalado, buscó alcanzar el poder a través de la lucha armada, así las experiencias de politización que propició fueron más allá de la mera adhesión electoral, estimulando la formación de experiencia germinante de poder alternativo y popular, sin embargo, como se mostrará con detención más adelante, los resultados concretos de dichas políticas en el sector de los pobladores sin casa no fue exactamente como el MIR se propuso.

La Unidad Popular

Los estudios sobre la Unidad Popular han centrado su atención en los partidos y el Estado, así como en la búsqueda de responsables políticos del golpe de Estado de septiembre de 1973, por lo que en general existe ausencia de conocimiento sobre las experiencias históricas desarrolladas en la base social durante aquellos años.40
Sin embargo, constataremos aquí dichas conclusiones con el objetivo de complementar este contexto político: Uno de los estudios más influyente ha establecido que dicha responsabilidad fue del centro político, es decir de la DC que luego de ocupar este espacio en el sistema político, en la década del 60, actuó de forma ideológica y no pragmática como lo había hecho el Partido Radical hasta esos años, de esta manera se habría producido un “vaciamiento en el centro político” del sistema ya que el PDC habría dejado de actuar como moderador de los extremos permitiendo con ello la polarización política que


38 Pedro Naranjo et al, Ibidem., pp. 16 a 20.
39 La única excepción se produjo en las elecciones parlamentarias de 1973 en donde apoyó al PS tras un acuerdo político que buscaba la creación de los Comandos Comunales.
40 Mario Garcés y Sebastián Leiva, “Perspectivas de análisis de la UP: opciones y omisiones”, (octubre de 2004, Universidad ARCIS). Informe de avance, del proyecto de investigación: “Los movimientos sociales populares y la
izquierda chilena en la Unidad Popular y su respuesta frente al golpe de estado de septiembre de 1973”.
habría quebrado el régimen democrático.41 Otra visión, igualmente reconocida, ha establecido que sumado al “vaciamiento en el centro político”, la explicación se encontraría en el actuar de la izquierda en el gobierno que buscó realizar transformaciones estructurales sin contar con las mayorías parlamentarias que lo permitieran y de la derecha que arrastró al PDC en su política de ruptura con la democracia42. Por otra parte se ha enfatizado en que la responsabilidad la habría tenido la DC puesto que en un contexto de “frágil equilibrio” institucional, producido por varias razones43 el accionar “mesiánico” del PDC habría sido determinante.44
Por otra parte, autores de distintas visiones y posturas políticas, han responsabilizado de forma variada a la propia Unidad Popular, así por ejemplo, Luís Corvalan Lepe ha señalado que el actuar de la oposición dejó en evidencia los propios errores del gobierno de Allende, de los cuales el principal habría sido la incapacidad de establecer una dirección política única, permanente y amplia que estableciera alianzas con el centro, para así haber realizado la revolución socialista dentro de los márgenes institucionales.45 Asimismo se ha planteado que el problema de la Unidad Popular habría sido su concepción teórica del carácter del Estado chileno, la cual no habría dado cuenta de la condición esencialmente clasista de éste, lo que sumado a la errada suposición de que las fuerzas en disputa respetarían la legalidad vigente, habría producido una concepción política inapropiada que terminó por generar el fracaso del gobierno de Allende, frente, justamente, a la violencia de parte de ese Estado.46 En la misma dirección Smirnow concluyó que el fracaso de la Unidad Popular


41 Ibidem, pp. 50 a 52. La referencia corresponde al texto: Arturo Valenzuela, El quiebre de la democracia en Chile, (ediciones FLACSO, 1989).
42 Ibidem,. pp. 35 y 36. La referencia corresponde al texto: Manuel Antonio Garretón y Tomás Moulián, La Unidad Popular y el conflicto político en Chile, (edición Minga, 1983).
43 El creciente desprestigio de las fuerzas políticas que gobernaron hasta la década de 1950, la influencia de la
revolución cubana, el desborde social de las instituciones y la incapacidad de gobernar de la Unidad Popular.
44 Ibidem, pp. 39 y 40. La referencia corresponde al texto: Alfredo Jocelyn-Holt, El Chile perplejo. Del avanzar sin tranzar al transar sin parar, (editorial Planeta chilena, 1998).
45 Mario Garcés y Sebastián Leiva, Ibidem., pp. 30 a 32. La referencia corresponde al texto: Luís Corvalan L., El gobierno de Salvador Allende, (ediciones LOM, 2003)
46 Ibidem. pp. 26 y 27. La referencia corresponde al texto: Susana Bruna, Chile: la legalidad vencida, (ediciones
ERA, 1976)
se habría debido fundamentalmente a la política gradualista, hegemónica dentro del gobierno, del Partido Comunista, la cual habría errado en su política de alianzas y concepción sobre las FF.AA. chilenas, desmovilizando de esta forma a la clase trabajadora y produciendo un desarme material, político e ideológico de ésta, que en esas condiciones no habría sido capaz de enfrentar el golpe de 1973.47 También responsabilizando a la UP, pero desde la derecha, se ha afirmado que la responsabilidad política del “pronunciamiento militar” habría sido de los partidos políticos de la izquierda marxista, que adhirieron y proclamaron la violencia política, legitimaron la destrucción del “orden burgués” y crearon organizaciones violentistas48.
Desde la perspectiva de este estudio, estas propuestas son esclarecedores de la lucha político-partidista e institucional de aquellos años, sin embargo como ya han advertido Peter Winn, Rodrigo Baño y recientemente Mario Garcés junto a Sebastián Leiva49, entre otros, dicen muy poco de las experiencias -de politización- que se desarrollaron en la base social. De las excepciones que existen cabe destacar, el citado estudio de Winn, las investigaciones de Frank Gaudichaud, el estudio no publicado sobre poder popular de Cancino, el texto sobre el movimiento de pobladores de Pastrana y Threlfall y algunos artículos de la época publicados en revistas como EURE. Los cuales son integrados y abordados en otras secciones de esta investigación.
Más allá de la responsabilidades políticas del golpe de Estado de 1973 existe consenso respecto de que el gobierno de la Unidad Popular se planteó realizar un inédito transito al socialismo desde las instituciones del Estado, a través de una política de planificación centralizada a favor de los sectores populares y dentro de los márgenes de la democracia representativa.

47 Ibidem., pp. 47 y 48. La referencia corresponde al texto: Gabriel Smirnow, La revolución desarmada, Chile 1970- 1973, (ediciones ERA, 1977)
48 Patricia Arancibia, Los orígenes de la violencia política en Chile. 1960-1973, (edición Universidad Finish Térrea, Libertad y Desarrollo, 2003).
49 Peter Winn, Tejedores de la revolución, (Ediciones LOM, 2004). Rodrigo Baño, “Más allá de culpas y buenas
intenciones: consideraciones acerca de la Unidad Popular. La Unidad Popular treinta años después”, Rodrigo Baño (editor), La Unidad Popular 30 años después, (2003, Santiago de Chile, editorial Universidad de Chile), pp. 291 a
318. Mario Garcés y Sebastián Leiva, Op. Cit.
De este modo en medio de la crisis de la forma estatal, la ampliación de la democracia representativa, la socialización de la práctica política y la agudización de la lucha entre los partidos, amplios sectores de la sociedad se politizaron.

Lo económico: la búsqueda por el “crecimiento hacia dentro”.
La profunda crisis económica de los 30 debilitó la doctrina y política económica liberal que imperó hasta entonces, “con ello se puso termino al modelo de economías abiertas e intercambio esencialmente libre que había predominado”, dando paso a un nuevo modelo económico que estuvo caracterizado por “la estrategia de desarrollo hacia dentro”.50
En Chile, el país más golpeado por dicha crisis51, “se aplicó una política monetaria deliberadamente expansiva” y una política tarifaría que “afianzó el sesgo proteccionista que ya se venía insinuando… (que incluyó) la imposición de licencias y cuotas de importación, el control de la compraventa de divisas, la cesación de pagos de la deuda externa y el abandonó del patrón oro como mecanismo para equilibrar la balanza de pago”, con el objetivo de proteger a la economía nacional de las terribles consecuencias de la “Gran Depresión”.
Como se ha establecido, el modelo económico de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) dirigido desde el Estado nacional desarrollista, pronto se mostró como una “nueva forma de dependencia, que amagaba las pretensiones del nacionalismo económico”, aún más “el desempeño mismo del modelo comenzó muy pronto a dar señales de agotamiento”, expresadas en crisis sucesivas de inflación.

50 Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia contemporánea de Chile Vol. III, (Ediciones LOM, 2002), pp. 35-49.
51 “Si se toma como base el bienio 1927-29, el nivel de las exportaciones chilenas bajó para 1932 en un 78,3%, en tanto que las importaciones se reducían en un 83,5%.” En: Gabriel Salazar, Ibidem, pp. 35 y 36.
Tanto las orientaciones económicas keynesianas como cepaltianas52, implementadas en estos años, sumadas a los acuerdos del pacto de gobierno del 30, favorecieron y permitieron la intervención estatal en la economía, como la mediación de éste en las relaciones entre empresarios (capital) y trabajadores (trabajo), así también facilitaron la sindicalización de los obreros urbanos. Estas medidas permitieron que el movimiento de trabajadores estuviera articulado a partir de centrales sindicales insertas en la lógica de la negociación institucional. Se pensó que al ofrecer estabilidad laboral a los trabajadores urbanos, estos consumirían en mayor cantidad, elevando con ello la demanda y ésta a su vez la producción, se crearía así, un círculo virtuoso que permitiría salir de la crisis y proyectar al sistema capitalista.
La economía durante la Unidad Popular puede ser vista tanto, como “la culminación de la estrategia de desarrollo hacia dentro”, como “una apuesta en favor de la reestructuración revolucionaria del sistema económico, tendiente a la sustitución… del capitalismo en su conjunto”. De este modo la Unidad Popular, en materia económica, quiso tanto “la protección del mercado interno mediante la imposición de barreras arancelarias y controles físicos y cambiarios, que ya tenían varias décadas de antigüedad”, como “modificar radicalmente la propiedad de los medios de producción y aumentar la participación popular en la distribución del poder político y el ingreso económico”, sin embargo, como, también, se ha señalado, producto de múltiples factores, dicha voluntad fue truncada violentamente por el sabotaje económico y la intervención militar de 1973.

52 Keynes y CEPAL.
Lo social: sujetos populares y pobladores
Sujetos populares (1930-1973): “integración y desbordamiento institucional”
Hasta aquí se han observado algunas de las principales características del periodo desde lo político y lo económico, ahora se establecerán, brevemente, algunos elementos característicos del periodo, desde lo social, específicamente desde la experiencia histórica de los sujetos sociales y populares, es decir de aquella parte del pueblo que “tienen conciencia de sí mismos, una conciencia que los lleva a tener la voluntad de influir sobre su „yo y su circunstancia‟, asegurando, por medio de sus actos, la protección y extensión de su libertad,”53 ejerciendo dicha voluntad de forma colectiva, básicamente, a través de la presión al Estado y la alteración en sus modos de vida.
Haciendo un ejercicio de máxima simplificación los podríamos agrupar en al menos tres categorías 1) trabajadores 2) pobladores y 3) campesinos. Tras cada una de estas definiciones existe una realidad profundamente compleja y heterogénea, sin embargo contienen suficientes elementos en común, como para poder historiar sus experiencias.
Así desde una perspectiva social este periodo (1930-1973) estuvo caracterizado por un complejo proceso que tendió, en sus comienzos, a la integración y el acuerdo social, a través de diversas vías legales (Código del Trabajo, Reforma Agraria, Ley de Juntas de Vecinos), de esta forma, más allá de sus discursos revolucionarios y rupturistas, el movimiento de trabajadores, por ejemplo, tendió al acuerdo y la colaboración con el Estado, a través de los partidos, y con sus patrones. También, en sus orígenes, los campesinos vieron que las transformaciones (reforma agraria) provenías desde „afuera‟ y desde „arriba‟. Los

53 Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia contemporánea de Chile, Vol. II, (Ediciones LOM, 1999), p. 93. Sobre el concepto “Sujeto Popular” ver las páginas 93 a 102.
pobladores, por su parte, participaron, en su mayoría, de la institucionalidad que el programa de Promoción Popular, del gobierno DC de Frei, desarrolló. Sin embargo desde fines de dicho gobierno (1968-70) los sujetos populares iniciaron un proceso de ascenso en sus movilizaciones y comenzaron a desbordar la institucionalidad, respondieron a los variados estímulos recibidos desde el Estado y los partidos, sumándolas a sus propios aprendizajes desarrollaron múltiples experiencias de organización y politización, conectadas con la realidad nacional pero desde la base.
Cuando el sistema de dominación se debilitó estos sujetos sociales se fortalecieron, dicha situación se expresó en la agudización de los conflictos laborales, agrarios y urbanos en el país. La heterogeneidad con predominio en la colaboración, de un comienzo, dio paso a la heterogeneidad con énfasis en el conflicto. Este fue el escenario social que marcó el comienzo de la década del 70.

Pobladores: ¿marginales o sujetos populares?
Respecto de los pobladores durante este periodo, los estudios han arribado a distintas conclusiones, así por ejemplo, el Centro para el Desarrollo Económico y Social en América Latina (DESAL), dependiente de la Iglesia Católica, estableció que producto del proceso de migración campo-ciudad (1930-1970) en las periferias de las urbes habrían surgido “como callampas” campamentos en los que habitaba una masa empobrecida de procedencia rural, con una mentalidad tradicional y pasiva, cuya principal característica habría sido su condición de marginalidad, puesto que si bien estuvieron físicamente dentro de la sociedad (ciudad) no habrían estado incluidos en ella, ya que no participaron de los espacios de decisión.54 Esta visión constituyó la base del programa de Promoción Popular del gobierno demócrata cristiano de Eduardo Frei (1964- 1970), sin embargo, dichos planteamientos fueron seriamente desmentidos por

54 Roger Vekemans, “Tesis Fundamentales”, Centro para el Desarrollo Económico y Social de América Latina (DESAL), América Latina y Desarrollo Social, 1965, Santiago de Chile, Tomo I, pp. 55 a 95.
un completo estudio realizado por el propio DESAL en 1968 en el cual se concluyó que 8 de las 12 hipótesis planteadas no correspondían a la realidad, principalmente las que se referían al carácter pasivo y tradicional de los pobladores, los que se mostraron mucho más activos y „modernos‟ de lo que DESAL suponía55, dicha situación fue ratificada por los hechos históricos de la propia coyuntura 1968-1970 en la cual se pudo constatar que “el resultado de esta política no fue la integración efectiva de los marginales sino una marea de movilización, así las “tomas de terrenos” urbanos durante estos años quebraron las estadísticas,56 y desmintieron las hipótesis de DESAL.
Por otra parte, el Centro Interdisciplinario de Desarrollo Urbano y Regional (CIDU), dependiente de la P. Universidad Católica de Chile, en momentos excepcionales de su historia (posterior al proceso de reforma universitaria de fines de los 60), determinó que los pobladores sin casa, habrían sido expresión de la incapacidad „objetiva‟ del capitalismo dependiente nacional, en tanto éste habría estado imposibilitado materialmente de resolver el déficit habitacional, Manuel Castells, quien dirigió estos estudios, y posteriormente militó el en MAPU, concluyó que la acción política de los pobladores habría estado determinada tanto por la lucha por la vivienda como por los elementos de consumo.57 Esta visión, inserta en la Teoría de la Dependencia y en el marxismo, reconoce a los pobladores como fracciones de la clase obrera empobrecida y elementos de la pequeña burguesía y no como un sujeto social en sí mismo, dando demasiado énfasis a nuestro entender, a las cuestiones económica-sociales y estructurales, en desmedro de las político-culturales.
Para Vicente Espinoza los pobladores, en su gran mayoría, durante estos años, habrían actuado con una lógica meramente reivindicativa, por lo que habrían desechado las tendencias revolucionarias, de tal modo que los pobladores que adhirieron a dichas orientaciones habrían terminado aislados del movimiento
55 Olga Mercado et al, “La marginalidad urbana: origen, proceso y modo, resultados de una encuesta en poblaciones marginales del Gran Santiago”, Volumen II, (DESAL, 1968) pp. 163 a 174.
56 Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia contemporánea de Chile Vol. I, (Ediciones LOM, abril de 1999), p. 163.
57 Manuel Castells, et al, “Reivindicación urbana y lucha política: Los campamentos de pobladores en Santiago de Chile”, Revista Latinoamericana de Estudios Urbanos Regionales, EURE, 1972, (Centro Interdisciplinario de
Desarrollo Urbano y Regional, CIDU), Volumen II, Nº 6, pp. 55 a 81.
de pobladores. De esta forma, concluye que lo más característico del periodo habría sido que los pobladores actuaron conservando la institucionalidad vigente.58 A nuestro entender lo que ocurrió en dicho periodo fue un proceso de organización y politización de gran parte de los pobladores sin casa de Santiago, éste fue estimulado por los partidos políticos de centro e izquierda, así la tendencia más característica del periodo fue dicho proceso, el cual tuvo básicamente tres tipos de politización, las orientadas por la PS, el PC y el MIR. De esta forma los pobladores que adhirieron a la lógica rupturista no terminaron aislados de un (único) supuesto “movimiento de pobladores con tendencia a conservar la institucionalidad”, puesto que este no existió, sino que, al igual que los otros dos movimientos de pobladores fueron parte de las luchas sociales y políticas del periodo. No existió un movimiento de pobladores que aisló a los “pobladores revolucionarios”, lo que existió fueron tres movimientos de pobladores, concretamente, el Movimiento de Pobladores Revolucionario MPR dirigido por el MIR, el Comando de Pobladores de la CUT, bajo el control político del PC y la Central Única de Pobladores CUP conducido por el PS59, que se desarrollaron bajo las luchas políticas del periodo y que tuvieron diferentes características, siendo el MPR el de menor extensión cuantitativa pero de mayor profundidad cualitativa.
Desde la historia social, Mario Garcés ha establecido que entre comienzos del siglo XX y 1973 los pobres de la ciudad habrían desarrollado un “movimiento social” exitoso que los incorporó social y materialmente en la sociedad (ciudad), así los pobres que vivieron en los conventillos (1900) en condiciones de extrema pobreza, se pusieron en movimiento (1957-1973) y a través de tomas de terrenos y presiones al Estado habrían conseguido habitar en poblaciones definitivas, fue así como tomaron su sitio en la ciudad (sociedad) 60. Para este autor es posible hablar de movimiento de pobladores puesto que existió „acción colectiva sostenida en el tiempo‟, con ciclos claramente establecidos, un sujeto
58 Vicente Espinoza, Para una historia de los pobres de la ciudad, (ediciones SUR, 1988).
59 Hugo Cancino, Chile: La problemática del poder popular en el proceso de la vía chilena al socialismo. 1970- 1973. (Dinamarca, 1988), p. 347.
60 Mario Garcés, Tomando su sitio, El movimiento de pobladores de Santiago, 1957-1970. (Ediciones LOM, 2002).
colectivo que si bien fue heterogéneo tuvo ejes de articulación, como la lucha por la vivienda. Esta última visión, que surgió como respuesta a las explicaciones “politicistas”, criticadas aquí a propósito de la Unidad Popular, aclara el proceso vivido por los pobladores de Santiago durante casi un siglo, desde el “largo plazo” y desde el “sujeto popular”, sin embargo, oscurece en exceso o trabaja débilmente, los roles que jugaron los partidos políticos en el desarrollo y desenlace de dichas experiencias.
Todos estos estudios tienden a centrarse en los elementos comunes que habrían tenido las conductas sociales y políticas de los pobladores, así se propone que habrían sido, básicamente, “marginales”, y/o “expresión de las incapacidades objetivas del capitalismo dependientes”, y/o “conservadores de la institucionalidad” y/o “un exitoso movimiento social”, descuidando las particularidades de dicha experiencia, las cuales emergen, por ejemplo, cuando se incluyen “la política de las clases dominantes, las estrategias de los partidos de (centro y de) izquierda y las iniciativas de las masas,” 61 en general, es decir al conjunto de la sociedad.
Esta cuestión es especialmente necesaria, para estudiar los procesos de politización que los pobladores vivieron durante el gobierno de la Unidad Popular, puesto que, como ha señalado el historiador Sergio Grez, “no se puede estudiar separadamente a una parte de la sociedad sin considerar el conjunto… lo cual no implica que los ritmos de la historia política sean los mismos que los de las historia social, a veces coinciden, pero la mayor parte del tiempo difieren… pero en otras oportunidades (como fue durante el gobierno de Allende) es preciso darles un tratamiento conjunto, cuando convergen lo social y lo político”62, no sólo porque ambos proceso se alimentan mutuamente sino porque es posible constatar, por ejemplo, los puntos de encuentro y disenso entre las políticas-estratégicas de transformación de la sociedad y las experiencias sociales del mundo popular.

61 Ernesto Pastrana y Mónica Threlfall, Pan, techo y poder, El movimiento de pobladores en Chile (1970- 1973),
(Ediciones Siap- Planteos, 1974), p. 66.
62 Sergio Grez, “Escribir la historia de los sectores populares. ¿Con o sin política incluida?”, Revista Política, (otoño de 2005, Universidad de Chile), Volumen 44, pp. 17 a 31.
Respecto de los pobladores durante la Unidad Popular, Pastrana y Threlfall, establecieron en 1974, que éstos participaron de tres “modelos políticos y organizativos en el proceso de reivindicación habitacional”, los cuales se caracterizaron por ser, en primer lugar: asistencialitas, en tanto, los pobladores debían esperar que el Estado solucionara sus problemas, y fue promovida básicamente por la democracia cristiana, en segundo lugar: participacionista, en el que los sin casa debían apoyar al gobierno de Allende y esperar que éste resolviera sus problemas desde el Estado, éste fue fomentado por los partidos de la Unidad Popular, principalmente el Partido Comunista. El tercer modelos fue el “político y organizativo movilizador”, en donde se asoció la lucha por la vivienda con la lucha de clases, los pobladores debían ser protagonistas, detrás de la vanguardia revolucionaria, de su propia emancipación, y como se ha mostrado, fue estimulado, principalmente por el MIR, pero también por sectores del PS. Finalmente, estos autores concluyeron que durante estos años, los pobladores tuvieron una clara constitución como movimiento con potencial revolucionario, que “las tomas de terrenos, la organización en torno del abastecimiento y los comandos comunales constituyeron las tres formas más importantes” de este “movimiento poblacional en Chile”, y que sin embargo, sólo fue entendido, por el gobierno de la Unidad Popular, como base de apoyo o receptor de beneficios, aun cuando se habría confirmado que las “clases” y “fracciones de clases” que lo conformaron, a pesar de sus limites, fueron aliados del movimiento obrero y enemigos de la burguesía.63
Para Mario Garcés, el movimiento de pobladores durante la Unidad Popular, tuvo una gran importancia, en tanto ocupó definitivamente la ciudad, fue protagonista de “una verdadera revolución urbana” que transformó Santiago y, como se ha esclarecido, permitió que los pobladores, originalmente pobres, “tomaran su sitio” en la ciudad y la sociedad. Según el autor, la autonomía del movimiento, durante estos años, fue relativa y dependió de cada experiencia, sin embargo alcanzó a tener su desarrollo, como en el caso del Congreso de San


63 Ernesto Pastrana y Mónica Threlfall, Op. Cit.
Miguel y de la Población Nueva Habana.64 Desde la visión de esta investigación dicha autonomía puede ser reconocida, en ciertos sentidos, en relación al Estado, pero en muy pocos respecto de los partidos, principalmente en las experiencias asociadas al MIR, como la del campamento Nueva La Habana.

Es evidente que los pobladores durante aquel tiempo fueron más “sujetos populares” que “marginales” pasivos, sin embargo, las iniciativas propias fueron estimuladas por los partidos y las luchas políticas, las que a su vez, se sostuvieron de forma muy importantes en estas experiencias de base, así en la coyuntura de la Unidad Popular, la lucha política y la reivindicación social, en muchos casos, se mezclaron y sumadas al actuar político de las clases dominantes, formaron la conflictiva historia nacional de fines de la década de los 60 y comienzos de los 70. De este modo, la historia que sigue es, también, historia de Chile, de aquella parte que quiso terminar definitivamente con los conflictos, originados en la explotación y dominación, y de aquellos que en su lucha contra sus carencias se vincularon con los primeros y desarrollaron experiencias que transformaron sus formas de vida.

64 Mario Garcés, “Construyendo “Las Poblaciones”: El movimiento de pobladores durante la Unidad Popular”, en Julio Pinto editor, Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular, (Santiago, edición LOM, 2003), pp. 57 a 79. y Mario Garcés, “Las tomas en la formación de Santiago”, Nosotros los chileno, El mundo de las poblaciones, (editorial LOM, s/f), pp. 4 a 33.

No hay comentarios:


Estadisticas web

Archivo del blog

Mi foto
Iquique, Primera Región, provincia de Tarapacá., Chile